La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Hombres inmaduros. Aquí y en todas partes

Hará unos quince años, en Rabat, una noche, un grupo de amigos hablábamos con un empresario marroquí de forma distendida. Me he acordado muchas veces de este encuentro y las cosas que decía. Se quejaba “amargamente” esta persona del comportamiento de los hombres en Marruecos. “¡Es que en este país no hay hombres!” “¡No hay hombres!”, repetía lamentándose, sin duda exagerando. Entonces no entendí qué quería decir, pero con los años he ido comprendiéndole.

No creo, de todos modos, que pueda plantearse esta cuestión en esos términos tan categóricos. Que en todas partes cuecen habas, está claro. Pero sí es cierto que, desde entonces, he oído muchas veces estos mismos argumentos a algunas mujeres marroquíes… Mujeres libres, feministas e independientes, profesionales… Mujeres que suelen afirmar que el género masculino, en Marruecos, adolece de una construcción emocional que les lleva a comportarse como niños; es decir, los hombres por aquí, comentan, son irresponsables en el ámbito afectivo y se inhiben de sus obligaciones como adultos, compañeros, o como padres…

Nada nuevo bajo el sol, por otra parte. Un argumento, éste, que bien podría aplicarse al género masculino en general, en cualquier parte del mundo. En España, sin ir más lejos, ¡ya se ve los hombres que tenemos! (¡Por supuesto que no meto en el mismo saco a todos!, claro) Igual que pavos reales van los hombres por ahí… suplicando que les quieran… O suspirando por unas tetas, que es peor. Y si no consiguen lo que desean, se enfadan; y, a la menor, se ponen agresivos y violentos. Y, por seguir con el ejemplo, en Sudamérica ocurre igual. ¿Cuántas mujeres tienen hijos con hombres que al instante las olvidan o al menor contratiempo se quitan de en medio?

Se mire como se mire, el hombre no ha evolucionado mucho que digamos en la parcela emocional; le cuesta entender y compartir este espacio con la mujer. No considera este territorio (el privado, el de los sentimientos) importante. De ahí su comportamiento infantil. Y aquí, en Marruecos, por lo que oigo y lo que veo, parece obvio que es así.

La tradición de este país transporta al mundo adulto al niño sin avisarle. Un buen día se levanta el pobre niño y se le dice que se vaya con los hombres… Se acabó el ir al haman (baño público) con la abuela, la madre y las hermanas… Ahora tendrá que vérselas con su padre en la calle, en la tienda, en el café… y con los amigos de éste. Y esto es para siempre; ya no volverá a tener una relación normal —digámoslo así— con las mujeres. Pasará su pubertad, su adolescencia y juventud, solo y entre hombres. Incluso de casado la calle será “su hogar” donde estará con otros hombres. Su relación con las chicas, desde el principio será extraña; el abismo entre los sexos, poco a poco irá agrandándose. Por supuesto que hay en las ciudades marroquíes grupos de chicos y chicas jóvenes que no viven esto así; pero son aún minoría. Lo normal es que en el espacio público estén los hombres solos, mientras las mujeres, o están con otras mujeres o en casa.

El niño marroquí es expulsado del hábitat femenino demasiado pronto y nunca más volverá a él con naturalidad. Por eso le es tan difícil establecer una relación de igualdad con las mujeres. La relación normal, cotidiana, confiada, con el sexo femenino es casi siempre artificiosa, a veces irreal, irregular, y casi siempre traumática. Así que, cuando llega la hora de casarse los conflictos se multiplican. A muchos hombres es la madre la que les busca la esposa… O, si la eligen ellos, tampoco tendrán claro ni saben muy bien cómo han de comportarse con ella; sobre todo en el campo del respeto y la igualdad entre los géneros.

Esta inmadurez emocional, evidente en muchos hombres, es el pan de cada día en todas las culturas, desde luego. Pero aquí, incluso, se nota “en las relaciones profesionales”, aseguran algunos empresarios marroquíes ilustrados, intelectuales, etc. También los profesionales extranjeros se quejan de esto. Unos y otros dicen “no entender qué ocurre” cuando, por ejemplo, el interlocutor desaparece sin dar explicaciones o cuando ese hombre que ha cometido un error (que puede cometer cualquiera) no da la cara…