Al fin casualmente me quedo solo por un rato mínimo
Quizá lo he deseado, aunque tampoco con mucha intensidad
Al fin solo unos minutos
Me pregunto dónde estarán, qué tal les irá, qué hacen…
cuándo volverán
Me pregunto todo lo demás (cuánto me queda… qué he de hacer…)
No me atrevo a preguntarme eso de los demás, sería quebrar su intimidad relativa
El calor sube con los nervios, está claro. Y quizá con la soledad, aunque eso depende de los nervios de los demás
Los nervios atraviesan paredes de pladur de dos metros de espesor
Hay que saber distinguir los nervios inducidos (como las cocinas de inducción, sí) de los propios
El cuerpo/mente se adapta al calor a medida que aumenta el verano
Estoy ya tan adaptado que a 33 grados tengo fresco, necesito un jersey
Excepto que me suban los nervios
La soledad es este párrafo (·)
—
Podría seguir un ratito
ahora que la soledad efímera ha cesado, menos mal
Con Ibáñez (dos enlaces), con Jane Birkin, amiga del niño Jorge Sanz en su primera peli, La iel, de Pedro Masó.
Y especialmente con Andrés Cuartero, ay, que estudiaba filosofía.
Ibáñez, el dibujante que convertía a los lectores en amigos, Javier Pérez Andújar