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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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True Blood o cómo desangrarse hasta la vergüenza ajena

Hace unas semanas, publiqué un post en el que apostaba por ver True Blood hasta el final. Sabía que había entrado en decadencia, que ya no era la serie divertida y con la que pasabas una hora de desconexión total por haberse empeñado en buscar una profundidad que nunca podía tener, y que hasta la premisa del guión había dado un giro de 180 grados provocando que perdiésemos el interés. 1

Lo bueno que tenían los vampiros y demás freaks de Bon Temps era que lograban que nunca te aburrieses. Pasabas los capítulos sin mirar el reloj, y mucho menos se te ocurría pausarla. Todo ocurría a un ritmo adecuado, y en cualquier momento podía aparecer una nueva locura argumental que nos continuaría atrapando para los próximos episodios. Así ocurrió en las cuatro primeras temporadas, sobre todo gracias a los misterios y villanos que surgían en cada entrega.

2Todo eso cambió en la quinta temporada, cuando apareció en pantalla la famosa Autoridad Vampírica en su máximo esplendor. Fue en este momento, en el que se apostó por figuras divinas y libros proféticos, cuando True Blood comenzó a decaer. Al menos, los 12 episodios de aquel 2012 no aburrieron y aún entretenían. Pero todos sabíamos que ya no era lo mismo. La serie estaba empezando a colapsar, y muchos sospechábamos que debería haber acabado tras cinco años de emisión. La razón: Alan Ball, su creador y responsable principal, se marchaba, dejando en manos de otros la sexta y séptima temporada. 4

La salida del showrunner que logra que una serie llegue a lo más alto suele provocar en ésta un bajón considerable y una pérdida de calidad notable. Como a True Blood, le pasó a Dexter, y esperemos que no ocurra lo mismo con Ray Donovan, que será la siguiente en sustituir a su productor ejecutivo. El caso de los vampiros es aún más lacerante, dado que todos sus protagonistas continuaban y no se habían producido bajas importantes en los cinco años que llevaba.

La sexta entrega fue un despropósito que aún lograba embaucarnos y llamar nuestra atención. Y eso que Bill Compton como un dios y la incipiente relación entre Sookie Stackhouse y Eric Northman no colaban ni de broma. A pesar de ello, ahí estuvimos, con la esperanza de que la séptima y última fuese la del desquite y la catarsis.

6Tal recompensa no ha llegado: la séptima temporada de True Blood ha sido la peor de todas. Nunca pensé que podría aburrirme viéndola. Que iba a pasar tanto de ella, dejándola aparcada y solo retomándola por pura costumbre.

Las razones anteriores podrían ser suficientes para explicar su desgracia, pero puede haber más. Por ejemplo, que la serie empezase a tomarse en serio cuando lo que ha ofrecido siempre, y que le sirvió para engancharnos, ha sido su locura y ritmo. La ambición por convertirse en un producto que podía tocar palos como la política, aunque sea entre los vampiros, fue la estaca que provocó que se desangrase hasta la vergüenza ajena y la true dead de su final. Y es una pena.5

True Blood ha sido la única serie que me ha dado por ver en una pantalla grande. Me encantaba hacerlo. Disfrutaba como un niño con villanos como Russell Edginton o con las bobadas de Jason Stackhouse. El último capítulo de su historia lo vi en un portátil antiguo.

Por qué hay que ver True Blood hasta el final

Todos los que paséis por este post estaréis familiarizados con eso a lo que llamamos ‘placer culpable’. Sí, esa tarrina de helado en las madrugadas de verano, esa chica o ese chico que sabes que no te conviene pero al que no puedes evitar llamar, o esa serie que sabes que es mala pero que te entretiene de una forma endiablada. True Blood es mi nocilla ingerida directamente del tarro, por así decirlo. Y se acaba este año tras siete temporadas, mostrando una decadencia evidente desde el primer episodio de su última entrega. 2

La historia de los vampiros de Bon Temps y Sookie Stackhouse comenzó como una de las series revelación por su argumento novedoso, entretenido y adictivo. Cualquiera que haya visto las cuatro primeras temporadas admitirá que no podía esperar para el siguiente capítulo por los cliffhangers que era capaz de incluir en los últimos minutos.

