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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Fanáticos contra Isabel Coixet

En un post reciente, titulado Algunos videos los carga el diablo, intentaba este cronista defender a Anna Maruny, una actriz que estaba recibiendo palos hasta en el carnet de identidad por haber participado en una desdichada pieza propagandística puesta en circulación por los partidarios de la independencia de Cataluña. El video era en mi opinión infame pero la actriz oficiaba de actriz y por tanto las críticas debían ser dirigidas a los responsables de aquél, no a ella. Tonterías, pensaron muchos, muchísimos, una legión, ella se lo había buscado. Me quejé entonces de no haber visto una reacción proporcionada de la profesión, de sus compañeros, salvo un par de ellos, en su defensa.

A Isabel Coixet, la directora catalana, española y universal, le había pasado algo parecido, pero esta vez los golpes le llovían del lado contrario. Y eran más graves y dolorosos. No sólo se limitaban al acoso en las redes sino que hasta su familia, su madre, ha tenido que sufrir los insultos, las pintadas, etc, el habitual despliegue de desprecio orquestado que durante tanto tiempo hemos visto en Euskadi en los años de plomo de ETA, que creíamos impropio de la civilizada Cataluña. Qué ingenuos éramos; la civilización de un territorio o de la comunidad que lo habita no vacunan contra el virus del nacionalismo excluyente y cuando se dan las condiciones favorables la infección puede extenderse como una epidemia letal.

Isabel Coixet presenta La librería durante la SEMINCI. Javier Álvarez-EPV-EFE

Isabel forma parte valiosa del patrimonio cultural catalán, y por tanto español, mal que les pese a quienes le niegan el pan y la sal porque no comulga con ese sentimiento egoísta y fanático. No hay derecho a que haya tenido que defenderse  casi en solitario de las descalificaciones a las que ha sido sometida con lindezas del tipo “fascista” y otras cositas semejantes por dejar por escrito algunas reflexiones, como la necesidad de “tender puentes, de centrarnos en las cosas que tenemos en común, de solventar las diferencias y las injusticias con auténtica y genuina voluntad de diálogo, de enfrentarnos juntos, todos los europeos en un marco federal, sin distinciones de pasaportes, a los desafíos de un mundo descabezado, convulso, ardiente, complejo y terrible”. Ojalá me equivoque y me haya pasado desapercibido pero ¿ha habido algún pronunciamiento de la Academia de Cine de Cataluña, o de la Española ofreciendo amparo, protección y cariño a Isabel Coixet por las barbaridades que ha tenido que escuchar? Con mucho gusto rectificaré si descubro que estoy mal informado, pero me temo lo peor.

Dada la inflación informativa con las peripecias del president y sus consellers más fieles, o más cobardes, fugados, todas las portadas y programas de radio y televisión dedicados día sí, día también, a este interminable procés, las historias particulares, como las de Maruny y Coixet (sin intentar establecer paralelismos forzados) pasan a un limbo en el que dejan de ser noticia, pero ello no significa que el sufrimiento haya desaparecido. Me lo preguntaba cuando veía los esfuerzos de Isabel en centrarse en hablar de su última película, La librería, en el festival de Valladolid, sin poder evitar tener que referirse a la pesadilla nacionalista: “Me afecta mucho todo, también a la salud. Tengo ataques de angustia, pero no soy la única. En este momento, hay mucha gente en un estado de angustia y tristeza muy profunda, en un estado de incertidumbre. Es muy difícil vivir así la vida cotidiana”.

Isabel Coixet y Bill Nighy en la SEMINCI. R-GARCIA-EFE

Triste testimonio que nos habla de los tiempos de intransigencia, de la falta de respeto a las opiniones disidentes, que vivimos. Tiempos en los que si no comulgas con las ideas supuestamente mayoritarias te asaetean en las redes sociales no con argumentos sino con palabras de grueso calibre, con insultos, en realidad. Para muestra uno tiene algunos comentarios recibidos en algunos posts de este mismo blog. Por fortuna, también hay personalidades respetadas dispuestas a ofrecer su hombro a quienes lo merecen que compensan las infamias, como la de Álex Grijelmo en este diario en su carta abierta a Isabel Coixet.

