Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Rajoy defiende a los presuntos «sobrecogedores»

Como en tiempos de Franco, el sospechoso Rajoy ha emitido su mensaje antidemocrático contra la libertad de prensa. Da igual lo que diga. Aunque defienda a los presuntos «sobrecogedores«, ¿quién le va a creer si tanto teme a las preguntas?

Virginia Pérez, vecedirectora de 20 minutos.

Virginia Pérez, vecedirectora de 20 minutos.

Su pavor a las preguntas y repreguntas legítimas de la prensa le marca ya como culpable de un delito gravísimo contra la libertad de expresión, en un momento especialmente calamitoso para nuestra joven y frágil democracia.

Su delito principal ha sido, a mi juicio, declararse enemigo de la democracia y de uno de sus pilares fundamentales: la libertad de expresión, un derecho no solo de los periodistas sino de los todos los ciudadanos.

La puesta en escena del presidente del PP me ha dado escalofríos (solo faltaba la bandera y la música, por supuesto, militar) y me ha traído el recuerdo tenebroso de cuando yo trabajaba en la televisión del dictador Francisco Franco y no podíamos decir ni pío.

Me siento como nuestra vicedirectora, Virgina Pérez, con la boca tapaba para que no podamos sacar los colores al presidente del Gobierno y del PP.

Con el espectáculo tétrico de hoy, Mariano Rajoy ha dado un golpe durísimo e insoportable a la democracia.

Peridis, en El País de hoy

Peridis, en El País de hoy

Los periodistas no deberíamos acudir jamás a ninguna conferencia de prensa o mensaje público que no admita preguntas y repreguntas.  Es una tomadura de pelo a todos los ciudadanos mayores de edad. Ya no somos súbditos aterrorizados, sino ciudadanos libres. ¿Qué se ha creído este  Rajoy?

De hecho, su vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, le ha superado en talla moral y democrática: ayer mismo dio la cara por él, y a punto estuvo de que mis colegas se la rompieran preguntando y repreguntando por las presuntas vergüenzas de su jefe. La nº 2 de Rajoy en el Gobierno aguantó el tipo sin perder la compostura, escurrió el bulto y no respondió a nada, con la hábil coartada de que ella hablaba como miembro del Gobierno y no del Partido Popular. Pero dio la cara y me pareció limpia. Para mi, la vicepresidenta del Gobierno es digna de admiración. Algo para lo que su jefe no ha tenillo agallas.

Deduzco que Rajoy desprecia la democracia: no solo ha espantado a la prensa, que tiene el deber de informar a los ciudadnos, sino que ha criticado al líder de la oposición precisamente por ejercer como líder de la oposición y por hacerle preguntas críticas.

Eneko, en 20 minutos

Eneko, en 20 minutos

Estuve tan indignado durante el trasnochado show marianista que apenas pude prestar atención a lo que decía ante su guardia pretoriana, aislado y separado de los periodistas por un nuevo muro de la vergüenza. Mañana leeré su mensaje escrito en los periódicos. Con su puesta en escena dictatorial ya he tenido bastante por hoy.

No obstante, en el telediario, creo haber oído que Rajoy (que no ha mencionado el nombre de su fiel Bárcenas) ha puesto la mano en el fuego por todos los miembros de su partido. Como si nadie fuera sospechoso de robar en el PP, como si nadie hubiera financiado al PP con donativos ilegales (a cambio de algo, digo yo) y como si todos los presuntos «sobrecogedores» (que cogían sobres en negro) pagaran todos sus impuestos.

Rajoy sigue fiel su costumbre. Ya hizo lo mismo al defender al mismísimo Luis Bárcenas, nombrado por él tesorero del PP, cuando le trincaron con las manos en la masa por el caso Gurtel y que le costó el cargo (ahora vemos por qué) al juez Garzón.

Rajoy sufrió entonces quemaduras de tercer grado. Fíjense en sus manos. Mientras ardían las manos de Rajoy, Bárcenas amasaba 22 millones de euros en su cuenta de Suiza.

Si yo fuera Bárcenas, iría con escolta, me declararía abstemio y no cogería el coche.

P.S.

