Europa inquieta Europa inquieta

Bienvenidos a lo que Kurt Tucholsky llamaba el manicomio multicolor.

Archivo de la categoría ‘Análisis’

Chechenia: 20 años del comienzo de una guerra olvidada… que Putin no olvida

Un grupo informe de soldados mal equipados, la mayoría de ellos alcohólicos y forajidos. En realidad más mercenarios que soldados. Saquean casas, comen perros y cortan orejas de los enemigos para enseñárselas a los reporteros. Es la ‘columna Chamanov’ y era la primera guerra chechena. Con motivo del veinte aniversario del comienzo del cruel conflicto he vuelto a ver aquel documental, una pieza espeluznante y al mismo tiempo una obra maestra de periodismo.

En diciembre de 1994 la Rusia del melifluo Boris Yeltsin invadía Chechenia, una exrepública socialista del Cáucaso. Comenzaba una guerra que duraría dos años y que no resolvería nada. Una guerra que convirtió la región en un Estado fallido y que, escribe Jesús M. Pérez en su muy recomendable blog Guerras Posmodernas, transformó la causa de la independencia en una causa yihadista.

Imagen de Grozni esta semana, tras la 'batalla' entre policías e islamistas (EFE)

Imagen de Grozni esta semana, tras la ‘batalla’ entre policías e islamistas (EFE)

Solo cinco años después vendría una segunda parte, más sangrienta y definitiva, en la que un inflexible y recién llegado Vladímir Putin arrasó (1999) a sangre y fuego la levantisca región. Para los soldados rusos, bisoños y temerosos, Chechenia fue un matadero; para los chechenos, un calvario: así lo recordaba el fallecido Julio Fuentes en su emotivo Réquiem por Grozni. Veinte años después, Chechenia es una región de Rusia gobernada de forma cuasi dictatorial por un presidente elegido en las urnas y aliado de Moscú.

El rebrote de la violencia en la capital (el jueves murieron, en un ataque terrorista, diez policías y nueve rebeldes) coincide estos días con el nuevo órdago dialéctico de Putin a Occidente, a quien acusa de casi todos los males de Rusia y en concreto, en este caso, de «haber apoyado a los separatistas chechenos durante las pasadas décadas». Un pulso por la hegemonía en la región que ha devuelto a una cierta actualidad (horrorosas dos palabras) aquel conflicto olvidado, hoy oscuro y agazapado, pero cuajado por fogonazos de violencia.

Europa boxea por debajo de su peso: mucha presencia, pero menos poder

Presencia en el mundo no implica necesariamente poder sobre él. Es uno de sus requisitos, pero hay países cuya significativa presencia no se corresponde con su limitado poder y, al contrario, hay otros cuyo poder es superior a su presencia. Pero quizá estoy liándoos. ¿Qué es la presencia global? ¿Cómo se mide? ¿Para qué sirve? Ayer estuve, invitado por el Real Instituto Elcano, en la presentación de la web de su Índice de Presencia Global, una herramienta que analiza lo que ellos llaman el ‘estar ahí fuera’, es decir, lo que cada país aporta a la globalización en términos económicos, militares y blandos.

Os invito a que fuchiquéis en la página, porque tanto si sois periodistas, investigadores, estudiantes o simples aficionados a las RR II hallaréis una ingente cantidad de datos para cruzar y extraer conclusiones que apuntalen artículos o maticen vuestras intuiciones. El IPG no se elabora con percepciones ni encuestas, sino con datos extraídos de organismos internacionales.

Como en toda herramienta de este tipo, claro, hay cierto subjetivismo de origen, que en Elcano reconocen y tratan de ir limando en sucesivas ediciones (van por la quinta ya). Por ejemplo, los elementos que componen el apartado de ‘presencia blanda’ –cultura, deporte, ciencia, información, etc.– son más efímeros y cambiantes que otros, como los económicos, por lo que requieren una revisión más frecuente.

Pero mejor me dejo de cuestiones metodológicas. Lo importante es que el IPG es una mina de oro para comenzar a entender el lugar de Europa en el mundo. Por ejemplo, y sin profundizar demasiado, algunas percepciones que todos tenemos se ven reflejadas con meridiana claridad. Europa tiene mucha presencia en el presente globalizado, más incluso que sus directos socios y/o competidores. Mirad esta gráfica:


 

ipg

 


 

La UE, tomada como si fuera un país (esto es: no sumando los valores de los diferentes estados miembros) ocupa el primer puesto en del IPG con 1.239 puntos, casi 200 puntos más que EE UU y mil más que China. Además, la Unión es, de estos cinco primeros clasificados, el que ha experimentado un mayor crecimiento en su índice, más de 200 puntos respecto a 2010.

