Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Aznar ya va por rutas imperiales y Pedro Jota… ¡no veas!

Este no es mi Aznar. Me lo han cambiado. O, quizás, está simplemente avanzando hacia el pasado, volviendo a sus orígenes adolescentes.

Ha cambiado su indumentaria, sus gestos (¿han visto como se envuelve en la bufanda?), su melena (¿se ha desmelenado?), sus carcajadas chillonas, sus pulseras y -¡cómo no! su discurso de macho valiente joseantoniano.

Con esta exibición de «nervio moral» contra la «debilidad«, no es de extrañar que la Falange haya salido de la caverna y se haya unido a la manifestaciones patrioteras del PP.

No me gusta hablar de este regreso al pasado del ex presidente Aznar, entre otras razones, porque me da miedo. Me revuelve el estómago y me trae malos recuerdos.

Ayer solo nos enseñó una patita de su ideología profundamente reacionaria, al hablar de la necesidad de «revivir Occidente«, de la doctrina del papa Ratzinger contra la «dictadura del relativismo«, de la «falta de creencia en los valores básicos» o de la «debilidad del nervio moral«.

El general Franco estaría muy orgulloso del nuevo estilo que va luciendo el nieto de su Manuel Aznar, después de salir, con las mentiras del 11-M, por la gatera de la Historia.

¡Que miedo!

Aznar ha elegido como maestros intelectuales a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher y, en un alarde de sofisticación política, presagia que ve a España bajo la ley islámica si hay una retirada de Afganistan.

¿Y Pedro Jota?… ¡no veas!

Solo la fe ciega en los dogmas del trío Pinocho (Aznar, Acebes y Zaplana) permite tolerar las dosis de cinismo que nos ofrece cada día el director de El Mundobórico.

Las mismas declaraciones de la Policía, que para La Vanguardia o El País tumban o desmontan la teoría conspirativa del PP sobre ETA en el 11-M, le sirven a Pedro Jota para afirmar todo lo contrario.

Ya no se trata de distintos matices o diferencias sutiles sino de la noche y el día, a partir de las mismas frases, pruebas e informes policiales.

Da la impresión de que cada uno escribe y borra lo que le conviene de todo lo dicho en este juicio. Pero aquí, a estas alturas del juicio, no vale la equidistancia. Entre otras cosas, porque no todos los diarios, políticos o jueces son iguales.

El País titula a una columna:

La policía descartó desde el principio que la dinamita del 11-M fuera la usada por ETA

¿De qué manga se sacó, entonces, el trío Pinocho que el 11-M fue obra de ETA?

Mentían y sabían que mentían. No era una mentira pisadosa (para ganar las elecciones y salvar a España) ni tampoco se trataba, creo yo, de reserva mental o «al taquiya» (disimulo o encubrimiento). Era, pura y simplemente, mentira con premeditación y alevosía. Para que nadie pudiera relacionar la masacre de Atocha con la invasión de Irak por la tropas del trío de las Azores.

¿Quien paga al abogado de las Víctimas de Alcaraz? Incomprensible.

Juicio por el mayor atentado en España – 11-M

Abogado de víctimas acosa a policía

El juez amonesta al letrado de la AVT por no buscar la verdad en su feroz interrogatorio a un testigo

PABLO ORDAZ en El País

Madrid – 15/03/2007

Hay paisajes muy reveladores a los que sólo se puede acceder por carreteras secundarias. Ayer, el periodista llega al juicio algo tarde y un poco despistado. Un hombre de pelo canoso está sentado de espaldas al público, en la misma silla que días antes han ido ocupando sucesivamente los supuestos autores de la matanza. Uno de los abogados de la acusación particular, en concreto el que representa a la AVT de Francisco José Alcaraz, le está dirigiendo preguntas muy duras, en un tono desabrido, violento a veces, acompañado de gestos que denotan muy poca consideración con el declarante. El periodista ocupa su lugar y le pregunta a un colega el nombre del atribulado individuo de pelo gris, deduciendo por la escena que debe de tratarse de un delincuente de la peor calaña.

