La entrevista a Niño Becerra en Heraldo ya lo dice todo. El titular: «La gente quiere salir, divertirse y ocio: la gente quiere no pensar».
Aunque falló en su pronóstico agorero, o quizá por eso, el economista vuelve a avisar del crack siempre inminente. Es jugar a favor, porque el crack, visto el 2008, en cuya estela estamos, es siempre inminente.
El crack está en la caja de herramientas, la geoestrategia loca viene de ahí. Ha marcado a unas generaciones que solo quieren olvidarlo, olvidar ese hundimiento universal. Nos debatimos entre la necesidad de olvidarlo –«no pensar»– y la huella que nos deja el hachazo.
Por eso estamos en los felices veinte bis, el crack del 29, los terribles treinta. Flirteamos con los extremos pero lo principal es ese no querer pensar, ocio, salir, divertirse. El verano del Autoamor. Está en el aire el quererse más, la larga cola de la autoestima, siempre aplazada por guerras mundiales –todas lo son– y la penuria del planeta, que mejora y empeora a la vez.