Hace algunas semanas, Susan Boyle arrasó en YouTube porque era fea, tenía las cejas sin depilar, las puntas quemadas y, al abrir la boca, no salieron por ella desagradables sonidos guturales, sino una canción más o menos afinada (ni «una portentosa voz» ni «un canto angelical» como escribieron tantos) durante su actuación en el concurso BRITAIN’S GOT TALENT.
Semanas después, Susan fue noticia porque una supuesta productora porno le había ofrecido un pastón para que perdiera la virginidad ante las cámaras. Ella se negó.
A los pocos días, el bombazo fue que había ido a la peluquería.
Más tarde, fue otra oferta millonaria para grabar un disco.
La semana pasada, Boyle salía en los papeles anunciando que quizás se retirara del concurso porque no soportaba tanta presión.
El domingo fue portada de todos los tabloides porque no ganó el concurso; quedó en segundo lugar.
Hoy, ha aparecido en los medios después de que ayer ingresara en una clínica de reposo.
Y todavía hay quien cree que Susan Boyle es una pobre señora desbordada por la fama, un juguete roto de la televisión. En absoluto. Boyle es un producto manufacturado por el hermano mayor de Risto Mejide, Simon Cowell, que sabe muy bien los pasos a seguir para alargar al máximo este filón.
Nada más.