-¡Qué va! Es un policía. Se llama Sánchez Manzano. Era el jefe de los Tedax (expertos en desactivación de explosivos) la mañana de la matanza…

El abogado continúa con su zafarrancho, pero una vez perdido el estado de inocencia mental transitoria provocado por la impuntualidad y el despiste, todo encaja. Incluso demasiado bien. No es la primera vez desde que empezó el juicio que uno de los abogados de la acusación se desentiende de su legítimo fin -buscar la condena de los que se sientan en la habitación de cristal blindado- para aplicar fuelle a las brasas de la conspiración. De hecho, el pasado lunes 5 de marzo, el juez Gómez Bermúdez reconvino muy duramente a uno de los abogados suscritos a esa teoría, José María de Pablo Hermida, y le dijo que, según la ley, o buscaba con sus preguntas la condena de los acusados o tendría que retirarse del juicio. Ayer, durante un rato que pareció una eternidad, Gómez Bermúdez permitió que el abogado de la AVT, Emilio Murcia, arremetiera sin piedad contra el policía. Visto desde detrás de la culpa y el cristal blindado, el espectáculo tuvo que ser alucinante: el señor abogado de la acusación olvidándose de ellos y emprendiéndola a mandobles con un jefe de la madera. Ni Rafá Zouhier llegó a flipar tanto en sus confesadas noches de pastillas y desenfreno.

Pero todo tiene un límite, y Murcia se pasó tanto que Gómez Bermúdez tiró del artículo 683 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y le paró los pies. Le dijo que lo hacía porque era su deber «impedir las discusiones impertinentes que no conduzcan al esclarecimiento de la verdad». No debe ser demasiado agradable para un abogado -sea cual sea la transparencia de sus intereses- que el presidente del tribunal lo amoneste así en un juicio que además está siendo televisado. Así que Murcia pidió tiempo muerto como en el baloncesto. Durante ese descanso, todo el que quiso pudo ver cómo otro de los abogados del frente conspirativo, José Luis Abascal, se reunía con los representantes de un grupo de la ultraderecha para perfilar el interrogatorio del policía. Sus preguntas tampoco suelen ir enfocadas a exculpar a Jamal Zougam -el dueño del locutorio de Lavapiés a quien en teoría defiende-, sino a pretender demostrar que una mano negra ya empezó a actuar a las ocho de la mañana del 11 de marzo con el fin de exculpar a ETA, que como todo el mundo sabe fue la verdadera autora de la matanza.

Para estos abogados, el inspector jefe Sánchez Manzano siempre ha sido una perita en dulce. Y aunque en aquel tiempo ostentase la jefatura de los Tedax, ni sus conocimientos de explosivos ni su verbo eran ni son su fuerte. Así que por las rendijas de sus imprecisiones se han ido colando durante estos tres años los ratones negros de la conspiración. Hay uno que se ha hecho grande y gordo y que ya parece un gato: la idea de que aquella mala gestión policial -la que no supo ver la amenaza terrorista, la que tal vez no fuese demasiado cuidadosa en la custodia de las pruebas- hay que ponerla en el debe del PSOE, cuando era el PP de Acebes y Rajoy -los últimos ministros del Interior- quienes llevaban ocho años mandando antes del atentado y hasta un mes después.

La sesión de la mañana termina con Sánchez Manzano y su verbo atropellado de policía de salón. Por la tarde, llegaron al juicio los policías que aquella mañana escucharon por la radio la noticia de las explosiones y se fueron sin formularios para Atocha o para El Pozo, se olvidaron de los cuarenta mil duros mal contados de sueldo y se fajaron a pelo con las bombas porque sus perros adiestrados, confundidos con los olores cruzados de la dinamita y de la muerte, no les servían ya. Fueron ellos, con sus acentos de Cádiz y de Vallecas, los que les terminaron dando una lección de experiencia y de sentido común a los letrados maledicentes y a los jefes que no están a la altura. Por eso, en medio de tanta sospecha negra, uno de los abogados acusadores, José María Fuster, consiguió llevar un punto de emoción a la sala cuando dijo algo muy sencillo, muy cabal, muy obvio:

-Señor agente, en nombre de las víctimas que yo represento, muchas gracias por su trabajo de aquella mañana.

FIN

El Mundo y El País coinciden… en los anuncios

Imagino que El Mundo pilló la noticia de la prisión atenuada para el terrorista De Juana Chaos en el último minuto y por los pelos.

Antes, nos enterabamos de lo que publicaba nuestra competencia en su portada al comprar los diarios en el VIP. Inmediatamente llamábamos al encargado de cierre de nuestro periódico para que pararan la máquina y metieran un «alcance» (eufemismo para noticia robada tras el cierre).

