Los padres debemos hacer equipo con los docentes #DíaMundialdelosDocentes

El otro día escuchaba a un tertuliano en la radio, tras la noticia de la deplorable agresión de una familia a un maestro (la violencia física o verbal nunca es aceptable), asegurar que hoy día abundan los padres que restan autoridad a los docentes, cuando no hace tanto hacían piña indiscutible y si un niño volvía con un castigo del maestro, en casa incluso se lo reforzaban. Y ese supuesto modo de obrar antaño le parecía lo positivo.

No estoy de acuerdo. No lo estoy en distintos aspectos.

No creo que antes no hubiera padres discutidores ante las decisiones de los maestros y que no les desautorizasen. Recuerdo un par de novelas sobre maestros luchando porque los niños fueran al colegio en vez de al campo, por evitar que acabaran doblando el espinazo toda la vida sin saber leer y escribir pese a tener talento.

No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Si se pudiese preguntar a los tutores de la antigua Grecia, seguro que también tendrían muchas quejas sobre el comportamiento de las familias, de los niños  y propuestas de mejora. Lo mismo incluso nos encontrábamos con que coincidían bastante con lo que cuentan y proponen los docentes hoy día.

Tampoco me parece oportuno cerrar filas con los profesores sin cuestionar nada. Probablemente así muchos docentes tendrían las cosas más fáciles, pero lo primero es el bien del menor, no la facilidad de gestión e intendencia del alumno, la clase o el colegio.

Un profesor puede estar equivocado en sus métodos, haber hecho una mala interpretación, no tener toda la información, carecer de recursos…

Y sobra que os cuente que hay profesores buenos, malos y regulares, como en todas las profesiones. Hay personas bondadosas, mezquinas e incluso poco equilibradas. Hay docentes vocacionales, y aterrizados en un centro escolar sin más. Hay enamorados de la enseñanza y desencantados. Docentes llenos de fuerza y otros quemados.

E incluso los mejores entre ellos pueden meter en algún momento la pata.

Si los padres creemos que debemos hablar con ellos para que reconsideren alguna decisión, la manera en la que conciben a nuestro hijo o algún aspecto de cómo le enseñan, tenemos todo el derecho de hacerlo. Diría que incluso la obligación.

Siempre desde el respeto, el sentido común y la mesura.

Si creemos que debemos decir a nuestros hijos que el profesor tal vez se haya equivocado en  eso, que no le eche demasiadas cuentas a lo que le dijo o hizo, incluso que es posible que no sea el mejor maestro del mundo pero que haga lo que pueda en clase y tenga paciencia porque no durará siempre, que todos hemos tenido alguna vez un mal docente. Pues también estamos en nuestro derecho si creemos que redundará en el bienestar del niño.

No hay que desautorizar alegremente, hay que ponderar bien las consecuencias de lo que hagamos. Nunca vale es que nos escuchen gritar “tu profe es un gilipollas”.

Porque también hay muchos padres que tienen tela marinera. Hay padres sensatos y otros incapaces de razonar. Los hay buena gente, pero también mezquinos, irresponsable, incluso violentos. Los hay que cuentan hasta diez y los que se calientan a la velocidad a la que un Ferrari alcanza los 100 kilómetros por hora. Los hay que defienden a sus cachorros irracionalmente y los que saben evaluar qué hacer con calma. He dicho en el pasado que a veces las familias somos las responsables de haber quemado a excelentes profesionales. Lo he visto especialmente en Educación Especial.

E igual que los docentes, incluso los mejores también pueden errar.

Tengo claro es que lo mejor para nuestros niños es que familias y profesorado sepamos cooperar. Tenemos que saber entendernos.

Los padres tenemos que perdonar errores puntuales, identificar y valorar las buenas intenciones, valorar también el trabajo que hacen que es de vital importancia, relativizar, intentar ser fríos y reflexionar antes de reaccionar, apoyar las decisiones del docente cuando tienen un sentido pedagógico.

Los docentes también deberían perdonar nuestros errores puntuales, creer que somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tal vez puedan estar equivocados, saber que no pierden autoridad su modifican una decisión tomada, no pensar de entrada que siempre nos alinearemos con nuestros hijos.

Unos y otros tendríamos que evitar vernos como a ejércitos a distintos lados de la trincheras.

GTRES

POSTS RELACIONADOS:

Los comentarios están cerrados.