Hay que enseñar a los niños a llevarse solo sus recuerdos y dejar únicamente sus huellas en el campo

La primera vez que supe de la existencia de la moda de apilar piedras, la última tontuna vandálica de moda tras aquella que llenó los puentes de candados, aunque fueran patrimonio protegido, fue gracias a César Javier Palacios, autor del blog de La crónica verde, en la columna Deja de hacer el idiota con las piedras, que os recomiendo leer entera, pero de la que os dejo un fragmento que deja bien claro la razón por la que es una idiotez.

Para empezar estamos desvirtuando y banalizando el paisaje, aquel que precisamente buscamos por su belleza, pero al que luego perturbamos gravemente con los dichosos montoncitos. En segundo lugar, removiendo el terreno y levantando piedras alteramos el hábitat de infinidad de especies animales (insectos, caracoles, reptiles, pequeños mamíferos) y raros vegetales que encuentran su refugio en las piedras que de modo natural se distribuyen por el territorio y a los que, directamente, estamos dejando sin hogar con este tipo de prácticas inadecuadas. En tercer lugar, con los amontonamientos desnudamos un suelo que queda desprotegido, abandonado a la erosión del agua y el viento, cada vez más estéril. Una cuarta razón serían los problemas de seguridad que estos inestables montículos pueden ocasionar, desde accidentes de los senderistas hasta viandantes perdidos entre esos bosques pétreos donde se confunden fácilmente los caminos. Y por si todo ello fuera poco, muchas veces destruimos sin saberlo un valioso patrimonio arqueológico o etnográfico, porque esas piedras pueden ser restos de estructuras habitacionales romanas, celtíberas, e incluso bifaces prehistóricos.

Estos días he podido ver esta turistada absurda en toda su gloria en la reserva ornitológica bretona de Cap Frehel.

Todo estaba lleno de montoncitos de piedras.

Un comportamiento heredero de herir la corteza de los árboles o de pintar o raspar muros para dejar nuestro nombre y fecha, algún corazón o cualquier chorrada vandálica similar. También paisano de llevarse fragmentos del lugar que visitamos se recuerdo, cuyas peores representaciones serían las de arrancar fragmentos de estalactitas o estalagmitas o capturar y desubicar seres vivos. Y primo cercano de alimentar a los animales que vemos (silvestres, domésticos o salvajes encarcelados) con lo primero que se nos pasa por la cabeza.

Comportamientos incívicos que me ponen de mala leche. Comportamientos que dañan el entorno, que no tienen justificación y que hacen que se nos acote el espacio a visitar a todos, también a los cívicos.

Hace ya mucho que Julia sabe que no se arrancan las flores en nuestros paseos por el campo, da igual lo comunes que sean (o que nos parezcan). Esas flores silvestres morirán pronto en nuestras manos, no servirán de refugio y alimento, no completarán su ciclo. Era algo que su abuela materna animaba a hacer por desconocimiento y con toda la buena intención, pero que no debe ser.

Puede ser muy bonito, cuando eres madre reciente, recibir un ramito de flores del camino de manos de nuestros hijos pequeños, pero es más bonito enseñarles a respetar la vida, el paisaje, para que los que vengan detrás lo encuentren igual que ellos.

Educar a los niños, enseñar a nuestros hijos que lo único que se debe dejar en el campo son nuestros pasos y lo único que nos debemos llevar son los recuerdos y las fotografías, como también leí hace tiempo a César Javier Palacios, es la única vacuna que conozco para luchar contra esas modas que llegan de apilar rocas para subir a instagram una foto con un hahstag que nos procure unos cuantos corazones digitales. Como borreguitos.

Cada vez somos más los que lo intentamos. Los que os miraremos con reprobación mientras os hacéis una foto sin ningún valor junto a vuestra torre de piedras.

Un selfie merecedor de una buena multa y una aún mayor regañina materna. La pena es que ni las fuerzas de la autoridad ni las madres podamos estar en todas partes.

9 comentarios

  1. Dice ser Lacestitadelbebe

    Hola,

    educación y respeto son de los valores que más brillan por su ausencia en estos tiempos. Lo de los montones de piedra yo por aquí no he visto apenas, por eso lo desconocía.

    Besos!

    Anabel

    17 agosto 2017 | 08:32

  2. Dice ser YomismoY

    No lo veo tan grave, hay expolios mucho peores. Y en algunos sitios del mundo están muy orgullosos de ello, por ejemplo en Noruega, que esta el campo lleno de estos montoncitos y ellos dicen que son las deposiciones de los trolls

    17 agosto 2017 | 08:45

  3. Dice ser Ana

    Yo estuve hace unos años en Finisterre y la cruz estaba llena de prendas que habían dejado los turistas, parecía un basurero……..¿son tontos o que pasa?