Europa es la primera en casi todo salvo en, obviamente, presencia militar, donde es superada por EE UU. Sus puntos fuertes son, pues, la tecnología, la ciencia, el deporte, la educación y la cooperación al desarrollo. Es decir, el soft power, como ya os comenté un día por aquí. Lo curioso es que la economía, pese a estos años de intensa crisis, ha sido el vector que más ha impulsado a la UE en el índice desde 2005. Al cabo parece que el bache de la recesión ha sido compensado por otros factores y la Unión no se ha resentido en el teatro internacional (un euro fuerte también ha ayudado, por supuesto).

Ya como bloque geográfico, es decir, incluyendo a Rusia y a otros países del entorno que no forman parte de la UE, Europa tiene una cuota de presencia global muy elevada, superior en más de un 20% a los otros dos bloques mundiales más importantes, el de Asia-Pacífico y el de América del norte. Además, la cuota de presencia se ha mantenido estable (aunque a la baja) desde el fin de la guerra fría (años 90).

cuotaspresencia


 

Pero volviendo a la UE: todo lo que converge para convertir a la Unión en uno de los principales actores globales, no termina en cambio de servirle para capitalizar poder e influencia en la toma de decisiones a nivel mundial. «Europa boxea por debajo de su peso», señalan a modo de metáfora los especialistas del Elcano encargados del IPG. Esta conclusión no se extrae cotejando los datos de presencia, pero son los expertos los que la señalan tras comparar su presencia con otros índices y clasificaciones disponibles. Termino precisamente con la reflexión de Federico Steinberg, investigador de Elcano, quien 2013 publicó un informe titulado Europa y la globalización: de amenaza a oportunidad en el que asegura que:

En los campos en los que logra comportarse como un bloque compacto, especialmente comercio internacional, su poder [el de la Unión Europea] es mucho mayor al de la suma del sus estados miembros, lo que se traduce en una influencia tan importante que hace ningún acuerdo salga adelante sin su apoyo. Sin embargo, donde está dividida y no puede articular una posición común, como en energía, política exterior y de seguridad o migraciones, tiene una influencia limitada.

¿Tiene que ser la reindustrialización la gran apuesta económica para Europa?

De Felipe VI a Izquierda Unida apenas queda alguien que no haya pedido ya la reindustrialización de Europa. Salvo yo. Es un asunto complejo, que suele adornar los discursos institucionales y que en los últimos tiempos se ha convertido en uno de esos lugares comunes tan caros al ecosistema comunitario.

La UE ha perdido músculo industrial. Es un hecho. Algunos socios más que otros. Es otro hecho. Este desequilibrio interno, unido a la constatación de que los países con un tejido industrial más poderoso han aguantado mejor los embates de la crisis, ha llevado a los actores políticos (con especial énfasis entre los partidos de izquierda) a clamar por un modelo de crecimiento que no margine a la industria.

Un obrero en una fábrica (GTRES)

Un obrero en una fábrica (GTRES)

La conocida como Agenda 2020, uno de los horizontes de la política económica europea a medio plazo, demanda que para entonces la industria represente un 20% del PIB de los países de la zona euro (actualmente está en el 14%, y bajando). Este impulso a la industria es vital para, según ciertos autores, restablecer parte del equilibrio perdido entre los países del sur y del norte del continente en el último lustro.

La industria puede ser, según los especialistas, el revulsivo que permita estabilidad el empleo en un continente que sufre especialmente los rigores de la falta de puestos de trabajos y de su precarización. El sector manufacturero proporcionaría un nivel estable de empleabilidad, algo que la Europa terciaria de los servicios está más lejos de facilitar. Conceptos fetiche como sostenibilidad y competitividad dependen, en este sentido, de lo que Bruselas y los países miembros quieran hacer con la nueva industria.

Eso sí, no todos comparten el optimismo de la agenda 2020 ni de las voces que enumeran las bondades de la reindustrialización. La propia Comisión Europea tiene sus dudas, y los expertos también. En este sentido, en un artículo publicado hace casi un año por analistas del Deutsche Bank y titulado El abismo entre las aspiraciones y la realidad, se dice que esta meta es improbable por varias razones: una razón estructural (externa, por así decirlo: otros sectores que no son el industrial tiene mucho más potencial de crecimiento) y otra cíclica (hay nichos industriales en Europa que aún tienen que perder lastre y la débil recuperación económica no ayuda a su reconversión).

Con todo, sí que existe un cierto consenso entre los especialistas a la hora de demandar mayores inversiones tanto directas en la industria como indirectas en la formación de jóvenes trabajadores que puedan servir de mano de obra cualificada. La Comisión Europea adoptó, en enero de este año, una nueva política de comunicación en asuntos industriales (signo de que los tiempos están cambiando), que incluye la simplificación legislativa, la modernización del sector, el acceso en mejores condiciones al crédito, etc.

