Entradas etiquetadas como ‘literatura infantil’

La hermana de Zuckerberg alerta de la adicción a Internet con un libro para niños

«La tecnología ha cambiado virtualmente cada parte de nuestras vidas: cómo nos relacionamos con los amigos y la familia; cómo criamos a nuestros hijos, cómo anunciamos las noticias más importantes (…). Para nuestra sociedad, esto es como el Salvaje Oeste. Las reglas sociales y la etiqueta están cambiando constantemente mientras nos acostumbramos a vivir con smartphones«, declara Randi Zuckerberg, hermana del creador de Facebook Mark Zuckerberg, que siente cómo ha recuperado el control de su vida tras desengancharse de la red social.

La hermana del creador de Facebook se fue de la empresa —en la que dirigía el departamento de mercadotecnia— tras una baja por maternidad en 2011 y fundó después el grupo Zuckerberg Media, al que pertenece Dot complicated (Punto complicado, en referencia al punto que separa el nombre de la página de la extensión): una web realizada por mujeres, con novedades y artículos relacionados con el modo en que enfrentamos la tecnología, cómo modifica nuestra vida y cómo podemos utilizarla de modo inteligente.

Portada de 'Dot', el libro infantil de Randi Zuckerberg

Portada de ‘Dot’, el libro infantil de Randi Zuckerberg

Concienciada de la excesiva influencia de Internet sobre los niños desde muy pequeños (su hija tiene dos años y ya ha empezado a entrar en contacto con la Red) la empresaria se inicia ahora como escritora de cuentos infantiles con Dot, un libro pensado para niños de 4 a 8 años —con cándidos dibujos del ilustrador inglés Joe Berger y que publicará en los EE UU la editorial HarperCollins el 5 de noviembre— que narra la historia de una niña «obsesionada con sus dispositivos electrónicos«.

Dot apenas separa la mirada de la pantalla y juega siempre con su tableta o con el portátil. «Pero hay vida más allá de la pantalla. Todos necesitamos tiempo para reiniciar, recargarnos y reanudar», dice la voz en off de la animación que presenta el libro.

Para escribir el cuento, habló «con padres de todo el mundo» y descubrió que, aunque la tecnología es una herramienta «que nos facilita la vida y nos ayuda a mantenernos conectados» hay muchos padres con dudas sobre «cómo criar a sus hijos en esta nueva era digital».

Randi Zuckerberg

Randi Zuckerberg

Desde que dejó la empresa de su hermano, Zuckerberg alerta del peligroso enganche que podemos sufrir utilizando las redes sociales en exceso.

En la carta de presentación de su página web se define como una exadicta a Facebook: en la red social anunció su compromiso, publicó las fotos de su boda, anunció su embarazo, fue «esa madre que no para de colgar fotos del bebé»… «Incluso hice que una foto familiar se convirtiera en viral durante las vacaciones. ¡Uy!», dice en referencia a las «confusas» normas de privacidad que provocaron que compartiera una imagen privada con 40.000 personas.

Confiesa que en esa excesiva confianza en Internet hubiera estado bien «tener a alguien» que la alertara de su comportamiento. «Un amigo que me dijera ‘Randi, sentarte junto a tu marido en el sofá cuando los dos estais con el portátil no cuenta como tiempo dedicado a tu pareja’ o ‘¿No crees que pedir amistad en Facebook a alguien a los cinco minutos de conocerlo parece un POCO desesperado?’ o ‘¿REALMENTE querías poner eso en Twitter?».

Sin caer en la dura crítica, pero sí abriendo una puerta a la reflexión, Zuckerberg intenta ahora hacer llegar el mensaje a los niños para que no se pierdan la infancia mientras navegan por Internet.

