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Canódromo Abandonado no hace humor, pero nadie sabe bien qué es lo que hacen

Se describen sin apetito comercial, cual ladrido contra la lógica: «Damos vídeos que no tenemos a la gente que no los quiere». Son Canódromo Abandonado y juntos forman un colectivo artístico de tres mentes luciérnaga (Lorena Iglesias, Julián Génisson y Aaron Rux). En caso de que tuvieran un objetivo vital éste sería el de expulsar vídeos a la nebulosa de Internet movidos por la extraña manía del ser y querer extraterrestre.

Ciertos exégetas los etiquetan dentro del movimiento post-humor, título que soy incapaz de compartir porque no significa nada para mí (¿qué habrá después del post-humor? ¿cuánto post se necesita para llegar a algo sólido?); humor abandonado será, humor de perros sin un bozal que los obligue a decorar su slogan, píldoras de filosofía errática, extraña, un poderoso eco surreal en el canódromo videográfico que se esconde en la periferia del youtube, en la zona de penumbra, allí abajo, a una profundidad de 13 clicks, donde se oculta la inteligencia: ese virus perverso que un día venceremos.

Otros usan el calificativo de humor claustrofóbico. Yo creo, en cambio, que es arte. Cierto encanto por el surrealismo y la cultura pop. Cada vídeo, te guste o no, estimula alguna glándula que no sabías que existía en tu cuerpo. Como una flora intestinal de ideas bacteria que intentan devorarte, como las odas de los ácaros a las magníficas bolas de pelo. Algo así. Me cuesta definir sus vídeos. A cada intento, aparecen cosas absurdas que flotan por mi mente cual niños ahogados en una charca, y sufro entonces un cálido delirio invernal… Como si todos los despertadores del mundo sonaran a la vez y no hubiera nadie que pudiera apagarlos. Algo así.

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¿Se puede explicar la filosofía con figuras geométricas?

'Escepticismo', 'Relativismo', 'Hedonismo' y 'Deducción' - Genís Carreras - Fotos: studiocarreras.com

‘Escepticismo’, ‘Relativismo’, ‘Hedonismo’ y ‘Deducción’ – Genís Carreras – Fotos: studiocarreras.com

El escepcitismo es una barra diagonal roja, preparada para tachar y poner en duda los métodos y poner a prueba los límites del conocimiento, anulando el color verde apagado que tiene detrás. La deducción es un círculo blanco observado con lupa, una hipótesis que debe probarse. El esteticismo también es un círculo blanco, pero de él salen elegantes pétalos violetas que se superponen y forman una flor de diferentes tonos.

Philographics —Término inglés traducible por filografías o filográficos— es una serie de diseños minimalistas que resumen un concepto o una corriente filosófica. Genís Carreras —diseñador gráfico e ilustrador afincado en Girona— se permite utilizar poco más que círculos, diagonales, rectángulos y triángulos y resume su objetivo en una escueta frase: «Explicar grandes ideas en formas simples».

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Fragmentos de pintura que toman forma en un cubo transparente

En las caras del cubo transparente hay una imagen escondida que sólo emergerá cuando el espectador la vea de frente. Al girar un poco el cubo, el motivo se desvanecerá, se deshará en pedacitos de pintura. Emergence Lab es un objeto que desconcierta y maravilla. Dan ganas de tenerlo entre las manos largo rato, intentando descifrar el misterio que encierra, para descubrir el truco y no admitir que la magia existe.

El artista Thomas Medicus (Austria, 1988) clasifica la obra como una «escultura anamórfica pintada a mano» y cuando le da el nombre de Laboratorio de emergencia no se refiere a la urgencia, el apuro o los peligros, sino al verbo emerger. En la filosofía, la doctrina del emergentismo defendió en los siglos XIX y XX que el todo es más que la suma de las partes, que el contacto entre varias materias puede resultar en otras muy diferentes.

Dos de las ilustraciones homólogas de 'Emergency Lab' - Thomas Medicus

Dos de las ilustraciones homólogas de ‘Emergency Lab’ – Thomas Medicus

«Como cada figura llena exactamente la misma superficie que su homóloga, la imagen de atrás queda cubierta mientras se observa», explica en su página web. La ilusión se crea a partir de 216 tiras de polimetilmetracrilato cortadas con laser y en un marco cúbico. «Antes de pintar con pintura acrílica los fragmentos de las imágenes por separado en las tiras, la segmentación ya ha sido planeada por completo», aclara acompañando el texto de fotos del cómo se hizo.

Medicus le saca partido creativo a la limitación de tener que cubrir el espacio exacto de una ilustración con otra diferente. Cuando pinta un pájaro, en el lado contrario hace coincidir la cabeza con el pompón de un gorro. Un pez largo como una serpiente y con una aleta al final de la cola es, en su reverso, un hombre de brazos largos que sujeta una máscara africana.