La industria es uno de los símbolos del pasado exitoso de Europa. El ‘milagro alemán’, pero no sólo aquel, se edificó sobre el sector secundario de la economía. En España, así como en otros países del sur del continente, la desindustrialización de los años ochenta fue celebrada como un mal menor del inminente ingreso en el club europeo y ahora, con la crisis, se percibe como uno de los síntomas de sometimiento del sur precario hacia el norte industrioso. No comparto esta división tan radical, engañosa y muy matizable, de la división norte/sur (Luuk Van Middelaar la refuta con ingenio en un artículo publicado en La Maleta de Port Bou de octubre), pero en el caso de la industria esta brecha es bastante evidente.

¿Tiene que ser la reindustrialización la gran apuesta económica? Pues quizá, si no la gran apuesta, sí una herramienta más que ayude a limar las diferencias económicas y sociales entre unos europeos y otros. El resto ya se verá. En próximos posts espero profundizar un poco más en el tema entrevistando a especialistas que tengan una visión más exacta y que puedan o no desmentir las aspiraciones institucionales. Espero que este post os haya servido de aperitivo (no industrial).

Renzi, Charles Michel y Taavi Roivas: Así es el club de la treintena en el poder

La mayoría de los primeros ministros de países de la Unión Europea han sobrepasado lo que los ingleses llaman la crisis de la mediana edad. Algunos, los más veteranos, como Merkel o Samaras, se acercan a la edad de jubilación (ambos están por encima de los sesenta años). Otros, la mayoría, están alrededor de los cincuenta (Tusk, Rajoy u Orban), y unos poquitos, tres, aún son lo que lo medios de comunicación acostumbran a etiquetar como «jóvenes políticos».

Renzi, corriendo una media maratón (Foto: https://twitter.com/matteorenzi)

Renzi, corriendo una media maratón (Foto: https://twitter.com/matteorenzi)

Se trata del primer ministro italiano, Matteo Renzi, el primer ministro estonio, Taavi Roivas, y el primer ministro belga, Charles Michel. Los tres tienen menos de cuarenta años. Los tres representan, de algún u otro modo, la renovación política dentro de la UE. Os los presento para que los conozcáis mejor, porque hay algo más allá de la edad que los une y que parece perfilar esa nueva política que Europa necesita.

Tanto Renzi como Michael como Roivas juegan, en sus respectivos países, con una imagen fresca, dinámica y amable. Contra el abuso gris de la tecnocracia y del establishment, los tres se alzan como renovadores, en fondo y forma, de la política europea (y aunque progresistas en diferente grado, los tres parecen haber optado por difuminar las líneas ideológicas entre la derecha y la izquierda).

Renzi, el más popular de los tres, cultiva el estilo obamista y americano de hacer política (algo que periódicos como The New York Times no tardaron en percibir). Su cuenta de Twitter, desenfadada y cercana, con esa foto de perfil en camiseta, trasmite una cercanía que la alta política italiana ya ha perdido.

Por su parte, Michel explota también ese carisma amable (como lo describía El Mundo hace unas semanas), transversal, liberal en lo económico pero abierto en lo social. La diferencia, quizá, es que las raíces familiares del belga el primer liberal francófono en 75 años sí están perfectamente ancladas en la política de su país. Su padre es una de las figuras históricas del Partido Liberal belga, lo que hace de Michel un advenecido conocido, al contrario que Renzi y sus humildes orígenes obreros.

Roivas, el estonio, reformista y casado con una cantente pop de su país, es el más joven de los tres, y como en el caso de Michel, su experiencia política se remonta a su adolescencia, cuando empezó a militar en el partido que ahora le ha permitido ser primer ministro (como cuenta este detallado perfil publicado en CIDOB). Roivas, que tenía 11 años cuando Eslovenia se independizó de la URSS, es economista de carrera, al parecer un joven seguro de sí mismo (quizá con una pose más clásica en la comunicación política que los otros dos), ortodoxo en lo económico y favorable a los nuevos modos de hacer política transparencia administrativa, gobierno abierto que hasta ahora su país no había ensayado.

PD: Está por ver hasta qué nivel de profundidad son capaces de llegar en la renovación de la política de los tres países, aquejados eso sí de problemas diferentes. Por hacer una comparación con lo que sucede en España, y visto el giro suave con el que Podemos quieren acceder a la política de partidos tradicional, podríamos decir que Pablo Iglesias está más cerca de Renzi que de Beppe Grillo, con quien en el pasado más se le ha asimilado. Veremos.

Una mañana con Podemos: entre los círculos amateur y los mítines profesionales

Ni Europa salió mucho ni parece que a los que estaban allí les importara demasiado. Una vaga referencia a Merkel, aplausos, algún grito de aprobación y asunto zanjado. Asumo, pues, que tengo pocos argumentos para justificarme escribir una vez más sobre Podemos. La razón, perdonad, es un acto que celebró en mi barrio la formación —en breve ya partido— y por el que me di una vuelta el sábado por la mañana. El círculo de Podemos Hortaleza era el organizador. E Iñigo Errejón la estrella invitada junto a un poeta, un médico y una profesora, que le precedieron en el turno de palabra con desigual desempeño.

