Hoy he tenido la oportunidad de asistir a la tradicional presentación del anuario de aDeSe, la Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento. El documento, como cada año, detalla los resultados económicos de la industria del videojuego nacional e internacional, el tipo de juegos más vendidos, el perfil de los jugadores…
La gran cifra, el dato de ingresos generados por los videojuegos en 2011, vuelve a ser —como viene repitiéndose desde poco después de que empezase la crisis— negativo. En este caso, la caída ha sido de un 15% respecto a 2010. De 1.153 millones de euros de facturación se ha pasado a 980 millones. El descenso, por tipo de producto, es de un 17% en hardware, un 13% en software y un 19% en periféricos.
Sin embargo, pese a que la bajada ha sido mucho mayor que la que se produjo en el período anterior (en 2010 solo se bajó un 5,2% respecto a 2009) y se vuelve a datos tan escandalosos como los de 2009 (cuando la caída fue del 16%), aDeSe intenta transmitir un mensaje optimista, quizá porque este descenso es menor del que se temía, tal vez porque los videojuegos siguen siendo la principal industria del entretenimiento en España o puede que, como ha afirmado Alberto González Lorca, presidente de la asociación, porque la situación no es tan terrible si se compara con las cifras globales, en las que se aprecia una reducción del negocio de un 15%.
Se espera que el año que viene, aunque menos acusado, continúe el descenso. ¿Por qué ser positivos entonces? Sinceramente, porque no nos queda más remedio. Hay que ser positivos porque este año se esperan grandes novedades en el sector, porque se avanza (lentamente, pero se avanza) hacia un mercado de producción y no solo de consumo, porque los videojuegos siguen siendo una de las áreas en las que hay más margen de innovación…
Hay que ser optimistas porque el panorama es desolador se mire donde se mire —cine, música, videojuegos, educación, sanidad, construcción, pequeña y mediana empresa, medios de comunicación (la caída publicitaria está siendo brutal)…— y lo único que nos queda es la fuerza de voluntad y la esperanza. Quisiera creer que esto acabará pronto, que volverá el empleo, el empleo digno, que la capacidad adquisitiva de la gente aumentará y que la industria del videojuego, todas las industrias, todos los negocios… volverán a salir a flote. Pero me temo que la espera no será breve y que las cosas nunca volverán a ser como antes, así que tendremos que conformarnos con lo que hay y mirar hacia adelante con actitud constructiva.
Son muchos los datos que hay en el informe, pero ninguno especialmente sorprendente: la mayoría de jugadores son hombres aunque cada vez juegan más mujeres, la inversión publicitaria de las compañías se centra casi en su totalidad en la televisión, los juegos más vendidos vuelven a ser Call of Duty, FIFA, Pro y las franquicias clásicas de Nintendo…
Por otro lado, durante la presentación del anuario, junto al tema de la crisis ha predominado otro: la piratería. En mi opinión, aDeSe confía demasiado en la nueva legislación para acabar con este problema. Quizás yo sea muy escéptico, pero intuyo que el panorama no va a cambiar mucho con la ley Sinde, una norma mal planteada, pensada para cerrar páginas como SeriesYonkis y que hasta el momento ha demostrado más bien poca efectividad.
Ni los juegos más vendidos, ni el perfil del jugador medio ni la piratería son dignos de protagonizar el texto de este año sobre el informe de aDeSe. Como decía al principio, lo más relevante es el dato de facturación, que denota una caída paralela a la que está viviendo España en su conjunto, una situación muy triste ante la que no podemos venirnos abajo. Sonriamos y echemos una partida a un buen videojuego, ahora que podemos. Y si es con amigos, mejor.