No se si éste es el caso de la portada de El Mundo de hoy. No quiero ser malpensado. Pero, sorpendentemente, concede a De Juana un titular minúsculo a una columnita escondida bajo un luto.

De ser así, interpretaría que las fuentes bien informadas del ministerio de Rubalcaba no premian a El Mundo con sus revelaciones (nunca desinteresadas ni,por supuesto, inocuas) como lo hacen con El País. Justo al revés de lo que hacen ahora las fuentes bien informadas del PP o lo que hacían las del ministerio del Interior cuando mandaba Acebes.

Al margen del apoyo apasionado y retorcido que Pedro Jota parece estar prestando, a toda página, a los acusados por la masacre del 11-M, la noticia-bomba de la salida del hospital del sanguinario etarra es, a todas luces, mucho más relevante que lo que ayer dijo Trashorras sobre lo que le dijo «El Chino» y que todo el mundo sabe.

Con estos ingredientes, cualquier estudiante mediocre de Periodismo hubiera hecho mejor portada que Pedro Jota. Una pena.

Mañana corregirá el error y pondrá, a toda pastilla, las protestas de la AVT del PP contra la prisión atenuada del etarra.

Pero olvidará, quizás (¡ay!), dar la lista de los etarras excarcelados por enfermedad por el Gobierno Aznar, alguno con más de 3.000 años de cárcel y más de 20 asesinatos de inocentes a sus espaldas.

El País no lo ha olvidado hoy y dedica un titular muy oportuno sobre los gestos humanitarios de José María Aznar con los asesinos etarras. Un detalle.

Lo que sí olvidó El País (pero no El Mundo) fue pedirle a su corresponsal en Berlín una crónica urgente, y muy oportuna para sus intereses corporativos, sobre el rechazo de Alemania a dar beneficios penitenciarios a un terrorista de la Baader-Meinhof. ¡Qué cosas tiene la prensa!

Las portadas, como se ve, sólo coinciden en la fecha y en la publicidad.

¿Ha publicado algo mi admirado Fernando Savater sobre ETA, Batasuna, País Vasco , nacionalismos, separatismos y/o la política antiterrorista de España desde el atentado terrorista de Barajas?

Por tratarse de las vacaciones de año nuevo, quizás me he perdido sus opiniones, siempre provocadoras de reflexión, sobre estos asuntos de vital importancia para nuestro futuro en libertad.

Si alguien ha leído algo de Savater sobre estos temas, agradecería que pusiera aquí el enlace o la cita. Gracias.

No me suelo perder niguno de sus artículos (y casi ninguno de sus libros). Por eso me extraña que que no nos haya dado publicamente doctrina desde la bomba de Barajas. Me habré despistado contando páginas de publicidad.

Hoy nos regala Savater este magnífico artículo sobre la carcundia nacionalcatólica, con alusión antiseparatista (aunque de rondón) en el último párrafo.

Sin fe, ni fu ni fa

FERNANDO SAVATER en El País 01/03/2007

A menudo, las indignaciones o escándalos de nuestra sociedad recuerdan bastante a los caprichos apasionados de la multitud en el circo romano. Por ejemplo, el pataleo suscitado porque una agraciada señora que se presenta a un concurso de belleza (ocasión paradigmáticamente machista) sea tratada, oh sorpresa, de modo paradigmáticamente machista al discriminarla por su maternidad. Eso es como ir al campo de fútbol y luego protestar ante el griterío porque levanta dolor de cabeza (no quiero dar ideas pero ¿acaso los propensos a la jaqueca no tienen derecho a frecuentar los estadios? Interesante problema jurídico). De parecido tenor me parece -dejando aparte pormenores del derecho laboral que conozco poco- la irritación suscitada porque el obispo correspondiente haya cesado a una profesora de religión que convive con quien quiere y como quiere. Precisamente la doctrina que ella está profesionalmente obligada a enseñar prohíbe tal libertad de costumbres. De hecho, la Iglesia para cuya propaganda ha sido elegida -a costes pagados por el Estado, eso sí- ha tenido a lo largo de los siglos y aún quisiera retener dentro de lo posible el ordenamiento por medio de premios y castigos (algunos sobrenaturales y otros no tanto) de la vida privada de los ciudadanos. No puede por tanto extrañar que trate al menos de controlar a quienes hablan en su nombre y según su nombramiento, ya que el resto de la sociedad parece estar cada vez menos por la labor. Sería sorprendente que los obispos eligieran para transmitir su reglamento teocrático a los jóvenes a quienes tienen ideas parecidas a las de los jóvenes y no a las suyas.

