Archivo de abril, 2015

Dominic Wilcox, inventos alocados, optimistas y naíf

Las orejeras que él mismo ha creado tienen dos tubos, uno —el azul— sale del oído derecho, rodea la cabeza y desemboca en el lado izquierdo. El rojo sale del oído izquierdo, también rodea la cabeza y tiene su salida en el lado derecho.

El inglés Dominic Wilcox inventa jugando, hace reflexiones que rozan el chiste y lo absurdo, pero que siempre despiertan la curiosidad. «Estaba pensando… Si sería extraño que los sonidos que oyeras en el lado derecho sonaran en la dirección contraria», dice explicando el extraño cachivache que lleva puesto. «Si llevara esto más a menudo… ¿Lo arreglaría mi cerebro? ¿Se volvería algo normal?».

No lo menciono en este blog por primera vez, ya me había referido a los brillantes diseños de relojes que había creado colocando a personajes sobre las agujas y cubriéndolos con una pequeña cúpula. Los inventos de Wilcox contienen diseño, arte, artesanía y tecnología. Hace auténticos revueltos de ideas, tiene recetas para darle la vuelta a lo convencional.

'Binaudios' - Dominic Wilcox

‘Binaudios’ – Dominic Wilcox

En su página web repleta de proyectos, enumera algunas creaciones recientes: «un par de zapatos con GPS incorporado para guiar al usuario a casa», unos «binaudios» —una modificación de los binoculares— que sirven para escuchar «los sonidos de una ciudad» y un pequeño coche que se conduce solo y está cubierto por una colorida vidriera. Todos tienen el sello alocado, optimista y algo naíf de Wilcox.

El director Liam Saint-Pierre se acerca al inventor-artista en un pequeño documental de poco menos de ocho minutos: The Reinvention of Normal (La reinvención de lo normal), un título tomado del libro del mismo nombre que Wilcox publicó en 2014 con dibujos y fotos de los objetos y proyectos que ocupan su mente.

En la pieza audiovisual con carácter de semblanza poética, Wilcox habla de sus objetos (un cepillo de dientes-maraca, un miniventilador a juego con la taza, para enfriar el té) e incluso sale pateando una pelota de fútbol… en la que hay una bolsa aislada para meter frutas y yogur y hacer batidos mientras se disputa el partido.

Hay también una breve entrevista con los padres, que se debaten entre definir las ideas de su hijo como locas o como imaginativas, pero aseguran sentirse orgullosos de que se salga de lo común. La narración está trufada de animaciones hechas con dibujos del creador, pequeños y simples, pero cautivadores por las historias que proponen.

Experimenta con materiales y usos ya existentes para «encontrar sorpresas» que no podría descubrir «con un bolígrafo o un ordenador». «Me he convencido a mí mismo de que, entre todo lo que nos rodea, hay cientos de ideas y conexiones esperando a ser encontradas. Sólo debemos mirar con suficiente empeño», dice el autor, que en el documental de Saint-Pierre aparece en una tienda escogiendo elementos que luego resultan unirse en un solo invento: un aparato para escuchar mejor a los pájaros en la naturaleza.

Por su expresión divertida, como siempre al borde de la sonrisa, a veces es complicado distinguir si habla en serio o no. El Mago de Oz y en particular los zapatos de Dorothy lo inspiraron para idear los zapatos con GPS, «que por lo menos te guían a casa» e indican el camino cuando quien los lleva junta los talones tres veces. Otras soluciones vienen dadas por el accidente, como la propuesta que da en caso de que derramemos la temida copa de vino tinto sobre una moqueta: basta con crear en el mismo tono rojizo y a partir de la mancha «una preciosa réplica de una ornamentada alfombra».

Helena Celdrán

Taza de té con ventilador incorporado - Dominic Wilcox. Foto: Pec studio

Taza de té con ventilador incorporado – Dominic Wilcox. Foto: Pec studio

'No Place like Home', zapatos con GPS de Dominic Wilcox

‘No Place like Home’, zapatos con GPS de Dominic Wilcox

Dominic Wilcox imagina unos zapatos para subir cuestas

Dominic Wilcox imagina unos zapatos para subir cuestas

Traje volador relleno de helio. Dibujo de Dominic Wilcox

Traje volador relleno de helio. Dibujo de Dominic Wilcox

El olvidado fotógrafo de las mujeres inalcanzables de Roxy Music

Los tres primeros discos de Roxy Music

Los tres primeros discos de Roxy Music

Las imágenes no se pueden entender sin conocer la fecha a la que están enlazadas. Podrían incluso ser malinterpretadas de ser otro el momento: una pin-up en apariencia sedienta, una hembra dominante paseando a una pantera y una mujer con el vestido desgarrado tras hacer vaya usted a saber qué sobre la hojarasca.

