Canódromo Abandonado no hace humor, pero nadie sabe bien qué es lo que hacen

Se describen sin apetito comercial, cual ladrido contra la lógica: «Damos vídeos que no tenemos a la gente que no los quiere». Son Canódromo Abandonado y juntos forman un colectivo artístico de tres mentes luciérnaga (Lorena Iglesias, Julián Génisson y Aaron Rux). En caso de que tuvieran un objetivo vital éste sería el de expulsar vídeos a la nebulosa de Internet movidos por la extraña manía del ser y querer extraterrestre.

Ciertos exégetas los etiquetan dentro del movimiento post-humor, título que soy incapaz de compartir porque no significa nada para mí (¿qué habrá después del post-humor? ¿cuánto post se necesita para llegar a algo sólido?); humor abandonado será, humor de perros sin un bozal que los obligue a decorar su slogan, píldoras de filosofía errática, extraña, un poderoso eco surreal en el canódromo videográfico que se esconde en la periferia del youtube, en la zona de penumbra, allí abajo, a una profundidad de 13 clicks, donde se oculta la inteligencia: ese virus perverso que un día venceremos.

Otros usan el calificativo de humor claustrofóbico. Yo creo, en cambio, que es arte. Cierto encanto por el surrealismo y la cultura pop. Cada vídeo, te guste o no, estimula alguna glándula que no sabías que existía en tu cuerpo. Como una flora intestinal de ideas bacteria que intentan devorarte, como las odas de los ácaros a las magníficas bolas de pelo. Algo así. Me cuesta definir sus vídeos. A cada intento, aparecen cosas absurdas que flotan por mi mente cual niños ahogados en una charca, y sufro entonces un cálido delirio invernal… Como si todos los despertadores del mundo sonaran a la vez y no hubiera nadie que pudiera apagarlos. Algo así.

En la revista Yorokobu se preguntaban hace tiempo por qué carajos no son más conocidos los Canódromo Abandonado, por qué sus vídeos apenas superan de media los 500 likes. Interesante pregunta. Imaginemos que copiamos su estilo -algo imposible- e inventamos la respuesta, que debe ser entonada por una voz informática, una voz artificial, como la que usan en sus vídeos, que resuelva nuestro dilema:

¿Que por qué tienen pocos likes estos rufianes?. Hay quien dice que la humanidad es idiota o se lo hace. Este es un planeta de cerebros licuados por modelos que nunca existieron. El canódromo aguarda su tiempo, sin embargo. La gente cree que le da likes a cosas absurdas, pero en realidad lo absurdo es medir el valor por los likes. Hay quien dice que Internet es solo el amasijo de likes compulsivos y hoy sabemos que estos likes son una verdadera adicción, esclavitud, porque el like es como una droga dura, y pronto te atracarán los yonkis de los likes, es un gusto criminal que convierte a honrados ciudadanos en hooligans puestos hasta arriba de ego. ¿Pero cuántos likes, jeringazos de yo superlativo, puede soportar una cabeza?

He fracasado en la explicación, lo sé. A estas alturas ya no tiene remedio. Todo periodista que intente definirlos acabará participando del absurdo. No merezco ningún like. Hoy no toca drogarse.

Solo ellos pueden hacerlo…

 

Añadiré que estos canes abandonados juegan al ensayo audiovisual y son ironía, demencia, sorpresa, reflexión, paradoja, semen, óvulo, gallina, zapatos rosa, gárgolas, carne putrefacta, epifanía bíblica… todas esas cosas y más, porque brota de ellos un encanto misterioso, un haiku enrevesado que estruja tu materia gris, y la negra, y la rosada.

Piezas marcianas, otros dirán, o freak– que está tan de moda- pero nunca hemos habitado en Marte para comprobarlo y a ellos no les faltan, que sepamos, las manos y las piernas.

 

Qué más puedo decir… Usan las aplicaciones sin temor al ridículo: la impersonal voz informática como narrador es su sello; toman imágenes de bancos digitales sin borrar las marcas de agua, reinventan el cine de kung fu, jugándose el tipo (los fans del kung-fu, evidentemente, saben kung-fu). Han participado además en películas largas en los márgenes del cine. Los admiro. No intentaré alambicar más metáforas… Son perfectos.

Miento, lo haré por última vez…

Solo apostaré a caniche ganador en este canódromo perdido, un animalillo postrado como decía Céline frente al infinito de los vídeos, y eso es una definición plausible de amor: cientos de caniches corriendo hacia el horizonte de un croma, amándose como rubios efebos de la Joy Division, y el sol que es un ocaso en este croma, y el caniche que corre hacia el infinito que es un croma, y yo le doy al play harto de escribir tonterías en este croma que algunos llaman cerebro, mientras intento definir lo indefinible en un post que solo debería hablar de tres mentes luciérnaga en un espacio vacío… Porque no se puede decir más, ni quiero, ya que como ellos mismos ladran:

«la conciencia es un audiocomentario para ciegos descrito por un ciego».




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