Entrada al parque, con globos de Podemos.  (NS)

Entrada al parque, con globos de Podemos. (NS)

Llegué con bastante tiempo de adelanto, y me senté a esperar a las puertas del recinto donde iba a desarrollarse la función. Un lugar histórico aunque muy degradado: el foro neoclásico del parque Isabel Clara Eugenia, jardín que conoció seguro tiempos mejores (fue un antigua quinta ducal cuando el barrio aún no era Madrid y ha sufrido varias remodelaciones, que no le han devuelto su antiguo esplendor) y que ahora sirve a los skaters para practicar sus trucos y a los grafiteros, empeñados en embellecer con una nueva policromía las pocas columnas que quedan en pie.

El ambiente era cordial, casi familiar. La gente se conocía y se saludaba como haría en un mercadillo o en las fiestas patronales de un pueblo. A la entrada, globos con los colores de Podemos y una mesita con merchandising clásico de chapas y camisetas. Familias, gente en bicicleta, niños en patinete y pandas de amigos. También viejecitos ensimismados a esa hora de la mañana, preguntando que qué pasaba y que por qué a ellos no les daban los trípticos que iban repartiendo los voluntarios y que yo sí cogí. Ya dentro, y mientras esperaba que todo aquello empezara, las conversaciones giraban invariablemente sobre tres asuntos: el ébola, las tarjetas de Caja Madrid y el pederasta, vecino del barrio. De fondo, el hilo musical de Bunbury competía con los pajaritos bajo un cielo sucio que amenazaba lluvia.

Me sorprendió lo perfectamente organizado que estaba todo sin que diera la sensación de artificiosidad. Un escenario pequeño y modesto, pero bien visible desde cualquier punto del parque. Sillas para las personas mayores, servicio de guardería y un cuerpo de voluntarios empeñados en darte toda la información del mundo sobre asuntos muy concretos que afectan al distrito, como la situación del Hospital Ramón y Cajal o la carencia de infraestructuras: nada de sermones ideológicos sobre lo divino y lo humano: problemas y dificultades a las que una familia con dos hijos o un matrimonio de jubilados se enfrentan cada día. Una proximidad que se agradece, pero que no tuvo luego continuidad en algunas de las intervenciones, en exceso grandilocuentes y plúmbeas.

El acto de Podemos, un poco antes de que diera comienzo (NS)

El acto de Podemos en el parque de Isabel Clara Eugenia, un poco antes de que diera comienzo (NS)

Y ahí quería llegar. No sé cómo serán las reuniones de los llamados Círculos de este protopartido, su nivel de consenso o su virtud para crear lazos entre personas que tienen aspiraciones similares. Lo cierto es que en el acto del otro día se apreciaban perfectamente dos niveles. Uno, amateur, vecinal o como queráis decirlo, compuesto de gente preocupada y  comprometida, pero ajena a la escenificación política habitual. De los tres ponentes, dos de ellos —el médico y la profesora: sobre el poeta mejor no hablo, porque madre mía— respondían a esta descripción. Ambos hablaron correctamente, sus discursos fueron muy aplaudidos, pero era evidente que carecían de la oratoria profesional tan cara a los políticos.

El otro nivel era el representado por Íñigo Errejón, que habló mucho y muy bien, marcando los silencios para recibir aplausos, repitiendo conceptos y expresiones para que se fijaran en la memoria de los oyentes y organizando el discurso en torno a unas pocas ideas sencillas, como la casta, el miedo y el pueblo. Yo no sé cómo fueron aquellos mítines del PSOE de la Transición, pero escuchando a Errejón —y pese al redentorismo que a veces aflora— no creo que su pose y sus maneras se diferencien mucho de aquel Felipe González, aunque esta sea una comparación que seguro que a ninguno de los dos agradaría demasiado.

Es esta especie de cisma, larvado y no resuelto, entre su base popular cultivada en cientos de reuniones en los barrios y las plazas, y sus dirigentes mediáticos, lo quieran o no productos académicos de laboratorio, lo que más me llamó la atención del otro día. El amateurismo de unos frente a la profesionalización mandarina de otros. Y de esa escisión, y no de otra cosa, dan cuenta las informaciones que documentan las tensiones internas entre los dirigentes profesionales y las asambleas populares. Por lo demás, el acto acabó con unas preguntas anónimas sacadas de una caja que los ponentes contestaban como bien podían, otro poemita del vate y las voces agudas de los niños que llevaban ya allí revoloteando sus buenas dos horas.

¿Qué hay detrás del euroescepticismo?

