Archivo de junio, 2018

‘Cluedo Junior’, para ejercitar la deducción, la atención, la memoria y divertirse

imageHace ya demasiado que no os hablo de un juego de mesa, así que vamos con uno. Un juego, además, que eligió Julia tras recorrer una y otra vez los dos pasillos llenos de cajas con juegos que había a su disposición en esa tienda.

Es la versión infantil de un clásico de los de toda la vida, de los que también probablemente hayamos nosotros jugado de niños en alguna ocasión. Un juego con el espíritu de Agatha Christie, pero que en esta adaptación para niños no incluye el asesinato de nadie.

En el Cluedo infantil el crimen cometido ha sido devorar una  tarta sin repartir con nadie. El objetivo es encontrar a semejante egoísta entre seis personajes. También saber con qué bebida se la zampó y a qué hora. Cada jugador está equipado con una libretita para ir marcando a lápiz las pistas que vayan sumando.

Se tira un dado en el que nos puede salir un número con el que movernos por la casa. Si al movernos caemos en una casilla blanca podemos mirar bajo los pies de ese personaje, a ver si encontramos migas en lugar de una hora. Si caemos en una amarilla miramos las bebidas que hay bajo el mobiliario. Si con nuestros movimientos no llegamos a ningún sitio, pues ahí nos quedamos sin investigar. En el dado también pueden salir directamente los colores blanco o amarillo, que nos permiten cotillear el personaje o el mueble que queramos.

Obviamente, las peanas que corresponden a cada personaje o mueble cambian en cada partida, para perpetuar el misterio. Igual que en cada partida la suerte decide cuáles se apartan para designar al culpable, la hora que comió la tarta y la bebida. También es obvio que gana el que acierta y si algún jugador hace una deducción equivocada queda eliminado automáticamente del juego.

La ventaja de su sencillez es la posibilidad de jugarlo entre niños a partir de seis o siete años sin la participación de un adulto. Con la ayuda de un ‘mayor’ a partir de los cinco años, como indica la caja, pueden jugar perfectamente, puede que incluso antes si el niño está acostumbrado a jugar en mesa y tiene ya cierta capacidad para concentrarse.

Además de la atención constante (es importante no perderse lo que hagan los demás jugadores) y de las dotes de deducción, también se ejercita la memoria. Aunque no olvidemos que el objetivo más importante con los niños es divertirse.

De Hasbro, la misma casa del Cluedo adulto y de tantos otros clásicos, admite de dos a seis jugadores y se puede encontrar por unos veinte euros, puede que algo menos si buscamos bien.

A los adultos se les puede quedar un poco corto, pero tampoco pueden dormirse o mirar el móvil mientras juegan, que las partidas están bastante igualadas a poco que los niños se esfuercen.

Cluedo Junior es una buena manera de comprobar si, a partir de unos ocho años, podemos introducir a nuestros hijos en el Cluedo adulto, en el que sí hay asesinatos y la complejidad aumenta. Un juego que, como curiosidad, nació en plena Segunda Guerra Mundial, creado por Anthony E. Pratt, empleado británico de un abogado. A día de hoy hay numerosas versiones, incluyendo algunas inspiradas en famosas franquicias como Star Wars, Juego de Tronos (lo raro ahí es que haya un único asesinato a investigar), Sherlock, Los Simpsons, The Big Bang Theory o Doctor Who.

De hecho, es habitual que los juegos de mesa más conocidos tengan versiones infantiles, a modo de prueba pero también de entrenamiento para encarar luego el adulto. Existen, por ejemplo, adaptaciones de Catan, Carcassone (otro que os recomiendo), del Trivial, el Monopoly o de Aventureros al Tren.

‘Intrépidas’, veinticinco aventureras con las que aprender junto a nuestros hijos que no hay sueño imposible

Hay libros que, incluso antes de tenerlos en las manos, sabes que, muy probablemente, acabarán cautivándote. Hay libros que, una vez los tienes en las manos, acaricias sus lomos y te adentras entre sus paginas, son ya una historia de amor de las que duran muchos años.

