Pocos hechos históricos me parecen más apasionantes que la Revolución Francesa. No fueron las clases de Historia las que despertaron mi interés por este suceso (a pesar de que tuve algún profesor realmente bueno en la materia) sino el libro Historia de dos ciudades, de Charles Dickens. Desde que leí aquella novela, que entró directamente en mi top de favoritas, he imaginado a menudo lo maravilloso que podría ser un videojuego ambientado en aquella época, uno que fuese más allá de la clásica fórmula de estrategia que durante décadas ha reinado en PC.
Pues bien, Ubisoft ha cumplido mi sueño, al menos en parte. ¿Asesinos que juegan un papel decisivo en secesos clave (y violentos) de la historia? Se veía venir. Hay que reconocer que ninguna franquicia encaja tan bien con la Revolución Francesa como Assassin’s Creed. Dicho y programado, así que aquí tenemos un nuevo capítulo de la saga ambientado en el París de finales del siglo XVIII.
Esta entrega, la primera para la nueva generación, renuncia al avance numérico y, en vez de recurrir a la uve que tocaba, vuelve a apostillar el título. El resultado es Assassin’s Creed Unity, un juego continuista, lo que no es necesariamente malo, pero que sabe a poco tratándose del primer episodio para PlayStation 4 y Xbox One. Se ambienta en una revolución pero está lejos de suponer otra.
Los problemas de Unity se han criticado ya hasta la saciedad. El más llamativo son los excesivos y delirantes fallos técnicos, errores que denotan que este Assassin’s está mucho peor acabado que los que vieron la luz en PlayStation 3 y Xbox 360. Por otro lado, el defecto más grave en mi opinión es la sensación de estar jugando a lo mismo de siempre pero en un nuevo contexto.
Ambos inconvenientes —los bugs y la repetición por enésima vez de concepto y desarrollo— tienen un origen común, la obsesión de Ubisoft por lanzar una entrega anual de la franquicia. A ese ritmo, por muchos y muy buenos profesionales que trabajen en Assassin’s Creed, el desgaste es inevitable y de poco sirven los parches posteriores para reparar los desperfectos.
Y, a pesar de todo esto, creo que los ataques contra Ubi a causa de Assassin’s Creed Unity han sido excesivos. Puede que el juego no haya cumplido las expectativas y que no suponga ninguna evolución significativa, pero tiene muchas virtudes notables. Se agradecen los toques roleros de mejora y personalización de Arno, el protagonista, el añadido del sigilo intercalado con las mecánicas de acción y parkour y el intento de hacer un modo cooperativo que, si bien no se ha resuelto de forma óptima, puede ser la primera piedra con la que construir algo más interesante en un futuro.
Yo personalmente me quedo con el placer de poder recorrer las calles del maravilloso y turbulento París de 1789. Una pena que el tema revolucionario haya quedado tan sólo como telón de fondo y no tenga apenas importancia en relación con la trama principal.
Dejemos a un lado nuestro espíritu hater y disfrutemos de la libertad, la igualdad y la fraternidad… y de Assassin’s Creed Unity también, claro.