El caso suscita interesantes reflexiones sobre la evidente impropiedad de mantener una asignatura confesional -sea obligatoria, voluntaria o mediopensionista- en la enseñanza pública. En un artículo aparecido como es lógico en Abc («Profesores de religión», 24-2-2007), Juan Manuel de Prada compara el caso de la profesora expulsada con el de un militar que, tras haberse graduado en la academia con calificaciones sobresalientes, se negara a ir al campo de batalla alegando convicciones pacifistas. Según Prada, nadie se escandalizaría de que fuese destituido puesto que «profesar la milicia y negarse a empuñar un arma son circunstancias incompatibles». En este último punto, desde luego, es imposible no estar de acuerdo con él. Pero el símil plantea cuestiones inquietantes. A ningún profesor de geografía se le puede echar de su plaza por ser remiso a viajar, a ningún profesor de literatura se le cesa por preferir leer El Código da Vinci a En busca del tiempo perdido y ni siquiera son privados de su doctorado tantos médicos destacados que fuman, beben y perjudican alegremente su salud como si la ministra Elena Salgado no hubiera venido jamás a nublar nuestras vidas. En cambio, a la profesora de religión amancebada -perdonen el término anticuado, tan barojiano- se la pone de patitas en la calle… sin que el Tribunal Constitucional logre presentar objeción válida. ¿Cómo puede ser eso? Pues lo explica Prada muy clarito: «Siendo la asignatura de religión de naturaleza confesional, nada parece más justo que exigir a quienes la transmiten una coherencia entre las enseñanzas que transmiten y su testimonio vital, (…) que exigir a los docentes que prediquen con el ejemplo y profesen efectivamente y no sólo de boquilla la fe que se disponen a transmitir». Sigue teniendo razón desde su perspectiva, aunque precisamente sea esa perspectiva la que nos plantea problemas a quienes deseamos una educación pública digna de tal nombre y por tanto inevitablemente laica.

Veamos: para empezar hay que hablar con propiedad. No estamos refiriéndonos a los profesores de religión en abstracto, de historia de las religiones o de creencias religiosas comparadas, ni siquiera a docentes que enseñen los principios del cristianismo y sus múltiples variedades instituidas, sino a personas designadas por las autoridades eclesiásticas para impartir doctrina católica con más o menos adornos. No es una asignatura relacionada con el conocimiento sino con la devoción. De ahí que -a diferencia de lo que ocurre en las materias de sustancia científica- se pida militancia a quienes la imparten, como bien subraya Juan Manuel de Prada: los profesores de catolicismo deben ser mitad monjes y mitad soldados, para utilizar otra expresión antañona. Lo que importa no es la autenticidad de lo enseñado (me temo que bastante discutible) sino la autenticidad de la fe con que se enseña. Se trata no de saber sino de creer o de aprender lo que hay que creer y a qué principios se debe obediencia. Es la fe quien mueve toda esta montaña pedagógica. De aquí también la dificultad intrínseca de evaluar semejante materia como las demás. Para ser rigurosos y coherentes con lo que se exige a los docentes, deberían puntuarse las buenas obras de los alumnos y su entrega piadosa al culto divino, no las respuestas a ningún tipo de cuestionario. Lospecados veniales restarían puntos y tres pecados mortales -por ejemplo- podrían bastar para suspender el curso. En esta asignatura no debería haber otros exámenes que los exámenes de conciencia…

