Solo un capítulo más Solo un capítulo más

Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

Archivo de la categoría ‘Telecinco’

Romeo y Julieta: la adaptación de Telecinco que profana la obra de Shakespeare

Que un grupo de comunicación más conocido por su caspa que por la calidad de sus parrillas televisivas se atreva a hacer adaptaciones de clásicos de la literatura resulta chocante. Si esta gran empresa, que es propiedad de un personaje que ha sido condenado a lo largo de su vida por corrupción, cohecho, fraude fiscalprostitución de menores o abuso de poder, y que además derogó toda la legislación antimafia cuando llegó a ser primer ministro italiano, intenta hacer de éstas unas superproducciones con la idea de que se emitan en varios países, es alarmante. Pero si ya elige para su estrategia de ganar dinero por medio de la pantalla a libros cruciales en la historia y a los que ya ni se puede definir como inmortales por buenos y trascendentales, directamente acojona.Romeo3

Mediaset lo ha hecho. Con Shakespeare y Tolstói. Y no, no es broma. Han adaptado Romeo y Julieta y Anna Karenina. Insisto: estoy hablando completamente en serio. Si pusisteis Telecinco el martes y el miércoles de la semana pasada, además de ayer, lo habréis presenciado (a vuestro pesar). Y como es obvio, lo han hecho mal. Fatal. De vergüenza. Pero vayamos por partes. Empecemos con la de las familias enfrentadas castigadas con un amor irremediable, y mañana damos cuenta de la historia sobre amores adúlteros.

Romeo2Lo último que vi sobre Romeo y Julieta fue hace años, en aquella película de Baz Luhrmann con Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Una adaptación ambiciosa y atrevida, con la trama trasladada a una supuesta Verona del siglo XX. Y salió bien. En Mediaset debieron creer que siendo conservadores y ambientándola en un contexto similar al de la tragedia del dramaturgo de Stradford les podría salir mejor el experimento. Pero no: la han cagado. Han profanado la obra de Shakespeare. Con el sufrimiento que conlleva para los que la hemos visto.

Por cierto, nunca entenderé a las chicas que dicen que buscan un «Romeo» en sus vidas. ¿Qué quieren, un tipo que mate a su primo y que encima acabe suicidándose?

Romeo1

Siguiendo con el relato previo a mi digresión, uno de los grandes problemas de esta miniserie es que todo resulta forzadísimo. El ritmo no existe. Y esta carencia, especialmente en una obra que conoce todo el mundo, es determinante. Si en una historia donde lo que va a ocurrir se conoce de antemano no se innova, aunque sea ligeramente para hacer la adaptación más atractiva, alumbras algo plano. Ésto no se consigue añadiendo personajes que no existían en el libro o escogiendo un frío invierno para la ambientación. Pero si además los actores realizan una actuación mediocre, se va todo al garete. Y el mayor problema es éste.

El mayor fallo reside en dedicar dos horas y media de las tres totales de duración a toda la primera parte de la obra, lo que conlleva que se ventilen todo lo importante, lo más interesante, en la última media hora. Es decir, lo que más atrapa, lo intrigante, los porqués del destino funesto del Montesco y la Capuleto es lo que menos espacio recibe en el metraje. Es incomprensible.

Romeo4Tampoco ayuda ver a Martin Rivas, al hijo de Manuel Rivas,  intentando hacer de Romeo. A pesar de ser tan guapo y gallardo, presenciar su actuación ha sido una experiencia a erradicar de la mente. Está muy mal. El protagonista masculino que describía Shakespeare no era un tipo duro que solucionaba todo a hostias, que es lo que aparenta el personaje del actor gallego. De hecho, a muchos les cae mal por la poca sangre que demuestra. El de Martín Rivas es un machote al que todos temen; en el libro es un jovenzuelo pusilánime y lerdo.

Con Julieta pasa algo parecido. La de Alessandra Mastronardi es una chica bonita, romántica y respetuosa; la del escritor inglés es una cursi y una intensa. Y sinceramente, a mí la actriz italiana no me parece tan preciosa como para hacer de Julieta. Es guapa, desde luego; pero no atesora una belleza espectacular con la que te quedas prendado. De hecho es poca cosita. Romeo5

Más allá de consideraciones sobre el elenco, que en general es pobre y mediocre, hay que centrarse en lo que proyecta la miniserie en el espectador: aburrimiento y poca clarividencia a la hora de relatar la historia por medio de las escenas. Ni el príncipe, ni los Montesco, ni los Capuleto, y ni siquiera el conde Paris, al que se cepillan de forma apresurada, sirven para acaparar la atención. No están bien interpretados, y de donde no hay… Puede que el único acierto sea el actor que hace de Mercutio, que está creíble y encaja con lo que nos cuentan de él a través de las letras. El resto no hay por donde cogerlo. Es aburrida y nada atrevida.

