Solo un capítulo más Solo un capítulo más

Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Madurando en Skins

Cuando Bryan Elsley y su hijo Jamie Brittain decidieron escribir una serie sobre las vicisitudes de la juventud británica tenían claro que ésta debía ser completamente fiel a la realidad. Empezando por la edad de los actores, que debían tener los mismos años que los personajes que iban a interpretar. Y siguiendo por contar en las tramas cómo viven y qué hacen para divertirse los chavales en sus dos últimos años de instituto.

Y así lo hicieron: encontraron varias joyas de 16 años que transmitieron a la perfección la que sería su vida sin las órdenes de un guión (aunque no sé si se drogaban tanto en su vida diaria) y apostaron por unas tramas que, aun siendo algo exageradas, pasaban por un retrato aproximado de la vida de un núcleo importante de chicos y chicas con estas características. Solo con eso, lograron que Skins triunfase.

Antes de hablar de lo nuevo, confesaré que ha sido una de las que más me ha puesto los pelos de punta. A mí, y supongo que a muchos, Skins me ha jodido la vida en el sentido de que sufría con la mayoría de sus tramas. Porque estos niños actores empleaban a la perfección todos sus recursos, y con ellos tocaban la fibra del espectador por medio de tribulaciones, desengaños o muertes. De no ser buenos, no habrían acabado en otras series con papeles protagonistas (Joseph Dempsie en Juego de Tronos) o dando el salto al cine (caso de Nicholas Hoult).

Ahora, tras algo más de un año y una supuesta película a la que podríamos calificar como ‘schrodingeriana’, ya que sabemos que se rueda y a la vez no, ha vuelto Skins. Y lo ha hecho para despedirse definitivamente. Los síntomas de desgaste que ya mostró en la sexta temporada, la peor de todas sin duda, evidenciaron que necesitaba un final en el que se recuperase la auténtica esencia de la serie. Y Brittain y Elsley supieron ver que su creación ya no tenía solución posible. Ni con un desfibrilador al máximo de potencia.

Los encargados del adiós van a ser tres de sus protagonistas inolvidables: Effy (Kaya Scodelario), Cook (Jack O’Connell) y Cassie (Hannah Murray), los dos primeros de la segunda generación y la última de la primera (aunque Effy apareció en ambas). Todos ellos, auténticos monstruos de la interpretación que apenas superan la veintena, recuperan sus roles de femme fatale maquiavélica, leal, borracho y violento, e insegura y enferma, respectivamente. Pero de una manera muy distinta: han crecido. Han madurado. Y el fondo de su persona lo conservan, pero lo que ven los demás no. Skins

En el primer capítulo de esta séptima entrega queda muy clara la intención con la que regresa Skins. Effy ya ha dejado atrás su época de desfase del instituto y ahora trabaja en un hedge fund. Un entorno que no se podría ajustar mejor a lo que es ella, dado que vivir al límite y disfrutar con ello es lo que más le gusta. Antes lo hacía metiéndose en problemas y abusando del alcohol y las drogas. Ahora goza con cuentas de capital de riesgo en las que puedes ganar una millonada o perderlo todo en un solo minuto. Pero de fiesta sigue yéndose todas las madrugadas, que esta chica tiene un aguante que ya quisiera Miguel Ángel Rodríguez. Y por supuesto, también continúa seduciendo hombres que no le convienen. Aunque parece que ya escarmentó con respecto a los niños del instituto.

Este inicio del adiós definitivo de la serie de E4 también cuenta con Naomi (Lily Loveless), la hipocondríaca lesbiana que, sin saber qué hacer con su vida tras pasarse los días fumando y bebiendo, opta por explotar talentos que no tiene. Y en el próximo capítulo aparecerá Emily (Kathryn Prescott), una de las gemelas de la segunda generación y que no sabemos muy bien qué estará haciendo. 

Nos queda por ver qué ha sido en estos años de Cassie, y sobre todo de Cook, al que la última vez que vimos fue abalanzándose contra alguien gritando su famoso «I’m Cook!«. Porque este chico que solo se preocupa del sexo, el alcohol y las peleas fue uno de los notables descubrimientos televisivos por todo lo que expresaba con una simple mueca. Era el típico personaje al que se odia y se quiere por igual, ya que por un lado te revienta que sea un gilipollas integral, y por el otro te enternece con su inseguridad y la lealtad que profesa a sus amigos (aunque antes les putee).

EffyDe Cassie (sí, es la amiga de Samwell en Juego de Tronosespero que nos la presenten con otro aire, ya que si bien fue uno de los personajes que más impactó en las dos primeras temporadas, también era uno de los más desaprovechados. Y eso que en la mayoría de ocasiones que se lo permitían daba juego. Lo único que está claro es que los tres no pueden ser esos estudiantes que vimos tiempo atrás. La madurez llega de una manera o de otra. Y Elsley y Brittain ya han demostrado que saben perfectamente cómo adaptar un guión a la edad y la rutina de sus protagonistas.

Skins es divertida. Y también un dramón muy serio. Pero no todas las ficciones logran que estés llorando y maldiciendo todo lo que se te ocurra después de acabar un capítulo. Eso es lo que me pasó a mí, especialmente en la cuarta temporada. Y no sabéis cómo me alegro de que regresen para enmendar los desmanes de los últimos capítulos del año pasado. Aunque hayan tardado.

Por cierto, no dejéis de escuchar su banda sonora. Es insuperable.

Bonus: ya hay actor para interpretar a Oberyn Martell, la víbora roja de Dorne, en Juego de Tronos. Se llama Pedro Pascal. ¿Qué os parece?