Como La librería se estrena el próximo día 10 vale la pena dejar consignado que esta adaptación literaria del libro homónimo de Penelope Fitzgerald ha ganado el premio a la mejor adaptación literaria en la Feria del Libro de Frankfurt. El filme cuenta con un reparto cuyos integrantes te permiten paladear las palabras: la actriz inglesa Emily Mortimer, la norteamericana Patricia Clarkson y el británico Bill Nighy.

Todos ellos ponen la alfombra de una historia que fascinó a la directora catalana porque rescata, antes de su desaparición, ese mundo en extinción que son los libros de papel y las librerías de viejo, templos en los que se huele el polvo acumulado sobre los anaqueles. A Coixet le encanta el tacto de los lomos encuadernados, el diseño de los títulos sobre las portadas, el silencio religioso que reina en esos espacios. La librería es un canto de amor a todo eso y tiene un aire de despedida, de testimonio sentimental de que hubo un tiempo en que leer libros significaba entrar allí, mirar, tocar, hojear y comprar algún ejemplar, o encargar otros no presentes.

La película no se limita a eso, claro, porque sería excesivamente leve la materia para dar densidad al relato, y le añade la crítica a una clase y unos modos y mentalidades sociales muy reaccionarios. Cuando alguien tiene un sueño, otro tiene que oponerse a él para establecer un antagonismo sin el cual no habría conflicto ni habría historia que contar.

Emily Mortimer encarna a la viuda Florence Green que debe enfrentarse a las fuerzas vivas de la ciudad encabezadas por la señora Gamart, para poder llevar a cabo su ilusión de levantar y mantener el negocio de una librería en la pequeña población costera de Hardborough, Suffolk. Esta buena mujer, empeñada en fundar un centro de arte en la Casa antigua, en la que Florence ha plantado su negocio, está interpretada por Patricia Clarkson, la actriz norteamericana con la que Isabel Coixet ha contado por tercera vez, y tiene el perfil característico de mujer intrigante y pérfida que le hace la vida imposible a la protagonista, más por maldad pura y dura que por otros motivos más justificados.

Isabel Coixet dirige a Emily Mortimer en La librería. A Contracorriente

Florence cuenta con dos aliados para mantenerse en su amor por los libros, desmesuradamente expresado en las 250 copias que pide de Lolita, en cifra incomprensible dadas las inexistentes ventas que lleva a cabo en una localidad que apenas tiene un único lector o aficionado a la lectura. Los dos aliados son la niña Christine (Honor Kneafsey), que trabaja como ayudante en la librería y el señor Brundish, un misántropo que vive recluido en un caserón plantado en lo alto de una colina, con el que establece una conexión espiritual lamentablemente demasiado tardía. Bill Nighy le da a este personaje el aire aristocrático, flemático pero enérgico, que los grandes actores británicos saben dar.

La vida transcurre sin demasiados sobresaltos a lo largo de la película hasta que todo se precipita al final, con lo que buena parte oscila entre el preciosismo de la imagen, la cadencia del inglés pronunciado con delectación y los gestos de hipocresía de los que se oponen a Florence, una falta general de tensión que afecta al ritmo y a la historia en sí misma, sólo agitada en la fase del desenlace. No es el cine más logrado de Coixet; la frialdad de la sociedad británica se refleja en el modo narrativo, como sucedía en Nadie quiere la noche (2015); tampoco tiene el sentido del humor de Aprendiendo a conducir (2014), sus dos últimos largometrajes de ficción. Pero uno encuentra en él la sinceridad de una cineasta que ama a sus personajes y trata de infundirles su calor, su fuerza y su determinación por conseguir sus objetivos.

Patricia Clarkson y Bill Nighy en La librería

Ojalá Isabel Coixet no tuviera que hablar de política forzada por los malos modos que tanto se estilan. Ojalá pudiera limitarse a expresarse cuando le apeteciera, como una ciudadana más preocupada por las injusticias o las desigualdades, libremente, sin temor a ser criminalizada en su propia tierra. Ojalá cuando comparezca para hablar de sus películas nadie tenga que preguntarle más que por la materia con que las crea.

