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"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Fútbol: “Mediapro incumple”; “Roures critica”

En la guerra del futbol en televisión, comprobamos cada día, al comparar los titulares, que El País defiende a Sogecable (¡faltaría más! pues, aunque no lo dice, es del mismo Grupo PRISA) y El Mundo, en cambio, defiende a Mediapro frente a Sogecable.

¿Por qué? Quizás por puro maquiavelismo: los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Hay que ver las vueltas que da la vida. Jaime Roures, presidente de Mediapro (socio de la Sexta) y competidor del Grupo PRISA, no tiene aún periódico que le defienda. Tiene entre manos el proyecto de editar este año un nuevo diario (que será conocido como “El Público”) y que, por el target que parece buscar, podría competir con El País más que con El Mundo. Ya veremos.

Es la única explicación que encuentro a los titulares de hoy sobre la confusísima guerra del fútbol. Basta con leer los sujetos y los verbos de cada diario para percatarnos de quién apoya a quién.

El País, a cuatro columnas:

Mediapro incumple…

El Mundo, a cuatro columnas:

Roures critica…

Las portadas de hoy son especiales: hablan de países y de mundos diferentes. Las seis/siete noticias de cada diario son completamente distintas.

Sólo coinciden, a una columna y en letra pequeña, en el conflicto de Rosa Regàs con el nuevo ministro de Cultura aunque, naturalmente, cada diario hace de portavoz de un sujeto distinto al que atribuyen verbos diferentes:

El Mundo:

Regás alega que el ministro de Cultura manipuló…

El País:

El ministro critica a la dimitida Rosa Regás

En cuanto a la salida de Rosa Díez del PSOE, ambos difieren en el tamaño y en la cobertura gráfica:

Y sobre el entierro de Francisco Umbral, se mantiene la desproporción del espacio dedicado en ambos diarios a la cobertura informativa y de opinión.

Ayer, El Mundo dedicó más de 30 páginas a la muerte de su columnista, mientras que El País sólo le dió 2 páginas. Hoy esa relación es de 3 a 0. Algo parecido pasó con la muerte de Jesús de Polanco, dueño de El País, sólo que al revés.

Bueno, en realidad, El País no le dedica cero espacio al entierro de su ex columnista Umbral sino casi cero: apenas un centímetro en un pie de foto a una columna.

Hay un pequeña foto de Gallardón, Rajoy y Aguirre, a una columna (tipo sello) en la portada de El País, para ilustrar una información sobre el liderazgo de Rajoy en el PP, que fue tomada “ayer en el entierro de Francisco Umbral”. Eso es todo. Es la única alusión informativa a Umbral en El País de hoy, junto a una carta de un lector en las páginas de Opinión.

En el International Herald Tribune han dado amplia cobertura informativa (media página tamaño sábana con foto) sobre la muerte de Antonio Puerta, el futbolista del Sevilla, pero no he visto ni una línea sobre la muerte del columnista de El Mundo, Francisco Umbral.

Desde luego, cada diario publica lo que cree que interesa más a sus lectores, a sus fuentes y, en ocasiones, a sus anunciantes.

La prensa es un negocio. ¿O no?

El Umbral que se comió a Paco Pérez

No se cuantos de los comentaristas de este blog han leído con frecuencia o han conocido personalmente a Paco Umbral (nacido como Paco Pérez). Veo, con satisfacción, que su memoria y su obra tienen más defensores de los que yo creía.

Me queda, sin embargo, otra duda. Tampoco se si estos mismos apologistas del columnista favorito de Pedro Jota (y censores míos) opinaban lo mismo de Umbral cuando éste publicaba sus aceradas y brillantes columnas en El País (desde su fundación en 1976 hasta 1988) o si la pasión actual de sus diatribas contra mi comentario de ayer(«Escritor brillante y persona mediocre») está alimentada por la cabecera y la cultura corporativa del diario El Mundo, donde venía publicando desde 1988. El tiempo lo dirá.

