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Entradas etiquetadas como ‘trabajo’

No me digáis que me vaya al extranjero

Jóvenes universitarios. (ARCHIVO)

Jóvenes universitarios. (ARCHIVO)

Por Carlota Poveda,

No es ninguna novedad que muchos jóvenes tengan que marcharse al extranjero en busca de oportunidades que aquí son inexistentes.

También somos conocedores de la situación actual, tanto laboral como económica, en nuestro país. De las cifras de desempleo, de los sueldos base y de los recortes en educación.

Aún así, no puedo quejarme. Actualmente tengo trabajo como becaria en una importante empresa. Allí estoy aprendiendo y ganando una experiencia única para mejorar mi formación. Además, ¡cobro! Algo insólito en el mundo de los becarios.

Por otro lado, trabajo de camarera los fines de semana para, con ambos sueldos, poder pagarme los estudios. Aún así, cruzo los dedos deseando que al terminar mis prácticas, pueda quedarme en la empresa en la que estoy. Me da miedo encontrarme con una mano delate y otra detrás. Con un grado, un máster y un par de títulos de inglés pero con una mano delante y otra detrás.

Muchos me dicen que no me preocupe. Que si me quedo sin trabajo puedo aprovechar para irme al extranjero a aprender algún idioma o en busca de oportunidades.

Me insisten en que no deje escapar la oportunidad y me aseguran que si no lo hago, me arrepentiré. Y yo les pregunto, ¿me pagáis la aventura?, ¿Realmente creéis que, en el contexto actual, el mejor consejo que le podéis dar a un joven es que se vaya a otro país?

Profesores, amigos, conocidos, familiares… No me lo digáis más. Por supuesto que quiero, pero dejemos de creer que es algo asumible para todos.

 

 

La abrumadora simplicidad de la realidad

Querido desconocido:

En pleno auge del pesar y la rabia brutalmente contenida en mi persona escribo estas líneas sin más motivo que la empatía de quien las lea. En ellas no voy a andarme por las ramas y voy a mostrarle sin más la abrumadora simplicidad de la realidad que me ha tocado vivir que, precisamente por simple, se ha vuelto insoportable.

Soy un chico muy normal de casi veintisiete años, nacido y criado en la provincia de Málaga en el seno de una familia media española. Tengo trabajo a diferencia de 5 millones de compatriotas. Soy animador turístico en la sobreexplotadísima Costa del Sol, mi sueldo no me permite pagar un alquiler con lo que me veo obligado a vivir en una añeja habitación de personal de un hotel, cosa que, aunque me mantiene veinticuatro horas en el lugar de trabajo y sin apenas posibilidad de desconectar, me permite ahorrar un par de cientos de euros al mes.

A todo esto hay que sumarle que, dada la naturaleza de mi trabajo, los niveles de estrés y agotamiento que alcanzo son desorbitados y además, a causa del afán ahorrador facilitado por la libertad a la hora de determinar el volumen de trabajo de cada empleado que el gobierno del Rajoy ha dado a las empresas, me he quedado solo en el departamento.

Una pareja. (ARCHIVO)

Una pareja. (ARCHIVO)

Tengo pareja, de hecho hace dos meses que pusimos papeles de por medio y formalizamos nuestra relación. Desde entonces solo hemos pasado juntos dos semanas, ya que a causa del panorama laboral español nos hemos visto obligados a poner mil kilómetros de por medio. Esa persona es la causa de cada uno de mis despertares, es lo que me mantiene en pie y me anima a seguir intentándolo un día más. Después de una vida de autoestima por los suelos, malos momentos y pesimismo, llegó y me hizo sentir que tengo mucho que ofrecer, que se me puede querer de verdad, que merezco que alguien me regale su vida entera.

Pero cuando pasa la euforia de sentir que también puedo ser feliz me topo con la barrera de la distancia. Saber que la realidad que la ineptitud de todos los que nos han gobernado hasta ahora nos ha pintado me hace imposible sentir que alguien me respira en la nuca por la mañana es lo más frustrante que pueda imaginarse. El no saber qué hace, con quién está, si se encuentra bien o si me necesita, esa impotencia de no poder cumplir lo que le prometí, de no poder estar ni en la salud ni en la enfermedad, esa sensación de haber fallado es amarga y casi me vence a veces.

