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Roald Dahl, maleducado y cautivador

Roald Dahl en su mesa de trabajo

Roald Dahl en su mesa de trabajo

«Casi todo lo que se pudiera decir de él, podía ser verdad. Dependía de cuál de sus caras él decidiera mostrarte«, dijo en una ocasión un viejo conocido del escritor.

Nacido en Gales y de ascendencia noruega, Roald Dahl (1916-1990) era un espécimen de casi dos metros de altura y aspecto desaliñado que escribía en una pequeña choza («la cabaña de escribir»), sentado en un sillón con una tabla apoyada en los reposabrazos.

Comenzó con la literatura de manera profesional en la década de los cuarenta —tras servir en las Fuerzas Aéreas británicas durante la II Guerra Mundial— pero sus obras más populares son de los sesenta en adelante. Ni la vejez, ni la enfermedad, apagaron su inspiración: en sus últimos diez años de vida escribió éxitos como El gran gigante bonachón (1982), Las brujas (1983), Boy (relatos de la infancia) (1984) y Matilda (1988).

Fue un filántropo tendente a la crueldad, un cascarrabias admirador del universo infantil, un tierno cínico, un antisemita con amigos judíos. Era maleducado y cautivador, un hombre de familia aficionado a la infidelidad…

Roald y Patricia

Roald y Patricia

Pese a disfrutar de los caprichos y la buena vida, era capaz de sacrificar todo por sus hijos y su mujer, la actriz estadounidense Patricia Neal, a la que ayudó a recuperar el habla y a volver a caminar cuando ella sufrió tres aneurismas cerebrales en 1965, durante el embarazo del quinto hijo del matrimonio. Estuvo tres semanas en coma y gracias al esfuerzo personal de su marido logró superar las secuelas.  En la cara oscura de la relación estaban los celos por el éxito profesional de su mujer y las varias infidelidades del escritor con (entre otras) Felicity Crosland, amiga de Patricia, que luego se casaría con él.

Irónicamente, el hombre imperfecto se ha convertido en uno de los escritores de libros infantiles más admirados de la historia de la literatura. Esta semana en la sección Cotilleando a… repasamos cinco obras de Roald Dahl.

1. Charlie y la fábrica de chocolate (1964). Charlie Bucket, el niño de una familia muy pobre, se convierte en uno de los ganadores del concurso que organiza el rico empresario Willy Wonka. El premio no se reduce a visitar la fábrica, rodeada de magia y misterio, sino que promete suministro de dulces de por vida. Además, Wonka busca un heredero entre los cinco niños que acuden al recorrido por los dominios del maestro del chocolate.

Los Umpa Lumpa ilustrados por Joseph Schindelman en 1964 y en 1973. Abajo, imaginados por Quentin Blake en 1998

Los Umpa Lumpa ilustrados por Joseph Schindelman en 1964 y en 1973. Abajo, imaginados por Quentin Blake en 1998

En los años veinte Cadbury y Rowntree eran las dos grandes empresas dedicadas a la fabricación de chocolate en el Reino Unido. La rivalidad los llevó a blindar sus fábricas para evitar el espionaje sobre los procesos de elaboración y las novedades. Dahl relata en Boy (recuerdos de la infancia), un libro de tinte autobiográfico, que Cadbury mandaba a su colegio muestras de nuevos productos para que los niños opinaran sobre ellos. Cada uno recibía una caja de cartón con varios tipos de chocolate junto a una lista para evaluarlos.  Las dos historias se mezclaron en su imaginación.

Publicada antes en los EE UU que en el Reino Unido, la primera edición de Charlie y la fábrica de chocolate (de 10.000 ejemplares) se agotó en un mes. En sucesivas reimpresiones del libro,  los Oompa-Loompa (en castellano Umpa Lumpa), los personajes cómicos que trabajaban y vivían en la fábrica de Wonka, fueron objeto de polémica. Siempre trabajando pero contentos de vivir en un lugar privilegiado, alimentándose de chocolate, su condición de esclavos desató las acusaciones racistas contra Dahl, que los había caracterizado como pigmeos africanos.

A raíz de la polémica, se representaron blancos y con el pelo dorado. En la adaptación cinematográfica de Mel Stuart (1971), los personajes de la extraña tribu eran naranjas y de pelo verde. En la versión de Tim Burton (2005), Deep Roy, un actor indio-keniata que mide poco más de metro y medio, interpretó a todos los Umpa Lumpa.

Dahl y su familia en 1965, tras los aneurismas que sufrió Patricia

Dahl y su familia en 1965, tras los aneurismas que sufrió Patricia

2. Relatos de lo inesperado (1979). Una colección de 16 cuentos para el público adulto que descubre el lado más oscuro de Dahl. Historias de venganza por traumas infantiles, asesinatos, apuestas en las que el jugador está dispuesto a arriesgar la vida para ganar…

Los escribía para publicaciones estadounidenses como Harper’s Magazine o The New Yorker, que rechazó algunos por ser excesivamente truculentos.