Me ha sorprendido una crítica, sin base real, repetida por muchos cruzados umbralinos que debieron escribir al dictado sin haber leído mi artículo: coincidían en que yo era un cobarde por no haber expresado mi opinión sobre la vida y la obra de Paco Umbral en vida de éste, cuando aún podía defenderse de mis palabras.

Les recomiendo que vuelvan a leer mi artículo de ayer (“Escritor brillante, persona mediocre”) y comprobarán que lo que hice fue copiar y pegar el artículo que publiqué en este mismo blog (busquen en el archivo) el 17 de noviembre de 2005 comentando una de las peores columnas de su vida. Ha tenido dos años para contestar y defenderse.

Lo único nuevo de ayer fue el titular, pues el de hace dos años era “Este no es mi Umbral, me lo han cambiado”.

Entre mis defectos no está –que yo sepa- el de tirar la piedra y esconder la mano. Suelo dar la cara. Por eso, de vez en cuando me la parten.

Por tanto, mis queridos troles de alquiler, a otro perro con ese hueso.

Lo que me ha quedado claro, por la desigual cobertura periodística recibida, es que este polémico columnista y escritor no dejaba a ningún lector indiferente. Como El Cid, ha ganado otra de sus batallas favoritas después de muerto: la división de opiniones sobre su vida y su obra.

Como vemos por las portadas de hoy, El Mundo le entrega a Umbral tres columnas completas de su portada, con una gran foto de lujo. El País es mucho más rácano con su antiguo colaborador (durante 12 años) y le dedica tan solo un pequeño titular a una columna con una foto tipo sello de correos. Como dicen en mi tierra, “ni calvo ni con tres pelucas”.

En páginas interiores, la diferencia de trato en espacio y en contenido hagiográfico es descomunal. El Mundo le dedica a su columnista treinta y tres (33) páginas (prácticamente la mitad del diario de hoy), mientras El País despacha la muerte de su antiguo colaborador con dos (2) páginas y una columna.

Si tuviera tiempo, me gustaría anotar los adjetivos contenidos en los artículos dedicados hoy a la memoria de Francisco Umbral para analizarlos y hacer, después, un elogio de la extravagancia y de la desmesura.

Hoy ha quedado claro que, cuando un personaje con proyección pública muere, sólo podemos o debemos dedicarle elogios, por falsos que estos sean. Ninguna crítica sobre su vida o su obra es permitida por la hipócrita España. Por algo dice el viejo proverbio: “Líbrenos Dios del día de las alabanzas”. Ya sabemos cual es.

Agradezco mucho el ánimo que me trasmiten los pocos comentarios que he recibido aplaudiendo o, al menos, justificando, mi elogio a la obra (brillante) y mi crítica a la vida (mediocre) de Paco Umbral.

Pero me alegra, sobre todo, el post de nuestro director editorial, Arsenio Escolar, preguntando si sólo podemos o debemos publicar elogios de los personajes muertos.

Algún día –éste es otro de mis sueños- la prensa española será tan madura y profesional (separando los hechos sagrados de las opiniones libres) como acostumbra a ser la anglosajona. Tan solo nos faltan unos doscientos años de educación en libertad, tolerancia y tradición democrática.

No he tenido tiempo para leer los numerosos artículos y crónicas sobre la vida y la obra de Paco Umbral. Sí he visto, en cambio, las fotos más destacadas de su vida pública.

El repaso gráfico de su biografía me ha confirmado, una vez más mi vieja teoría de que el personaje Umbral (tan costosamente fabricado por su usuario como un déspota, maleducado, fresco, pendenciero, irascible, egoista, playboy, descarado y, en ocasiones, malísima persona) se acabó comiendo al otro buen personaje que nació a la vida -no a la fama- como Francisco Pérez, el verdadero nombre del escritor.