Esa era otra True Blood. Desde hace un par de años se convirtió en una serie para sus incondicionales, que decidieron seguir viéndola por ser una de esas que han visto desde el principio de su emisión, o para los que consideran que no existe nada más entretenido que vampiros, sexo y macizos/as. Que a mí me divierte mucho el cóctel, pero a estos últimos les prometo que existe otro entretenimiento de más calidad. Solo hay que buscar un poco.

1True Blood empezó cuando comencé la carrera, por lo que es una ficción que me ha acompañado en esos años que considero importantes de mi vida. Me trae buenos recuerdos de verano, vamos. Y me gusta su honestidad: es frívola, no se molesta en ocultarlo, y emplea esa característica como arma para que el público le siga siendo fiel. Que sea alocada en sus guiones, tramas y situaciones, inverosímiles de antemano, la hacen aún más única. Por eso hay que seguirla hasta su último capítulo.

En esta séptima temporada se enfrentan a una plaga de vampiros enfermos que pueden acabar con todos los chupasangres del mundo. Y nos venden que hasta los propios humanos quieren ayudar a que esto no ocurra. Hay que tener bemoles para partir de esa premisa, y True Blood lo plantea sin inmutarse. Cómo no quererla con esa temeridad. Por eso hay que verla hasta el final.

Lo que está claro es que en las próximas nueve semanas podemos decir adiós a una de las series más descacharrantes y condenadamente divertidas que han llegado a la televisión. Solo podemos dar gracias a que Alan Ball se fijara en los libros de Charlaine Harris para continuar su carrera, tras alumbrar la mejor serie de la historia (sí, esa es Six Feet Under).3

A las series se les suele pedir como última voluntad que se despidan con dignidad. Yo prefiero que True Blood se marche a lo loco, que haga del despropósito un apogeo. Porque no pasará a la historia como una de las mejores. Pero sí lo hará como una de las que hay que ver para saber qué es pasarlo bien con una ficción que ofrece un trío inigualable: divertimento, vampiros y sexo. Principalmente porque no es mala.

Por todo lo anterior, y por los años que nos ha dado, True Blood  se merece que la veamos hasta el final. Puede que hasta la echemos de menos.

Inyección de True Blood

Atención: este post contiene spoilers desde el tercer párrafo

Cuando comenzó la sexta temporada de True Blood ya escribí que ni yo mismo lograba entender cómo una serie tan previsible era tan adictiva e interesante. Tras ver los 10 capítulos de este verano he salido de la penumbra, y tengo una respuesta a esa duda: el cliffhanger. Los vampiros de Alan Ball son expertos en dejarnos con la miel (o sangre) en los labios con los últimos segundos de cada episodio. Siempre acabas mordiéndote las uñas con las desventuras de Sookie Stackhouse, su hermano Jason, Bill Compton o Eric Northman. A veces hasta te da por volver a ver los últimos finales tras haber disfrutado a la vez que flipado con lo que ha pasado. EricWilla

Esta sexta entrega de la serie de HBO ha vuelto a estar a la altura de las expectativas. Una vez más, la miríada de ritmo, acción y sexo, unido a su peculiar concepto de drama, han provocado que todo el que siga la serie no haya dudado en volver a engancharse y en dejar atrás eso de definirla como un “placer culpable”. Porque True Blood es buena. A su manera, está claro. Pero si de entretenimiento se trata es imprescindible.

La guerra entre humanos y vampiros que hemos presenciado este año se ha quedado a las puertas de lograr la mejor temporada de la historia de la serie. Un honor que aún está reservado para la tercera, donde conocimos a Russell Edgington, uno de los villanos más sádicos e hilarantes de la televisión. Warlow, el hada-vampiro al que Sookie ‘pertenece’ por una especie de contrato firmado siglos atrás, no ha sido un malo inolvidable. De hecho, nadie se acordará de él después de que haya muerto. Todo porque no ha aportado nada a la serie, salvo en los dos últimos episodios, cuando se destapa como un obseso y un maltratador para conseguir lo que quiere. Matar tan pronto al gobernador de Louisiana restó la posibilidad de que hubiese alguien al que realmente detestáramos por su vileza.

