No lo digo yo, lo dice el mundo: Jeffrey Dean Morgan, a quien en los últimos años se le vincula inexorablemente a su papel del malérrimo Negan en la exitosa The Walking Dead, es uno de los actores/personajes más odiados por los telespectadores. Da mucho, mucho yu-yu.

– Lucille, di patata.

Y yo, me vais a perdonar, pero lo entiendo. ¿Es por ese bate de béisbol revienta-cráneos envuelto en espino? ¡No! ¿Es por su sonrisa siniestra? ¡No! ¿Es por la chupa de cuero de Terminator? ¡No! Es… ¡Por su camiseta! En serio: yo no me fío de alguien que en medio de un holocausto zombie lleva una camiseta blanco nuclear. Pero venga, hombre, ¡si están todos que da asco verlos! ¡Que Daryl lleva sin lavarse desde el capítulo dos, y tú vas por ahí que entre los dientes y la camiseta pareces una aparición de la Virgen! Mirad para acá:

Yo a mi hija he tenido que tirarle camisetas por mucho menos que esto. Negan: no me gustas. No me fío de ti.

Pero luego está la otra parte del personaje, la que tiene un imán, un no sé qué extraño que hace que en el fondo quieras quererlo un poquito, en alguna de las formas que pueda adoptar el verbo querer. Y yo creo que es así porque, en realidad, Jeffrey es un tío muy atractivo: cejas pobladas, ojos profundos, sonrisa amplia, barbita (de las macarras, no de las hipsters), qué sé yo. E, investigando un poco, queridos todos, he descubierto que Negan, en realidad, siempre ha sido así de atractivo. E incluso más. Lee el resto de la entrada »