Y es una pena, sobre todo por lo que él mismo se ha perdido de bueno en esta vida, y por lo que han sufrido todos los que quisieron más al auténtico Franciso Pérez (tímido, tierno, miedoso, entrañable, generoso, acomplejado y, en ocasiones, buenísima persona) que al artificioso y petulante personaje Umbral.

¿Son acaso Umbral y Pérez las dos caras de una misma moneda?

¿Quién se acabó comiendo a quién?

Umbral: escritor brillante, persona mediocre

Aún no tengo diarios impresos, pero me entero de todo por la radio del coche y, naturalmente, por 20minutos.es. A las seis y media de esta mañana, mientras llevaba a mi hijo pequeño al autobús del pueblo, me enteré por la radio de las muertes de Emma Penella y de Paco Umbral, dos personajes singulares de nuestra vida artística y literaria.

Por las biografías de la SER, mi hijo David identificó y celebró a la excelente actriz de «Aquí no hay quien viva«. Como admirador rendido de la Penella, yo le recordé sus interpretaciones geniales en Fortunata y Jacinta, en El Verdugo y en otras películas de primera. Fue grandiosa.

Le advertí que la radio no diría nada sobre quien fue su padre. Ni ella ni sus otras hermanas han llevado públicamente el apellido de su progenitor. Y es comprensible.

En el último libro de Ian Gibson, aparecen muchos detalles que relacionan presuntamente al padre de Emma Penella, un falangista chulesco, con el secuestro/detención y vil asesinato de Federico García Lorca por unos fascistas de Granada, animados por las arengas del general rebelde Queipo de Llano. Nunca se probaron estos hechos en juicio porque, obviamente, no hubo juicio. La Dictadura no tenía por costumbre juzgar los crímenes de sus servidores más sanguinarios. El País semanal lo recordaba el pasado domingo.

David me preguntó:

-«¿Y quién es este Umbral, que tiene tantos premios?»

Estábamos a punto de llegar a la parada del autobús y sólo tuve tiempo de decirle:

-«Fue un brillante escritor, pero muy mediocre como persona. Como Quevedo, por ejemplo».

Y se marchó a toda prisa.

Más tarde, en la sesión de rehabilitación de un tendón de mi hombro izquierdo (un recuerdo de mis esfuerzos temerarios durante la reciente mudanza de 20 minutos desde el Palacio de la Prensa a Condesa de Venadito, 1) hemos hablado mucho de la Penella y muy poco de Paco Umbral.

Es curioso comprobar lo que más se recuerda de la vida de una persona cuando muere y, especialmente, la tendencia a perdonar y olvidar todo lo malo y a ensalzar y exagerar todo lo bueno que hicieron.

En la improvisada tertulia de los lisiados por el deporte o por la edad, triunfó claramente la actriz sobre el escritor. Todos conocíamos y admirábamos a Emma Penella. Muy pocos habían leído a Umbral. Pensé:

– ¡Qué cabreo se llevaría Paco si nos oyera!

.

Uno celebró su brillantez como columnista y otro destacó su pésima educación y su prepotencia. Hasta que una señora (que recupera los ligamentos de un tobillo) preguntó:

-«¿No fue este Umbral quien discutió con Mecedes Milá en la tele porque sólo quería hablar de su libro?»

El «sí» fue unánime y prolongado.

A partir de ese dato, todo fueron criticas para el pobre Umbral, ya cadáver.

Más de 80 libros, docenas de premios, miles de artículos y una docena de personas le recuerdan hoy únicamente porque fue un maleducado con la Milá ante las cámaras de televisión…

Efectivamente, muertos, no somos nadie.

El 17 de noviembre de 2005, me escandalizó y decepcionó tanto un artículo de Paco Umbral en El Mundo que lo copié y pegué en este blog y le dediqué un triste comentario con el título

«Este no es mi Umbral. Me lo han cambiado

Lo copio y lo pego a continuación:

«Si Montaigne levantara la cabeza y viera -¡ay!- el uso que hacemos de su nombre…

¿Qué dirá Fernando Savater si alcanza a leer este presunto artículo/nota de prensa de Francisco Umbral sobre Pedro Jota?