Helena Celdrán

Huxley, Plath, Woolf y Joyce también escribieron para niños

"The Crows of Pearblossom ", 1944

«The Crows of Pearblossom»

The Crows of Pearblossom, de Aldous Huxley (escrito en 1944, publicado en 1967)

«Un hombre aniñado no es un hombre que haya dejado de crecer. Al contrario, es un hombre que se ha concedido la oportunidad de seguir desarrollándose mientras los demás se refugian en el capullo de los hábitos de la madurez y el convencionalismo«.

La frase es de Aldous Huxley y contiene una llamada a la rebeldía contra el tiempo que me sirve como antesala hablarles de unos cuantos libros infantiles escritos por autores adultos y serios, si es que esas jerarquías de la edad tienen algún sentido, que lo dudo, en el arte de construir buenas historias y saber contarlas del mejor modo.

En 1944, más de una década después de firmar la desoladora Un mundo feliz, una utopía perversa que aventura una sociedad sin dolor, injusticia ni guerra, pero también sin amor, lazos afectivos y curiosidad, Huxley escribió The Crows of Pearlblossom, un cuento que compuso para su sobrina Olivia, de cinco años, con la que daba largos paseos por el desierto de Mojave. El manuscrito desapareció en un incendio, pero los padres de la niña conservaban una copia, que sirvió para la edición de la historia en 1967, cuatro años después de la muerte de Huxley.

La pareja de cuervos protagonista no es capaz de incubar un huevo porque una serpiente de cascabel se los come. Tras 297 huevos, los cuervos se alían con una inteligente lechuza para acabar con la enemiga. No esperen que les cuente el final.

Una adenda que llena de brillo el relato es saber que Olivia sigue viviendo en los desiertos californianos, ha escrito una historia del budismo y tiene un hijo monje en una orden tibetana. En el nirvana que merece, el místico Huxley debe estar sonriendo.

ILustración de Barbara Cooney para la primera edición de "The Crows of Pearblossom "

ILustración de Barbara Cooney para la primera edición de «The Crows of Pearblossom «

"The Bed Book", 1959

«The Bed Book»

The Bed Book, de Sylvia Plath (escrito en 1959, publicado en 1976)

La Lady Lázaro de la poesía en inglés, la sucinta y dolorida Sylvia Plath (1932-1963) metió la cabeza en el horno de la cocina para morir gaseada. Previamente había dejado sendos vasos de leche caliente junto a la cama de sus hijos, Frieda (casi 3 años) y Nicholas (2), y sellado la puerta del cuarto desdede fuera con esparadrapo y toallas para que los críos no corrieran peligro.

En 1959, la muchacha que deseaba ser «horizontal» porque no encontraba vinculación con la tierra, escribió un delicioso libro para niños, The Bed Book, que concluyó en un arrebato liberador de un sólo día. El comienzo alerta:

La mayor parte de las camas son camas
para dormir o descansar
pero las mejores camas
son mucho más interesantes

El libro es un catálogo poético de camas: para gatos, para acróbatas, para ver pájaros, submarinas, camas-cohete, para llevar en el bolsillo, para elefantes, para el Polo Norte…

El tomo no se publicó hasta 1976, aprovechando el tirón comercial de la mitomanía que rodea a Plath. Las ilustraciones de Quentin Blake son tan divertidas como los textos.

ILustraciones de Quentin Blake para "The Bed Book"

Ilustraciones de Quentin Blake para «The Bed Book»

"The Widow and the Parrot"

«The Widow and the Parrot»

The Widow and the Parrot, de Virginia Woolf (escrito en  1923, publicado en 1982)

Dos sobrinos de Virginia Woolf, Julian (15 años) y Quentin Bell (13) solicitaron a su tía una colaboración para una publicación familiar, The Charleston Bulletin.

La escritora, que ya era un activa intelectual y estaba a dos años de publicar una primera gran novela, La señora. Dalloway (1925), les remitió la  fábula moral The Widow and the Parrot, escrita de manera bastante descuidada y basada en el amor a los animales.

El cuentecillo permaneció inédito hasta 1982, cuando se celebró el centenario del nacimiento de Woolf.