Libros con los que acabas casándote. Y eso con un libro significa que los tendrás en un honor en tu estantería; que mirarás muy mucho a quién se lo prestas, reclamándolo sin haberlo olvidado cuando haya pasado el debido tiempo; que volverás a él en un futuro; que te acompañarán en tus mudanzas y guardarás para tus hijos.

Y os recomiendo adentraros en la poligamia literaria, si es que no lo habéis hecho ya. Son muchos los volúmenes que pueden ser merecedores de nuestro amor. Y aquellos que lo sean del mío no tienen porque serlo del vuestro. El amor es siempre así, eso tiene de bueno. Hay que ser intrépido y explorar qué nos hace soñar.

Hay libros que nos enamoran por las historias que encierran, por el empeño de un autor dando sentido a un mundo, a su mundo, que se convierte en el tuyo. No siempre es así. El libro que os recomiendo hoy es una obra de divulgación idea de Patricia Márquez, ilustrada por Rena Ortega y escrito por Cristina Pujol. Tres mujeres mostrándonos a 25 mujeres que debería ser obligado conocer.

Y no es uno para guardar y esperar a que tus hijos crezcan, sino uno que podemos disfrutar junto a ellos. Así lo he hecho yo junto a mi hija de nueve años. Primero viendo el índice, en el que puedes conocer rápidamente a todas las protagonistas. Luego recorriendo el libro pagina a página o acudiendo a aquellos perfiles que más nos hayan llamado la atención.

Cuando alguien se encontraba con Junko Tabei por primera vez, no podía evitar mirarla varias veces de arriba a abajo… Medía metro y medio, y no pesaba más de cincuenta kilos. ¿Cómo podía ser la primera mujer en haber coronado el monte Everest? Ella se reía de la confusión. Junko explicaba que el físico o la técnica no la llevaron al techo del mundo, sino que fue su determinación lo que la impulsó a la cima, y esa fuerza imparable nace del corazón.

Intrépidas recupera los viajes de 25 mujeres exploradoras, muchas de ellas olvidadas con el transcurso de los años. Siguiendo sus pasos aprenderemos cómo superaron sus miedos, cómo consiguieron subir las montañas más altas, recorrer el mundo a pie, en bicicleta, viajar al espacio, volar cruzando océanos y continentes, sobrevivir en el desierto o bajar a lo más profundo del mar? Algunas llegaron a su meta y otras no, pero lo importante es el camino que recorrieron y cómo su viaje las cambió para siempre.

Aunque está recomendado a partir de seis años, los textos pueden ser un poco arduos para que los lean a solas niños menores de diez años, pero sí estamos a su lado es algo fácil de solventar. Además, la riqueza de las ilustraciones, acompañadas de pequeños resúmenes y curiosidades, hablan por sí solas y son ya material suficiente para los pequeños lectores.

No son las de siempre, las que aparecen con frecuencia en estos libros recopilatorios de mujeres destacadas que últimamente se acumulan procedentes de distintas editoriales. Y se agradece. Aunque alguna hay, bien es cierto. Era imposible no hablar de Amelia Earhart.

Lo que tienen en común es su valentía, el ponerse el mundo por montera, literalmente. Exploradoras y pioneras todas ellas, la mayoría pertenecientes a los últimos doscientos años de nuestra historia, algunas aún vivas. Mi hija quiso conocerlas, y buscamos las fotos que de ellas hay mientras veíamos el libro; descubriendo aquellas que han inspirado las ilustraciones, viendo que sus historias no son un cuento, que son de verdad.

Presentadas por orden cronológico, al conocerlas nos queda claro aquello con lo que concluye el libro, que no hay sueño imposible, que nadie nos debe hacer de menos, que hay que querer volar sin miedo, que debemos crecer mirando al cielo mientras caminamos.