Hay que reconocer que todo esto suena bastante raro, pero por lo visto es lo que dispone el Concordato firmado con la Santa Sede. Supongo que por eso la sentencia del Tribunal Constitucional establece que «si la impartición en los centros educativos de una determinada enseñanza religiosa pudiera eventualmente resultar contraria a la Constitución, ya fuere por los contenidos de dicha enseñanza o por los requisitos exigidos a las personas encargadas de impartirla, lo que habría de cuestionarse es el acuerdo en virtud del cual la enseñanza religiosa se imparte, no la forma elegida para instrumentarlo». En efecto, es ese acuerdo lo que urge revisar (por cierto, se firmó en el año 1979 -como una herencia de la época franquista que por entonces más valía no meterse a discutir- y según creo sólo por tres años). Porque resulta por lo menos inusual que una materia figure en el programa de bachillerato no por decisión libre de las autoridades educativas sino como concesión a una entidad foránea. Además, ¿qué consideración institucional merece la Santa Sede? Si se trata de una autoridad eclesiástica, la cabeza de la Iglesia Católica, ¿por qué debe mantener con ella nuestro Estado no confesional un tratado especial y comprometedor? Si se trata de un Estado extranjero con todas las de la ley, es hora de recordar que en él no se respetan derechos fundamentales en lo tocante a la libertad religiosa, igualdad de sexos para acceder a cargos públicos, etc… En una palabra, es una teocracia al modo de Arabia Saudí y no parece por tanto la influencia más deseable en el plan de estudios de un país democrático. Ese Concordato venido del franquismo concuerda muy mal con nuestras instituciones actuales y muchos católicos lo reconocen abiertamente así. Aquí y no en otra parte está el verdadero problema y el auténtico escándalo.

El adoctrinamiento confesional, sea católico, protestante, musulmán, judío o lo que se quiera, no ha de tener lugar en la enseñanza pública, ni como asignatura opcional pero pagada por el erario público ni mucho menos como obligatoria. Defender así el laicismo indispensable para el funcionamiento democrático no es un tema menor y hoy menos que nunca. Desde la ultramontana Polonia, pasando por Bélgica, Italia o España y hasta la admirable Francia, ahora amenazada en el horizonte por las propuestas neointegristas de Sarkozy, es raro el país europeo que no padece conflictos con el regreso invasor de la mentalidad religiosa en el siempre vulnerable redil educativo. Entre nosotros, suele trivializarse el tema o convertirse en palestra partidista, en ambos casos al modo de la discusión sobre el nacionalismo. Para los pro-nacionalistas actuales, cualquier reivindicación de la unidad de España como Estado de Derecho es «rancia»… como si los derechos históricos impertérritos ante el paso de los siglos y la segregación étnica fuesen conquistas de la modernidad. También para los actuales abogados del clericalismo el laicismo es progresismo trasnochado y, según Rouco Varela, el ateísmo resulta decimonónico (por lo visto la transubstanciación eucarística y la resurrección final de los muertos es lo que más va a llevarse la próxima temporada). Otros pretenden que el laicismo es un perverso invento de Zapatero y sus adláteres, lo mismo que hay quien cree que denunciar el separatismo reaccionario (todos lo son) es una maniobra al servicio del PP o del tradicional fascismo hispánico. Quiero pensar que la mayoría de este país -aunque desde luego la menos estentórea- no vive políticamente empobrecida por semejantes tópicos sectarios.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

Ahí va un bonito artículo sobre cosas que me interesan mucho, aunque no en ese orden:

Cervantes y las mujeres

JUANA VÁZQUEZ en El País

01/03/2007

Don Miguel de Cervantes fue un hombre que se adelantó a su tiempo, y al que su pasión por la libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes femeninos de Don Quijote según sus principios de independencia y libertad.

El escritor manchego estaba muy lejos de los modelos de mujeres que presentaban los autores de entonces. Su actitud ante la vida era avanzada. Sobre todo, si lo comparamos con Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo… y no digamos con el posterior Calderón de la Barca, quienes proyectaban en sus obras una concepción de la mujer cavernícola.

Consecuencia de esta actitud avanzada es que la mayoría de los personajes femeninos de este libro de libros saben leer y escribir. Sólo son analfabetas Teresa Panza, Sanchica, Aldonza Lorenzo y Maritornes. Sin embargo, las damas de aquellos siglos, en un 90%, no estaban alfabetizadas.

Letradas o analfabetas, señoras o criadas, ricas o pobres, campesinas o aristócratas, las féminas de Don Quijote son sujetos de pensamientos y actitudes autónomas, viven dignamente en el nivel que les corresponde por su origen, y aunque éste se sitúe en el peldaño más bajo de la escala cultural y social, se muestran seguras de sí mismas y lo viven con gallardía y autoestima. Cervantes les da vida como sujetos y por tanto no están atadas a ningún convencionalismo social o cultural que se sitúe por debajo de su dignidad como personas. No era así para las mujeres de carne y hueso de aquellos siglos. Y es que con Cervantes la mujer cambia su papel de objeto pasivo a sujeto activo.