EricgoberMás allá del intento fallido por regalarnos otro personaje malvado, está claro que el carisma de Eric Northman ha sido lo mejor de todo. Otra vez. El chupasangres de Alexander Skarsgard ha llevado la voz cantante una vez más, aun con la carga que ha supuesto la muerte de su hermana Nora (su forma de llorar es un poco discutible, sí), y a pesar de que la temporada estaba pensada para que Bill (Stephen Moyer) fuese el protagonista. Pero entre un soso como Compton, que ni convirtiéndose en un semidios es capaz de transmitir algo, tenemos la suerte de tener al rubio e impío Northman. O no. Porque en el último capítulo parece que muere. No quiero destripar más de lo que se haya visto, y solo diré que para mí sin él nada tendría sentido en Bon Temps. Para saber qué ocurrirá tenéis a su showrunner, Brian Buckner, que ha aclarado qué va a pasar con el actor sueco y su futuro en los guiones.

El mismo odio que despierta Bill el sinsangre, como podríamos llamarle, es algo que comparte con Anna Paquin y su Sookie. Que una protagonista sea insípida, casquibana y tenga poderes mágicos provoca que ésta tenga todas las papeletas para ser despreciada por el público. A mí en particular no me genera tanto rechazo, pero sí reconozco que si las tramas dejasen de estar centradas en ella y en su luz de hada la serie sería mucho mejor. Inventarse a su abuelo ‘hado’, por mucho que estuviese interpretado por Rutger Hauer (el replicante de Blade Runner), no ha ayudado a Paquin en absoluto para llegar al público. La cuestión familiar estaba tan forzada que es incomprensible. Pero los guionistas sabrán, aunque hay que pedirles más.Sookiw

Porque ya es hora de darle más bola a Pam (Kristin Bauer), Jessica (Deborah Ann Woll, qué mujer), Lafayette (Nelsan Ellis, que interpreta mi personaje preferido, sin duda) o incluso a Sam Merlotte (Sam Trammel), que tiene una capacidad admirable para meterse en líos con todo tipo de bichos raros. O hasta para tener hijos con activistas pro-integración de humanos y criaturas tras una relación de dos noches. Sus líos con los hombres lobo estuvieron bien al principio, pero luego llegaron a hacerse pesados. Estaba claro que Alcide (Joe Manganiello) acabaría dando la espalda a su manada. Todos lo sabíamos. Pero es la manera, cómo se llega a ello, lo que hace especial a True Blood.

No hay que olvidar a Willa (Amelia Rose Blair), la nueva hija de Eric, que tiene pinta de ser más interesante como vampira recién nacida que lo que fue Jessica cuando la conocimos. Incluso a Andy y su hija hada, después de la tragedia que han vivido a manos de la colmillos pelirroja. Lo que pasó en el último episodio indica que van a saltar chispas entre este trío. Es lo que tiene que alguien se cargue a tus niñas y luego se presente en tu casa para decirte que te va a proteger. En fin.

TerryLa pequeña dosis de drama, con la muerte de Terry y el sufrimiento de Arlene, podría haberse hecho aún más rápido. El noveno episodio de la temporada, dedicado por un lado al funeral de uno de los cocineros del Merlotte’s, por otro al asalto de los vampiros al campo de concentración donde les iban a dar un baño de sol, quedó un poco deslucido por culpa de lo primero. Está bien despedir a un personaje como se merece. Pero sin pasarse. Aún así, se agradece que la abuela del enterrado hiciese comentarios racistas o despectivos hacia los asistentes a la ceremonia. Las carcajadas momentáneas estaban aseguradas. Una parte de humor que sólo ha contado con la estupidez de Jason Stackhouse, que hace un papelón y se le destaca poco. Porque ser tan tonto en una ficción no es fácil, y Ryan Kwanten lo borda. Y eso que ha tenido que lidiar con la loca del pussy de Sarah Newlin, que está tan chalada que mata a alguien a taconazos.

Con todo lo anterior, queda especular sobre qué va a pasar. ¿Estará la madre de Tara (Rutina Wesley) infectada de la Hepatitis V y por eso se deja morder por su hija? ¿Qué pasará con todos esos vampiros hambrientos que se acercan a la fiesta de confraternización entre humanos y muertos vivientes? ¿Sookie y Alcide serán una pareja estable? Queda un año para descifrar estos enigmas. Lástima que, al contrario de lo que ocurre con su bien más preciado, no sea inyectable.