Sobre el doblaje solo me viene a la cabeza el calificativo de «criminal», porque no me quiero extender más sobre un tema tan manido y del que mi postura está bastante clara. Gajes de las superproducciones internacionales que quieren llegar a todas partes, supongo.

Todas las fotos son de promoción y facilitadas por Telecinco

Horario infantil, La que se avecina y los insultos de Alberto Caballero

Tengo mis reservas hacia el horario infantil. Lo que vean los niños en la tele es una responsabilidad de los padres, y en esta época, donde existen los controles parentales, estar pendientes de todo lo que ven los pequeños es mucho más fácil. También comprendo que hay ciertos programas que no deberían emitirse a la misma hora que en otras cadenas están poniendo dibujos animados. A estos quizá habría que ponerles más límites, ya que tratan asuntos que pueden ser más serios o no, pero que al fin y al cabo son reales e incluso de mal gusto.

LAqueTelecinco y Antena 3 son expertos en cruzar esa línea con sus espacios matinales, cargados de sucesos y casquería con todo tipo de detalles, casi haciendo negocio con la muerte de menores. En Mediaset van más allá por las tardes, con esa bazofia llamada Sálvame, que cuenta historias que no interesarían a nadie de no ser por la vocación chismosa patente en España.

Lo que me parece fuera de lugar es trasladar un debate similar a la ficción. Más que nada porque no se puede comparar lo anterior con historias no reales contadas de una manera u otra. Productos que tienen unas calificaciones de edad que si los padres quieren han de tener en cuenta con el fin de que su hijo no vea algo inapropiado para su edad. Pero meter en el mismo saco a series y programas basura que hacen negocio con las miserias de los demás es injusto y manipulador.

Los insultos de Alberto Caballero tras las multas a Mediaset por incumplir el horario infantil por medio de su serie, La que se avecina, han protagonizado la polémica televisiva de la semana. Caballero no se cortó un pelo en su Twitter y llamó «panda de retrasados» e «hijos de puta» a los miembros del Ejecutivo tras esta sanción de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) provocada por la emisión en la cadena FDF de tres episodios de la serie en horario protegido.

1787417

No me gusta La que se avecina. Me parece mala, innecesaria, sin gracia, y cargada de topicazos como que los españoles somos unos jetas o que siempre puteamos al vecino por el simple gustazo de hacerlo. Pero eso no quiere decir que haya que prohibirla, por muy chabacana o insulsa que sea. Sus audiencias entran dentro de la media, e incluso han aumentado en su nueva temporada***. Y si dicen palabrotas o hay escenas inadecuadas, son los padres los que han de valorar si les interesa que su hija descubra una ficción de ese tipo o no.

En lo que tiene toda la razón Caballero es en ésto que dice en uno de sus tuits.

Y es que es así. Internet permite a un chaval ver un episodio de cualquier serie a la hora que le dé la gana. Depende de sus progenitores controlar ese aspecto. Más aún cuando se sabe que el efecto disuasorio del horario infantil no está funcionando porque a las cadenas no les da la gana respetarlo.Caballero

No voy a apoyar las formas de Alberto Caballero. Se puede mostrar una posición discordante con un estilo u otro, y sobre todo con educación. Tuvo un calentón, y se pasó de frenada. Lo que sí hago es entender su postura, el fondo de lo que quería transmitir: las multas son injustas y absurdas. Si se fuese en serio con este sistema de protección de los menores con respecto a los contenidos televivisos, debería haber programas fuera de circulación desde hace bastante tiempo por acumular multas de millones de euros. Pero esto no ocurre, ni ocurrirá.

Otro ejemplo son las corridas de toros. ¿No ofrecen una tortura explícita de un animal? ¿Y además en horario infantil? ¿Se pueden equiparar a una serie? Claro que no, pero es que es cañí, y en la mayoría de casos son los propios padres los que incitan al crío a ver el sufrimiento de un pobre morlaco. En este caso el control de los contenidos es inexistente, aunque se emita por una cadena pública. En fin.

