El paso del colegio al instituto

En marzo de 2009 (sí, ha llovido ya), andaba contándoos por este blog nuestras reglas a la hora de elegir colegio. Qué es lo que para nosotros era importante, qué priorizábamos, a la hora de buscar el centro en el que Julia estaría escolarizada los siguientes ocho años de su vida. Releyéndolo ahora no deja de ser curioso observar que, la pobre, ni pinchaba ni cortaba. Y es lógico, tenía solo cuatro años. Éramos nosotros los que ponderábamos si mejor público o si el estar cerca de casa andando era imprescindible.

Esta primavera nos hemos visto en una posición semejante, y a la vez muy distinta. Julia tiene que pasar el año próximo al instituto, ese salto sin red, que tanto vértigo da, de ser los mayores de los pequeños a convertirse en los más pequeños del corral. Y es curioso como ahora lo más importante es escuchar a nuestra hija, tener en cuenta su opinión tras visitar las jornadas de puertas abiertas virtuales de los posibles centros, saber dónde irán sus mejores amigos.

Sí, la cercanía puede ser también importante; que sea un centro bilingüe o no; público o concertad; incluso los itinerarios de los que disponga en Bachillerato, una vez superen la Secundaria; pero al final lo importante es respetar sus deseos.

No hace mucho publicamos en 20minutos un tema titulado Del colegio al instituto: ¿cuáles son los aspectos más importantes a tener en cuenta a la hora de elegir nuevo centro?, en el que Nani F. Cores recogía una serie de recomendaciones, no muchas, entre las que destacaba precisamente «tener en cuenta las preferencias de nuestro hijo a nivel personal».

Nosotros ya hemos enviado la solicitud de manera telemática. Mantenemos los dedos cruzados, como en aquella primavera de 2009, esperando que la suerte (y la combinación de plazas disponibles y puntos que tenemos) nos abran la puerta del instituto que hemos solicitado. No tardaremos en saberlo.

Más allá de la elección de centro, que habrá familias para las que supondrá un quebradero de cabeza y otras para las que no habrá nada que pensar, está el miedo de mandar a nuestros niños (porque por muy preadolescentes que sean, siguen siendo nuestros niños y parece que era ayer cuando les veíamos dar sus primeros pasos), a un entorno desconocido, más exigente académicamente, con chavales que ya son adultos compartiendo espacio con ellos, que apenas tienen doce años, incluso once en algunos casos.

Pensamos que nosotros teníamos ese cambio dos años más tarde, a los catorce y se nos junta con ese miedo al lobo feroz de la adolescencia del que tal vez deberíamos ir liberándonos. Tener hijos es empezar a pensar que el mar está lleno de tiburones, ya os lo contaba en mi primer post en noviembre de 2007.

En realidad deberíamos mentalizarnos de que no va a pasar nada, que aparecerán nuevas amistades, nuevos aprendizajes, tal vez los primeros amores, un montón de oportunidades para que nuestros niños crezcan también por dentro, se construyan. Deberíamos trabajar para ver este cambio como algo emocionante, libre de miedos, y transmitírselo así a ellos, que a fin de cuentas son los protagonistas de ese necesario paso hacia delante, y más vale que lo encaren de una manera positiva y con confianza en si mismos.

Yo estoy en ello. Sabiendo que mi papel es el de dejar a mi hija volar cada vez más alto, más sola; el de ser su faro, su red de seguridad, el fondeadero siempre disponible si lo necesita.

(GTRES)

1 comentario

  1. Dice ser Clic aquí

    Para mi hijo fue un paso demasiado brusco, tenemos que tener en cuenta, que los niños en primaria están completa mente vigilados en cada momento, además no se mezclan los niños de diferentes edades. El instituto es muy diferente, hay mucha mezcla y ahí es donde empieza el problema de todos los padres… Sin duda alguna, cuando tenemos hijos es tener metido en el corazón el miedo… Un saludo excelente artículo.

    05 mayo 2021 | 18:50

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