Encontrar trabajo en España no es fácil y si estás justo al otro lado del país pues imagínese. Las necias palabras que intentan convencernos de que todo va bien, han convertido las de la persona más especial de mi vida en impersonales impulsos de ondas que se envían de móvil a móvil. ¿Impotencia, rabia? No, esto vas más allá, es odio por esa gente que se erige como salvador de este país pero acaba salvando solo a quienes le conviene, es repulsión por los que deciden qué es lo «mejor» o qué necesitamos para vivir, es el más absoluto asco por todos los que se dedican a decir que eso está mal y que ellos lo harían mejor mientras siguen sin aportar soluciones a una crisis que va sumir a la gran mayoría del pueblo español en la más absoluta miseria y preocupándose de las reservas del BCE sin pensar siquiera en las de la despensa de una familia media.

Es muy triste que se hable de «estado de bienestar» si ni con un trabajo fijo, una pareja estable y la única aspiración de una vida tranquila se puede ser feliz. Simplemente, seguiré secándome las lágrimas cada día para que mis clientes no vean que estoy jodido, animándome al mirar la playa por la ventana mientras me acabo de despertar con mi café matutino y dando las buenas noches a la foto de aquel beso que nos dimos en un chiringuito de la playa de Los Álamos pocos días después de conocernos. No voy a dejar de dar pasitos con la esperanza de que algún dia el billete sea de un solo trayecto, aunque tarde toda una vida en llegar. La esperanza con su verde luz iluminará cada intento y prometo lograrlo le pese a quien le pese y, cuando lo haga voy a dedicar mis esfuerzos a reírme de quienes cavaron zanjas en mi camino, cuando los vea en las riñas de patio de colegio en las que se ensalzan como quinceañeras por ver quien se lleva el pedazo más grande sin saber que su castigo es no tener nunca suficiente.

Sin más y esperando haber causado alguna sensación que le haya puesto en mi lugar por un momento, se despide siempre agradecido,

 Por J. Del Valle

Hacienda: ¿para qué he trabajado?

Por Elena Krotenko

En los últimos tiempos se habla mucho del crecimiento del trabajo a tiempo parcial como de un logro social y panacea contra el paro.

Billetes y monedas de euro. (GTRES)

Billetes y monedas de euro. (GTRES)

Con esto, nunca se menciona que un parado que cobra algo y comete la estupidez de buscar algún trabajo, al ser contratado a tiempo parcial se pasa de forma automática a régimen fiscal de dos o más pagadores.

El paro no tiene retención y no pasa al límite de obligación de hacer declaración (22.000 euros/año), pero al tener dos pagadores el límite de obligación se baja hasta un indecente número de 11.200 euros/año (que es mucho menos de lo que cobra, por ejemplo, Magdelena Álvarez en tan solo un mes). Y siempre se ha de hacer la declaración y siempre toca a pagar, y no calderilla, a mí me tocó 632 euros.

Yo el año pasado estaba cobrando paro, «topado», ya que de mi sueldo de 2.092 euros en el último año y después de 11 años en esta empresa se me quedaron unos miserables 1.180 euros mes. Encontré trabajo a tiempo parcial en una empresa familiar de nueva construcción, tan solo trabajaba 1 día a la semana. A mí me pagaban 295 euros al mes, «sueldazo» digno de un país tercermundista. Por ello, me quitaban los 300 euros del paro. Tampoco coticé más ni cobre más que estando solo en el paro.

Ahora mi asesor fiscal me ha dado una excelente noticia, que tengo que pagar estos 632 euros. Qué alegría. ¿Me pueden decir para qué trabajaba?

No me valen los cínicos y fríos comentarios de que «las leyes son así».

El día después, el mono de trabajo

Por Faustino Sánchez-Tornero

Después de asistir a la ceremonia de coronación del nuevo rey le toca a este dejar a un lado el fajín que le impuso su padre y ponerse el mono de trabajo. Para todas esas personas que nos encontramos en el alambre sin saber si caeremos para el lado monárquico o el republicano, nos queda la esperanza que el nuevo rey reúna a las fuerzas políticas y las inste a que trabajen a destajo en atajar el verdadero problema de este país, que no es otro que el desempleo.

El rey Felipe VI a su llegada al Palacio Real. (JORGE PARÍS)

El rey Felipe VI a su llegada al Palacio Real. (JORGE PARÍS)

La realidad de la calle es muy distinta a la que él se pudo encontrar en su paseo solemne por las calles de la capital. Tiene la oportunidad de ganarse la confianza de los ciudadanos, como su padre con su actuación en el golpe de estado, pero para ello debe de dejar a un lado la función representativa y asumir la responsabilidad de rescatar a este país del estado de zozobra en que se encuentra.

Sin derecho a la custodia compartida por tener un buen trabajo

Por Carlos G.

