Al 80% de los docentes les gustaría trabajar más en equipo con las familias, pero… ¿cómo?

Este martes la Fundación SM y Gestionando hijos han presentado el primer estudio sobre la percepción de los educadores en torno al rol de madres y padres en la educación. Los resultados proceden de una encuesta realizada por correo electrónico a más de 450 directores y jefes de estudios de diferentes instituciones educativas de toda España entre enero y marzo de 2018. La mayoría de centros públicos (75,1%) y entorno urbano (57%).

Es un estudio que contradice de entrada esa impresión existente entre muchas familias de que muchos docentes no quieren a los padres entrometiéndose en lo que sucede en el colegio porque lo único que hacen es entorpecer, de que en muchos centros escolares prefieren que escuela y hogar sean mundos estancos para desarrollar tranquilos su trabajo.

(GTRES)

Es una impresión apoyada en hechos. Todos conocemos (o incluso hemos pasado y estamos) en centros en los que a las familias no se las invita precisamente a participar y parece que, cuanta menos guerra den, mejor. Por suerte, también vamos oyendo hablar de centros en los que es todo lo contrario e incluso cuentan con la ayuda de padres y madres (y abuelos y abuelas) en su día a día.

Volvamos al estudio, que apunta que nada menos que al 80% de los profesionales de la educación les gustaría que las familias trabajasen más en equipo con ellos.
Es más, el 96% creen que el mejor desarrollo de los alumnos viene dado cuando los centros escolares y las familias se coordinan y un 69,3% afirma que el interés de los padres en la educación de sus hijos condiciona sus resultados académicos.

Creo que nadie con dos dedos de frente pensaría otra cosa. Por supuesto, a priori cooperar siempre es preferible y redundará en beneficio de los alumnos. Ya el pasado mes de octubre, coincidiendo con el día mundial de los docentes, yo os contaba en este mismo blog que los padres deberíamos hacer equipo con los maestros.

Me faltaría saber a qué se refieren esos docentes con cooperar juntos, cuál es la letra pequeña en la que estaban pensando los encuestados cuando respondían. Tal vez para muchos docentes de los que han contestado cooperar consista únicamente en acudir a las tutorías pertinentes, apoyar las tareas que manda para hacer en casa y que las familias refrenden su autoridad, pero rechazan más aproximaciones. Tal vez también haya otros que tengan en mente padres proponiendo actividades, sumándose a ellas, echando una mano en huertos o bibliotecas escolares o incluso implicándose en talleres o grupos interactivos.

No es lo mismo y es imposible saberlo a partir de esta encuesta. Ojalá haya un segundo estudio que ahonde en ello. Ahí lo dejo como crítica constructiva.

Y hablando de críticas constructivas, el estudio trae de la mano dos manifiestos, uno dirigido a las familias y otro a los docentes, que invitan a secundar y difundir. Pero os confieso que hay una sentencia del manifiesto dirigido a los padres que me chirría en el sentido que apuntaba sobre qué se entiende por cooperar.

Fijaos en el final del punto dos: «Escucharé con atención y buena disposición lo que los profesores me digan sobre mis hijos y no les criticaré ni cuestionaré sus decisiones«.

Lo siento, pero no estoy de acuerdo. Los padres conocemos a nuestros hijos, mejor en muchos sentidos que los docentes. Descartar de entrada que podamos hacer aportaciones válidas por su bien o dar a entender que los maestros son infalibles me parece un error. Para argumentarlo voy a dejar aquí un extracto del post que os contaba que publiqué en octubre:

No me parece oportuno cerrar filas con los profesores sin cuestionar nada. Probablemente así muchos docentes tendrían las cosas más fáciles, pero lo primero es el bien del menor, no la facilidad de gestión e intendencia del alumno, la clase o el colegio.

Un profesor puede estar equivocado en sus métodos, haber hecho una mala interpretación, no tener toda la información, carecer de recursos…

Y sobra que os cuente que hay profesores buenos, malos y regulares, como en todas las profesiones. Hay personas bondadosas, mezquinas e incluso poco equilibradas. Hay docentes vocacionales, y aterrizados en un centro escolar sin más. Hay enamorados de la enseñanza y desencantados. Docentes llenos de fuerza y otros quemados.

E incluso los mejores entre ellos pueden meter en algún momento la pata.

Si los padres creemos que debemos hablar con ellos para que reconsideren alguna decisión, la manera en la que conciben a nuestro hijo o algún aspecto de cómo le enseñan, tenemos todo el derecho de hacerlo. Diría que incluso la obligación.

Siempre desde el respeto, el sentido común y la mesura.

Si creemos que debemos decir a nuestros hijos que el profesor tal vez se haya equivocado en  eso, que no le eche demasiadas cuentas a lo que le dijo o hizo, incluso que es posible que no sea el mejor maestro del mundo pero que haga lo que pueda en clase y tenga paciencia porque no durará siempre, que todos hemos tenido alguna vez un mal docente. Pues también estamos en nuestro derecho si creemos que redundará en el bienestar del niño.

No hay que desautorizar alegremente, hay que ponderar bien las consecuencias de lo que hagamos. Nunca vale es que nos escuchen gritar “tu profe es un gilipollas”.

Porque también hay muchos padres que tienen tela marinera. Hay padres sensatos y otros incapaces de razonar. Los hay buena gente, pero también mezquinos, irresponsable, incluso violentos. Los hay que cuentan hasta diez y los que se calientan a la velocidad a la que un Ferrari alcanza los 100 kilómetros por hora. Los hay que defienden a sus cachorros irracionalmente y los que saben evaluar qué hacer con calma. He dicho en el pasado que a veces las familias somos las responsables de haber quemado a excelentes profesionales. Lo he visto especialmente en Educación Especial.

E igual que los docentes, incluso los mejores también pueden errar.

Tengo claro es que lo mejor para nuestros niños es que familias y profesorado sepamos cooperar. Tenemos que saber entendernos.

Todos los demás, con la excepción del punto nueve (es poco realista pedir que nos planteemos a diario qué estamos haciendo para que la escuela de nuestros hijos sea mejor, con hacerlo una vez por trimestre ya sería mucho), me parece oportuno y podría firmarlo.

Termino con el manifiesto de los profesores. Siempre se podrían añadir cosas, más allá de añadir tal vez mantener una actitud abierta a las críticas o sugerencias que hagan los padres, estaría el seguir formándose, pero no tengo nada que objetar.

En cualquier caso sí que hay que pedir, por favor, que colaboremos juntos por el bien de nuestros niños. También es lo que ellos quieren.

Me encanta que nuestros padres y los profesores se lleven bien.

Es importante que se hablen y que se digan “esto Noelia lo ha hecho mal”.

Eso también sería el colegio ideal, que los padres se implicasen.

Porque al fin y al cabo tienen mucho que ver y mi educación también va a depender de los dos.

Me gusta que mis padres y los profesores se lleven bien porque si no para mí se me acabó el cole.

Los profesores te conocen en un aspecto diferente y los padres en otro, así que yo creo que la mejor educación sería que hicieran un trabajo conjunto.

Los que dicen estas frases, que son verdades incuestionables y deseos legítimos, son niños de entre 5 y 12 años en la segunda mitad de este vídeo:

1 comentario

  1. Dice ser fgs

    mentira y gorda, si tienen un horario de lujo y no se quedan ni por las tardes

    23 enero 2019 | 12:09

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