¿Qué hay detrás del euroescepticismo? ¿Es una reacción hipodérmica a la crisis económica o tiene raíces más profundas? La prensa, mayormente, y también algunos políticos (de los bisoños, por lo general) suelen preferir la perspectiva economicista: los medios porque han encontrado en ella una omniexplicación a casi todo, los políticos porque logran así aislar el foco, pulir las aristas de una realidad demasiado compleja. Norte contra sur, centro y periferia, acreedores y deudores… o lo que es lo mismo, simplificando, buenos contra malos.

Frente a esta visión urgente, análisis más reposados ofrecen razones diferentes para lo que se ha venido a llamar «europeización negativa». Uno de estos trabajos es el de Albert Aixalà i Blanch, Crisis económica y euroescepticismo (Fundación Alternativas, 2014), que estudia el periodo de la crisis atendiendo a factores como la evolución de la opinión pública, el déficit democrático o la confianza en las instituciones. La principal conclusión, con la que estoy muy de acuerdo (aviso: aunque no lo estuviera también os habría hablado de este artículo), es que el euroescepticismo tiene su origen más en una crisis de legitimidad democrática que en el impacto de la crisis económica.

mapa¿Y por qué, diréis? Pues principalmente porque la desconfianza hacia el proyecto europeo se deja sentir, casi por igual, en todos los países de la Unión… con independencia de que la crisis económica les haya afectado más o menos. Además, la desafección hacia los poderes de la UE no es de ningún modo inseparable de la deslegitimación de las propias instituciones políticas nacionales, lo que lejos de ser tranquilizador, indica que no estamos ante un problema coyuntural, sino ante una especie de crisis de civilización. En este sentido, aquellos que aducen principalmente motivos económicos tienen razón (aunque por motivos algo equivocados): tras la crisis nada volverá a ser igual.

Aixalà recuerda muy bien que en la Unión Europea la crisis política precedió a la económica. La fallida Constitución Europea naufragó paradójicamente en un momento donde la economía no era una preocupación, sino todo lo contrario, una fuente de optimismo. A aquel borrón en el proceso de construcción se sumó, tres años más tarde, el impacto de la crisis económica y, todavía más de fondo, la resaca del malestar democrático nacional.

El ‘policies without politics’, como definió Schmidt al sistema político europeo, un sistema eficiente en lo legislativo, pero timorato en puramente político, está en la base de muchas de las contradicciones a las que se viene enfrentando Europa en estos últimos cincos años. En resumen, y con sus palabras: «Las causas profundas del malestar democrático [en la UE] están relacionadas con la pérdida de poder transformador por parte de las instituciones políticas en un contexto de globalización política y económica».

‘Ring of fire’: UE, Rusia y crisis ucraniana

La tentación de opinar de manera esencialista sobre la crisis en Ucrania, las ambiciones geopolíticas rusas y el pragmatismo ambiguo de la Unión Europea es tan inevitable como engañosa. Hace no demasiados años el ingreso de Rusia en la UE era un suceso remoto pero plausible; hoy en cambio la visión de las relaciones entre los dos actores casi vecinos se ha agriado hasta el punto de que la palabra ‘guerra’ es habitual en conversaciones y artículos sobre el tema.

La semana pasada asistí, invitado por el think tank European Council on Foreign Relations, a uno de estos debates con especialistas en la materia, todos provenientes de centros de estudios o universidades del Este de Europa. Kadri Liik, investigador senior del ECFR, editor de una reciente publicación sobre el giro de Rusia hacia Asia y presente en el acto, expuso la dos explicaciones más comunes sobre lo que algunos ya denominan nueva guerra fría: por un lado, la UE ha traspasado las «líneas rojas naturales» al ofrecer a Ucrania un acuerdo de asociación; por otro, el presidente ruso, Vladimir Putin, actúa movido por una lógica expansionista que trata de restablecer el antiguo poder e influencia de la extinta URSS.

Soldados ucranianos vigilan un puesto de control en el sur de Ucrania. (EFE)

Soldados ucranianos vigilan un puesto de control en el sur de Ucrania. (EFE)

Ambos argumentos, sin ser del todo erróneos, tampoco son completamente ciertos, y durante el par de horas que duró la comida informal en la coqueta sede del ECFR en Madrid, pude comprobar que el análisis del conflicto ucraniano tiene múltiples aristas, que engloban tensiones económicas no resueltas, cargas históricas mal llevadas, afrentas estratégicas, cálculos militares y lógicas puramente políticas, como la situación interna de la propia Ucrania o la lucha por la imposición de unos determinados valores (democráticos) sobre otros. Todo un ring of fire, como lo definió a lo Cash unos de los participantes.

