Si seguís este blog seguro que no os cuento ninguna novedad: Crispin Glover es uno de mis actores favoritos y creo que está lejos, lejísimos, de tener el reconocimiento que se merece. Os lo dije hace tiempo, en un post recopilatorio de «todas sus caras» (que son muchas) y lo mantengo.
Y es que, por supuesto, es muy probable que el primer papel que se nos venga a la mente de Glover fuera el de George McFly en Regreso al futuro.
Que tú ahora lo miras y piensas, ¿este tío no envejece o qué pasa? Porque basta echar un vistazo a cómo le han sentado los años a, por ejemplo, Tom Wilson (el que interpretaba a Biff Tannen) y, aunque es cierto que se conserva de lujo, pues los años se le notan, claro. Pero a Crispin no. Y creo que mucho puede tener que ver que, incluso teniendo su más que característico, personal e intransferible rostro, llega a un nivel de mimetismo en cada uno de sus personajes que, sencillamente, no ves al actor que hay detrás.
Desde sus inicios en Instinto Sádico o A quién ama Gilbert Grape, hasta los éxitos de los 2000 como Los ángeles de Charlie o Epic Movie, donde interpretó a un fantástico Wonka, y sin dejarnos los más modernos, como su papel de la sota de corazones en Alicia en el País de las Maravillas y, por supuesto, su interpretación de Mr. World en American Gods, han sido muchos y de muy distintos talantes los papeles que este actor ha sacado adelante con absoluta genialidad. Aunque yo me quedo, sin lugar a dudas, con su paso por El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro, en el episodio El modelo de Pickman.
Hay uno, sin embargo, del que ha confesado sentirse avergonzado. Y no os imagináis cuál.
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