Cuando se conoció el manuscrito fue posible comprobar que Wolf había entregado la historia con ilustraciones pintadas por ella misma.

Los editores prefirieron encargar el trabajo para la primera edición a Julian Bell, hijo de Quentin y bautizado en honor a su tío, que murió combatiendo con las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española.

Ilustración de Julian Bell para "The Widow and the Parrot"

Ilustración de Julian Bell para «The Widow and the Parrot»

"The Cat and the Devil"

«The Cat and the Devil»

The Cat and the Devil, de James Joyce (basado en una carta de 1936, editado en 1957)

Joyce comenzaba así una carta a su nieto Stevie en 1936: «Te envié hace días un gato relleno de golosinas, pero quizá no conozcas la historia del gato de Beaugency». A partir de ahí desarrollaba una historia delirante y con guiños al folklore de Francia e Irlanda sobre pactos con el diablo y puentes mágicos que requerían la entrega de un tributo por quien deseara cruzarlo.

El libro ha sido editado en numereosas ocasiones y con ilustraciones espléndidas como las del británico Gerald Rose o el francés Blanchon.

Mucho más tarde fue descubierta otra narración enviada por Joyce al nieto, The Cats of Copenhagen. «Esta vez no puedo mandarte un gato, porque en Copenhahagen no hay gatos», comenzaba la carta.

Existe una edición con dibujos del gran Edward Gorey, pero es aún mejor la ilustrada por Casey Sorrow.

Ilustración de Casey Sorrow para "The Cats of Copenhagen"

Ilustración de Casey Sorrow para «The Cats of Copenhagen»

Se habrán percatado de que ninguno de los cuatro cuentos infantiles que menciono en esta entrada fueron publicados durante la vida de los autores, lo cual viene a demostrar, como sospechaba Huxley, que en este mundo somos inmensamente graves, primamos lo serio y tendemos a anular como grotesco o naíf todo esfuerzo de un adulto por volver a ser niño.

Ánxel Grove

Roald Dahl, maleducado y cautivador

Roald Dahl en su mesa de trabajo

Roald Dahl en su mesa de trabajo

«Casi todo lo que se pudiera decir de él, podía ser verdad. Dependía de cuál de sus caras él decidiera mostrarte«, dijo en una ocasión un viejo conocido del escritor.

Nacido en Gales y de ascendencia noruega, Roald Dahl (1916-1990) era un espécimen de casi dos metros de altura y aspecto desaliñado que escribía en una pequeña choza («la cabaña de escribir»), sentado en un sillón con una tabla apoyada en los reposabrazos.

Comenzó con la literatura de manera profesional en la década de los cuarenta —tras servir en las Fuerzas Aéreas británicas durante la II Guerra Mundial— pero sus obras más populares son de los sesenta en adelante. Ni la vejez, ni la enfermedad, apagaron su inspiración: en sus últimos diez años de vida escribió éxitos como El gran gigante bonachón (1982), Las brujas (1983), Boy (relatos de la infancia) (1984) y Matilda (1988).

Fue un filántropo tendente a la crueldad, un cascarrabias admirador del universo infantil, un tierno cínico, un antisemita con amigos judíos. Era maleducado y cautivador, un hombre de familia aficionado a la infidelidad…

Roald y Patricia

Roald y Patricia

Pese a disfrutar de los caprichos y la buena vida, era capaz de sacrificar todo por sus hijos y su mujer, la actriz estadounidense Patricia Neal, a la que ayudó a recuperar el habla y a volver a caminar cuando ella sufrió tres aneurismas cerebrales en 1965, durante el embarazo del quinto hijo del matrimonio. Estuvo tres semanas en coma y gracias al esfuerzo personal de su marido logró superar las secuelas.  En la cara oscura de la relación estaban los celos por el éxito profesional de su mujer y las varias infidelidades del escritor con (entre otras) Felicity Crosland, amiga de Patricia, que luego se casaría con él.

