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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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De premios Platinos y paradojas

Lástima que Pedro Almodóvar no diera con la tecla de la inspiración (si es que esa fue la razón y no otra) para poder convertir en guion y luego en imágenes las memorias de un hombre bueno, en el sentido machadiano del término, Decidme cómo es un árbol, cuyos derechos detentó durante unos años. Ese hombre fue el poeta comunista Marcos Ana, fallecido el 24 de noviembre del año pasado, y toda su vida fue un ejemplo de entrega a la causa de la justicia social, coherencia con sus ideas y capacidad de perdón. De todas esas virtudes Marcos Ana poseía toneladas y por ello sobrevivió a dos condenas de muerte por crímenes de los que siempre dijo ser inocente y a 23 años encerrado en las cárceles franquistas sin acumular un gramo de odio. Lástima que no pudo ver esa película que fue proyecto durante un tiempo y a buen seguro le hubiera encantado.

Me acordé de Marcos Ana cuando escuché las generosas y valientes palabras de Pedro Almodóvar en la ceremonia de los Premios Platino, celebrada el sábado pasado. Pedro se descuelga muchas veces con esos detalles de oro, dedicarle modestamente su premio de Mejor dirección por Julieta “a los cientos de miles de familias que siguen buscando a sus desaparecidos durante la Guerra”. Sin pretenderlo ni calcularlo, el director manchego había establecido un vínculo de nobleza entre el dolor de la madre en su ficción y el desconsuelo real de cuantos llevan muchas décadas padeciendo el olvido y el desprecio de los poderes públicos hacia los que estercolan las cunetas y sus familiares.

Cuando esos homenajes parecen sinceros a mí me emocionan. Y éste, estoy seguro, lo fue: “Cuando ustedes oigan eso de que abrir las fosas y encontrar a los muertos es abrir heridas, no les hagan caso: es cerrarlas y acabar por fin con nuestra maldita Guerra Civil». Mi agradecimiento y aplauso a Almodóvar por su gesto.

Por momentos como ése, consigo olvidarme de lo aburridas y rutinarias que suelen ser las galas de premios, por muchas actuaciones y fanfarrias con que traten de disimularlo.

Los Premios Platino del Cine Iberoamericano están promovidos por EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales), con FIPCA (Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales), y cuenta con el apoyo de las Academias e Institutos de cine iberoamericanos, Latin Artist y la Fundación AISGE. Van por su cuarta edición y vienen a sumarse a la ingente cantidad de fiestas, concursos, festivales y condecoraciones con que la gente del cine se premia a sí mismo. Me da la impresión de que no hay otro sector productivo en el mundo que reparta más galardones. Desde los Goya a los Premios del Cine Europeo, los Oscar, los Forqué, las Palmas de Oro, las Conchas, las Espigas… ¡Cuánta competencia por generar y repartir prestigio!

Pedro Almóvar y Sonia Braga en la Gala de los IV Premios Platino. EFE

Pero bueno, que no se entienda que estoy en contra; aparte el ejercicio de ombliguismo que inevitablemente supone, esta olimpiada interminable de las películas y sus hacedores tiene sus aspectos positivos. Lo malo es que la competición casa difícilmente con el arte. Lo malo es que la comparación de méritos entre las películas es tan arbitraria y subjetiva como clasificar las playas o las puestas de sol. Algunos de quienes nos prestamos a ello de una manera u otra lo hacemos porque sirve como mínimo de pretexto para ponderar y hablar de las buenas historias, intentando separar el grano de la paja, y darlas a conocer. Y porque no hay manera de permanecer completamente al margen de un ritual establecido que cuenta con millones de adeptos en todo el planeta. En fin…

Lo que no se le puede negar a los Platino es que pretendan hacerse con un hueco en el panorama ocupado por sus homólogos europeos y norteamericanos y así lo defendió con entusiasmo y ardor guerrero Edward James Olmos, que para eso recibió el Platino de Honor. Le tengo simpatía a este actor. Llevo su nombre en mi memoria más asociado a su personaje Gaff, en Blade Runner, con su bastón y sus unicornios de papel, que a su teniente Castillo de la antigua serie televisiva Miami Vice, por la que ganó dos de esos premios a los que me refería, un Globo de Oro y un Emmy. También aparece en la secuela que espero con auténtica impaciencia, Blade Runner 2049. Olmos se mostraba muy optimista sobre el futuro de la comunidad que le agasajaba: “He visto la historia de los Oscar; en los años 20 eran 35 personas congregadas en un restaurante. Los Platino tan sólo en su primera edición en Panamá reunieron a miles de personas. En 10-20 años esto va a ser totalmente mundial”. Veremos.