Uno de los rechazados, Cordero asado (1953), la historia de una mujer, aparentemente feliz en su matrimonio, que asesina a su marido con una pierna de cordero, fue adaptado por Pedro Almodóvar en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), con Carmen Maura de protagonista y un jamón como arma homicida.

Ilustración de Quentin Blake para 'Las brujas'

Ilustración de Quentin Blake para ‘Las brujas’ (1983)

3. Las brujas (1983). Los años ochenta fueron inspiradores para el autor. Publicaba casi una obra por año y trabajaba siempre en su «cabaña para escribir», a la que no dejaba pasar a nadie salvo a Quentin Blake (1932). El ilustrador —que trabajó con Dahl por primera vez en El gran gigante bonachón (1982)— fue un factor importante en esa racha de productividad: se entendían a la perfección y sus dibujos terminaron siendo un distintivo de las historias.

El joven editor Stephen Roxburgh trataba por primera vez con Dahl cuando leyó el manuscrito de Las brujas, una novela de conspiraciones mundiales para convertir a todos los niños en ratones. Uno de los cambios que le sugirió tenía que ver con la visión que el autor daba de las mujeres en la obra (todas brujas, menos la abuela del niño protagonista). También le preocupaba que se asociara la calvicie femenina con la brujería. «No tengo tanto miedo como tú de ofender a las mujeres», le contestó Dahl, que además volcaba todas las bondades en otro personaje femenino. La abuela, a pesar de su heterodoxia y tener detalles como fumar y ofrecer una calada a su nieto, era cautivadora.

Los temores de Roxburgh eran fundados. Los comentarios feministas más fanáticos tacharon el libro de ser «otro ejemplo de cómo los niños aprenden a ser hombres que odian y hieren a las mujeres«. No era la primera vez que lo llamaban misógino, Dahl tiene un historial equívoco con respecto al modo en que representa a las mujeres, pero aplica el mismo desprecio tamizado a los hombres: el escritor, a pesar de haber donado siempre dinero a hospitales y organizaciones relacionadas con la ayuda a niños enfermos o con dificultades, siempre fue un misántropo.

Dahl de niño

Dahl de niño

4- Boy (relatos de la infancia) (1984). Basado en vivencias personales de la infancia y la adolescencia, el libro es lo más parecido a una autobiografía que escribió Dahl. Narra historias sobre sus padres: Harald (manco por un error médico) y su madre, la bella Sofie Magdalene, 20 años más joven); los hermanos, el colegio, la estancia de cuatro años en la estricta escuela de secundaria Saint Peter’s…

En medio hay recuerdos cómicos que a veces tienen final cruel: Dahl cuenta que a los siete años, junto a sus amigos, se vengó de la «malvada» dueña de una tienda de dulces, la señora Pratchett, una viuda que daba escasa importancia a la higiene en su local. Los niños colocaron un ratón muerto sobre una jarra de enormes caramelos. Fueron descubiertos y el director de la escuela los atizó con una vara cien veces en presencia de la mujer, que no paraba de reír.

5. Matilda (1988). Ninguno de sus libros tuvo un éxito comercial tan rotundo. Solamente en el Reino Unido se vendieron medio millón de ejemplares de bolsillo en seis meses.

Muchos personajes de Roald Dahl son huérfanos. Matilda —la niña ideal, lectora, dulce y sensible, con poderes telequinéticos— tiene unos padres que son su antítesis, zafios, groseros, ignorantes y crueles.

Los abusones —en este caso el padre de la protagonista y la temible directora del colegio— son habituales en las historias del escritor galés. Curiosamente, no fue un niño asustado por los matones: un amigo de la infancia lo recuerda inventando motes crueles y burlándose de cualquier característica física inusual.

Quentin Blake dibuja a Matilda con la señorita Honey

Quentin Blake dibuja a Matilda con la señorita Honey

En su eterna contradicción, el escritor dibuja personajes intimidados, en situaciones de debilidad, de un modo cariñoso y compasivo. La señorita Honey (la maestra de Matilda y también su amiga) recrea en el mundo de los adultos a la persona tímida y apocada vapuleada por los demás, pero poderosa en su silencio, culta y valiente.

Dahl finalizó el libro en un proceso difícil, lleno de correcciones. No quedó satisfecho del todo con el manuscrito final, pero, con la salud debilitada y, tras pedir consejo a su segunda mujer Felicity Crosland y a su hija menor, Ophelia, decidió que lo mejor para él era dejarlo estar. Ya lo habían operado en 1985 de un cáncer de intestino, una segunda operación lo había debilitado aún más. Su dolor crónico de espalda aumentó a causa de una leucemia. Se mantuvo hasta su muerte —en noviembre de 1990— con buen ánimo, poniendo como única condición a los tratamientos que no lo privaran de sus cigarrillos Cartier, la ginebra y (por supuesto) los dulces.

Helena Celdrán