Entre estas damas cultivadas y seguras de sí mismas de Don Quijote, en donde se cumple de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a su tiempo, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el famoso grito: «Yo nací libre». La zagala reivindica el privilegio de vivir sin trabas, sea soltera, casada u holgando a su antojo de lo que llama su libre condición.

Este que sigue es un fragmento de su discurso a los amigos del fallecido Crisóstomo, que se suicidó porque ella no lo aceptaba como futuro marido: «El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. (…) Yo como sabéis tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme (…) Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte».

¿Dónde en un siglo de analfabetismo, existen unas mujeres, además de libres, con destrezas propias de letradas e instruidas, iguales que los personajes femeninos de Don Quijote? Pues las féminas de este tiempo, como manifiesta el padre de una dama casadera en la comedia de Calderón No haya burlas con el amor, debían prescindir del terreno intelectual, ya que les estaba prohibido por pertenecer al hombre. Lo suyo era la vida cotidiana ubicada en el espacio privado y atender a sus labores caseras. De esta forma tan sintetizada lo dice el citado padre acerca de su «querida» hija: «Bordar, labrar y coser/ sepa sólo: deje al hombre/ el estudio».

Hoy todavía quedan flecos en la idea de que la mujer es la apropiada para realizar trabajos caseros. Por ejemplo, hace poco se leía en la prensa que una compañía aérea ha rechazado contratar hombres como auxiliares de vuelo en sus aviones. Alegan que prefieren que sean mujeres las que atiendan a los pasajeros. Seguramente, piensan que se les da mejor que a los hombres servir las comidas, las bebidas, traer una mantita al viajero, una almohada, algún analgésico, en fin, servicios domésticos…

En resumen, si la libertad que otorga Cervantes a las damas en Don Quijote, que las hace salir a los caminos «solas y señeras», hubiera servido de ejemplo para muchos escritores de todos los tiempos e incluso para los medios de comunicación de nuestros días -que todavía hoy deslizan en sus páginas frases como «mujeres cuota», «ministras Vogue», etcétera- mejor nos hubiera ido. Seguramente, mucha de la violencia machista estaría extinguida, pues ésta se basa, sobre todo, en utilizar a la mujer como un objeto que pertenece al marido, algo así como el coche, el vídeo o el ordenador, y no como sujeto de acción y libre albedrío.

En la comedia El castigo sin venganza, de Lope de Vega, se aprecia esta actitud machista, que por desgracia, hoy, cuatro siglos después, sigue existiendo. Así se queja una fémina de los maridos: «En tomando posesión (de la esposa)/ quieren en casa tener/ como alhaja la mujer,/ para adorno, lustre y gala,/ silla o escritorio en sala…/ y es término que condeno…».

Para muchos no ha cambiado esta concepción de la mujer, y siguen sin admitir su libertad como sujetos. Hace poco leía en una entrevista que le hacían en Mujer Hoy a una psiquiatra, Marie-France Hirigoyen, experta mundial en maltrato y acoso, en la que decía: «Se supone que cuanto más libertad tengan ellas, menos violencia debería existir dentro de la pareja, pero esto no es así, porque los hombres se resisten a aceptar esta libertad de la mujer». ¿Hasta cuándo?

Juana Vázquez es catedrática de Lengua y Literatura y escritora.

No me da tiempo a comentar otra maldad de las portadas de hoy:

«Enel admite…» en El Mundo. Cuando alguien «admite» algo, no suena a nada bueno. «¡Admítelo!», decimos.

El País, en cambio, utiliza un verbo mucho más convincente y positivo para la eléctrica italiana:

Enel sostiene…

¡Qué gran diferencia entre admitir o sostener!

Mucho interés debe tener Pedro Jota en descatar al tal Trashorras a toda página como para esconder no solo al terrorista De Juana Chaos sino al notición del vergonzoso botellazo en la cabeza del entrenador del Sevilla.

Pedro Jota: ¡Despierta, hombre!

Y ahora me voy de «finde» para Canarias con mis comerciales favoritos. Sorry. En la penísula no se puede tener todo.