Isidro López Cuadra se refiere en un escrito a «la desamortización de conejos y jabalíes» por la privatización de tierras que ha hecho la señora Cospedal (otra que tal baila en las bárcenas* de La Mancha) y termina con esta anécdota de su madre:

«Cuando a mi madre le comentaban algo así como: “¡esta persona no tiene vergüenza!”, casi siempre contestaba: “¿Vergüenza?, la tiene toda, no ves que no la gasta”.

(* Bárcenas: Terrenos en pendiente de gran amplitud)

 

 

 

Entre bueyes (políticos) no hay «cornás»

No se lo pierdan. La metástasis de los partidos políticos nos ha llevado, en gran parte, a esta situación de crisis económica tan profunda, de descomunal corrupción política y de regreso al clientelismo, nepotismo desvergonzado y caciquismo rampante a nivel nacional, autonómico y local.

Cánovas y Sagasta

Cánovas y Sagasta (incluso el golfo Romero Robledo) se morirían de envidia si levantaran la cabeza.

Muerto el ominoso dictador Francisco Franco en su cama, la doble transición política (de la dictadura a la democracia) y económica (del tercer mundo al primer mundo) recibió el apoyo de casi toda una generación.  Fue una conspiración nacional para sobrevivir en paz. Por nobleza o por miedo a otra guerrra civil, gentes extraordinarias de la derecha, del centro y de la izquierda dieron lo mejor de sí mismos para conquistar y consolidar la libertad, esa joya tan rara en la historia de España. En situaciones extraordinarias, la sociedad produce líderes extraordinarios.

En pocos años, esos grandes políticos (Suárez, Felipe, Carrillo, Abril Martorell, Guerra, Tarancón, Gutierrez Mellado, Sabino, etc.), asistidos por un aluvión de voluntarios no profesionales, se fueron retirando y/o perdiendo posiciones y fueron dejando paso a los nuevos jóvenes profesionales de la política.  No me cabe duda de que, al principio, muchos idealistas, con vocación de servicio al interés general, acudieron a las eleciones libres (y tenemos miles de ejemplos de alcaldes y concejales, incluso diputados honrados) con la intención de resolver los problemas de los ciudadanos.

Desgraciadamente, demasiado pronto, la frágil y joven democracia española  (saltándose los 40 años de tenebrosa guerra incivil y dictadura franquista) entroncó con lo peor de nuestra reciente historia seudodemocrática: el turno de dos grandes partidos a nivel nacional y el poder caciquil enquistado a nivel local. Un mal retrato de la Restauración de Cánovas y Sagasta. De esta degeneracion de la democracia no nos libramos casi ninguno: ni el PP ni el PSOE ni CiU ni PNV. Ni siquiera Izquierda Unida (allí donde hayan tocado poder real) ni los grandes sindicatos CC.OO y UGT.

Nuevos profesionales se arrimaron a la política en busca de fortuna («para forrarse») y otros porque no valían para la empresa privada o para sacar las oposiciones a la función pública. Una lástima y una gran oportunidad perdida.

Un documentado artículo de , publicado hoy en El País (pag. 29), me ha provocado estas tristes reflexiones. Recominedo su lectura. Copio y pego:

Los partidos, ¿el núcleo de todo esto?

La política se ha salido de sus raíles. La raíz del mal funcionamiento de las instituciones ha de buscarse en los grupos políticos, que han evitado ponerse normas de democracia interna y legislar sobre sí mismos

Seguro que les ha pasado, en alguna reunión reciente alguien reelabora la pregunta de Vargas Llosa sobre Perú en su “Conversación en La Catedral”: “¿cuándo se gripó España?”. Propongo dos días: el 1 de julio y el 2 de agosto de 1985, fechas de las Leyes Orgánicas de reforma del sistema de elección del CGPJ pasando a elegirse sólo por las cámaras; y de reforma de las Cajas de Ahorro, entregando el 89% de sus asambleas a partidos y sindicatos (mediante la representación de ayuntamientos y comunidades; impositores y empleados), lo que suponía darles sus consejos de administración. Entonces se desbordó la política. Después vendrían otras leyes que desparramaron los partidos por los entresijos de la sociedad: la elección parlamentaria o por el Gobierno de las comisiones reguladoras de los mercados, del Tribunal de Cuentas, la propuesta al CGPJ por las Asambleas Autonómicas de candidatos a los Tribunales Superiores de Justicia de las comunidades, la financiación por múltiples vías a partidos y sindicatos (¡cuánto habremos gastado en formación profesional!), la creación de montones de organismos, una ley de Función Pública (30/84, de otro 2 de agosto, pensada como “provisional”) que hace que las carreras de los funcionarios directivos dependan sobre todo de sus relaciones personales y políticas (con honrosísimas excepciones), se facilitó a jueces y fiscales circular por la política lo que han utilizado algunos con grave daño para la credibilidad de la Justicia, etc. La combinación de esta omnipresencia de la política con una larga expansión económica y con la creación de 17 administraciones autonómicas era explosiva: basta sumar los altos cargos y parlamentarios autonómicos y el crecimiento de empleados públicos y organismos vinculados a la política (excluida la prestación de servicios).

