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Umbral: escritor brillante, persona mediocre

Aún no tengo diarios impresos, pero me entero de todo por la radio del coche y, naturalmente, por 20minutos.es. A las seis y media de esta mañana, mientras llevaba a mi hijo pequeño al autobús del pueblo, me enteré por la radio de las muertes de Emma Penella y de Paco Umbral, dos personajes singulares de nuestra vida artística y literaria.

Por las biografías de la SER, mi hijo David identificó y celebró a la excelente actriz de «Aquí no hay quien viva«. Como admirador rendido de la Penella, yo le recordé sus interpretaciones geniales en Fortunata y Jacinta, en El Verdugo y en otras películas de primera. Fue grandiosa.

Le advertí que la radio no diría nada sobre quien fue su padre. Ni ella ni sus otras hermanas han llevado públicamente el apellido de su progenitor. Y es comprensible.

En el último libro de Ian Gibson, aparecen muchos detalles que relacionan presuntamente al padre de Emma Penella, un falangista chulesco, con el secuestro/detención y vil asesinato de Federico García Lorca por unos fascistas de Granada, animados por las arengas del general rebelde Queipo de Llano. Nunca se probaron estos hechos en juicio porque, obviamente, no hubo juicio. La Dictadura no tenía por costumbre juzgar los crímenes de sus servidores más sanguinarios. El País semanal lo recordaba el pasado domingo.

David me preguntó:

-«¿Y quién es este Umbral, que tiene tantos premios?»

Estábamos a punto de llegar a la parada del autobús y sólo tuve tiempo de decirle:

-«Fue un brillante escritor, pero muy mediocre como persona. Como Quevedo, por ejemplo».

Y se marchó a toda prisa.

Más tarde, en la sesión de rehabilitación de un tendón de mi hombro izquierdo (un recuerdo de mis esfuerzos temerarios durante la reciente mudanza de 20 minutos desde el Palacio de la Prensa a Condesa de Venadito, 1) hemos hablado mucho de la Penella y muy poco de Paco Umbral.

Es curioso comprobar lo que más se recuerda de la vida de una persona cuando muere y, especialmente, la tendencia a perdonar y olvidar todo lo malo y a ensalzar y exagerar todo lo bueno que hicieron.

En la improvisada tertulia de los lisiados por el deporte o por la edad, triunfó claramente la actriz sobre el escritor. Todos conocíamos y admirábamos a Emma Penella. Muy pocos habían leído a Umbral. Pensé:

– ¡Qué cabreo se llevaría Paco si nos oyera!

.

Uno celebró su brillantez como columnista y otro destacó su pésima educación y su prepotencia. Hasta que una señora (que recupera los ligamentos de un tobillo) preguntó:

-«¿No fue este Umbral quien discutió con Mecedes Milá en la tele porque sólo quería hablar de su libro?»

El «sí» fue unánime y prolongado.

A partir de ese dato, todo fueron criticas para el pobre Umbral, ya cadáver.

Más de 80 libros, docenas de premios, miles de artículos y una docena de personas le recuerdan hoy únicamente porque fue un maleducado con la Milá ante las cámaras de televisión…

Efectivamente, muertos, no somos nadie.

El 17 de noviembre de 2005, me escandalizó y decepcionó tanto un artículo de Paco Umbral en El Mundo que lo copié y pegué en este blog y le dediqué un triste comentario con el título

«Este no es mi Umbral. Me lo han cambiado

Lo copio y lo pego a continuación:

«Si Montaigne levantara la cabeza y viera -¡ay!- el uso que hacemos de su nombre…

¿Qué dirá Fernando Savater si alcanza a leer este presunto artículo/nota de prensa de Francisco Umbral sobre Pedro Jota?

¿Dónde están los intelectuales que andaban por el monte solos…?

Hoy me acuso de haber leído a Umbral desde hace muchos años. Ingenio y destreza no le faltan. Por eso, no entiendo que se haya dejado despeñar por esta pendiente facilona del halago más vulgar e indefendible, como es el que se le hace al jefe en las páginas de su propio periódico. A menos que necesite el dinero de su columna para comer (si es así, me callo), no entiendo por qué se erige este presunto intelectual en capitán de aduladores.

Paco no tenía necesidad de cruzar ese umbral que nos separa de la credibilidad, cuando no de la dignidad o entereza intelectual. ¡Vaya ejemplo para los jóvenes periodistas!

De joven, yo admiraba -y creo que imitaba- a Umbral. Pero un día, que me tocó el horario de cierre, como redactor jefe de El País, puse una cruz junto a su nombre y le tuve en observación. Y ésta fue la razón: había enviado urgentemente a un conductor a recoger el artículo de Umbral porque se hacía tarde y no llegaba. El conductor me lo entregó a tiempo pero me rogó que, por favor, no le enviara nunca más a casa de ese señor Umbral. Fue tal la bronca que el escritor echó al conductor, por su retraso no culpable, que, al contármela, se echó a llorar. Y era un hombretón hecho y derecho. ¡Valiente Umbral! Seguí leyéndole -como a Quevedo y a otros malvados cargados de ingenio- pero con un plus de cautela.

Años antes, ambos coincidimos, a las órdenes de Manu Leguineche y Fermín Cebolla en la Agencia Colpisa. El no me recordará , y con razón, porque yo era un chaval, un don nadie, y él ya usaba bufanda de escritor melancólico en el Café Gijón. Ambos hacíamos una crónica diaria para periódicos de provincias. La mía era económica, y no sólo por su contenido. La suya era brillante y trasgresora (¡qué tiempos de valentía!), sobre todo tipo de gente.

Como principiante, presumía yo entonces de escribir para la misma agencia que Umbral. Hoy, por pudor o por vergüenza ajena, me alegro de no compartir con él las páginas de El Mundo, otrora gloriosas, que ayer dedicó su primera página a su director, Pedro Jota Ramírez, para autocelebrar el premio Montaigne que le han conseguido por su «humnanismo comprometido» (sic) y hoy le entrega, rendida a sus pies, la última página como postre dulzón y vergonzante.

Sólo me viene a la mente la expresión que repetía un personaje de Antonio Muñoz Molina en su genial «Ardor guerrero«:

«Te cagas…»

Recomiendo la lectura atenta del último artículo de Francisco Umbral sobre las excelencias de quien le paga el sueldo.

¡Atención!: no es recomendable para diabéticos.

¿Qué fue de aquel Umbral que tanto admiré?

Desde luego, la vejez no tiene nada bueno, salvo que suele ser mejor que su alternativa.

Mirad lo que le pasó al pobre duque de Rivas. ¿Acaso no fue también progresista de joven?

Umbral, Umbral, no olvides que el halago debilita… sobretodo a quien lo recibe.

¿Acaso lo has hecho con la aviesa intención de debilitar a tu director? ¿Podría ocultar, quizás, muy en el fondo, alguna fina ironía?

Si es así, retiro lo dicho hasta a aquí y te felicito. Y, de paso, le recomiendo a Pedro Jota una dosis alta de vitaminas o de Quina Santa Catalina, que es medicina y es golosina.

(servido por martinezsoler 27 comentarios)

Mañana veremos la cobertura informativa y de opinión que hace cada diario de Paco Umbral, brillante escritor y mediocre persona.

Descanse en paz.