Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Quebrar o renegociar… y que parezca un accidente

Ahora o nunca. Como antes ocurrió con Grecia, el tiempo juega ahora, contrareloj, a favor de Alemania y en contra de España. Cada día que pasa, España pierde fuerza negociadora en Europa, a medida que la banca alemana se va deshaciendo rápidamente de sus posiciones en deuda española e italiana.

Europa le echa una mano (al cuello) a España

Ahora aún podríamos amenazar con una suspensión de pagos, que haría mucho daño a la banca europea, si no se resuelve inmediatemente la refinanciación de nuestra deuda mediante la creación de los eurobonos o la compra masiva del bono español por el Banco Central Europeo.

Como ambas soluciones no están contempladas en la legislación europea, sólo un órdago del gobierno español (acompañado por el italiano o viceversa) podría convencer a la señora Merkel del inmediato cambio legal en la UE para que fuera posible acabar ya con la presión insoportable que sufren la deuda española y la italiana. Dentro de tres meses, ese posible órdago (suspender pagos y renegociar la deuda en condiciones de tipos y plazos soportables) ya será pólvora mojada. No será posible. Merkel le dirá entonces al pobre y despistado Rajoy: «No, Muchas Grecias». O  bien: «Ahí te pudras».

Keynes dijo algo así:

«Si un ciudadano debe mil libras a un banco, el ciudadano tiene un problema. Si le debe al banco diez millones de libras, quien tiene un problema es el banco».

Nosotros tenemos un problema, pero Alemania tambien lo tiene. Alemania y España  -tanto el que da como el que toma- son igualmente culpables o responsables de nuestra burbuja inmobiliaria.  Y ambos tienen ahora un problema común que exige soluciones comunes y reparto equitativo de costes. Que no se lave ahora las manos la banca europea, o sea, alemana, sin coste alguno.En cambio, si le damos tiempo, en otoño, el problema será más español que alemán. La deuda estará entonces en manos de la banca española y España, sin cartas que jugar e incapaz de financiar su déficit en el exterior, estará más cerca del «corralito».

El gobierno alemán no va a cambiar su parcialmente falso discurso sobre los vagos y derrochadores del Sur si no le damos un empujoncito. De la avaricia a la solidaridad no se pasa de la noche a la mañana si no le damos a Alemania motivos para ello. La solidaridad con los miembros del euro le tiene traer más cuenta a Alemania que su actual avaricia a corto plazo. Y eso lo verá Merkel muy claro solo si España e Italia (o Italia y España, como ocurrió un poco en la pasada cumbre europea) enseñan sus cartas seriamente y a cara de perro: suspensión de pagos ordenada (con su quita correspondiente) sin que apenas se note… y que parezca un accidente. Sin escándalo. Pero debe quedar muy claro ante el mundo (o los mercados, como dicen ahora) que la deuda soberana de los países del euro es solvente y está garantizada a tope por el Banco Central Europeo.

Como la tozuda realidad nos muestra cada dia (prima de riesgo por encima de los 500 puntos y tipos de interés por encima del 7 por ciento), la solución de compromiso adoptada en la pasada cumbre europea de final de Junio como un gran paso adelante no ha convencido a nadie. Por lo que se ve, fue un engañabobos. La banca europea están ganando tiempo para quitarse de encima el problema de la deuda hispano-italiana y pasar entonces al sálvese quien pueda.

Ahora dicen en Alemania que la ayuda de hasta 100.000 millones de euros para recapitalizar la banca española, aprobada el 9 de Junio, no será independiente del déficit hasta la primavera de 2013 o incluso hasya 2014. Para entonces, todos calvos.

Paul Krugman nos da una clave en su último artículo (El País, 8 de Julio, 2012):

«Una parte del problema radica en el hecho de que los políticos alemanes se han pasado los dos últimos años diciéndoles a los votantes algo que no es cierto; concretamente, que la crisis es culpa de los Gobiernos irresponsables del sur de Europa. En España —que es ahora el epicentro de la crisis— el Gobierno tenía en realidad poca deuda y superávits presupuestarios justo antes de la crisis; si el país está ahora en crisis, esto es consecuencia de una inmensa burbuja inmobiliaria que los bancos de toda Europa, entre ellos especialmente los alemanes, ayudaron a inflar. Pero ahora, esa historia falsa se interpone en el camino de cualquier solución viable.»