Este entramado es cómodo para las direcciones nacionales y regionales –clave- de los partidos, pone a su disposición muchos recursos con los que controlar sus organizaciones y el proceso de toma de decisiones políticas. Con el tiempo se oxidó, por ejemplo, sobre las cajas de ahorros en esta crisis, J. M. Campa, exsecretario de Estado de Economía, escribía (El País, 29-6-12): “la cajas de ahorros tenía(n) … carencias en sus órganos de gestión que cuestionaban su profesionalidad”. El CIS muestra la preocupación creciente por “la política”, hay que pensar que los ciudadanos pensamos que este diagnóstico se puede extender a muchas instituciones.

España es la democracia más rígida de Occidente y la que más gravita sobre las cúpulas partidarias

Es claro que el diseño institucional del país está fallando y es una de las claves de la crisis. Sobredimensión, ineficacia, costes disparatados, deslealtades institucionales, comportamientos deplorables ante los que la Justicia se atasca, en fin, la política se ha salido de sus raíles. Tras el mal funcionamiento de las instituciones hay una raíz: los partidos. El país se ha gripado por la política, y la política se ha gripado porque los partidos han evitado ponerse normas sobre su funcionamiento interno.

El diseño de la política de la Transición respondió al temor a la inestabilidad y a la prioridad de consolidar los nuevos partidos. Se amontonaron instrumentos para reforzar el poder de sus cúpulas: moción de censura constructiva, listas electorales cerradas y bloqueadas, sin que las leyes electoral o de partidos previeran cómo se seleccionan los candidatos, quedando al arbitrio de los partidos; falta de una ley que regule la actividad interna de los partidos, reglamentos parlamentarios que gravitan sobre los grupos, financiación a cargo de los presupuestos públicos, etc. Los procesos de cooptación de los candidatos a las instituciones, a consejos de las cajas, del CGPJ, Tribunales Constitucional o de Cuentas, a magistrados en los Tribunales Autonómicos, consejos consultivos, defensores del pueblo, etc., son materia reservada. Prolongar durante décadas una política dominada por estos usos ha producido su metástasis.

La evolución de los grandes partidos es común. PP, PSOE, PCE-IU, CDC, UDC y PNV desde 1978, han dilatado los periodos entre congresos de uno o dos años a tres o cuatro prolongando así los mandatos de sus dirigentes, sus procedimientos para elegir cargos internos han pasado de listas abiertas a cerradas y bloqueadas, los órganos de control de sus direcciones son inoperantes por el elevado número de miembros y sus esporádicas reuniones, todos han sido salpicados por escándalos sobre su financiación (o de algunos de sus miembros), las ejecutivas se reservan el derecho de expulsar a los afiliados y son más ágiles para echar a irreverentes con la dirección que a sospechosos de corrupción. Si se comparan los partidos españoles con los de otros países europeos atendiendo a criterios como los plazos entre congresos, la duración del mandato de los dirigentes, la discrecionalidad de las direcciones para nombrar candidatos y ordenarlos en las listas, la laxitud de sus estatutos y la influencia de los votantes para decidir quiénes ocuparán los escaños, se concluye que España es la democracia más rígida de Occidente y la que más gravita sobre las cúpulas partidarias, salvo Italia.