Imagen de archivo sobre custodia compartida. (GTRES ONLINE)

Imagen de archivo sobre custodia compartida. (GTRES ONLINE)

Es increíble que con el nivel de paro que existe en España, la Justicia y el Ministerio Fiscal castiguen a un padre que se ha esforzado por conseguir un buen trabajo, con un horario de ocho horas normal y un buen sueldo, negándole la custodia compartida y otorgándosela a una madre que ha rechazado varios trabajos con el único motivo de que ella tiene tiempo y el padre no.

¿Es que esa madre, cuando se divorcie, no tendrá que trabajar? ¿Para qué servimos los padres? ¿Meros fecundadores y proveedores de dinero? ¿No tenemos derecho a disfrutar de nuestros hijos a pesar de tener un trabajo normal? ¿Es esa la manera en la que la Justicia da prioridad a los intereses de un menor, permitiendo que se lleven a los niños a 400 kilómetros de un padre que los ama con todo su corazón?

En este país un padre que trabaja 40 horas, aun cuando tenga un sueldo y una familia que le eche una mano con los niños, será peor padre que alguien sin ganas de trabajar ni ambición por nada pero, eso sí, con mucho tiempo para poder llevar a los niños a comer a comedores sociales.

Engañada por un curso del Inem

Por Ana Isabel Cotera

Imagen de archivo de una oficina del INEM. (ARCHIVO)

Imagen de archivo de una oficina del Inem. (ARCHIVO)

He leído quejas sobre el Inem y he descubierto el motivo por el cual algunas academias que imparten cursos son tan ruines. Lo digo de primera mano porque estoy apuntada a uno de esos ‘cursos trampa’.

Lo primero, el nombre del curso, Diseño y publicación web, es erróneo porque sólo nos dan programación. Pasamos cinco horas diarias aprendiendo como podemos, porque los profesores explican las cosas en medio minuto y no te lo vuelven a explicar. Andamos siempre entre alumnos consultándonos dudas, por lo que cada persona lleva un ritmo.

Ni nos dan teoría ni tenemos libro. Todo lo enseñan con capturas de pantalla donde ponen un ejemplo unos segundos y adiós.

Por otro lado, yo entré al curso voluntariamente y no cobro prestación. Pensaba que si no me gustaba o iba mal podría dejarlo sin problemas pero, ¡nada más lejos de la realidad!

Si no presentas un contrato de trabajo (mercantil no vale, aviso) apuntan como que has renunciado y según me explicó la directora, no te vuelven a avisar de ningún curso desde el Inem. ¡Como si avisaran de muchos! Es rarísimo que avisen de uno si no cobras prestación y en mi caso, está claro que solo me han avisado para cubrir las plazas reglamentarias y cobrar la subvención.

Los ‘fusilamientos’ (de personal) en El Prado

Por Juan Martínez Alonso

Llegó febrero y con su venida mi adiós al Museo del Prado; he sido vigilante de salas durante seis años y medio (como empleado público); la experiencia, maravillosa a pesar de que algunos se hayan esforzado en fastidiarla a última hora.

Hace unos meses tuvo lugar el último proceso selectivo y resulta que de casi 300 integrantes de la Bolsa de Trabajo anterior sólo pasaron el corte 15 personas. Se inventaron un test para evaluar las “competencias profesionales” que no superó casi nadie. Por lo visto durante seis, ocho o diez años las obras maestras del museo estuvieron en manos de desalmados e incapaces (tres entrevistas personales pasé y más de 25 períodos de prueba, sin tacha).

La Galería Central del Museo del Prado (Leonardo Wen / EFE)

La galería central del Museo del Prado (Leonardo Wen / EFE)

La antigüedad (los trienios), la experiencia (muchos de nosotros por encima de los 45 años) y nuestro incipiente inconformismo (quejas ante las degradadas condiciones laborales de los últimos tiempos), nos condenó. Señor Zugaza Miranda, director de la Institución, es usted el responsable último, por acción u omisión de nuestro ajusticiamiento. ¿Por qué se ha atrincherado en su despacho y no ha dado la cara? ¿Por qué ha mandado al peonaje a hacer el trabajo “sucio”? ¿Era necesario ensañarse?

Se han negado a dar información sobre el proceso selectivo desde el primer minuto: ¿Por qué tanto oscurantismo? ¿Qué esconden? Quizás todo tenga una sencilla explicación: la patente de corso de la que algunos gozan por ser prebostes del Museo del Prado ¿o me equivoco? Y todo esto en la gran pinacoteca nacional, en la joya de la corona, en el “último bastión” de la cosa pública, otro chasco para la animosa muchachada de las mareas ciudadanas, el Prado es una empresa más, otra que trata a patadas a su personal. Perros tiempos estos en los que la dignidad de los trabajadores vale muy poco.