Helena Celdrán

'Emergency Lab' en construcción - Thomas Medicus

‘Emergency Lab’ en construcción – Thomas Medicus

'Emergency Lab' en construcción - Thomas Medicus

‘Emergency Lab’ en construcción – Thomas Medicus

Dos de las ilustraciones homólogas de 'Emergency Lab' - Thomas Medicus

Dos de las ilustraciones homólogas de ‘Emergency Lab’ – Thomas Medicus

‘Gestión de residuos’, bodegones sacados del vertedero

'#1 Furniture' - Waste Management  - Vincent Skoglund

‘#1 Furniture’ – Waste Management – Vincent Skoglund

«Cuando vas al cuarto de baño, la mierda desaparece. Tiras de la cadena. Por supuesto, racionalmente, sabes que está ahí, en las canalizaciones y demás, pero en un cierto momento, en tu experiencia más elemental, desaparece de tu mundo. El problema es que la basura no desaparece».

Para explicar su proyecto, el fotógrafo Vincent Skoglund (Falun – Suecia, 1974) cita al filósofo esloveno Slavoj Žižek (Liubliana, 1949), famoso por buscar ejemplos en lo cotidiano con el fin de explicar sus teorías. El artista utiliza la inteligente reflexión para subrayar la negligencia humana, la forma en que nos enfrentamos la degradación del planeta con un fatalismo suicida, incapaces de terminar de creer que destruiremos el mundo si no cambiamos de hábitos de manera radical.

Los bodegones fotográficos del creador sueco están construidos con radiadores viejos, contenedores de plástico, sillas de jardín rotas, extintores vacíos… Basura que tardará cientos o miles de años en desintegrarse por completo. Verlos amontonados provoca desolación, pero Skoglund se las apaña para disponerlos en combinaciones estéticas, conjuntos de colores y formas que establecen un extraño vínculo con el arte moderno.

'#37 Fire Extinguishers' - 'Waste Management' - Vincent Skoglund

‘#37 Fire Extinguishers’ – ‘Waste Management’ – Vincent Skoglund

Obligan al espectador a reflexionar sobre el tipo de mundo de usar y tirar que hemos creado y a la vez reúnen gran variedad de colores, formas, texturas… La colección de imágenes de Waste Management (Gestión de residuos) crece desde el 2011 y en ella se amontonan en dantescas montañas alfombrillas de coches, fundas de raquetas de tenis, aparatos hospitalarios y otros artículos que cuesta imaginarse en un vertedero.

El autor ha descubierto con la iniciativa que los basureros son lugares de gran interés, una especie de archivo antropológico con productos en diversos estados de deterioro. Por supuesto, uno no puede evitar la travesura de comparar esas pilas de desechos con obras de arte moderno que no pretenden denunciar un exceso de consumo ni lanzar una alerta ecológica, sino sencillamente epatar o crear un selecto club de admiradores que puede que entiendan o no entiendan lo que ven… Pero eso es otra historia.

Helena  Celdrán

'#3 Carparts' - Waste Management - Vincent Skoglund

‘#3 Carparts’ – Waste Management – Vincent Skoglund

'#23 Foam' - Waste Management  - Vincent Skoglund

‘#23 Foam’ – Waste Management – Vincent Skoglund

'#24 Plastic Containers' - Waste Management - Vincent Skoglund

‘#24 Plastic Containers’ – Waste Management – Vincent Skoglund

'#30 Styrofoam and Rebar' - Waste Management - Vincent Skoglund

‘#30 Styrofoam and Rebar’ – Waste Management – Vincent Skoglund

'#32 Tricycles and Petrol Cans' - Waste Management - Vincent Skoglund

‘#32 Tricycles and Petrol Cans’ – Waste Management – Vincent Skoglund

Marco Bottin, objetos que se sublevan contra el ser humano

'A Middle Class Portrait' - Marco Bottin

‘A Middle Class Portrait’ – Marco Bottin

El piano tiene en la caja de resonancia las cuerdas de acero, las entrañas del instrumento que, cuando se trata de un piano de cola, asoman indiscretas. El artista italiano Marco Bottin (Padua, 1975) las utiliza para un fin muy diferente: de ellas cuelgan la ropa sujeta por pinzas de colores. El título de la obra escultórica, A middleclass portrait (Un retrato de la clase media), revela la observación social y económica que representa el autor.

Tiene un currículum heterodoxo para un artista. Bottin estudió Antropología Cultural en la Universidad de Frankfurt J.W. Goethe y se licenció en Filosofía en la Universidad de Venecia. Hizo una tesis sobre Sociología económica, en particular sobre el regalo y la reciprocidad.

