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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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El Ministerio del Tiempo: un viaje emocionante a la calidad televisiva

Siempre me he quejado de que España no había alumbrado una gran serie desde Crematorio. Una que se diferenciase del resto, que no guardase relación alguna con lo que ya estábamos cansados de ver. Lo vulgar y absurdo había tocado fondo y arrastrado a la ficción española hasta el mismo pozo. Y cada estreno no lograba ni escalar un metro. Hasta que ha llegado El Ministerio del Tiempo, que ha traído luz a las series españolas. Y a la televisión en general.

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El argumento de un ministerio secreto que realiza viajes en el tiempo para evitar que se cambie nuestro pasado con el fin de impedir una catástrofe o cambios problemáticos en el futuro es original y brillante. Las misiones de la nueva brigada formada por un enfermero con nada que perder, un soldado de los tercios de Flandes y una pionera en estudiar junto a los hombres no tienen más misterio. Se inician de la forma más simple y se resuelven igual. Lo que engancha es lo que pasa entre la introducción y el desenlace. Que no es poco. Y que merece reconocimiento.

5La razón por la que esta ficción merece elogios es sencilla: su calidad. Pero, como podría decir Ferrán Adriá, ¿qué es la calidad? Existen distintas categorías. Y puede resumirse de forma compendiosa.

Entre los aspectos que hacen grande a El Ministerio del Tiempo están las píldoras inteligentes de actualidad, tan habituales en las series americanas y tan prostituidas en las españolas al emplearlas como gracieta metida con calzador. Aquí se habla de whatsapp, internet, política, idiosincrasia española («improvisemos»), fútbol, etc. Y nunca resulta forzado. Hasta las palabrotas encajan.4

Esto último demuestra el gran trabajo de guión que existe. Todo está atado. Los diálogos están bien estructurados, son dinámicos y entretenidos. La mayoría, además, son divertidos. Pero lo que los potencia aún más son sus detalles. Meter letras de Leño en una conversación a versos con Lope de Vega solo está al alcance de los más ingeniosos. También están los sentimentales, como ese «Curro Jiménez» de Rodolfo Sancho al inventarse un nombre para que no le pillen. O la puerta 58 del funcionario que recuerda con nostalgia el doblete del Atleti. Un autohomenaje de Pablo Olivares, uno de los guionistas, que entraba por esta misma cuando iba al Vicente Calderón a ver a su equipo.

3Pero lo mejor del guión es su amplitud. Hay recursos de todas las épocas. Bromas del siglo XV y del XIX. Del XX y del XVII. Y las que quedan por aparecer. Porque no es fácil encajar en unos diálogos todo lo característico de un año concreto, ya sea 1470 o 1996. La investigación y documentación que hay detrás es evidente. Diría que inédita en este país, dado que las series históricas de aquí se han caracterizado por pisotear el rigor. Menos Isabel, que casualmente también es hija de Pablo y Javier Olivares.

La ambición de querer abarcar tanto provoca que los fallos sean inevitables. La minucia se magnifica en una serie que se atreve con la historia. Hay que tenerlo en cuenta, y señalarlo. Pero son tan pocos los errores y tantos los aciertos que los primeros pasan a ser una anécdota. No tener techo y aspirar a mejorar siempre es positivo. Aunque eso implique algún desliz que otro.2

Tampoco hay que olvidar lo técnico e interpretativo. En lo primero no hay nada que reprochar, pero sí que pulir. Los efectos especiales no desentonan, pero a veces se notan demasiado. Una presencia que también tienen los actores, en este caso para bien. Nacho Fresneda y Rodolfo Sancho están muy bien. Su «problema» es Aura Garrido, que está inmensa. Su Amelia ya ha sido bautizada como la Hermione de la serie. Detrás de su personaje fuerte e inteligente hay mucha inocencia. Si no, ¿de qué iba a caer tan fácilmente ante Lope de Vega?

6Con todo lo anterior, podría parecer que El Ministerio del Tiempo ya ofrece lo suficiente. Pues hay algo más: su mensaje. Es precioso. Poder vivir lo que para uno es imposible. A mí también me encantaría volver atrás para varios momentos. El concierto de Queen en Wembley del 86, por ejemplo. O la boda de mis abuelos. Todos tenemos una espina clavada. Una escala más en este viaje maravilloso a la calidad.

Por cierto: que TVE se gaste nuestro dinero en esto está muy bien. Tiene pasta de sobra para invertir en calidad. Y esa es su función. La mala gestión y la manipulación informativa seguirán ahí, pero series como El Ministerio del Tiempo demuestran que es posible otra televisión. Y es que una serie que va a incluir un personaje de un viajero en el tiempo protagonizado por el inmortal Jordi Hurtado tiene que ser tan buena como un servicio de habitaciones: por cojones.