La que se avecina me parece penosa. Es otra serie española que va a lo fácil, que ha querido resucitar de una manera poco acertada una maravilla del humor patrio como fue Aquí no hay quien viva, y que tiene un hedor a marca españismo y anuncio de Campofrío que tira para atrás.

Aunque siempre será más nocivo un programa basura que habla sobre el semen que apareció en la ropa de una niña muerta o que da cuenta de los cuernos que el hermano de una cantante pone a su mujer que una serie soez y absurda.

***He corregido la referencia a las audiencias de La que se avecina. Manejaba unos datos que no eran correctos, y Chama en los comentarios me ha facilitado el share real de la serie. Os pido disculpas.

Isabel vs La que se avecina vs El Tiempo entre Costuras: ¿por qué esa lucha?

Lo de los lunes en la televisión española es inexplicable. La sempiterna refriega entre las cadenas para demostrar quién la tiene más grande ha llevado a competencias estúpidas en las que hay un único perjudicado: el espectador. Es lo que tiene no saber vender los productos. Y visto lo visto, no parece que se vaya a producir un reciclaje al respecto para cambiar la tendencia.Isabel1

Ayer se emitieron de forma simultánea Isabel (TVE), El Tiempo entre Costuras (Antena 3) y La que se avecina (Telecinco), que fue la última en incorporarse a esta lucha. No serían pocos los que querían ver el final de la segunda temporada de la serie histórica que protagonizan Michelle Jenner y Rodolfo Sancho. A lo mejor los mismos que tenían ganas del regreso de la ficción póstuma sobre Aquí no hay quien viva. E incluso puede que unos cuantos, o muchos, pretendiesen seguir el hilo de la miniserie basada en el best-seller de María Dueñas. Pues tuvieron que elegir.

LAqueQue quede claro que las teles son libres de hacer lo que les plazca, y que la competencia entre sus productos es inevitable e incluso necesaria. Pero si estamos hablando de, probablemente, sus productos más exitosos, ¿por qué emitirlos el mismo día que su competencia? ¿Cuál es el fin, si ya saben que de antemano la audiencia no será la misma por este choque televisivo?

Quizá el resto de días, a lo mejor, la televisión no está congestionada de series de estreno o películas aceptables. Sería un detalle planteárselo y pensar así en el bienestar de eso que sabes que va a tener éxito sí o sí en cualquier día que lo emitas.  Porque si estás solo y no tienes competencia de altura ese mismo día, lo petas. Aunque es cierto que aquí triunfan programas cuya nula calidad o rigor son patentes, como los del corazón o los especiales «»»informativos»»» sobre niños muertos. Y ante eso, en este país de pandereta, es fácil claudicar.

El tema del horario y de la duración es otra batalla perdida. Pero insisto: no puede ser que las cadenas y productoras españolas se marquen capítulos de más de una hora que luego son emitidos a las 22.30 horas. Porque ya sabemos a qué hora suelen acabar debido a las pausas publicitarias más o menos largas (cuando había publicidad en TVE, un capítulo de Cuéntame paraba dos veces para meter 20 minutos de anuncios en cada alto).Tiempo2

Y pensaréis, con mucha razón, que ahora todas las historias por capítulos se pueden ver en las webs de las cadenas. Pero, ¿y si el espectador, tras pasar todo el día trabajando o estudiando, solo le apetece ver la tele por las noches y no ponerse a buscar un enlace en Internet? Por no hablar de la gente, ya sean mayores o no, que no entiende el consumo televisivo así, o que directamente no ha tocado jamás un ordenador o es lego en la red. Esos son mayoría a la hora de cambiar de canal. Y se les sigue maltratando.

Isabel, La que se avecina y El Tiempo entre Costuras pueden ser más o menos buenas, tener mucha o poca calidad y gustar lo justo o lo máximo. Pero la gente las ve. Y las prefiero mil veces antes que los mercadeos con la vida de los demás o con asesinatos de menores desgranados hasta con dramatizaciones. Es más sano una ficción que llenar la mente de la gente de auténtica basura carente de honestidad y en la que solo se busca la carnaza.

Hay que pedirle a las cadenas que apuesten por sus series, y que las traten bien. Pero sobre todo que piensen en que el espectador pueda verlas. ¿O es que siempre vamos a dar audiencia a gente como esta?