Algunos vídeos los carga el diablo

Nada, que no hay manera. El Process de nunca acabar nos persigue día tras día y yo no puedo sustraerme a la tentación de dejarlo que se cuele en este cinéfilo rincón. El caso es que a la velocidad que se producen las novedades, vaya usted a saber qué habrá pasado entre el momento en que estoy escribiendo y el momento en que esto sale a la luz, mañana lunes 30 a las 08:00 horas. De momento tenemos una independencia de opereta, un govern cesado y unas elecciones autonómicas convocadas por don Mariano a las que no sabemos qué partidos se van a presentar. El enorme prestigio internacional (y nacional) de Cataluña por los suelos. Bueno, de todos modos, yo tiro hacia adelante.

Uno más de los episodios chuscos de este ridículo sainete en que se ha convertido la política española a raíz de la huida hacia delante de los independentistas catalanes lleva el nombre de una actriz, Anna Maruny, y el título de un video, Help Catalunya. Save Europe. El trabajito es un vergonzante ejemplo de “agit-prop” manipulador, un spot electoral que nos devuelve a los tiempos en que todo estaba por construirse y en las campañas electorales se disputaban los votos con cuchillo en la boca, cuando Suárez presidía la UCD, Felipe González vestía chaqueta de pana y Santiago Carrillo acababa de empeñar su peluca para poder pagar unos carteles.

Para los no avisados, jóvenes que no hayan vivido los agitados tiempos de la transición y años precedentes, ese vocablo era la abreviatura de “agitación y propaganda”, de cuando los comunistas españoles luchaban contra la dictadura sin un duro, ni siquiera de Moscú, y se las arreglaban para confeccionar materiales de comunicación que lógicamente no perdían demasiado tiempo ni energía en matizar los argumentos. Ni falta que hacía, porque la realidad entonces no admitía demasiados matices, tenía la contundencia de las porras de los grises y los disparos al aire que de vez en cuando cazaban a algún manifestante volador. Las películas en 16 mm.que confeccionaba el “colectivo de imagen” del PCE no necesitaban de textos lacrimógenos ni verdades a medias, la dictadura se encargaba de decir las verdades como puños, quiero decir con los puños.

El vídeo en cuestión no merece que se le dediquen ni dos párrafos porque su discurso parece el trabajo de fin de curso de un erasmus diplomado en ciencias políticas abducido tras haberse tomado unas cañas con Gabriel Rufián. Una mezcla grosera de simplezas extraída de algún reportaje de TV3 sobre imágenes de origen en algún caso ajeno a Cataluña, Galicia, por más señas, tanto da, que descaradamente saquea la idea de otro video: I am Ukranian, cuyos autores, opositores ucranianos a Rusia del movimiento Euromaidan de Kiev, consiguieron en 2014 casi nueve millones de visitas. Las diferencias entre el modelo y la copia son peliagudas, como se ve. En el primero, la mujer que se dirigía al exterior pidiendo ayuda no era una actriz, sino la activista Yulia Marushevska que no tenía que esforzarse demasiado en mostrarse afligida porque los rebeldes ucranianos pagaron una factura de un centenar de muertos. Las semejanzas de aquella situación con la opresión de Cataluña parecen patéticamente forzadas y la convierten en un Kosovo con sardana y castellers.

Pero yo traigo aquí el dichoso video, difundido por la organización independentista Omnium Cultural, no por su éxito arrollador en la Red, al parecer 217.000 visualizaciones tan sólo unas pocas horas después de haberse colgado y millón y medio de reproducciones en YouTube hace una semana, cualquiera sabe cuántas lleva ya a fecha de hoy. Lo que me ha removido un poquito los bajos ha sido la historia de su protagonista, Anna Maruny, cuya carrera está pagando los platos rotos en formato lluvia de improperios. Miles de tuiteros de toda España le han llamado de todo menos bonita.

La chica ha desaparecido del mapa como si le hubiese tocado el Euromillón, pero sin aviso de Hacienda para que apoquine su parte. Lo de menos es que haya cancelado sus perfiles públicos en las redes sociales o que ni siquiera responda, según dicen, a los correos electrónicos. Lo jodido es que a ver quién es el productor guapo que la contrata para una serie o película al otro lado del Ebro. Y me temo que los ayuntamientos catalanes rebeldes no van a estar muy boyantes para pagar obras de teatro en gira nacional porque agotarán las partidas dedicadas a cultura en organizar juegos florales para celebrar la república catalana. Por lo menos hasta navidades, que después dios dirá.

