Una oda a lo regular, a vivir feliz en la imperfección

Este sábado tuvo lugar en Madrid un nuevo evento de Educando Hijos. Uno en el que participe subiendo a las tablas del teatro Lope de Vega junto a Jessica Gómez, escritora, ilustradora y también autora del blog de 20minutos Que fue de todos los demás.

Doce minutos compartidos sobre el escenario para reivindicar que nuestros hijos nos quieren felices y no perfectos, para entender que moverse por un territorio gris es más deseable que buscar una perecccion inalcanzable y acabar frustrados e infelices.

Os dejo el texto en el que me apoyé para esa breve charla.

Soy Melisa y tengo dos blogs, uno de maternidad y otro de protección animal. He publicado dos libros, tengos dos hijos, uno con autismo y un grado elevado de dependencia, dos perras, dos universos distintos en redes sociales y hasta hace poco dos gatos. ¡No todo va de dos en dos eh! Marido solo tengo uno. Y aficiones tengo muchas. Ahora me ha dado por aprender japonés.

Con frecuencia me preguntan aquello de «no sé cómo lo haces, cuéntame el secreto». Mi respuesta más sincera cuando me dirigen a mí esa pregunta es «haciéndolo todo regular». Y juro que es la verdad. Cero postureo. Tomo menos cafés con mi madre de los que debería, publico lo que escribo sin apenas revisar porque si quiero pulirlo, no sale. Y eso es aplicable también a muchos aspectos de mi vida cotidiana como madre. Un ejemplo. Este año mi hija, que tiene nueve años, ha pegado un estirón que nos pilló con el pie cambiado. Pues mira, las mallas por encima del tobillo son tendencia, que he visto yo muchos modernos el centro de Madrid con el tobillo al aire pese al frío que hace, así que a correr. Y si hace frío te pones las botas que son más altas y así no se ve que están cortas. Sí, también en clase de gimnasia. ¡La fama cuesta!

Además de hacerlo todo regular, también ayuda el hecho de que la maternidad es el mejor máster en gestión de tiempo que alguien puede hacer. ¿No pensáis también vosotros eso de “¿qué demomios hacía yo con mi tiempo cuando tenía veinte años?”. Hace un tiempo vi bastante en redes que la gente se hacía la pregunta ¿qué le dirías a tu yo veinteañero si pudieras?. No sé vosotros, pero yo lo tengo claro. “Espabila Melisa, hija, que estás a por uvas. Si te pones, con todo ese tiempo malgastado, puedes aprender a programar, a hablar francés y bailes de salón sin demasiado problema”. En fin, me lo reservo para decírselo a mi hija cuando llegue a esa edad, que por supuesto no me hará ningún caso.

Pero dejando la organización del tiempo aparte, lo que yo quería es reivindicar la mediocridad, poner en valor las medias tintas, que eso de hacerlo todo regular puede no estar tan mal. En serio. Aspiremos a no hacer nada bien del todo.

Mi hijo ha decidido últimamente que no hay nada más divertido que ser como el perrito de scotex y llenar toda la casa de trozos de papel higiénico. No pasa nada. Le gusta también desmontar el sofá para apilar los respaldos y ponerse encima. Destrozado lo tiene y lo compre hace dos años. Blanquito, más mono… como de influencer de Instagram. No pasa nada. Vamos con prisa, mi hija odia peinarse y ha salido de casa con la cabeza como un nido de pájaros. No pasa nada. ¿El lavavajillas lleva día y medio con los platos limpios sin sacar? No pasa nada. No nos ha dado tiempo de bajar al mercado y tenemos que cenar ese día sopa de sobre. No pasa nada. Tu marido lleva todo el día en casa y no se ha dado cuenta de que había ropa tendida y ha empezado a llover. Repetid conmigo, no pasa nada.

Y es verdad que no pasa nada. No son cosas importantes. Solo lo son si las hacemos importantes, si pretender tenerlo todo controlado, perfecto, nos conduce a discutir o ser infelices.

Hay que relajarse y respirar. Y disfrutar moviéndose en ese territorio ‘regular’.

Intentar ser feliz, no es intentar ser perfecto. Yo renuncié a la perfección hace mucho tiempo. Realmente, si soy sincera, nunca aspiré a alcanzarla en nada. Solo pretendo avanzar disfrutando y que los míos lo sientan igual. A no patinar en lo importante, que son muy pocas cosas.

Ser feliz y buena persona. Las únicas expectativas que los padres deberían depositar en sus hijos.

Tengo un texto escrito en este blog cuando mi hijo mayor, que ahora tiene doce años, era un bebé en el que defendía eso mismo. Cuando me dijeron que mi hijo tenía autismo y se nos rompió la foto de familia que habíamos imaginado, solo tuve que recordar aquello para encontrar de nuevo el norte.

Ser felices y buenas personas. Habrá quien nos tome por bobos, pero a mí me parece la actitud ante la vida más inteligente.

Y respecto a todo lo demás. No pasa nada.

Termino recordando otras intervenciones, todas interesantes y que invitaban a reflexionar. En la cuenta de YouTube y las redes sociales de Gestionando Hijos será posible verlas todas. Tras el hashtag #MeGustaEducar también podéis encontrar más información sobre la jornada de ayer.

1 comentario

  1. Dice ser La mediocridad

    Interesantes reflexiones sobre la mediocridad aunque no está nada de moda

    25 noviembre 2018 | 21:37

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