Asunta

Placeres culpables: Sin tetas no hay paraíso

De todos los vicios inconfesables, las películas y las series suelen estar a un nivel superior en cuanto a secretismo. Que alguien se entere de que disfrutamos con un guión malo, previsible, poco original, o simplemente nada atractivo por otros aspectos, suele avergonzarnos. La retahíla anterior sirve para cualquier temática de ficción. En mi caso, hace algo más de un mes fui a ver una película infame llamada Brazo de hierro. Una italiana de los 80 que de mala que es ha logrado entrar en el olimpo de los filmes de culto. En esa sesión había gente más friki que yo. Mucho más. Y todos los que estuvimos en esa sala nos descoyuntamos de la risa por las tonterías y los giros de guión absurdos de lo que estábamos viendo. Y que seguramente volveríamos a ver. Aunque sin pagar, como en esa ocasión, ya que el pase era gratuito. Sintetas2

Como ya intuis por el título del post, uno de mis placeres culpables de años atrás fue Sin tetas no hay paraísoConcretamente sus dos primeras temporadas, que me parecieron sublimes. ¿Por qué? Pues porque era distinta. No era la típica ficción de familia de clase media, pseudo-humorística; con una pareja que se quiere y discute a partes iguales; con hijos de todas las edades y con vecinos o compañeros de trabajo que de inútiles resultan graciosos. Es decir, no pertenecía a las penosas series españolas (el 99% del total de todo lo que crean los guionistas autóctonos, ya lo siento).

Aquí se contaba una historia de mafiosos y padrinos, de tráfico de drogas y armas, de ajustes de cuentas o de violencia. Pero también había espacio para barrios conflictivos, niñas con sueños de salir de su casa y triunfar en la vida, villanos simpáticos u odiosos, e historias mundanas.

Sintetas3

Para los que no la hayan visto, su argumento es sencillo: una chica llamada Catalina se reencuentra con el que era el chico guapo de su barrio, El Duque. Obviamente vuelve a caer enamorada de él, a pesar de que dirige una pequeña organización criminal relacionada con el tráfico de todo lo que sea ilegal. Y ahí es cuando empiezan los problemas para ella, su familia y sus amigos. Porque aunque él es muy majo y protege a Cata y los suyos, los que le rodean no dejan de ser unos facinerosos y solo piensan en cumplir sus encargos y ganar dinero. Aunque se tengan que llevar a alguien por delante.

Sí, porque los tiroteos, asesinatos y secuestros están a la orden del día en muchos sitios. Quizá en España menos, pero no olvidemos que se trata de una serie de ficción. Los mafiosos ‘ricachones’ también existen, algunos ocultos (o no) entre la política y las finanzas. Y los líderes de organizaciones criminales pueden ser aquellos que te cruzas por la calle mientras conducen un Jaguar. Por eso me gustó tanto esta serie: porque hace ficción sobre realidades tangibles. Y es que no se quedaba ahí.

Todos conocemos un caso de una chica que quiere salir de casa de sus padres en busca de una vida mejor. Y también los de sus amigos que yerran en las decisiones que toman y acaban metidos en líos. Por no hablar de los casos de adolescentes embarazadas.

Seré más claro: a mí el cóctel de narcotraficantes colombianos, matones, ‘escorts’, timbas clandestinas, barrios conflictivos y chicas que buscando un sueño acaban siendo la novia del líder criminal de turno me pone. Me gusta seriéfilamente hablando. Y por eso me aficioné a Sin tetas no hay paraíso.

Los actores fueron otro acierto. Amaia Salamanca estaba prácticamente empezando su carrera, y aquí se lució como nunca. Pero el que nos encantó a los que la veíamos fue Miguel Ángel Silvestre. Este chico se destapó como un intérprete excepcional y que enamoró a todos más allá de su belleza física. La modulación de voz y la rudeza mezclada con simpatía de su personaje le hacían atractivo en todos los sentidos. María Castro en su papel de arpía fue otra que realizó una actuación notable, así como Josep Linuesa en el rol de Miguel Cortés, el ‘capo’ de la serie. Sintetas1

Aunque no era ni mucho menos una idea original al estar adaptada de una telenovela colombiana, la Sin tetas que emitió Telecinco estaba muy bien hecha y enganchaba al espectador. No era una obra maestra ni una serie imprescindible. Pero cumplía su función a la perfección: entretener. O al menos a mí me lo pareció.

A raíz de mi confesión, que no será la última, os invito a revelar vuestros placeres culpables en forma de series. Si los tenéis, podemos hacer una recopilación para publicarla en uno, dos o varios posts del blog. Os invito a enviar un mail a solouncapitulomasseries @ gmail punto com con el asunto ‘Placer culpable’ en el que contéis qué ficción entraría en esta categoría especial y algo vergonzante.