26 años, apasionada por Shakespeare, ha estudiado en centros como el Institut del Teatre, la Escuela Superior de Arte Dramático Eòlia y la Escuela de Artes Escénicas Coco Comín de Barcelona, cuatro meses en el Estudio de Actores Stella Adler y también en la compañía teatral Saratoga International Theater Institute (SITI Company), habla tres idiomas, además de catalán, claro está, toca el piano y la guitarra e incluso ha estudiado canto y danza. Su experiencia en cine no es copiosa, aparte de unos cuantos cortometrajes y un spot publicitario para la marca Sanex, pero al menos ha participado como secundaria en una producción norteamericana rodada en Nueva York con un título que no presagia nada bueno: Zombie Pizza! dirigida por un tal Mike Dudko…

El colofón con letras de molde de tan lucido curriculum  es haber sido el rostro mediático-artístico del nuevo estado virtual. Lo malo es que con este honor, si la flamante Arcadia feliz no acaba de cuajar, lo tiene un poco crudo para hacerse un hueco en la industria en suelo español y va a tener que seguir buscándose la vida al otro lado del charco, o donde sea, pero lejos. Y esto, amigos, aunque seamos miembros de la cofradía de Hasta el moño del santísimo Process, hemos de reconocer que no está bien y no podemos aprobarlo.

Porque, reflexionemos: ¿esta persecución a la muchacha a qué se debe? ¿A que la chica hace demasiado bien su papel y parece que lo que dice es trigo de su cosecha? ¿A que su actuación es tan sentida que levanta ampollas en la sensibilidad españolista? ¿O será que la gente no entiende que se puede ser muy  profesional y no por ello asumir la ideología del personaje? ¿O más bien a que su estomagante monólogo se desliza de lo melodramático a lo ridículo y ella no hace nada por evitarlo? Los de Polonia lo tuvieron claro con su parodia, mucho más eficaz, o al menos más inteligente y sin peligro de que les corrieran a gorrazos los intransigentes, a los que la ironía no les es fácil de entender:

Para la madre de Anna Maruny éste era un trabajito más de su hija y no hay que sacar conclusiones precipitadas por ello, qué va a decir la pobre mujer, a ver a quién convence de que la niña no duerme con una estelada en la almohada. La Asociación de Actores y Directores Profesionales de Cataluña (AADPC) ha salido con el capote y ha anunciado que “tomará medidas legales por el asedio” sufrido por una de sus asociadas. Pero poco trapo me parece para semejante morlaco. Va a ser difícil que se evaporen los ecos de tan sonada actuación porque en el punto de tensión al que hemos llegado al que da la cara se la parten. A los miembros de la farándula les sale muy caro identificarse con una causa política, que se lo digan a Willy Toledo, especialista en pisar todos los charcos y salir empapado hasta los calzoncillos. Por cierto, qué gran actor cómico se pierde el cine español con Guillermo; y esto va sin ironía. No he visto muchas reacciones corporativas o solidarias por parte del mundillo de actores o cineastas. Salvo a Alberto San Juan o Antonio de la Torre, no he leído declaraciones contrarias a la persecución que sufre su compañera. Deberían recordar el famoso poema de Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller atribuido erróneamente a Bertold Brecht: primero vinieron a buscar a los comunistas, pero yo no dije nada porque no era comunista… (poema al que por cierto se le ha amputado ese primer verso en el Museo del Holocausto en Washington).

Imagen de Anna Maruny en el vídeo Help Catalunya. Save Europe

Lo digo alto y fuerte: no soy partidario de apedrear a los actores que manifiestan sus ideas. De hecho, muchos de ellos siempre me han inspirado mucha simpatía por valientes. Claro que eran otros tiempos y otras causas más honorables a mi entender. Cada uno es muy libre de acudir o no a ver sus trabajos, eso sí, allá cada cual. Lo más probable es que Anna no haya calculado los derroteros por los que iba a ir la cosa y puede que esté arrepentida. O no. Si no fuera el caso, sólo le reprocharía haberse prestado a una farsa tan burda. Nada que no pudiera perdonarle cuando pase un tiempo, madure y caiga en la cuenta de lo absurdo que es creerse distinto a la gente con la que llevas siglos compartiendo el mismo sol y el mismo azul mediterráneo.

Por si le sirve, le regalo una bonita frase del gran actor francés Yves Montand que he leído en algún sitio: “Podría interpretar el papel de fascista en una película antifascista, pero jamás interpretaría el papel de antifascista en una película fascista”.