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El ‘Monopoly’ nació en 1902: así era ‘El juego del terrateniente’

Por alguna razón, a mi hijo mayor le encantan los programas de Arturo Valls. Se pasa la semana esperando que echen Me resbala, y pide que no cambiemos de canal cada vez que zapeando pillamos Ahora caigo. Y el otro día en una reposición preguntaba Valls en qué año salió el Monopoly y, aunque no recordábamos el año exacto, tanto mi mayor como yo sabíamos que había sido en la década de 1930.

Y lo sabíamos porque el año pasado, justo en este segundo trimestre escolar, todo nuestro colegio estaba envuelto en el proyecto ‘Ada Byron y el club de los inventos’ (que por cierto fue premio SIMO a mejor experiencia STEAM y mejor experiencia docente innovadora). Y diréis, ¿y esto qué tiene que ver con el Monopoly?

Pues el proyecto era acerca del papel de la mujer en la ciencia y la tecnología: un repaso a la historia del STEAM desde una perspectiva de género. Y, en un  momento dado del proyecto, les propusieron hacer un pequeño monográfico sobre un invento de una mujer. Y mi mayor escogió el Monopoly 🙂 Ni qué decir tiene que en la torre de juegos que hay en mi casa tenemos un Monopoly (de hecho, tenemos dos: el clásico y el junior) y que estos días de confinamiento caerá alguna que otra tarde. Eso sí, le cambiamos un poco las normas 😛

Su inventora se llamaba Elizabeth (Lizzie) Magie. Y su juego era The Landlord’s Game. El juego del terrateniente.

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The Landlord’s Game (NY Times)

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Los secundarios estrella de ‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’. ¿Los reconociste a todos?

Yo tengo una tradición con mi hijo mayor (9 años) desde que tenía meses de edad, y es que todas las noches le leo antes de dormir. Los cuentos de Kalandraka fueron dejando paso a otros más elaborados, que a su vez dejaron sitio a Roald Dahl y que, a la fuerza, acabaron derivando en la saga de J. K. Rowling. Y tenemos una norma: primero el libro, luego la peli.

Pues aprovechando los largos ratos de lectura diaria que nos permite la cuarentena decretada por el Gobierno, nos hemos zampado en dos sentadas las páginas que nos quedaban de Harry Potter y el prisionero de Azkaban y, después, nos fuimos directos a Netflix a ver la peli. Tengo que decir que es algo que disfruto muchísimo, ya no solo porque es tiempo que disfruto con ellos, sino porque yo no leí los libros de niña, ni tampoco he visto las películas. Sí, confieso, no he visto las películas de Harry Potter.

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Bueno, lo primero que tengo que decir es que se me saltó una lagrimilla con la peli. No con la peli en sí, vaya, que me pareció una adaptación muy mala del libro, sino por el comentario de mi mayor que, por primera vez en su vida, ha dicho aquello de «me gustó mucho más el libro». Y luego añadió que la peli es una patata y que si la hicieron solo con cinco capítulos.

La cosa es que, como os digo, yo no he visto las películas de Harry Potter y las voy descubriendo al tiempo que mis peques. Y me pasó una cosa con El prisionero de Azkaban que es que (aparte de que eché de menos a Warwick Davis) hubo varios personajes, las «estrellas secundarias», que me resultaban familiares y no sabía de qué. ¿Os pasó lo mismo? ¿O sois gente normal y los habíais reconocido a todos?

Antes de que sigas: si no has visto la peli (y pretendes verla, y lo mismo con el libro), cuidado que este post contiene spoilers. Lee el resto de la entrada »

Diario de a bordo de una cuarentena de no ficción

Bueno, pues yo no sé vosotros, pero yo no sé ya dónde tengo la cabeza. Pero no sé dónde la tengo de verdad: tengo un revuelto mental en el que me cuesta centrarme en lo que tengo delante, sea lo que sea: no importa que sea una peli, una serie, un libro o un plato de macarrones; las palabras «cuarentena», «coronavirus» y «Doce monos» no se me van del pensamiento, incluido Bruce Willis con peluca y camisa hawaiana. Película que, por cierto, intentaré evitar a toda costa las próximas semanas, por mucho que mi retorcida mente me diga que es el momento perfecto para revisualizarla.

En lo que a este blog se refiere, llevo también varios días dándole vueltas al asunto. He dudado si sería frívolo seguir con él como si nada (la temática coronavirus, aparentemente, no tiene cabida aquí), si no sería egoísta dejar de trabajar cuando soy una privilegiada que puede hacerlo desde cualquier parte con conexión a internet… Y pensé también si no es precisamente ahora cuando mejor viene tener a mano recursos de entretenimiento, por pequeñitos que sean. Y con estas tres cosas rondándome la cabeza llevo dando vueltas desde el viernes, cuando mi familia y yo decidimos iniciar una cuarentena voluntaria bajo el lema de #yomequedoencasa, también porque tenemos la fortuna de que esta situación nos trastoca relativamente poco. Es decir, nos trastoca, claro, pero mucho menos que a otras personas, y nos sabemos afortunados por ello.

Al final he tomado una decisión sencilla y elegante (por lo que me imagino que será buena, porque todas las buenas soluciones son sencillas y elegantes): voy a hacer un diario de a bordo. Porque -no sé si sabéis- tengo tres peques en casa y, por supuesto, muchas cosas que hacer con ellos que me garantizarán que no me dará tiempo a aburrirme, as ever. Vamos a leer libros, por supuesto, muchos.

Vamos a jugar al Just Dance, tenemos una torre de juegos de mesa, tenemos tizas para pintar juegos en el suelo, actividades que nos manda el cole, perros, peces y gato, vamos a pintar y a hacer manualidades… Y, como no puede ser de otra manera en mi casa, habrá series y pelis de todos los colores.

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Y eso es lo que voy a compartir con vosotros en lo que dure esta cuarentena: cogeré aquello que me parezca interesante de lo que a nosotros nos ocupe y os lo traeré aquí convertido en post, en uno del pasado, en uno de curiosidades, de miscelánea o de cualquier cosa que se me ocurra. Así que, si durante las próximas semanas veis esta casa un poco rara, que no os extrañe, porque voy a compartir con vosotros un poquito de nuestra vida y de mi yo más personal.

Un abrazo grande a todos y todas, espero de corazón que estéis bien. Os espero aquí 🙂