Seguro que los hay peores que el mío. O mejores, según se mire.

Mario Conde: una vergüenza televisiva

Imagínate que te encargan hacer una serie sobre un personaje tremendamente antipático para cualquiera con un mínimo de sentido común. Menudo marrón, ¿no? Empiezas a buscar cómo plantear el biopic en cuestión, si deberías contarlo desde una visión, de otra o desde todas. Ya sabes de antemano que te van a dar hasta en el carné de identidad, puesto que vas a contar a través de la tele la vida de alguien peculiar. Tras tu brainstorming y las divagaciones que conlleva, tomas la decisión: escribirás el guión en base al libro del protagonista, en el que él se presenta a sí mismo como una persona encantadora y víctima de las conspiraciones de la oligarquía dominante.

Entonces ocurre lo previsible. Que haces una soberana basura de miniserie por tu mala cabeza, además de por haber elegido como documentación principal la historia que cuenta ese ser despreciable para una gran parte del público (con la excepción de los de su cuerda, claro). Y la culpa no es de nadie más: solo es tuya. Eres el único responsable de que te haya salido una hagiografía por optar por un guión que incluye la más sesgada de las visiones sobre tu estrella.

Foto: telecinco.es

Foto: telecinco.es

Antes de darte ese baño de realidad te toca preparar la serie en sí. Has de elegir a los actores, que deberán guardar un cierto parecido con los personajes de la historia real. Tu casting deberá ser extremadamente minucioso, ya que te dispones a relatar algo que estará bajo el paraguas de esa frase tan grandilocuente como es «basado en hechos reales».

¿Lo consigues? No. Porque algo mal planteado y con una concepción infame está condenado a tener unos intérpretes desastrosos.

Exceptuando a tu protagonista, que está correcto, te das cuenta de que el resto son un mondongo. En concreto, los elegidos para los roles de presidente del Gobierno, líder de la oposición y rey de España llegan a ser gloria pura. Inolvidables por lamentables, tanto por su caracterización como por su interpretación. Pero bueno, ya que vas a beatificar a tu personaje principal, que el resto parezcan tontos no supone mayor problema para ti. Aunque puede que solo te des cuenta tras ver lo que has hecho en la tele de plasma de tu salón.

También te tocará apostar por un ritmo u otro para las tramas, ya que el objetivo de toda ficción que aspire a gustar al público es lograr que éste no se pierda. Que pueda seguir con facilidad lo que pasa en un momento u otro. Dado que ya estás metido por completo en tu propio despropósito, no lo haces. No hay manera de engancharse a tu creación. Has conseguido todo lo contrario: es un suplicio. Es aburrida hasta poder llamarla coñazo. Es una mierda y una vergüenza, vamos.

Siempre se han llevado a la pequeña pantalla historias de villanos que generan auténtica pasión en el espectador. Gente que consideraríamos repugnante si nos hubiese tocado tratar con ellos, pero que en una adaptación televisiva gustan y atrapan. Incluso llegas a ponerte de su lado, por ese afán que tenemos de empatizar con el malo de la historia por el simple hecho de que nos gustaría ser como él. Y todo porque nos lo muestran como un ser auténtico, que no es tan malo, y que solo pretende defender lo suyo. Aunque eso conlleve cometer unos cuantos delitos.

Foto: telecinco.es

Foto: telecinco.es

El problema es que el protagonista de este post no entra ni por asomo en ese selecto grupo que acabo de describir. No entusiasma, sino que genera rechazo. Porque Mario Conde es un ladrón que se creyó más listo de lo que era y al que procesaron por robar fondos del banco que presidía. Que además tiene el honor de poseer dos condenas firmes, una del Tribunal Supremo y otra de la Audiencia Nacional. Y que encima según su serie es un ejemplo de cómo lograr el éxito, además de un damnificado por los poderosos.

En definitiva, un delincuente presentado como un héroe desde una historia televisiva. Y nada más. Pero eso no parece importar a Mediaset, que por mucho que se empeñe en lavar su imagen no lo va a conseguir. Aunque solo les haya faltado decir en la miniserie que obró la paz en el mundo.

Pero el hecho es incontestable. Y es que Mario Conde es un saqueador, por muchos libros que escriba y a pesar de todos los biopics y programas especiales que le quiera dedicar Telecinco.

Lo que pienso de la miniserie en sí creo que ha quedado bastante claro. Aunque lo más triste es que la ficción española sigue, y seguirá, zombi. Y para eso no hay antídoto a la vista.