Afortunadamente, la batalla contra el maltrato animal se extiende como una mancha de aceite por todo el mundo. Parece que ahora toca salvar a las serpientes de la Djemma el Fna, la plaza de Marrakech, en Marruecos, donde charlatanes y titiriteros actúan junto a sus reptiles amaestrados con los que distraen a turistas y viajeros, consiguiendo con ello algunas monedas que les permiten vivir. Creo que para las pobres serpientes no es el mejor lugar para vivir.
Arrancadas a la fuerza y con engaño de su hábitat natural en el desierto, vienen aquí a sufrir mil penurias. Y, aunque sus dueños y encantadores aseguran que las cuidan (al menos mientras les son útiles, supongo), pues viven de ellas, no creo que las serpientes disfruten demasiado con tanta manipulación y sobeo —no pocas mueren deshidratadas, de hecho—, con tanto ruido, y tiradas sobre un suelo de asfalto que a veces abrasa. Si hablasen las serpientes, supongo que se quejarían amargamente de su suerte. Es como si a cualquier de nosotros nos secuestrasen un día y nos enviasen a hacer el payaso a cualquier plaza pública... No, no. Ya sé que no es igual. Que nosotros somos seres humanos, inteligentes, tenemos “alma” y pensamos… ¿Pensamos? Pues si pensamos, ¿no podríamos pensar que estos animales sufren?
En fin, yo, que tengo terror a estos bichos, me veo ahora defendiéndolos. Y sólo porque creo que no es justo lo que se hace con ellos.
La humanidad debería de entender de una vez que jamás le irá bien mientras haya personas y animales que sufren. En España ocurre con los toros… ¿Cómo va irle bien a los españoles –es un decir– si apenas se ponen de acuerdo para celebrar corridas de toros en las fiestas mayores y en poco más?