Con la competencia interna a los presuntos corruptos les sería más difícil sobrevivir

Tanta rigidez provoca disfunciones. En los 80 y 90 sus crisis se cronificaron (PSOE, 1991-96 y 2010-11), acabaron en escisiones (PCE-IU, PNV-EA) y/o con una estabilización burocrática que eliminaba las alternativas internas basadas en proyectos o dirigentes con perfiles distintos, ahogándolas por los largos periodos entre congresos, la supresión de los espacios de debate, y la exclusión de las listas. Las alternativas internas a las direcciones solo pueden proceder de reductos de poder territorial (comunidades) en manos de rivales de la dirección. Los congresos de algunos partidos recuerdan las guerras de bandas mercenarias medievales.

En su funcionamiento ningún partido español cumple con las normas de la Ley de Partidos alemana o los usos de Gran Bretaña, sin mencionar las primarias estadounidenses abiertas a los ciudadanos para elegir todos los cargos. En Alemania la ley de partidos establece que los congresos se celebren al menos cada dos años, que los candidatos para las instituciones representativas se elijan por elecciones primarias con voto secreto de los afiliados (reguladas por la Ley Electoral), regula la financiación de los partidos y el control de sus cuentas mediante auditorías externas, el voto secreto de los afiliados y delegados a congresos para elegir los cargos internos y la composición de los tribunales internos y sus incompatibilidades. En Gran Bretaña, las conferencias son anuales. En Austria, en el Boletín Oficial se publican los estatutos, las auditorías anuales y el informe de los gastos en publicidad electoral supervisados por una comisión de jueces y expertos del sector publicitario.

Tras el mal funcionamiento de las instituciones laten la política tejida en los partidos y los políticos seleccionados por ellos (la mayoría honestos y personas de valía). La experiencia de otros países dice que la mejor manera de prevenir este fallo sistémico de la política es tener leyes que obliguen a los partidos a garantizar la competencia entre sus dirigentes. La competencia interna es la que obliga a un ministro alemán a dimitir por haber copiado una tesis doctoral, porque sabe que vendrán rivales internos a explotar su pérdida de credibilidad. Esto es sano, renueva la política y obliga a los políticos a desarrollar habilidades para ganar apoyos propios y definir propuestas, sin tener que arrimarse a la dirección. Con la competencia interna a los presuntos corruptos les sería más difícil sobrevivir, y ambiciosos compañeros de partido controlarían las sombras en la gestión de los cargos públicos e internos. En España la competencia en los partidos, en términos democráticos, ha sido aplastada, lo que ha producido lo que estamos viviendo. Que esta política “desregulada”, tejida sin normas ni contrapesos se extendiera a todas las instituciones sólo podía terminar de esta mala manera. En esta metástasis de la política radica el agotador desasosiego que arrastra la sociedad española. España afronta algo más profundo que subir o bajar impuestos o prestaciones, requiere una radical reforma de su política e instituciones, o sea, sencillas reglas de funcionamiento.

José Antonio Gómez Yáñez es profesor de Sociología de la Universidad Carlos III.

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«Un veredicto escalofriante en España» (New York Times)

La «cacería» contra el juez Garzón ha sumido al Tribunal Supremo en el mayor ridículo de nuestra historia democrática. La prensa internacional de prestigio está tan escandalizada como buena parte de los demócratas españoles. Y tiene difícil remedio a corto plazo. El Tribunal Supremo ha cosechado el dudodo honor de partir a España en dos. Otra vez.Numerosos juristas de prestigio no han dudado en calificar la persecución contra Garzón de «cacería». Y, a mi juicio, no les falta razón. A los jueces de Supremo se les ha visto demasido el cartón: ¿vengazas, envidias, premeditación, deudas, ideología…? Quizás un poco de todo pues Garzón, que no es perfecto -y le conozco hace tiempo- ha pisado muchos callos a la derecha y a la izquierda, al servicio de la Justicia, y se ha ganado numerosos y poderosos enemigos (de ahí le viene buena parte de su grandeza).

El Gobierno del PP y portavoces de la derecha española lamentan la pésima imagen que, a su juicio, estamos dando de la justicia española algunos ciudadanos, los políticos de la oposición, los intelectuales, etc..

Parece como si el responsable del desaguisado actual y del hazmerreir mundial (¡menudo trabajo!) no hubiera sido el propio Tribunal Supremo con su «cacería» premeditada contra el juez Garzón, el instructor y único condenado, por ahora, del caso Gurtel, el mayor caso de corrupción de los políticos del PP.