Son las cubiertas de los tres primeros discos de Roxy Music, editados entre junio de 1972 y noviembre de 1973. Cuando llegaron a España todavía nos gobernaban el dictador Francisco Franco, sus camisas azules de confianza, entre ellos el tan ahora querido por todos Adolfo Suárez, y algunos tecnócratas que ya tenían en el armario el disfraz de demócratas de toda la vida esperando el pastel que se adivinaba. Poco después de la edición del tercero de los discos, el almirante Carrero Blanco, el mano derecha de Franco, subió a un convento de monjas en el Dodge oficial al que un atentado explosivo convirtió en cohete.

Cuando desplegabas aquellos álbumes mientras el vinilo giraba en el plato y pese a vivir bajo los dictámenes de tipos peligrosos y cavernícolas, el horizonte parecía iluminarse con el color de la tentación.

Cubiertas desplegadas

Cubiertas desplegadas

Era difícil entender cómo la censura del régimen —caprichosa y algo más porosa que en los años de hierro, pero todavía plenamente funcional en la castración de lo incómodo— permitía la circulación de aquellos discos de cabaret caliente y lubricada sexualidad. Los tiempos del glam rock, la electrificación de la ambigüedad y la indeterminación, tomaron por sorpresa al bastante cateto sistema de represión ideológico franquista, que metía mano para declarar ilegales castas canciones de libertad de los trovadores andinos o cubanos y obligaba a eliminar una portada de los Rolling Stones porque el aparato sexual masculino bajo los jeans era demasiado notable —¡en la tierra de los paquetes reconstruidos con algodón por los maestros en el arte de ensaetar toros!— y dejaba que pasaran el filtro los discos bastante más dinamiteros de David Bowie y Roxy Music y sus llamadas a lo salvaje.

Los tres álbumes del grupo —Roxy Music (1972), For Your Pleasure (1973) y Stranded (1973)— fueron fotografiados por Karl Stoecker, que interpretó con llamativa resolución la idea de Bryan Ferry, líder e ideologo del quinteto, de colocar en las portadas a cover stars hermosas pero inalcanzables, seres olímpicos, amazonas impasibles pese al trajín sexual

La modelo del primero fue Kari-Ann Muller —que unos años después se casaría con Chris Jagger, hermano de ya saben quién—, para la segunda posó Amanda Lear —novia entonces de Ferry y luego musa de Salvador Dalí— y en el tercero aparece la playmate del año de la revista Playboy Marilyn Cole («no había escuchado nada del grupo, me llevaron al estudio, me dieron el vestido y me rociaron con agua en cada una de las partes donde tenía que hacerlo«, declaró con aguda inteligencia sobre la sesión).

Brian Eno (izq.) y Bryan Ferry - Fotos © Karl Stoecker

Brian Eno (izq.) y Bryan Ferry – Fotos © Karl Stoecker

Stoecker, que había nacido en los Estados Unidos pero vivía en Londres durante los primeros años setenta, se convirtió en uno de los fotógrafos de referencia del glam. No era un artista de conceptos: prefería explotar con naturalidad la imagen turbadora, desconcertante y mágica de los protagonistas del estilo, que era más una idealización de mercadotecnia que otra cosa —Bowie y Brian Eno eran intelectuales de fina inteligencia y alta cultura; Marc Bolan, un encantador macarrilla que aprovechó el momento para amanerarse justo lo suficiente, y Bryan Ferry, un figura que deseaba, sobre todo, reencarnar la pasión que desataban los crooners de los años cincuenta y hacerse millonario lo más rápido posible—.

El fotógrafo parecía llamado a ser, como sus modelos, una estrella rutilante. Hizo trabajos para Amanda Lear en sus oprobiosos tanteos con el pop, una cubierta llamativa para el dúo bizarro Sparks y firmó una de las fotos de la contraportada de Transformer, el disco que convirtió en un superventas planetario a Lou Reed —otro artista mutilado por el absurdo franquista al incluir unos llantos de bebés en una canción—. La foto de Stoecker era el retrato de un marinero sexualmente superdotado, pero lo que había bajo el pantalón era relleno: una banana plástica de tamaño mandingo, un guiño del cantante a su padrino y loca oficial de la jet neoyorquina Andy Warhol.

Arriba izquierda, Amanda Lear en "Siren". Al lado cubierta de "Kimono My House", de Sparks. Abajo, contraportada de "Transformer", de Lou Reed - Fotos © Karl Stoecker

Arriba izquierda, Amanda Lear en «Siren». Al lado cubierta de «Kimono My House», de Sparks. Abajo, contraportada de «Transformer», de Lou Reed – Fotos © Karl Stoecker

No hay glamour en el final de esta historia. Stoecker perdió algunas amistades, cultivó otras peligrosas y desapareció de escena. Durante años malvivió con infraempleos y estuvo varias veces en la ruina, al borde de la indigencia.

Ahora vive en una casa humilde de South Beach, en Miami, y expone fotos en bares de la vecindad para intentar vender alguna copia.

Además de imágenes antiguas de las mujeres olímpicas con que llenó una época de sueños de húmeda purpurina, añade nuevos trabajos a los que llama Glam. Son pobres emulaciones, como si a Disney le encargaran hacerle una portada a Roxy Music.

Stoecker afirma que Bryan Ferry sigue enviándole copias de promoción de los discos nuevos.

Jose Ángel González