Irónicamente, el hombre imperfecto se ha convertido en uno de los escritores de libros infantiles más admirados de la historia de la literatura. Esta semana en la sección Cotilleando a… repasamos cinco obras de Roald Dahl.

1. Charlie y la fábrica de chocolate (1964). Charlie Bucket, el niño de una familia muy pobre, se convierte en uno de los ganadores del concurso que organiza el rico empresario Willy Wonka. El premio no se reduce a visitar la fábrica, rodeada de magia y misterio, sino que promete suministro de dulces de por vida. Además, Wonka busca un heredero entre los cinco niños que acuden al recorrido por los dominios del maestro del chocolate.

Los Umpa Lumpa ilustrados por Joseph Schindelman en 1964 y en 1973. Abajo, imaginados por Quentin Blake en 1998

Los Umpa Lumpa ilustrados por Joseph Schindelman en 1964 y en 1973. Abajo, imaginados por Quentin Blake en 1998

En los años veinte Cadbury y Rowntree eran las dos grandes empresas dedicadas a la fabricación de chocolate en el Reino Unido. La rivalidad los llevó a blindar sus fábricas para evitar el espionaje sobre los procesos de elaboración y las novedades. Dahl relata en Boy (recuerdos de la infancia), un libro de tinte autobiográfico, que Cadbury mandaba a su colegio muestras de nuevos productos para que los niños opinaran sobre ellos. Cada uno recibía una caja de cartón con varios tipos de chocolate junto a una lista para evaluarlos.  Las dos historias se mezclaron en su imaginación.

Publicada antes en los EE UU que en el Reino Unido, la primera edición de Charlie y la fábrica de chocolate (de 10.000 ejemplares) se agotó en un mes. En sucesivas reimpresiones del libro,  los Oompa-Loompa (en castellano Umpa Lumpa), los personajes cómicos que trabajaban y vivían en la fábrica de Wonka, fueron objeto de polémica. Siempre trabajando pero contentos de vivir en un lugar privilegiado, alimentándose de chocolate, su condición de esclavos desató las acusaciones racistas contra Dahl, que los había caracterizado como pigmeos africanos.

A raíz de la polémica, se representaron blancos y con el pelo dorado. En la adaptación cinematográfica de Mel Stuart (1971), los personajes de la extraña tribu eran naranjas y de pelo verde. En la versión de Tim Burton (2005), Deep Roy, un actor indio-keniata que mide poco más de metro y medio, interpretó a todos los Umpa Lumpa.

Dahl y su familia en 1965, tras los aneurismas que sufrió Patricia

Dahl y su familia en 1965, tras los aneurismas que sufrió Patricia

2. Relatos de lo inesperado (1979). Una colección de 16 cuentos para el público adulto que descubre el lado más oscuro de Dahl. Historias de venganza por traumas infantiles, asesinatos, apuestas en las que el jugador está dispuesto a arriesgar la vida para ganar…

Los escribía para publicaciones estadounidenses como Harper’s Magazine o The New Yorker, que rechazó algunos por ser excesivamente truculentos.

Uno de los rechazados, Cordero asado (1953), la historia de una mujer, aparentemente feliz en su matrimonio, que asesina a su marido con una pierna de cordero, fue adaptado por Pedro Almodóvar en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), con Carmen Maura de protagonista y un jamón como arma homicida.

Ilustración de Quentin Blake para 'Las brujas'

Ilustración de Quentin Blake para ‘Las brujas’ (1983)

3. Las brujas (1983). Los años ochenta fueron inspiradores para el autor. Publicaba casi una obra por año y trabajaba siempre en su «cabaña para escribir», a la que no dejaba pasar a nadie salvo a Quentin Blake (1932). El ilustrador —que trabajó con Dahl por primera vez en El gran gigante bonachón (1982)— fue un factor importante en esa racha de productividad: se entendían a la perfección y sus dibujos terminaron siendo un distintivo de las historias.