¿Dónde vivimos?

Por María Díez

Fotograma de la película 'Peter Pan'.

Fotograma de la película ‘Peter Pan’.

España ha pasado de ser un país donde los sueños se cumplen a un país en el que es imposible soñar.

Nos hemos convertido en el país de Nunca Jamás, donde los niños tienen miedo a crecer porque ya no pueden ser lo que quieran sino lo que puedan, porque cada día cuesta más seguir adelante, porque la corrupción es el pan de cada día, porque la justicia se ha convertido es una palabra sin valor, porque la sanidad es solo para unos pocos, porque estamos dejando de soñar, porque no encontramos una salida, porque los estudios no salvan a nadie, porque las leyes son redes de pesca y encontrar trabajo se ha convierto en misión imposible, incluso para James Bond.

Aquí es donde vivo y, sin embargo, todavía no he perdido la esperanza de que todo cambie y podamos cumplir nuestros sueños. Haciendo de nuestras vidas una película con final feliz. La clave es no rendirse nunca.

Esto es esclavitud

Por Núria Sardà

Una niña escribiendo en la pizarra del colegio. (GTRES ONLINE)

Una niña escribiendo en la pizarra del colegio. (GTRES ONLINE)

Me gusta leer los diferentes artículos de los periódicos. A veces estoy más o menos de acuerdo. Pero sobre el asunto laboral me siento cada día más indignada.

Soy profesora de Formación Profesional y he visto con inmensa alegría como mis alumnos, años atrás, encontraban empleo incluso antes de acabar los estudios. Empleo relacionado con los estudios que cursaban, donde les pagaban un salario justo y con un horario que les permitía acabar de estudiar a aquellos que todavía no disponían del título.

Hoy estoy triste. Me dicen que dejan de estudiar porque necesitan encontrar empleo. Sus padres y hermanos están parados. No pueden permitirse el lujo de formarse aunque sea en un instituto público. Han de aportar algo a su casa.

A principios de diciembre, me dijo una alumna que había encontrado empleo. ¡Estaba exultante! Llegaría un poco tarde a las clases, pero no abandonaría los estudios. El trabajo no tenía nada que ver con su formación, ¡pero era un trabajo!

Ayer, después de un mes sin pasar por el instituto, me vino a explicar: el contrato que le hicieron era de ocho horas, pero le obligan a hacer doce. Trabaja de lunes a domingo. Le dan dos días festivos cuando a la empresa le va bien. En fin, estaba hundida. No podía dejar el trabajo. En su casa no trabaja nadie y son cinco personas. No puede denunciar, no puede estudiar… Esto es esclavitud, señores. Esto es indignante.

No a la utilización de las cajas autoservicio

Por Felipe Berzal Montero

Quisiera hacer una llamada de atención a todos los consumidores sobre la implantación de cajas autoservicio en los centros comerciales. Cada día que voy a comprar y veo pasar por dichas cajas me pregunto si la gente es consciente del daño que nos estamos haciendo los consumidores al pasar por ellas, primero porque tenemos que realizar nosotros mismos el trabajo de pasar los productos pagándolos al mismo precio, y segundo por la cantidad de puestos de trabajo que estamos destruyendo, porque si seguimos aceptando esto, esos puestos perdidos no se recuperarán nunca, ya que seguro que el año que viene todas las cajas serán autoservicio.

Una cajera observa un billete de 10 euros en un supermercado en Riga (Letonia).  (EFE / Archivo)

Una cajera observa un billete de 10 euros en un súper en Riga (Letonia). (EFE / Archivo)

Este mismo caso lo podemos ver en las gasolineras; hemos aceptado (tragado) tener que servirnos nosotros mismo la gasolina por el mismo precio. He vivido en un país extranjero y allí había gasolineras en las que si te servías tú mismo el precio era más económico, podías elegir, sin embargo aquí en España te cobran lo mismo. Poco a poco nos la han colado y hemos tragado. Otro ejemplo es el consejo de las compañías eléctricas, telefónicas, bancos, etc., de que solicitemos la factura electrónica con la excusa ecológica de no talar árboles. Pues yo digo lo mismo: si quieren que yo reciba la factura electrónica que me hagan una rebaja en el recibo, ya que ellos se están ahorrando mucho dinero al no emitir y  enviar dichas facturas. Por favor, consumidores, despertemos de una vez y digamos ‘no’ a estos abusos por parte de las empresas, porque siempre perdemos los mismos.