Frente a la cosmovisión putiniana en política exterior, dominada por una retórica paneslavista y un desempeño puramente realista, la UE ha optado por la vía incruenta de las sanciones económicas. Europa considera el órdago ruso una amenaza geopolítica y no tanto una disputa por la asunción de valores democráticos, una opción que los especialistas critican porque parece dejar de lado los principios morales y políticos en beneficio de cuestiones (de Estado) en las que Rusia parece moverse con menos corsés y sin la presión de una opinión pública desfavorable (Occidente se olvida con frecuencia que muchos ciudadanos rusos, sea por unas razones o por otras, se sienten cómodos creyendo en lo que creen y viviendo en la realidad que viven).

Putin anhela una Europa dividida. Al tiempo, aspira a convertir a su país en el protagonista principal, aunque no único, y por eso necesita a Ucrania, de la futura Unión Euroasiática. Con un patio trasero –lo que se sigue llamando, no sé si un poco anacrónicamente ya, mundo postsoviético– controlado y en paz, Rusia podría entonces ya volcar todo su esfuerzo en lo que Liik y otros expertos consideran su lugar natural en el siglo XXI: el paradigma euroasiático.

Por todo lo anterior, la amenaza del control externo por Rusia y los cantos de sirena europeos (estratégicamente planteados, pero mal ejecutados, vinieron a decir los especialistas), importa Ucrania. Su situación económica –bastante débil– y su futuro político, bastante incierto y plagado de retos. Una guerra que ya va para seis meses, un parlamento dividido, cruciales elecciones a la vista, nuevos actores (los líderes de las protestas en el Maidán se están volcando con la política activa) y la sensación de «segunda oportunidad» que tienen muchos ciudadanos en el país son algunas de las incógnitas que se irán resolviendo en los próximos meses. Aunque la sensación que me quedó tras escuchar a los expertos fue que no hay nada sólido más allá de la guerra, las sanciones y la firmeza de Putin.

¡Los nazis del ‘plan Kalergi’ me persiguen!

(O a mí ya casi que me lo está pareciendo).

No es que uno sufra de manía persecutoria, pero de unos meses a esta parte las pintadas callejeras sobre el asfalto del carril bici, las aceras, las paredes… exhortando a frenar el genocidio de la raza blanca (sic) y otras majaderías propias de Cuarto Milenio (no ya por neonazis, sino por estúpidas) me están empezando a resultar algo más que molestas. Hará como ocho meses escribí un artículo sobre Coudenhove-Kalergi, una figura exótica de la prehistoria común europea. Casi al instante recibí una avalancha ingrata de insultos, comentarios xenófobos y enlaces pringosos a los textos de la mitología revisionista que distorsionaban hasta límites caricaturescos la figura del conde europeísta.

20140924_101006

Una de las pintadas alusivas al ‘plan Kalergi’, en una acera de mi barrio. (N.S.)

Ingenuamente, pensaba que todos estos relatos adulterados eran solo cosa de Internet, donde sobreviven en sentinas alimentadas por su propio odio y por falsedades asumidas acríticamente. Pero no. Resulta que los conspiranoicos andan por los barrios periféricos de Madrid, al menos escribiendo sobre renglones torcidos alusiones a hechos históricos que distorsionan hasta el delirio. Es algo nuevo, al menos para mí. Hasta hace poco las pintadas neonazis eran muy básicas, fácilmente desactivables y con unos objetivos burdos, pero evidentes. Ahora, en cambio, añaden un toque de sofisticación historicista peligroso.

He intentado un precario trabajo de campo. Por aquello de hacerme una idea de si la gente sabe quién fue Kalergi he asaltado a varios vecinos del barrio. Les he enseñado las pintadas y les he preguntando si les suena de algo el apellido. Ninguno tenía ni idea de quien fue. Pero ni la más remota. Lo grave no es el desconocimiento de nuestras raíces europeas, que también, sino que son precisamente aquellos que quieren acabar con la UE tal y como la conocemos, los más radicalizados y fanatizados, los que mayor empeño ponen en aprender del pasado común… distorsionándolo con un fin político.

Yo no sé si esto del ‘plan Kalergi’ (básicamente, y para que no tengáis que buscar: que el conde habría elaborado un proyecto secreto para acabar con la ‘raza blanca’ en el continente que hoy, vete tú a saber por qué, tendría continuidad) es algo pasajero, o producto de una nueva ola de pensamiento neonazi, que bebe de fuentes menos ranciamente patrióticas y más europeas (Kalergi es mucho más conocido en centroeuropa que en nuestro país). Pero el hecho de que el personaje sea casi un desconocido para la inmensa mayoría, hace más complicado desactivar este tipo de mentiras. Quizá, si tuviéramos esa asignatura de historia europea de la que tantas veces he escrito, tendríamos más argumentos para neutralizarlas.

Cosas que han pasado en el mundo durante este verano y que afectarán a Europa

Es imposible ya eso de ‘estar desconectado’. Quien dice «me voy de vacaciones para desconectar» no está siendo sincero… o nunca ha estado realmente conectado. Otra cosa es que posiblemente observemos la realidad a través de un velo de indiferencia más grueso, donde los sucesos nos sacuden menos: la distancia es mayor, más soportable, pero enterarnos nos enteramos, vaya que sí.