El joven editor Stephen Roxburgh trataba por primera vez con Dahl cuando leyó el manuscrito de Las brujas, una novela de conspiraciones mundiales para convertir a todos los niños en ratones. Uno de los cambios que le sugirió tenía que ver con la visión que el autor daba de las mujeres en la obra (todas brujas, menos la abuela del niño protagonista). También le preocupaba que se asociara la calvicie femenina con la brujería. «No tengo tanto miedo como tú de ofender a las mujeres», le contestó Dahl, que además volcaba todas las bondades en otro personaje femenino. La abuela, a pesar de su heterodoxia y tener detalles como fumar y ofrecer una calada a su nieto, era cautivadora.

Los temores de Roxburgh eran fundados. Los comentarios feministas más fanáticos tacharon el libro de ser «otro ejemplo de cómo los niños aprenden a ser hombres que odian y hieren a las mujeres«. No era la primera vez que lo llamaban misógino, Dahl tiene un historial equívoco con respecto al modo en que representa a las mujeres, pero aplica el mismo desprecio tamizado a los hombres: el escritor, a pesar de haber donado siempre dinero a hospitales y organizaciones relacionadas con la ayuda a niños enfermos o con dificultades, siempre fue un misántropo.

Dahl de niño

Dahl de niño

4- Boy (relatos de la infancia) (1984). Basado en vivencias personales de la infancia y la adolescencia, el libro es lo más parecido a una autobiografía que escribió Dahl. Narra historias sobre sus padres: Harald (manco por un error médico) y su madre, la bella Sofie Magdalene, 20 años más joven); los hermanos, el colegio, la estancia de cuatro años en la estricta escuela de secundaria Saint Peter’s…

En medio hay recuerdos cómicos que a veces tienen final cruel: Dahl cuenta que a los siete años, junto a sus amigos, se vengó de la «malvada» dueña de una tienda de dulces, la señora Pratchett, una viuda que daba escasa importancia a la higiene en su local. Los niños colocaron un ratón muerto sobre una jarra de enormes caramelos. Fueron descubiertos y el director de la escuela los atizó con una vara cien veces en presencia de la mujer, que no paraba de reír.

5. Matilda (1988). Ninguno de sus libros tuvo un éxito comercial tan rotundo. Solamente en el Reino Unido se vendieron medio millón de ejemplares de bolsillo en seis meses.

Muchos personajes de Roald Dahl son huérfanos. Matilda —la niña ideal, lectora, dulce y sensible, con poderes telequinéticos— tiene unos padres que son su antítesis, zafios, groseros, ignorantes y crueles.

Los abusones —en este caso el padre de la protagonista y la temible directora del colegio— son habituales en las historias del escritor galés. Curiosamente, no fue un niño asustado por los matones: un amigo de la infancia lo recuerda inventando motes crueles y burlándose de cualquier característica física inusual.

Quentin Blake dibuja a Matilda con la señorita Honey

Quentin Blake dibuja a Matilda con la señorita Honey

En su eterna contradicción, el escritor dibuja personajes intimidados, en situaciones de debilidad, de un modo cariñoso y compasivo. La señorita Honey (la maestra de Matilda y también su amiga) recrea en el mundo de los adultos a la persona tímida y apocada vapuleada por los demás, pero poderosa en su silencio, culta y valiente.

Dahl finalizó el libro en un proceso difícil, lleno de correcciones. No quedó satisfecho del todo con el manuscrito final, pero, con la salud debilitada y, tras pedir consejo a su segunda mujer Felicity Crosland y a su hija menor, Ophelia, decidió que lo mejor para él era dejarlo estar. Ya lo habían operado en 1985 de un cáncer de intestino, una segunda operación lo había debilitado aún más. Su dolor crónico de espalda aumentó a causa de una leucemia. Se mantuvo hasta su muerte —en noviembre de 1990— con buen ánimo, poniendo como única condición a los tratamientos que no lo privaran de sus cigarrillos Cartier, la ginebra y (por supuesto) los dulces.