La adicción inexplicable a True Blood

Que el regreso de tus series favoritas te provoque una alegría comparable a la de otros hechos más importantes para tu vida diaria ya ha dejado de ser algo raro. No hay que sentirse extraño por estar feliz con una nueva temporada de una ficción que te apasiona, sea del tipo que sea. Aunque te de vergüenza porque sea uno de tus placeres culpables, y no tenga nada que ver con otras master piece a las que fuiste asiduo. Eso es lo que me pasa a mí con True Blood: me encanta.

Aunque sea trivial y predecible. A pesar de las pobres interpretaciones de algunos de sus protagonistas. Pasando por alto que muchas veces salgan del paso con una escena de sexo que no tiene justificación previa. Sin olvidar que es la serie con el argumento más pobre y frívolo que existe en la actualidad. Y con todo esto, la adoro.

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Lo diré de otra manera: cuando yo conocía el hielo (The Wire, Los Soprano, e incluso The West Wing), apareció True Blood en mi vida, y ahí se quedó. Y desde el principio, de una forma inexplicable, logró estar en mi lista de imprescindibles, a pesar de sus dislates continuos. Alan Ball tiene ese don de atrapar a la gente con sus argumentos retorcidos, como ya hizo en Six Feet Under.

Ya me sé toda la cantinela de que es mala, que sus tramas no tienen ni pies ni cabeza, o que incluso es un insulto para la HBO. Y es que el problema es eso: tomársela en serio, e incluso cabrearse con cualquier otra serie como si fuese algo esencial en nuestra vida. Hay que tener mucho tiempo libre para mosquearse por cómo es o deja de ser un producto televisivo de este tipo. O te gusta o no. Punto. Y no hace falta ser chabacano para criticar, ni andarse con remilgos. Eso es lo que hago yo: no me tomo a la tremenda True Blood. Sé lo que hay desde el principio. Y así es como la disfruto.

Los vampiros de Bon Temps y Sookie Stackhouse regresaron este domingo a las pantallas de la HBO, tras lograr el verano pasado uno de los cliffhangers (o crear intriga, hablando en plata) más espectaculares del mundo televisivo en los últimos minutos de su quinta temporada. Algo  que ocurrió una vez más, ya que lo han hecho en todas sus entregas, especialmente al final de la cuarta.

¿Cómo han regresado Eric, Jessica, Tara, Pam, y el resto de personajes? Flojos. El primer capítulo de esta temporada es un despropósito. Vamos, que es penoso y malísimo, como ya es costumbre en cada estreno. Pero luego mejorarán con absurdeces sin medida, y nos encontraremos enfrascados de nuevo en la historia. ¿O no hay interés por saber qué va a pasar con Bill Compton ahora?

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No quiero entrar en detalles para no fastidiar a nadie, pero se avecinan nuevas tramas tan facilonas como adictivas, a lo que pueden contribuir los nuevos personajes, como el gobernador de Louisiana. Sin olvidar la incorporación definitiva a la serie de Nora y del nuevo vampiro que tanto odian Sookie y Jason…

Que unos guionistas tengan los bemoles de ofrecernos una historia tan deducible y pobre, como la falsa integración de los vampiros en la comunidad ciudadana, algo que ellos (oh, sorpresa) aprovechan para atacar a los humanos, y que encima tenga éxito, da para hacer estudios sobre por qué nos conformamos con tan poco. Pero si todo lo simple es como True Blood, prefiero ser del club de los conformistas. Todo porque siga existiendo una serie como ésta.

Cuando finalice la temporada, True Blood volverá a tener espacio aquí. Aún quedan nueve capítulos de vampiros, sexo y sangre para este verano. Si no lo habéis visto, como desahogo para el verano no hay nada mejor que zamparse sus anteriores cinco temporadas, y pillar la sexta y reciente entrega en cuanto se pueda. Teniendo un poco de sentido del humor y el mero interés de estar entretenido durante un rato, la serie os embaucará rápidamente. Porque un poco de frivolidad nunca está de más.