Edward James Olmos, Premio Platino de Honor. EFE

La película triunfadora fue la argentina El ciudadano ilustre. La oxigenante comedia, un cruce bastardo entre las negruras de los hermanos Coen y nuestro Rafael Azcona con acento porteño, había ido recogiendo una cosecha de premios allá por donde pasaba: Venecia, Valladolid, México, La Habana, el Goya en Madrid, y se había quedado a las puertas del Oscar. Según reconocían en Pucela, los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn se reían en las barbas de los ilustres académicos suecos que otorgan el premio más gordo, el Nobel, para ironizar sobre la cara absurda de los honores, las santificaciones y las subidas al altar de los escritores y artistas en general. Pero eso no les impedía regocijarse con la perspectiva de tener que ponerse la chaqueta y salir a saludar al respetable para agradecer que hubieran sido ellos los elegidos cuantas veces hiciera falta.  Además de Mejor Película y Mejor Guion, también se señaló la virtuosa exhibición actoral de Óscar Martínez, como el laureado novelista que vuelve a su pueblo natal para disfrutar las mieles del éxito y se desliza por una pendiente de pesadilla tan desternillante como patética. Como dije antes respecto a la imposibilidad de confrontar obras de arte, tanto la película como el intérprete son muy dignas merecedoras de cualquier reconocimiento, lo fastidioso es que siempre hay otras en la misma situación. Sin ir más lejos en este caso, el peculiar thriller-retrato de Neruda, de Pablo Larraín y el brillante poeta comunista chileno creado por Luis Gnecco. Vende más el sarcasmo ácrata que el compromiso político.

El equipo de El ciudadano ilustre. EFE

No me olvido de Sonia Braga, la formidable y veterana intérprete brasileña que recibió su Platino a Mejor Actriz por una película muy aclamada por la crítica que no goza de toda mi simpatía, Aquarius, aunque su protagonista es toda una bendición para la historia.

Por otro lado, los títulos acaparados por Juan Antonio Bayona, gracias a la estupenda Un monstruo viene a verme, ese cuento infantil-para-adultos- doloroso pero gratificante, no dejan de revelar una paradoja: se recompensa la excelencia de fotografía, arte, montaje y sonido en una coproducción hispano-norteamericana rodada en inglés con un elenco “escasamente” hispano. Lo positivo: hacemos las cosas tan bien como ellos; lo negativo: hacemos un cine muy parecido al que ellos hacen. Ellos son los vecinos del norte, los que amenazan con comerse todo el pastel si les dejamos. Para intentar evitarlo se crearon los Premios Platino. Qué se le va a hacer.

Ricos y pobres en el cine español

Tres instantáneas para recordar los claroscuros de la industria cinematográfica española.

1.   En 2016, por tercer año consecutivo una película española, Un monstruo viene a verme,  fue la más taquillera, por encima del todopoderoso Hollywood, 26 millones de euros que se dejaron los cuatro millones y medio de personas que pagaron por verla en salas. Y otras cuatro (Cien años de perdón, Cuerpo de élite, Kiki el amor se hace y Villaviciosa de al lado) superaron el millón de espectadores. Todo un éxito. Se superaron los 106 millones de euros de recaudación, con lo que se alcanzó un 20 % de cuota de mercado (lejos del 25,5 de 2014). El monto global sin distinción de nacionalidad sobrepasó los 600 millones de euros. Alegría, sí, pero tampoco exageremos. El balance nos dejaba titulares de prensa visiblemente pasados de euforia.