Veremos quien le pone primero el cascabel al gato. Y cuando…

 

 

Es tan corta la expansión y tan larga la crisis…

Ya lo decía Pablo Neruda:

«Es tan corto el amor y tan largo el olvido…

«Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos

«mi alma (¿mi corazón?) no se contenta con haberla perdido…»

Neruda se refería, naturalmente a su novia o amante -quizás a su esposa. Yo me refiero hoy a la expansión y a la crisis.

Es tan corta la expansión y tan larga la crisis…

Desde luego, lo mejor de esta enfermedad que llamamos la vida, y que contraemos al nacer y curamos al morir, es la memoria selectiva.

Los diarios -flor de un día- tienen archivo, pero apenas tienen memoria. Tan solo guardan una ligera idea de lo que aconteció hace dos días o dos siglos. Por eso sus titulares son tan hiperbólicos por desmemoriados.

A menudo vemos titulares tan exagerados que nos zarandean y perturban como si ya nada fuera empeorable: «La peor crisis del siglo» «o de la historia», «La más grave desde el 29» o desde la caida del Imperio Romano.

Nadie sabe -ni creo que sepa jamás- cuando se va a producir el punto de inflexión en el crecimiento económico que doblegue la curva ascendente del PIB y la transforme en descendente. O viceversa. Son millones de voluntades individuales imprevisibles (que llamamos el gusto del consumidor) las que intervienen, entre otras causas, en un cambio de ciclo económico.

De todo lo que he leído y oído sobre el origen o el fin de las crisis, tanto en mi vida académica como periodística, me quedo con la observación que John K. Galbraith, un gran maestro de la ciencia económica y el mejor divulgador que he conocido, nos hizo en la Universidad de Harvard:

«Las crisis económicas vienen cuando una generación se olvida de los efectos de la crisis de la generación anterior».

Por eso digo que la memoria selectiva-colectiva juega un papel fundamental en el origen y en el fin de las crisis económicas. Pero no es el elemento más importante. A mi juicio, la avaricia (o el afán de dominio) le saca mucha ventaja a la mala memoria. También el miedo juega un papel singular. Y, a veces, -aunque, muy pocas- la compasión suele acompañar al miedo para mitigar los efectos de la avaricia, que es -nos guste o no- el auténtico lubricante del crecimiento económico.

El País, que tiene poca memoria, titula hoy:

La mayor quiebra de la historia pone en jaque el sistema bancario de Wall Street

El martes negro de 1987 (creo que cayó en 19 de octubre) estaba yo en Houston (en el Johnson Space Center, junto al Apolo que pisó la Luna) y todo el mundo se echó las manos a la cabeza -incluidos los más valientes astronautas con inversiones en Bolsa. El indice Dow Jones de Wall Street se había derrumbado de golpe perdiendo en un día negro negrísimo mas de 500 puntos. Nadie -como ahora- recordaba nada igual en la historia de la Bolsa. Y aquí estamos. Salí volando hacia Nueva York (trabajaba yo entonces para el Grupo Prisa) y me encontré con titulares de prensa muy semenjantes a los de hoy. Y aquí seguimos.

La avaricia rompe el saco. La economía se ajusta a la nueva situación (se cose el roto) y volvemos a llenar el saco, dejando por el camino a los más débiles o con menor capadidad para negociar el reparto de los efectos de la crisis. Los instalados (empresarios y empleados) sobreviven… y olvidan.

Hablando de instalados y de sacos rotos ahí va el dibujo (escalofriante) de El Roto en un día como hoy. A su lado, un editorial de El País con titulo apocalíptico:

El fantasma de 1929

¿Habrá leido el editorialista aquella gran novela del maestro Galbraith sobre «El crack del 29«?

Olvidamos que las crisis económicas del siglo XIX se medían por el número de muertos de hambre. Las del siglo XX las medíamos por el número de parados.

¿Como mediremos los efectos de esta primera gran crisis del siglo XXI?

¿Tendrá -como dice Krugman- forma de «V», con rebote rápido, o forma de «U»?

Ojalá no tenga forma de «L».

Cruzo los dedos.