En el perfil que le dedica la galería Saatchy Art —que lo representa— hay una docena de obras, las escultóricas son claras herederas de los estudios universitarios. En Broke (Arruinado), un hombre con traje y maletín mama de la ubre de una vaca que a su vez se alimenta de billetes verdes como los pastos. In loving memory (En recuerdo de) convierte una cómoda de madera en un contenedor de piezas de maniquí.

«Algo pasa en la génesis humana cuando la reproducción de la especie parece ser secundaria con respecto a la producción de mercancías», dice el artista en la web de Saatchi Art. «Poniendo todas sus expectativas en la posesión, el hombre se vuelve un ser estéril que carga el mundo de objetos con tanto peso simbólico que los mismos objetos se sublevan contra él».

Helena Celdrán

'In Loving Memory' - Marco Bottin

‘In Loving Memory’ – Marco Bottin

'Statements, injuries, predictions' - Marco Bottin

‘Statements, injuries, predictions’ – Marco Bottin

'Broke' - Marco Bottin

‘Broke’ – Marco Bottin

Edoardo Pasero, fotógrafo de gigantes inmortales

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero – de «Oktagon»

Más allá de todo límite. No alcanzó a imaginar mejor hogar para las fotografías: un espacio hasta tal punto apartado que ni siquiera la imaginación humana pueda predecirlo.

Edoardo Pasero ( Alessandria-Italia, 1978) empezó a tomarse en serio las fotos tras licenciarse en Filosofía. Quizá a consecuencia de la frialdad de los tomos académicos, acaso porque no encontró en ellos más que desapego, entendió que la mejor forma de practicar el humanismo y elevarse sobre la vulgaridad del mundo era entrando con la cámara en las cicatrices y roturas de los otros para reconocer las suyas.

Conozco la obra de Pasero desde hace años. Le seguí en Flickr, cuando tanteaba en busca de un código propio. Hace unos días, por casualidad, en una deriva por los laberintos de la Red, encontré su nueva web y los trabajos que firma para el colectivo Prospekt. Sigo sin aliento.

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero – de «Iperborea»

En una de sus escuetas declaraciones de principios, afirma que su fotografía es una «caja de deshechos». En la potentísima y dolorosa serie Iperborea —inspirada en los axiomas de acero de Friedrich Nietzsche en El Anticristo: «Nos volvimos sombríos, nos llamaron fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la hipertrofia de las fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos; estábamos muy lejos de la felicidad de los débiles, de la abnegación»—, se busca en los demás con el sentido de inmolación de un enfermo terminal al que han prometido un improbable milagro ante el cual, pese al progreso del cáncer y la conciencia del inevitable desastre, debe confiar o tal vez simular la confianza.

Con fosforescencia siniestra —¿hay acaso otra forma de luz distinta a la negra que valga la pena morar?—, Pasero se acerca a sus temas sabiendo que la apuesta le implica y que su propia esencia está en juego sobre la mesa de apuestas existencia de la ruleta.

Edoardo Pasero - de "Doll Flesh"

Edoardo Pasero – de «Doll Flesh»

En Doll Flesh retrata a Vittoria, una transexual de 48 años que trabaja como prostituta de carretera en las afueras de Milán, en espera de una intervención médica que limpie su cuerpo de los nódulos y granulomas causados por la enorme cantidad de silicona que se aplicó.

Oktagon y MiSex documentan dos eventos de carácter extremo y soplido de huracán. El primero es el mayor espectáculo de lucha que se celebra en Italia, con combates de todo género (muay thai, karate, taekwondo, kickboxing, full contact…). El otro no es menos feroz: una macroferia de la industria del sexo y la pornografía.

Edoardo Pasero - de "Persona"

Edoardo Pasero – de «Persona»

De modo congruente, Pasero ha recorrido un camino que concluye en Persona, un fotoensayo todavía en marcha que relata la arrogante presencia de pacientes médicos y postquirúrgicos.

Son retratos tabicados por encuadres muy cercanos, con las cicatrices —y no sólo las externas— palpables, realizados, siguiendo a Nietzsche, desde el convencimiento de que «uno pierde fuerza cuando compadece».

Tengan presente a Edoardo Pasero. Retrata a seres humanos con los que conviene medirse: gigantes inmortales.

Ánxel Grove

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Edoardo Pasero

Veinte razones para seguir aullando

Emile Cioran (1911- 1995) Foto: Editions del'Herneok

Emile Cioran (1911- 1995) Foto: Editions del'Herneok

1. Emile Cioran, el «filósofo aullador», como el mismo gustaba de llamarse, nació hace un siglo, el 8 de abril de 1911, en un pueblo de la rumana Transilvania, Rasinari. La zona pertenecía entonces al Imperio Austrohúngaro. Su padre era sacerdote ortodoxo.