¿Dónde están los intelectuales que andaban por el monte solos…?

Hoy me acuso de haber leído a Umbral desde hace muchos años. Ingenio y destreza no le faltan. Por eso, no entiendo que se haya dejado despeñar por esta pendiente facilona del halago más vulgar e indefendible, como es el que se le hace al jefe en las páginas de su propio periódico. A menos que necesite el dinero de su columna para comer (si es así, me callo), no entiendo por qué se erige este presunto intelectual en capitán de aduladores.

Paco no tenía necesidad de cruzar ese umbral que nos separa de la credibilidad, cuando no de la dignidad o entereza intelectual. ¡Vaya ejemplo para los jóvenes periodistas!

De joven, yo admiraba -y creo que imitaba- a Umbral. Pero un día, que me tocó el horario de cierre, como redactor jefe de El País, puse una cruz junto a su nombre y le tuve en observación. Y ésta fue la razón: había enviado urgentemente a un conductor a recoger el artículo de Umbral porque se hacía tarde y no llegaba. El conductor me lo entregó a tiempo pero me rogó que, por favor, no le enviara nunca más a casa de ese señor Umbral. Fue tal la bronca que el escritor echó al conductor, por su retraso no culpable, que, al contármela, se echó a llorar. Y era un hombretón hecho y derecho. ¡Valiente Umbral! Seguí leyéndole -como a Quevedo y a otros malvados cargados de ingenio- pero con un plus de cautela.

Años antes, ambos coincidimos, a las órdenes de Manu Leguineche y Fermín Cebolla en la Agencia Colpisa. El no me recordará , y con razón, porque yo era un chaval, un don nadie, y él ya usaba bufanda de escritor melancólico en el Café Gijón. Ambos hacíamos una crónica diaria para periódicos de provincias. La mía era económica, y no sólo por su contenido. La suya era brillante y trasgresora (¡qué tiempos de valentía!), sobre todo tipo de gente.

Como principiante, presumía yo entonces de escribir para la misma agencia que Umbral. Hoy, por pudor o por vergüenza ajena, me alegro de no compartir con él las páginas de El Mundo, otrora gloriosas, que ayer dedicó su primera página a su director, Pedro Jota Ramírez, para autocelebrar el premio Montaigne que le han conseguido por su «humnanismo comprometido» (sic) y hoy le entrega, rendida a sus pies, la última página como postre dulzón y vergonzante.

Sólo me viene a la mente la expresión que repetía un personaje de Antonio Muñoz Molina en su genial «Ardor guerrero«:

«Te cagas…»

Recomiendo la lectura atenta del último artículo de Francisco Umbral sobre las excelencias de quien le paga el sueldo.

¡Atención!: no es recomendable para diabéticos.

¿Qué fue de aquel Umbral que tanto admiré?

Desde luego, la vejez no tiene nada bueno, salvo que suele ser mejor que su alternativa.

Mirad lo que le pasó al pobre duque de Rivas. ¿Acaso no fue también progresista de joven?

Umbral, Umbral, no olvides que el halago debilita… sobretodo a quien lo recibe.

¿Acaso lo has hecho con la aviesa intención de debilitar a tu director? ¿Podría ocultar, quizás, muy en el fondo, alguna fina ironía?

Si es así, retiro lo dicho hasta a aquí y te felicito. Y, de paso, le recomiendo a Pedro Jota una dosis alta de vitaminas o de Quina Santa Catalina, que es medicina y es golosina.

(servido por martinezsoler 27 comentarios)

Mañana veremos la cobertura informativa y de opinión que hace cada diario de Paco Umbral, brillante escritor y mediocre persona.

Descanse en paz.