Por supuesto, el reparto fue muy desigual, porque el número de producciones sobrepasó las 240. De ellas, pásmense, 21 no reunieron ni a 100 espectadores en las salas de cine (no es errata, sólo hay dos ceros) nada menos que el 13% del total de las estrenadas, algunas ni siquiera recaudaron 50 euros y encima deben dar gracias a que al menos pudieron estrenarse.

Según las fuentes oficiales, una película obtuvo el récord más lamentable: el documental Manolo Tena, un extraño en el paraíso, solo reunió a cuatro espectadores, con una recaudación total en cines de 14 euros. Lo que significa que ni el equipo ni sus familiares hicieron el esfuerzo de comprar alguna entrada siquiera fuera para maquillar un poquito el desastre. El documental Contra la impunidad se vio agraciado con 6 espectadores en la sala, o en las salas,  y obtuvo 29 euros de recaudación en total.

2.   Un cineasta independiente publica una carta abierta dirigida al directo del ICAA, Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, adscrito a la Secretaría de Estado de Cultura.

La extravagancia que caracteriza el caso de Miguel Llansó, uno más de los aventureros que salieron de España a buscarse la vida durante la crisis, es que se queja habiendo dirigido una película de nacionalidad ¡etíope!, Crumbs, con la que afirma haber realizado 45 viajes en dos años, más de cien proyecciones en todo el mundo, estrenado en Nueva York y en otras ciudades del imperio, evento del que dieron cuenta The New York Times, L.A. Weekly, Hollywood Reporter o Variety… No parece mal curriculum, si hemos de creerlo todo.

La cosa es que este hombre protesta porque el presupuesto dedicado por el gobierno, que con tanto acierto y sentido común pilota el gran capitán don Mariano Rajoy, a las ayudas a la producción de cine independiente se ha reducido en un 18% y queda en unos exiguos 5 millones, que no deben de dar ni para los decorados, dejando fuera los bocadillos de rodaje.

Y por si fuera poco, el enrevesado intríngulis legal -que pormenoriza en su misiva- imposibilita de todo punto cubrir el presupuesto aflojando el bolsillo de los abnegados cineastas como él, pues les exige que alcance el 60% del total de la producción. Cuando, según dice, el 90% de los países europeos cubren con sus ayudas hasta el 70% de la financiación.  Pues ¿qué pretende? ¿Acaso que don Mariano vaya al cine a ver películas independientes? ¡Pero si no tiene tiempo ni para ver la Gala de los Goya! Para más detalles y precisiones, léase “Hasta luego, amigo”. Carta abierta de un cineasta independiente al director del ICAA .

3.   En vista de las dificultades para la producción de según qué tipo de películas, al cineasta Pau Teixidor se le ha ocurrido poner en marcha un proyecto de financiación, mediante la fórmula de micromecenazgo, de un cortometraje ambientado en la Guerra Civil española cuyo tema central gira alrededor de los desaparecidos del franquismo. “A ratos terror, a ratos acción y western crepuscular, y a ratos una seca y contundente película de venganzas”. Ahí es nada.

No sé si los responsables de la iniciativa, amigos y familiares de Teixidor, supongo, han tomado nota de las cifras señaladas más arriba y por eso se curan en salud con los sistemas de créditos que proponen en su web de Cunetas, que así se titula de momento el cortometraje, pero toda aportación por mínima que sea es bien recibida desde 5 euros en adelante.

Cuando escribo este post figuran 325 mecenas que han aportado más de 11.000 euros. Un empujoncito no les vendría nada mal porque los objetivos de la película bien lo merecen, “su auténtica razón de ser: aportar su pequeño grano de arena para que las nuevas generaciones sigan valorando la importancia de preservar la memoria de aquellos que otros quisieron enterrar a balazos”.

¿Conocemos, además de a Pau Teixidor (en 2014 dirigió a la nieta de Chaplin en su primer largometraje, Purgatorio)  a alguien más de los participantes en esta idealista empresa? Pues sí, nada menos que los siguientes intérpretes figuran en el reparto: Pedro Casablanc, Oona Chaplin y Zoe Stein, además de un solvente equipo en el área técnica. Vamos, que la cosa parece seria y merece ser apoyada.