Aclarado esto, y sin voluntad de ser nada puntilloso, os presento cinco acontecimientos esos que ahora el bueno de Slavo Zizek dice que ya no importan por no sé qué del capitalismo que han sido noticia este verano (noticia de verdad, no pasatiempo estival) y que más han afectado o pueden llegar a afectar a Europa.

1. La amenaza de Estado Islámico y los roces con los aliados

En el mes de julio, el IE en esta entrada del blog de Pablo Suanzes tenéis toda la información y el análisis que necesitáis para entenderlos empezó a trepar por las portadas de los medios digitales. Este grupo terrorista ultrafanatizado, exhibicionista, radicalmente antimoderno arrasa el norte de Irak. Su naturaleza, una pesadillesca evolución de Al Qaeda, y sus métodos, una cierta pose posmoderna con la que hacen branded content del terror, inquieta a las cancillerías occidentales, con EE UU a la cabeza. ¿Y Europa? Pues precisamente sucede que a raíz de los ataques de IS se ha puesto en evidencia la distinta política que llevan a cabo los países europeos y EE UU cuando hay secuestros de por medio. Una política que básicamente se caracteriza porque unos (los países de la UE) pagan por rescatar a sus nacionales y otros (EE UU y también Reino Unido) no transigen con el chantaje (en este artículo del New York Times están las cifras), lo que conduce a desenlaces trágicos, como los de los periodistas recientemente ajusticiados James Foley y Steven Sotloff. Los 28 ya firmaron un protocolo que condena que los estados aflojen dinero a los terroristas, pero parece que no ha surgido mucho efecto por el momento. ¿Se tomará más en serio la UE su posición? ¿Cómo actuará la nueva jefa de la diplomacia exterior? ¿Habrá unanimidad, se actuará como bloque o divididos? ¿Debería Europa dejar de pagar radicalmente?

2. La guerra en Gaza y el alto el fuego

Cincuenta días de bombardeos y un alto el fuego frágil que, pese a la propaganda, no parece ser ninguna bicoca ni para Israel ni para Palestina. Durante más de un mes este verano, el foco de los medios de comunicación y de la comunidad internacional estuvo puesto en la pequeña franja de tierra bombardeada por el Ejército israelí. Una operación militar que ha causado más de 2.000 muertos entre la población de Gaza y una nueva escisión entre partidarios y detractores de Israel, así como de Hamás.  El último episodio sangriento de un conflicto enquistado, que además ha sido, por la parte europea, una postrera oportunidad para Catherine Ashton de redimirse al frente de la política exterior de la UE. Su actuación durante y después de la crisis ha sido la condenar la violencia, pedir la reanudación del proceso de paz y vagas promesas de asumir un mayor papel en Gaza. Un desempeño escaso, al decir de muchos, que esperaban esta vez una UE más enérgica en sus críticas a la guerra y una diplomacia menos contemplativa. Así pues, lejos de servir, al menos, para comprobar si los modos de la política exterior europea estaban cambiando (a mejor), la guerra en Gaza ha vuelto a demostrar que Europa reacciona tarde y sin vigor cuando se trata de liderar la opinión internacional.

EI

3. El desplome de la economía brasileña

La UE es el destino principal de las exportaciones e importaciones de Brasil. Además, las empresas europeas son las que más tecnología transfieren a Brasil y América Latina. Con esta relación de dependencia mutua, y a pesar de que entre ambos no existe un tratado de libre comercio, el bache económico que experimenta Brasil salvo el último dato de crecimiento, que ha sido positivo, los dos anteriores situaban al país en recesión técnica puede suponer un hándicap para Europa, inmersa en una guerra comercial con Rusia de consecuencias imprevisibles. En uno de sus últimos servicios como presidente de la Comisión, Barroso visitó Brasilia el pasado mes de julio (cuando los datos macro de Brasil ya estaban en cuestión) para acelerar las conversaciones entre ambos para alumbrar un TLC. ¿Ralentizará o por el contrario acelerará este acuerdo la actual situación de incertidumbre del gigante latinoamericano?

4. ‘Gatopardismo’ en Turquía

Con el proceso de adhesión a la UE en vía muerta, y tras un año complicado donde la conflictividad social ha sido la norma, Turquía ha llevado a cabo un cambio de cromos en su jefatura de Estado (un poco a la manera de Rusia). El hasta ahora primer ministro Erdogan ha sido elegido nuevo presidente. Se establece así una continuidad con lo que ha sido el último decenio de la vida política turca, si bien la figura del presidente en la forma de gobierno del país es muy secundaria respecto a la del primer ministro (una naturaleza que según la oposición Erdogan quiere pervetir para hacerse con mayor poder efectivo). Aunque la desdeña, todo lo que sucede en Turquía importa a Europa. Prueba de ello fue la pronta felicitación de Van Rompuy a Erdogan, que vino acompañada de una suave recomendación: la de mantener «el papel conciliador» (lo que suena un tanto melifluo, visto lo visto) al frente de una nación con evidentes problemas de convivencia. Con estos antecedentes, habrá que seguir de cerca cómo reacciona la UE, con su renovada diplomacia, a los envites de Erdogan y las posibles inestabilidades que se puedan producir.