2. De niño a Cioran le gustaban las manzanas, los libros de Diderot y Tagore, las caminatas y las visitas al cementerio en busca de calaveras para jugar con ellas al fútbol.

3. Desde que dejó Rumanía, en 1937, nunca regresó. Confesaba que sólo estaría dispuesto a hacerlo para volver a Rasinari. En la aldea hay una Pensión Cioran donde aseguran que contarán al visitante anécdotas de la niñez del escritor. Es dudoso que sea cierto.

4. Sufrió de insomnio desde la adolescencia, una etapa que pasó “entre bibliotecas y burdeles”.

5. A los 23 años, en su primer libro, En las cimas de la desesperación, escribió: “Soy uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra. Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía. Cada cual tiene razón en hacer lo que hace”.

5. En 1935, cuando ya se había manifestado como un nihilista convencido de la futilidad de la vida y de que «cada ser es un himno destruido», su madre le dijo: “Si supiese que ibas a sufrir tanto, habría abortado”.

6. En 1937 flirteó con el ideario fascista de la Guardia de Hierro. Fue un acercamiento sólo teórico del que se arrepintió toda su vida («era un pretencioso y un estúpido»). Le han crucificado por aquellos pecados de pensamiento.

7. Ese mismo año se fue a Francia con una beca. En París, como era de prever, no pisó la Sorbona. Empleó el dinero de la beca en recorrer el país en bicicleta. En cada ciudad universitaria pedía que le invitasen en el comedor de las facultades de Filosofía. No dormía ni un minuto. Caminaba o pedaleaba durante a la luz de la luna.

8. Una noche, ante un matadero, comprobó como las vacas se negaban a avanzar hacia la cuchillada final y se sintió como una de ellas:  “Esta escena es la misma que cuando, rechazado por el sueño, no tengo fuerzas para afrontar el suplicio cotidiano del tiempo”.

9. Un amanecer, al borde del mar, le torturó el griterío de una bandada de gaviotas. Las espantó a pedradas. “No necesitaba a nadie, pero esos chillidos estridentes y sobrenaturales me hicieron entender que sólo lo siniestro podía apaciguarme”.

10. Escribía sin pausa, siempre en francés. El insomnio eran un buen aliado. Los libros fueron muchos y demoledores: El ocaso del pensamiento (1940), Breviario de podredumbre (1949), Silogismos de la amargura (1952), La tentación de existir (1956), El aciago demiurgo (1969)…

11. Durante un tiempo meditó con seriedad hacerse español. «Uno tras otro, he adorado y execrado a muchos pueblos: nunca se me pasó por la cabeza renegar del español que hubiera querido ser», escribió.

12. Escuchaba flamenco y tangos («quien ame el tango es mi cómplice»), se veía con Samuel Beckett para ir de putas. Algunos intelectuales le admiraban (Susan Sontag, Saint-John Perse), otros, la mayoría, le consideraban un “filósofo de taberna”. A él le importaban poco unas u otras consideraciones.

13. En 1941, en un comedor universitario al que había entrado para mendigar un plato de sopa, conoció a Simone Boué, profesora de Licéo. Se casaron y vivieron juntos cincuenta años, siempre en el mismo domicilio, un pequeño apartamento en el número 21 de la rue de l’Odeon, en el Distrito Latino.

14. Adoraba a Proust, Dostoievski y, sobre todo, a Borges.

15. Despreciaba a la humanidad entera («¡el hombre debe desaparecer!»), pero, sobre todo, a los incapaces de emocionarse con la música: «Si dios le debe todo a alguien es a Bach».

16. Nunca concedió entrevistas. «Cuanta más cultura tiene uno, más peligroso resulta el periodismo», escribió en una carta a un amigo en 1932

17 . Nos dejó aforismos a todos los vencidos. Uno: «Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?».  Otro: «No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas, lo cual vale más que tratar de llenarlas». Un tercero: «Toda literatura empieza con himnos y acaba con ejercicios«.

18. El Alzheimer que padeció Cioran en los últimos años de su vida le impidió consumar el suicidio que había planeado.

19. Murió el 20 de junio de 1995. Simone Boué falleció ahogada en la playa francesa de Dieppe dos años después. Ambos están enterrados en la misma tumba en Montparnasse.

20. Hace un par de días el empresario rumano George Brailoiu compró por 405.000 euros  unos manuscritos de Emil Cioran subastados en París. «Los donaré al Estado rumano», dijo el comprador a la prensa. Brailoiu es propietario de la empresa KDF Energy, líder del mercado de certificados de emisiones de dióxido de carbono en Rumanía, con filiales en Bulgaria, Grecia y Lituania. Es lícito imaginar la sonrisa sardónica de una de las calaveras de Montparnasse.

Ánxel Grove