Entradas etiquetadas como ‘Netflix’

‘Stranger Things’, viaje a la infancia

stranger-things_averseriesA veces no hace falta más que nos cuenten una buena historia, interesante y bien hilada. No necesitamos sofisticaciones narrativas como saltos temporales, flashbacks, fast forward ni otros recursos propios de la Edad de Oro de la televisión. Si encima se apela a la nostalgia con inteligencia y se consigue que nos sintamos como si hubiéramos viajado en el tiempo hasta los felices días de la infancia, ya está el noventa por ciento del éxito conseguido.

Esto es lo que ha sucedido con ‘Stranger Things’ (Netflix), a la que muy certeramente se ha designado como “serie del verano”, que ha llegado para devolvernos, en un mixto combinado muy apetecible, la esencia de todas esas películas que a los treintañeros-cuarentones de hoy nos hicieron soñar y temblar de miedo (y que yo contaba a mis compañeros del cole encerrados en un armario). Hablo de ‘Pesadilla en Elm Street’, ‘Los Goonies’, ‘E. T.’ y ‘Poltergeist’ (estas son a las que más me ha recordado a mí, aunque estoy segura de que tú, lector perspicaz, incrementarás la lista).

Lee tranquilo, no hay spoilers!

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House of Cards libre de complejos (análisis de la cuarta temporada)

house-of-cards-season-4Excesiva, inverosímil, loca, sensacionalista… y tremendamente entretenida. Así ha sido la cuarta temporada de House of Cards, una serie que nació con vocación trascendente y que, temporada tras temporada, ha derivado hacia lo comercial, depurando lo que no funcionaba o funcionaba menos, para convertirse en un perfecto divertimento, en un culebrón de elegante acabado. Eliminando por fin la envoltura de narración con ínfulas y renunciado —thanks Lord— a las incomprensibles y cansinas tramas de política exterior (¿alguien se acuerda de lo que pasaba con los chinos?), se ha centrado en lo que de verdad interesa: la ambición desmedida de los Underwood y sus tejemanejes políticos. 

Una vez liberada de su encorsetamiento y de las etiquetas que no le sentaban bien (esto no es The Wire, señores), House of Cards ha dado sus mejores frutos. Con un desenfreno de acontecimientos que no dejan tiempo ni para respirar, sin el lastre de rusos o chinos (los terroristas siempre dan más juego o si no que se lo digan a Homeland), con personajes hiperbólicos a los que la maldad les rebosa por los poros sin resquicio de grises y, sobre todo, gracias a centrar la temporada en Claire, el personaje más interesante y peor desarrollado hasta el momento, House of Cards ha logrado despegar con una fuerza sorprendente, dejándonos con ganas de más y sin la sensación de desgaste tan acusada que percibí tras la tercera temporada. (Atención, Spoilers)

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Master of None, la comedia revelación del otoño

Master-of-None-Aziz-Ansari-Netflix-Season-1«-Dev, ¿quieres tener hijos? -Por una parte considero que podría ser una experiencia increíble. Pero por otra parte pienso: más tarde quiero ir a comer pasta. Si tuviera un hijo no podría. Debería buscar una niñera. Y si no la encuentro, ¿entonces qué?». En este sencillo párrafo está contenido el espíritu de Master of None, una comedia sobre los problemas y el estilo de vida de un treintañero neoyorkino de ascendencia india que ha sido una de las pocas revelaciones de este más bien soso otoño seriéfilo gracias a su sentido del humor encantador e inteligente, que me ha hecho devorar sus diez episodios en menos de tres días.

Creada por Aziz Ansari (al que muchos de vosotros conoceréis por su papel en Parks and Recreation) y Alan Yang, la nueva serie de Netflix recoge el espíritu de Louie aunque sin tanto cinismo y mucha menos escatología, para reformular el concepto de «slice of life» que tan bien funciona entre un público cultivado y urbanita, que comparte los mismos problemas del primer mundo que los protagonistas y un cierto síndrome de Peter Pan para afrontar las responsabilidades de la vida “adulta”.

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Bloodline, notable ‘family noir’

L to R: Ben Mendelsohn (Danny Rayburn) and Kyle Chandler (John Rayburn) in the Netflix Original Series BLOODLINE.  Photo Credit: Saeed Adyani  © 2014 Netflix, Inc. All Rights Reserved.

Hace poco más de un mes vi ‘Bloodline’, una de las nuevas series originales de Netflix, que —no entiendo muy bien por qué—, ha pasado desapercibida en nuestro país, eclipsada por otras producciones de la distribuidora de contenidos como ‘Orange is the New Black’ o la más reciente ‘Sense8’ de los hermanísimos Wachowski. Sin embargo, hay que situar a ‘Bloodline’ donde le corresponde porque, sin duda, es una de las series que más me han calado últimamente, de esas en las que sigues pensando tiempo después de haberlas acabado y que me ha servido para descubrir un nuevo término: «family noir», que designa un retrato pesimista y turbador de los roles familiares, cuya creación se muestra a través de flash backs, y en los que se indaga sobre los sucesos del pasado, motivadores de traumas y heridas psicológicas.

‘Bloodline’ es un thriller dramático en torno a los secretos de una familia, el clan Rayburn, propietaria de un conocido hotel en los Cayos de Florida. El regreso de Danny, la oveja negra y hermano mayor, será el detonante de la aparición de los miedos y conflictos del pasado, que van creando un clima opresivo y angustioso que se convierte en un torbellino de adrenalina a medida que avanza la historia. Como fan de ese fantástico drama llamado ‘Damages’, es imposible obviar que ‘Bloodline’ es hija de sus creadores: Todd A. Kessler, Glenn Kessler y Daniel Zelman. Y, al igual que sucede en la serie protagonizada por Glenn Close, su estructura narrativa y tensión argumental vienen de la mano de reveladores flash forwards que muestran parte del futuro invitando al espectador a adentrarse en las profundidades narrativas para desvelar el misterio.

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