Recuerdo ahora cuando un grupo de periodistas jóvenes nos reuniamos en semiclandestinidad bajo la lámpara checa de la Asociación de la Prensa de Madrid en Callao (que luego fue mi despacho en 20 minutos).

Miguel Angel Aguilar, con la agudeza y la retranca que le caracterizan, solía repetirnos que el dictador Francisco Franco se decía responsable «ante Dios, ante la Historia». Y Miguel Angel añadía «… y ante la prensa extranjera»    Y, afortunadamente, parecía verdad. La Dictadura franquista era extremadamente sensible a la prensa extranjera, o sea, al qué dirán.

Cuando escuché a la vicepresidenta del Gobierno y a la portavoz del Consejo General de Poder Judicial lamentar la imagen que estábamos dando de la Justicia española ante el mundo me entraron los mismos escalofríos que debió sentir el responsable del editorial que publicó anteayer el diario The New York Times (el segundo en una semana, despues del que provocó las iras de Jimenez Losantos) titulado

«Un veredicto escalofriante en España».

Lo copio y lo pego a continuación:

February 10, 2012

A Chilling Verdict in Spain

http://www.nytimes.com/2012/02/11/opinion/a-chilling-verdict-in-spain.html?ref=baltasargarzon

The enemies of Judge Baltasar Garzón have finally gotten their way.
Spain’s Supreme Court this week found the judge guilty of misapplying the
country’s wiretap law and suspended him from the courts for 11 years.
Judge Garzón has played an important role in Spain’s transition to
democracy, as a scourge of corrupt politicians left and right and a
powerful champion of international human rights law. His efforts to
prosecute the former Chilean dictator, Gen. Augusto Pinochet, and
investigate the horrors of the Spanish Civil War era, though unsuccessful,
advanced the principle that there can be neither amnesty nor impunity for
crimes against humanity.

Thursday’s ruling stemmed from prison wiretaps of conversations between
lawyers and their clients that the judge ordered in a 2008 case involving
bribes allegedly paid to local officials of the now-ruling Popular Party.
Judge Garzón was not alone in ordering those wiretaps, but he alone was
prosecuted, even while the public prosecutor argued that there were no
grounds for a criminal proceeding. Convicting a jurist over a court ruling
is an appalling attack on judicial independence. Two other cases against
him are pending — one involving his inquiry into mass killings during the
civil war and the Franco dictatorship, and another concerning allegations
of conflict of interest in a tax fraud case.

Judge Garzón is far from perfect, but the decision by the Spanish Supreme
Court to remove him from the bench is enormously damaging to the prospects
of fair and impartial justice. What investigating magistrate would not now
hesitate before pursuing politically sensitive cases? Will the Franco-era
crimes that scarred Spain for two generations remain forever
uninvestigated?

Judge Garzón cannot appeal in the Spanish court system. But he can
challenge this decision in Spain’s Constitutional Court and the European
Court of Human Rights in Strasbourg. We hope he does. As this week’s
miscarriage of justice plainly demonstrates, Spain still needs his help in
keeping its judiciary fearless and independent.

20minutos.es ha hecho este resumen:

Nuevo editorial de ‘The New York Times’

El diario norteamericano The New York Times dedicó este viernes un editorial a la condena a Garzón. El texto comienza afirmando que «los enemigos del juez Garzón se han salido con la suya«.

Aseguran que este fallo del Supremo es un «enormemente perjudicial para las perspectivas de la independencia judicial«, y recuerdan los dos procesos que tiene aún pendientes el juez: el cobro de unos cursos del Banco Santander en Nueva York, y la causa por la investigación de los crímenes del franquismo. Sobre esta última cuestión, el NYT se pregunta si permanecerán «sin ser investigados para siempre», dado los problemas a los que se ha enfrentado Garzón por intentar abrir una investigación sobre lo ocurrido en la dictadura de Franco.

Finalmente, destacan su esperanza de que el juez recurra la sentencia, a la vez que le definen como «lejos de ser perfecto». Sin embargo, aseguran que España le necesita «para mantener un poder judicial independiente y valiente».