El magistral final de ‘Juego de Tronos’ despide un hito televisivo

Atención, spoilers! Escribo esto con los ojos todavía húmedos de la emoción, porque después de tantas hipótesis, tantos rumores y tantas teorías, ‘Juego de Tronos’ ha concluido con un final hermoso y amargo, donde las tramas han quedado atadas con precisión y, donde, entre tanta oscuridad por fin ha brillado la luz.

Después de la larga noche, de la destrucción de una ciudad reducida a cenizas y de que el ansia febril de la conquista genocida pareciera que iba a extenderse allende los mares, la cordura ha permitido que respiremos y que la justicia prevalezca.

Como muchos de nosotros creíamos, Tyrion, tras una primera secuencia desgarradora caminando por los despojos de Desembarco del Rey para descubrir finalmente los cuerpos yacentes de sus hermanos en un plano tan bello como demoledor, ha sido la voz de la razón.

Quizá Jon haya empuñado la daga, pero eran las palabras del último Lannister las que resonaban en su cabeza antes de asestar la puñalada mortal.

Qué atinado estaba Varys.

El fin no justifica los medios, y el deber ha prevalecido al amor. Jon, como bien le enseñó su padre, ha impartido la justicia con su propia mano, aunque le haya roto el corazón.

Daenerys, como visualmente nos ha trasmitido el plano de la escalera, con el ejército a sus pies y la bandera Targaryen que tanto recordaba la simbología fascista, se había convertido en un dragón —esas alas de Drogon desplegadas tras ellas y que parecían propias nos hablaban de la pérdida de su humanidad—.

Como los grandes conquistadores egocéntricos y sanguinarios creía que sólo ella estaban dominio de la verdad y no admitía las discrepancias. Y eso es un dictador, un tirano, sean cuales sean los ideales que profese.

Su despedida ha sido visualmente poderosa, tan hermosa como triste, con este último vuelo, ya muerta, alejándose hacia el horizonte de cenizas en manos de su hijo Drogon, y el Trono de Hierro fundido por fin, como símbolo de la finalización de tanta sangre derramada en vano.

La elección de Bran como Rey de los Seis Reinos (qué maravilla que el Norte haya sido declarado independiente y que lo gobierne Sansa) ha venido precedido de un soberbio parlamento de Tyrion. Las historias son poderosas y nadie como Bran, que es la memoria del mundo, para regir con sabiduría.

Junto al Rey Roto queda una Corte constituida con los personajes más nobles de la serie como Ser Davos, Samwell Tarly o Brienne de Tarth que, junto a Tyrion como Mano, lograrán volver a levantar la ciudad y dotar al Reino de un mañana de esperanza.

Y hasta nos hemos reído con ese primer Consejo, con Bronn reclamando la reconstrucción de los burdeles y Brienne defendiendo otros asuntos de mayor calado.

El destino de Arya, tras matar al Rey de la Noche, también es idóneo para un personaje que se ha distinguido por su inconformismo y valentía, y para quien el futuro se presenta lleno de aventuras descubriendo tierras lejanas.

Y Jon, cerrando el círculo y, en cierta manera, redimiendo su culpa tras matar a su amor, regresa al Muro, a vivir una existencia que, pese a ser ruda y amarga, casa a la perfección con su espíritu, tan poco apto para las intrigas palaciegas.

Brienne de Tarth escribiendo la historia de Jaime con gentileza y tristeza, el reencuentro de Jon con Fantasma o Gusano Gris dirigiéndose a la isla de su amada han hilado con notable maestría este episodio final, que concluye una de las series más relevantes de la historia de la televisión.

Pese a que, quizás, a esta última temporada le ha faltado cierta calma para alcanzar los acontecimientos y ha pecado en algunas ocasiones de una premura que aniquilaba la emotividad, en general las semillas ya habían sido sembradas y sólo quedaba poner el punto final.

Y ha tenido episodios asombrosos como «El caballero de los Siete Reinos», «La larga noche» o «Las campanas», que nos han conmovido y mantenido en vilo aunque ciertas tramas hayan sido dibujadas de una manera poco sutil.

Sin embargo, a nivel global, por su poder para emocionarnos, su capacidad para dignificar la fantasía, su fuerza épica y sus grandes personajes, ‘Juego de tronos’ se ha convertido en un hito que nos ha arrastrado en una de las mayores aventuras escritas para televisión.

Por todo el entretenimiento, el gran trabajo de un equipo que nos ha regalado mayúsculas horas de placer y emoción, sólo podemos dar las gracias.

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