5. La catástrofe humanitaria en Siria

Mientras los temas de actualidad se solapan, la guerra en Siria continúa implacable, entre cierta indiferencia y dejación por parte de todos (periodistas incluidos). Cuestiones de RR II aparte, la guerra siria ha provocado ya la huida de 3 millones de refugiados (según los datos que publicó ACNUR a finales de agosto). Una cifra brutal, que se une a otras igualmente dramáticas, como el número de niños o cooperantes fallecidos a causa directa del conflicto. Una situación humanitaria sobre la que la UE debe cuanto antes hacer caso a las denuncias de ONG y otros colectivos y consensuar una posición clara, ya que nuestro continente ha sido y sigue siendo un muro para los refugiados: solo un pequeñísimo porcentaje de ellos son acogidos.

Imagen: Restos de una casa destruida en Mosul, norte de Irak, el 3 de septiembre del 2014, (EFE).

 

La ‘prueba del 9’ para Miguel Arias Cañete

Miguel Arias Cañete está a punto de ser comisario europeo. No el comisario que exactamente él hubiera querido ser, pero conocidos ya los nombres reunidos por Jean-Claude Juncker el reparto de vicepresidencias no ha sido muy beneficioso para los países del sur podrían darse por satisfechos. Aún así, el peso en cargos de España en las instituciones es cada vez menor según se suceden las legislaturas.

Cañete, presumiblemente, se encargará de una cartera menor, pero que acumulará mucho trabajo durante los próximos años. Buena parte del contencioso de la UE con Rusia se dirime en afrentas económicas. Dentro de estas, los asuntos energéticos, claves para una parte de los Estados del Este y para las propias exportaciones rusas, son la estrella.

nuevacomision2

Esquema de los pasos que faltan para que eche a rodar la nueva Comisión (IMAGEN: Parlamento Europeo). Hacer clic para ampliar.

Pero antes, Cañete tiene que pasar un examen en el Parlamento Europeo, que en última instancia puede forzar al presidente de la Comisión a retirar a su candidato y proponer en su lugar a otro. Ha pasado ya alguna vez, aunque no es frecuente. Sucedió con aquel conservador italiano, Buttiglione, que tanto debate ¡europeo! levantó hace una década por sus declaraciones homófobas, y según una nota que me pasa la oficina del PE, con algún otro comisario más, lo que desconocía.

La cuestión es que sobre Cañete, que es un erudito de lo suyo más allá de la despiadada caricatura periodística, penden asuntos incómodos. Uno, sus resortes machistas durante la pasada campaña de las Europeas; otro de mayor calado políticosus vínculos con el sector privado, y en concreto su participación como accionista en la petrolera Dúcar. Los fastidiosos ‘conflictos de intereses’ que ya rozaron sin derribarle a Joaquín Almunia.

Retos y recomendaciones

Por esto, la comparecencia de Cañete en el PE, prevista para final de este mes, no será un sencillo trámite simbólico. Será interpelado por la comisión correspondiente del PE, la de Medio Ambiente, y tendrá que responder a preguntas sobre sus futuras responsabilidades. Por cierto, que el think tank Bruegel no ha tardado mucho en señalarle los deberes a Cañete. Os hago un breve resumen de lo que según Georg Zachmann le esperará, presumiblemente, durante los próximos cinco años.

Por un lado, los retos. Promover las «herramientas que mejoran el esfuerzo descarbonizador» del sector energético así como manejar las «divergencias en las actitudes de los estados miembros». En este sentido, Cañete tendrá que consensuar las políticas de los países del Este, cuya prioridad siguen siendo las energías más contaminantes, pero que les permite mantener la competitividad, y otros países, como Alemania, que prefieren seguir profundizando en las energías alternativas, pese a su coste.

Por otro lado, las recomendaciones, que pasan por combatir el cambio climático en todo el mundo (Europa como abanderada de las nuevas energías), «mejorar las tecnologías bajas en emisión de carbono» y, quizá lo más importante, «consensuar una posición común» de cara a la Cumbre sobre el Cambio Climático que se celebrará en 2015 en París.

Actualización: Este jueves eldiario.es ha publicado un documento con la declaración de bienes que Cañete ha presentado para su cargo europeo. En este documento el exministro de Agricultura admite tener una participación del 2,5% en Ducar S.L. y Petrologis Canarias S.L, dos petrolíferas. Aquí la declaración de ingresos completa.