Si tenéis pequeños artistas o lectores en construcción en casa, si a vosotros también os gustan estos volúmenes paridos con mimos, echad un ojo al catálogo de su editorial, Pastel de luna, lleno de autores orientales y premios relevantes. Encontrareis  laberintos,  razones por las que amar a los árboles, que hay muchas respuestas válidas a lo que hay más allá, que es estupendo ser hija única, que una humilde ranita puede ser una gran filósofa o que el hombre es uno con la naturaleza, por mucho que a veces se empeñe en olvidarlo. Libros a cuál más bellamente ilustrados.

Ni el pelo largo es de niñas, ni el corto es cosa de chicos (sobre las críticas a los hijos de Elsa Pataky y Chris Hemsworth)

Recuerdo perfectamente que, cuando entraba en la adolescencia a finales de los ochenta, para muchos de mis amigos varones dejarse el pelo largo suponía toda una odisea. Por mucho que las melenas hippies tuviesen ya dos décadas de historia, en la España que se preparaba para los Juegos Olímpicos de Barcelona los chavales, salvo excepciones, lo tenían complicado para huir del peluquero.

Y bastantes lo deseaban. Ya fuera por un deseo estético, con frecuencia influido por la música heavy que, con sus melenas al viento, imperaba en aquella época; ya fuera por una cuestión de rebeldía a los mayores o de búsqueda de la propia identidad tan propia de esa edad.

En muchos hogares los padres se negaban a ver bajo su techo a melenudos y muchos colegios prohibían que los chicos llevaran siquiera el amago de una mínima melenita. Dañaba la imagen del centro, decían, e incluso convocaban a los padres a tutorías para exigir el rasurado.

Vamos a mejor, pero aquello no está del todo superado. Ni mucho menos. Aún hay familias en las que una nimiedad como son unos centímetros más o menos de cabellera es motivo de disputa; también centros escolares que piden que las cabezas masculinas se mantengan dentro de un orden que no incluye poder hacerse coleta o moño. Y hay bastantes trabajos en los que tampoco está bien visto ir por la vida como Brad Pitt en Leyendas de pasión.

¿Por qué? He escuchado excusas de limpieza y pulcritud, pero no valen. Un pelo largo puede estar aseado y limpio y el que les permitan a las chicas melenas de Rapunzel es una buena prueba de que eso no es motivo de preocupación.

También he oído aquello de que los varones no saben manejarse con el pelo largo, como si darle al champú, el suavizante y el cepillado fuera equivalente a adentrarse en la física cuántica.

¿Niño o niña? (GTRES)

El “vas a dar mala impresión” aparece con frecuencia, pronunciado normalmente por aquellos a los que precisamente les produce mala impresión, pero eso no responde al “¿por qué?”. Puede ser que haya gente que lo asocie a personas sin recursos o con ideas levantiscas, que les desagradan, pero en mi fuero interno estoy convencida de que la razón del desagrado es sobre todo que se identifica con lo femenino, y un hombre no puede adoptar una estética supuestamente femenina.

Valiente tontería. Una tontería que se comprueba cuando el que lleva el pelo largo es un niño pequeño. Muchos asumirán que si ese pequeño, poco más que un bebé, va con melena, es una niña. Así que cortamos el pelo a los niños y descartamos la ropita rosa y con flores y mariposas de su hermana mayor que se ha quedado nueva del poco uso (es que los bebés crecen tan deprisa…) aunque no nos sobre el dinero. Y al revés igual sucede, aunque de manera menos pronunciada.

Y de nuevo… ¿Por qué? Porque se supone que es de niñas.

Lo de tomar a los niños con pelo largo por niñas y decirles que les corten el pelo para no parecerlo le pasaba a mi padre en los años sesenta, que era de facciones delicadas y largos rizos rubios. Y lo están viviendo en sus carnes Elsa Pataky y Chris Hemsworth, que en Instagram solo muestran (buena idea) a sus hijos de espaldas con sus largas melenas rubias. Claro, todo el mundo asume que son niñas, y cuando salen de su error con frecuencia les critican. “¡Cortadles ese pelo, que parecen nenas!”.