¿Quién compara al PSOE con los nazis? Pedro Jeta

Una vez se me escapó como errata (escribí Pedro Jeta en vez de Pedro Jota) y lo rectifiqué de inmediato. «Aliquando bonus dormitat Homerus» («Hasta el gran Homero de vez en cuando se duerme»)

Hoy, sin embargo, lo de Pedro Jeta no es una errata. Es una voluntaria y clara referencia a la cara dura y a la frivolidad que luce hoy el director de El Mundo, Pedro Jota Ramírez, a través de su lamentable comentario editorial.

No creo que su miserable comparación entre el PSOE y los nazis (por el trato dispensado por el PSOE al PP y por el que los nazis dieron a los judíos) haga ninguna gracia a los judíos ni a las personas decentes que compran y leen El Mundo.

Maldita la gracia que me hace a mí esta comparación calumniosa de Pedro Jeta o cualquiera semejante que se tome a cachondeo el Holocausto.

¿Habrá perdido nuestro infame ex periodista algún tornillo o es pura estulticia?

Llevo varios días con la mosca tras la oreja. Ayer mismo escribí en este blog que encontré El Mundo más fino que El País; es decir, el mundo al revés. Mi gozo en un pozo.

El Pedro Jota ultramontano ha vuelto a donde solía. Pasen, pasen y lean el editorial de marras. No tiene desperdicio.

También les recomiendo – petición muy acertada de elvizca en el hilo anterior- que lean el artículo de Patxo Unzueta en El País y la carta de Luis García Martín, lector de El País, que voy a pegar a continuación.

Ambos diarios mandan en portada con el mismo tema e, incluso, con casi el mismo sujeto.

¿Dónde está la diferencia?

Sujeto de El País:

Todos los partidos…

Sujeto de El Mundo:

El PSOE y sus socios…

Ninguno de los dos miente. No obstante, hay entre ambos una gran diferencia en la presentación sesgada del sujeto:

«El PSOE y sus socios» equivale, en este asunto, a «Todos los partidos» salvo el PP

Cuestión de matices.

—-

Como contrapunto a los artículos de los últimos días, es interesante la lectura de este artículo de El País:

¿Cómo fortalecer el Pacto por las Libertades?

ROGELIO ALONSO

18/01/2007

El 1 de octubre de 1998, el entonces secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, y José María Aznar, se reunieron por segunda vez tras la declaración de tregua de ETA. Ese día, Almunia advirtió de que los socialistas «no van a tener una actitud seguidista haga lo que haga el Gobierno», añadiendo: «Nuestro deseo es coincidir, pero la coincidencia debe basarse en posiciones asumibles por todos, no en planteamientos hechos por unos y seguidos por otros. Ésa no sería forma de llegar a un auténtico consenso». Como esta declaración muestra, el comportamiento del partido que hoy dirige Rajoy coincide con el que Almunia exigió entonces desde la oposición, exponiendo cuán injustas son muchas de las críticas hacia el Partido Popular por su rechazo al fracasado proceso de diálogo con ETA. Si las palabras de Almunia en 1998 eran razonables, también lo es la reluctancia del actual líder de la oposición a apoyar una política antiterrorista carente de un «auténtico consenso» sin «posiciones asumibles por todos». Así ocurre al haber arrinconado el presidente un Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo cuyo punto primero señala: «Al Gobierno de España corresponde dirigir la lucha antiterrorista, pero combatir el terrorismo es una tarea que corresponde a todos los partidos políticos democráticos, estén en el Gobierno o en la oposición». Es evidente que la resolución del Congreso de 2005 fue propuesta por Zapatero sin buscar esa «colaboración permanente» con el PP, basada en «el intercambio de información» y «la actuación concertada» que exigía el Pacto.

De ahí que la oposición interpretara que la autorización del diálogo con ETA, que no había demostrado su voluntad inequívoca de poner fin a la violencia, tal y como reclamaba la citada resolución, no era compatible con esa obligación de «combatir el terrorismo» que corresponde a «todos los partidos políticos democráticos». Quienes acusan a la oposición y a muchos ciudadanos de haber bloqueado la paz al dificultar la negociación del Ejecutivo con hipotéticos «moderados» de ETA, ignoran la necesidad de ejercer una contención ante un Gobierno que ha incumplido su mandato parlamentario de dialogar en condiciones que no se daban, vulnerando otro acuerdo del referido Pacto.