Helena Celdrán

‘El silencio de los corderos’ y ‘El Padrino’, libros infantiles

'Brave Cowboy Bill', uno de los títulos de Little Golden Books

'Brave Cowboy Bill', uno de los títulos de Little Golden Books

Fueron una revolución de la literatura para niños en Estados Unidos y universalizaron el cuento infantil. No cualquiera podía gastar dos o tres dólares en comprar un libro para críos, pero sí un Little Golden Book (Pequeños Libros Dorados). Los vendían en cualquier gran almacén y en las tiendas de rebajas. Costaban 25 centavos.

Las historias y las ilustraciones de los libros baratos que promovieron en los años 40 la lectura entre los niños de EE UU, eran conmovedoras: ardillas que se saben el alfabeto, tímidos cachorros, mamás ganso, oseznos que no se querían ir a la cama, niños jugando a vaqueros…

Los libros dorados se siguen publicando. Ahora cuestan tres dólares. Han contado historias de Scoobie Doo, la perra Lassie, Pokémon, Barbie, los Power Rangers o Barrio Sésamo y siguen siendo el soporte para las aventuras de cualquier ídolo infantil que esté de moda.

Los viejos se siguen reeditando por demanda popular. Ya han superado el estátus de clásico. Son una institución cultural que cautiva a los coleccionistas y que está presente en los museos.

Los dibujos, perfilados y vivaces, son un género de la ilustración y provocan suspiros nostálgicos a varias generaciones de adultos, que se transportan a la niñez con esos motivos cándidos de colores acuarelados.

Josh Cooley - 'El padrino'

Josh Cooley - 'El padrino'

Lo que ha hecho Josh Cooley es desconcertante y cautivador dentro de lo retorcido. Nadie se imagina un libro de la mítica colección infantil estadounidense que adapte El Silencio de los corderos, Terminator, Seven o El Padrino.

El dibujante recrea las escenas más duras de clásicos del cine de los setenta hasta ahora. Estéticamente son ilustraciones típicas de los libros dorados, los motivos son otra cosa.

Cooley ha puesto a los pequeños libros dorados patas arriba. Hace tres años que está enganchado a las que llama «inapropiadas escenas de Golden Books», una colección de ilustraciones que, desde que empezó, no ha podido dejar de ampliar. Hace un año vio que tenía tantas recopiladas que decidió publicarlas en un libro: Movies R Fun. Por su originalidad y constancia temática he tenido que traer sus dibujos a Obsesiones.

Josh Cooley - 'Apocalypse Now'

Josh Cooley - 'Apocalypse Now'

«Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar, explicó Don Corleone»; «el horror, el horror…, dijo entrecortadamente el Coronel Kurtz» .

Con un texto simplificado, típico de las primeras lecturas, Cooley se atreve a dibujar la espeluznante escena de la cabeza de caballo en la cama de El Padrino o a Marlon Brando en el monólogo final de Apocalypse Now interpretando al trastornado Coronel Kurtz.

Causan entre risa y admiración, por el mérito que tiene escenificar imágenes tan lejanas a la temática infantil con un ingenio fruto de la destreza como dibujante de Cooley, que también trabaja en Pixar.

Otros dibujos incluso pueden borrar de forma inesperada la sonrisa de tu cara, como el  dedicado a una escena muy particular  del Silencio de los corderos.

Josh Cooley - 'El silencio de los corderos'

Josh Cooley - 'El silencio de los corderos'

En el dibujo, el psicópata Jame Buffalo Bill Gumb (interpretado por Ted Levine) ordena a su víctima, a la que ha metido en un hoyo, echarse crema con la intención de despellejarla más tarde. Cuando la chica no obedece, la riega con agua fría. La única réplica a las súplicas es la taxativa frase: «Se  frota la loción en la piel, o si no, vuelve la manguera». El perrito, en los brazos del monstruo, conserva en sus ojos como canicas y su pelaje de algodón la dulzura de los Little Golden Books.

Helena Celdrán