Full of adventures!!/ llenos de aventuras. #brothers #twins #siemprejuntos

Una publicación compartida de Elsa Pataky (@elsapatakyconfidential) el 12 Ene, 2018 a las 3:11 PST


Ay… En algunos comentarios intuyes como mar de fondo el absurdo temor de a ver si les vas a confundir y te crezcan ‘revirados’. El “se van a reír de ellos en el cole”, que también esconde tanto.

Como si quieren ir salir con vestido a la calle. ¿Por qué no?

Lo que hay que hacer no es infundirles nuestros miedos, nuestras estrecheces de miras que no han pasado por un auto examen; lo que deberíamos hacer los adultos es infundirles valor, seguridad en sí mismos, amor y apoyo incondicional, para que pisen fuerte. Sin pisar a nadie, eso por supuesto.

Las tijeras hacen falta sí, pero para ir cortando prejuicios y dejando que crezca el respeto a las decisiones ajenas.

A mí me gusta el pelo corto en los niños, que raspe cuando les acaricias la nuca. Y en los hombres. Pura cuestión sensorial y egoísta. Pero da igual lo que a mí me guste, lo importante es respetar lo que ese niño y ese hombre quieran hacer con su imagen.

Perdón, también esa niña y esa mujer. Porque ni el pelo largo es de chicas ni el muy cortito es de chicos. Que a niñas con el pelo al ras también las toman por chicos, que ellas y las mujeres que se lo cortan también vean cuestionada su feminidad, es otro absurdo menos habitual pero semejante.

Por eso para mí, que la comodidad y el ahorro de tiempo invertido ante el espejo valen oro, ya no hay pelos que valgan.

¿Niños o niñas? (GTRES)

Algunos comentarios que me han llegado por redes sociales:

IParSol. A mi hijo no le gusta pelarse, tiene cinco años y este curso lo ha pasado casi al completo con el pelo largo. Y tanto le han dicho en el cole (y fuera de el) que parecía una niña, que él mismo ha acabado asumiendo que con el pelo largo parece una niña…

aieta_. Los hijos (chicos los dos con cara de chicos) han llevado el pelo largo y les han confundido siempre con niñas. ¡Fuera prejuicios y dentro línea unisex de accesorios para el pelo!

CarblaCon. Mi hijo odiaba cortarse el pelo así que llevaba el pelo largo ( 2 años de edad) y todos los días oía lo de parece una niña , hasta un día una abuela con su nieta ( misma edad), subidos en un caballito de los de euro , se atrevió a decirme , este niño necesita un corte de pelo.

Cristinayra_. Para eso todavía falta por desgracia, tengo un niño de 9 años q tiene el pelo largo, y no hay una sola vez q vaya a cualquier sitio y le digan » q quieres guapa» y así rectificandolos todos los días, y su excusa » ah, como tiene el pelo largo, no me he dado cuenta»

Pakymjaen. Son urgentes La tijeras para los prejuicios. Decidimos no ponerle pendientes a nuestra hija. Todos los días le dicen “que nene mas bonico”. Entre otras muchas cosas.

spanglisheasy. Pero por desgracia no es solo con pelo largo, es también con pendientes. Mi hija con no lleva pendientes, y de paseo por un centro comercial en Madrid cuando tenia solo 1 año, no hubo ni una sola persona que la llamara niña. Tanto cuesta preguntar?

La importancia de evitar la sobreprotección con los niños y los adultos con discapacidad

La pasada semana os hablé de conciliación cuando tienes un hijo con discapacidad, el más difícil todavía. Al final del post os ofrecí algunos datos de la Fundación Adecco, que ha publicado con la colaboración de Previsora Bilbaína por sexto año su informe Discapacidad y Familia, un análisis realizado a partir de 600 familias con miembros con discapacidad que participan en su programa Plan Familia y con entrevistas a 55 consultores especializados en familias con discapacidad.

Pero de aquel análisis me quedé con ganas de traer aquí otra información relacionada y relevante. Los niños con discapacidad crecen, se hacen adultos, y tienen derecho a acceder al mercado laboral. Algo que apenas ocurre, algo que es muy difícil. El 68% de los jóvenes con discapacidad está en paro y en 6 de cada 10 es de larga duración.