Estos antecedentes convierten la reactivación del Pacto por las Libertades en un elemento decisivo de la política antiterrorista, pues de lo contrario se brindaría a la banda un valioso rédito político. El Pacto sirvió de marco para articular la más efectiva política antiterrorista contra ETA, al sustentarse en un importante consenso entre los principales partidos democráticos, negando la esperanza de cambios en la política antiterrorista con indiferencia del Ejecutivo que gobernara. La propia banda ha reconocido cómo esta iniciativa logró propagar «el fantasma de la destrucción de la izquierda abertzale».

De ahí que abandonar el Pacto constituya un altísimo precio político al presentar la estrategia terrorista como eficaz, aportando un poderoso argumento de propaganda y motivación a ETA. El cambio de circunstancias con el que se justifica su marginación no representa una sólida explicación habida cuenta del contraproducente mensaje que transmite. Son justamente las circunstancias descritas las que obligan a su férrea aplicación. Precisamente por ello la ampliación del Pacto propuesta por Zapatero exige criterios claros que eviten una desnaturalización del mismo que equivaldría a su abandono de facto y al incumplimiento del programa electoral socialista.

La adhesión de quienes deseen respetar los principios en los que descansa el Pacto precisa una voluntad de sumarse a unas máximas ya planteadas que no deben ser modificadas, sino reforzadas, tras el fracaso del diálogo con ETA. A pesar de las positivas valoraciones sobre Imaz, presidente del PNV, queda por demostrar si esta formación comparte los mecanismos administrativos y judiciales que han impedido en el pasado la presencia de Batasuna en la vida política como si fuera una formación legal. La reactivación de esas iniciativas, que deben aplicarse a partidos sustitutivos vinculados a ETA y a Batasuna, es crucial en una sociedad como la vasca en la que el terror y la intimidación impiden que ciudadanos no nacionalistas ejerzan libremente sus derechos.

Si el nacionalismo comparte estos principios, no sería difícil su incorporación al Pacto. Si no los compartiese, quedaría expuesta la inutilidad de romper el Pacto por un nacionalismo que rechazaría fundamentales instrumentos contra ETA, pero con el que se podría colaborar desde otro ámbito. Respetando estas premisas, la ruptura formal con Lizarra que se demandaba del nacionalismo en 2000 podría no aplicarse o ser sustituida por el requerimiento de un firme compromiso con elementos clave derivados del Pacto.

La profundización en el antagonismo entre Gobierno y oposición que provocaría la desnaturalización del Pacto beneficiaría a esos sectores nacionalistas que defienden como inevitable el diálogo con ETA, a pesar incluso del último y negativo ensayo, y que todavía entienden la paz como la satisfacción de aspiraciones nacionalistas que apacigüen a la banda.

Para ser útil la ampliación del consenso antiterrorista debe sustentarse en la reactivación del Pacto evitando una rebaja del mismo que podría atraer a otras formaciones, si bien a cambio de un coste político como el que ETA rentabilizaría al conseguir debilitar la filosofía inicial del Acuerdo.

La hasta ahora eficaz estrategia de división propugnada por ETA podría contrarrestarse supeditando la ampliación del consenso a la aceptación de determinadas adendas que fortalecerían el Pacto y la credibilidad de la respuesta estatal. Explicitándose en el Pacto que mientras ETA exista jamás se abordará la reforma del Estatuto vasco se oficializaría la premisa de «primero la paz y después la política» como criterio para aceptar incorporaciones de quienes asumieran un principio tan reivindicado como incumplido durante los últimos meses.

La presencia de ETA, incluso en situación de «alto el fuego», es un factor de coacción enorme que jamás deben aceptar ciudadanos privados de libertad, siendo preciso por ello descartar categóricamente negociaciones con la banda incluso bajo promesa de desaparición, máxima que podría recoger un Pacto reforzado. Esta contundencia impediría que cualquier Gobierno cayera en las trampas que ETA tiende en momentos de debilidad al emitir señales equívocas sobre sus intenciones de concluir con el terrorismo. Evitaría además que la ansiedad colectiva por el final del terrorismo fuera manipulada mediante un lenguaje que puede mentir al enfatizar la incompatibilidad del diálogo con la violencia a pesar de la permanencia de ambos en condiciones inadmisibles, como las que se desprenden de la mera existencia de una organización terrorista. Nuestro sistema democrático permite ya la salida del terrorismo sin contraproducentes diálogos con ETA como los que vienen proponiéndose.

Rogelio Alonso es profesor de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos.

FIN