    17 agosto 2017 | 11:06

  4. Dice ser Cristina

    Como dice yomismoy en Noruega se ve en infinidad de sitios. Llevan muchísimos años haciéndolo, y sinceramente, no veo ningún problema con ello.
    No hay reptiles ni mamíferos debajo de las piedras, normalmente son piedras muy pequeñas, el suelo no se va a erosionar menos por una piedrecita y el paisaje sigue siendo de diez (en una carretera, pasado el círculo polar, tienen un mirador lleno de montoncitos que parece de cuento). Y en cuánto a lo de ser peligroso… No creo que haya ningún herido hasta hoy por eso.
    Yo no lo he hecho nunca, y me parece un poco absurdo que la gente lo haga por todos sitios para sacarse selfies, pero me parece que es echarle demasiado dramatismo.

    17 agosto 2017 | 11:26

  5. Dice ser Ivi

    «sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana y de lo primero, no estoy seguro» – A. Einstein

    17 agosto 2017 | 11:31

  6. Dice ser elena

    tu no puedes dar lecciones de NADA.

    17 agosto 2017 | 14:14

  7. Dice ser Asíntota

    6. Dice ser elena
    ¡AMÉNNNN!
    Quedó claro cuando hizo un post defendiendo delitos de secuestro.

    17 agosto 2017 | 15:35

  8. Dice ser Una

    Con montones de piedras puedes hacerte un refugio.

    ¿Hoy también borras o qué? Ojo, que la bloguera te borra el comentario si no le gusta.

    17 agosto 2017 | 16:08

  9. Dice ser la piedra parlante

    La Tierra está llena de expolios importantísimos desde que el hombre existe. En la sociedad actual moderna, se supone, hemos construido casas con madera de árboles talados masivamente, hemos cavado agujeros para construir galerias subterraneas, hemos cavado para conseguir petroleo, minerales, oro, hemos removido piedras en todo tipo de terreno para cimentar edificios megalíticos; amontonando esas mismas piedras en canteras que contienen hasta fósiles, hemos construido autopistas al infierno en medio de montañas atravesadas por túneles infinitos, hemos quemado, diezmado la fauna y flora de cientos de miles de hectáreas de paraísos naturales, en el mar lo mismo, hemos contaminado, seguimos haciéndolo… y no sigo porque no acabo.

    Por eso, con todo respeto, no entiendo que te preocupes por el medio ambiente que vive debajo de las piedras, -que no suele pasar que se altere, porque no se desincrustan piedras-. Normalmente se toman piedras que no están fijas en la tierra y si hubiese comunidades diminutas , son capaces inmediatamente de adaptar su vida a otro cobijo abundante, además. Tambien me sorprende que no te guste verlas amontonadas a modo escultórico en un camino, que no rompe en absoluto la belleza del paisaje, puesto que el ser humano, a pesar de que somos brutos de nacimiento, necesitamos al mismo tiempo dar rienda suelta a la creatividad de nacimiento que poseemos. Es mucho mejor y más lógico ver en un bosque sueco o asturiano una escultura o construcción mimetizada con su entorno, hecha con el material madre que ver la estatua ecuestre en mármol de quien sea. También tiene connotaciones mágicas y/o espirituales heredadas de nuestros ancestros.
    Hay artistas, artesanos – de todo el mundo – que trabajan con piedras que recogen de distintos lugares. Las pintan, las esculpen, construyen figuras, candelabros, cabeceras de cama… algunos hasta tienen una fuente de ingresos en ello.

    A los niños que no se dedican sólo a estar colgados de tv, video juegos, pc o móviles, también les gusta mucho crear cosas con piedras, material muy apto para trabajar con él. Construyen torres que no contaminan, les gusta pintar sobre ellas , para hacer un muñeco recogen troncos, ramas, piñas, hojas y material siempre reciclable del lecho natural lleno de organismos vivos y muertos y absolutamente no ponen en peligro el entorno. Te aseguro que es un sano y buen entretenimiento en una larga tarde de invierno con niños que viven en pueblos, bosques, valles o montes, (o ciudades). Niños que seguramente van entendiendo a la perfección un asunto primordial como es la simbiosis, más que cualquier adulto como el Sr. Palacios, que se va por las ramas, y se da con un canto en los dientes, nunca mejor dicho, obviando el desastre actual de siglos de agresión salvaje a la naturaleza.

    18 agosto 2017 | 14:11

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