Bien es cierto que hay personas con una afectación severa para los que trabajar es una entelequia, pero hay muchos que podrían desempeñar determinados empleos perfectamente y que eso redundaría en muchos beneficios a nivel personal para ellos, para su entorno y para la sociedad en su conjunto.

El principal motivo de que permanezcan desempleados no es la sobreprotección de los padres, por supuesto que no. La causa principal de que las personas con discapacidad tengan una tasa elevadísima de paro es la falta de oportunidades. No hay suficientes empleos para ellos, igual (bueno, en realidad peor) que no los hay para el resto. También que hay reticencias a emplearles creyéndoles incapaces, problemáticos, un engorro.

Pero es verdad que la sobreprotección de padres y tutores también puede ser un escollo en el camino. Tenemos que hacer examen de conciencia y pensar si no estamos frenando a nuestros hijos, si no somos los que les cuidamos en casa los primeros que pensamos eso de “tú no puedes”, impidiéndoles volar.

Para muchas personas con discapacidad es difícil que se produzca esa posibilidad de acceder al mercado de trabajo, pero sí se da no podemos achicarnos. Y para que se dé hay que intentarlo, hay que poner de nuestra parte. La oportunidad no va a llegar sola.

Tampoco va a llegar de repente. Es algo que hay que trabajar desde que son niños pequeños. No podemos convertirnos en padres mayordomos, que se lo hacen todo, que no les empujan a superarse. Y esto me lo digo también a mí misma, porque en las prisas del día a día es fácil caer en vestirles tú, aunque sepan; en cepillarles los dientes, porque ellos no lo hacen bien y no quieres caries; en no involucrarles en alguna tarea del hogar como llenar el lavavajillas o tender la ropa porque asumimos que no lo harán bien, que protestarán o nos ralentizaran.

Como me dijo una orientadora de un colegio especial en una ocasión, aunque no nos lo parezca a veces, ellos tienen su orgullo, necesitan sentirse útiles, ver qué avanzan aprendiendo, que tienen responsabilidades, como cualquiera. Es necesario para su desarrollo personal.

Y probablemente lo que os estoy contando sea, en gran medida, extrapolable con los niños sin discapacidad.

(GTRES)

Que los progenitores concilien su vida profesional con el cuidado familiar, es fundamental para el desarrollo de los menores con discapacidad. Sin embargo, los consultores de la Fundación Adecco expertos en familias recomiendan también el “respiro”, es decir: “deben encontrar el equilibrio entre la atención de sus hijos y la posibilidad de que éstos sean autónomos. En otras palabras, hay que evitar la sobreprotección”, comenta Myriam Ganado, consultora de la Fundación Adecco.

En efecto, la sobreprotección se convierte en uno de los principales frenos a la plena inclusión de las personas con discapacidad: “no son pocos los padre que asumen que sus hijos son incapaces de realizar ciertas tareas sin ni tan siquiera darles la oportunidad. Ello ocasiona un grave perjuicio, ya que a futuro no contarán con las herramientas necesarias para acceder al mercado laboral”, recalca Ganado.

Más de la mitad de los consultores de la Fundación Adecco (55%) cree que, en muchas ocasiones, las prestaciones económicas frenan a muchas familias a la hora de apostar por el empleo como mejor vía de inserción social.

Por último, y preguntados los consultorespor la mejor fórmula para que las personas con discapacidad puedan ser autónomas, un mayoritario 90% lo tiene claro: eludir la sobreprotección; seguidos de un 88% que apuesta por la educación en valores (autoestima, confianza, igualdad, etc) y un 71% que hace hincapié en el aspecto educativo, es decir, en orientar los esfuerzos a que sus hijos disfruten de una educación normalizada en todo su ciclo: escuelas, Universidades, etc. Un 47% destaca que los padres han de ser los primeros en huir de estereotipos asociados a la discapacidad, para que de este modo sus hijos se eduquen en la normalidad y se sientan parte de la sociedad.