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Tettsui de Mainline Magic Orchestra (2021)

12 pulgadas de Primavera Labels&Public Possesion. Cuatro temas que son un catálogo de paroxismo y bombo a negras. Hipnotismo electrónico, sampleados sinusoidales que controlan la mente y hacen que las chispas de las sinapsis lleven fuego a las piernas provocando el baile. Mainline Magic Orchestra es electrónica pánica, es punk de rave pirateada en tiempos de redes sociales.

(MMO Theme) House bien entendido de raíces latinas, los Gibson Brothers del S.XX, mucho más que robots con corazón, robot que usan proclamas para que se tengan en cuenta sus sentimientos. Planetas, amor, cajas de ritmo y esa manera de percusión digital que nos enamora por su sabor a maxi-single.

(XUMBA XUMBA) Repetición mántrica que nos hará felices. El mejor sampleado posible para el ulular de un pájaro indeterminado que acaba siendo una melodía de juguete. Llegaremos al punto donde la vida sea hipnosis. Y la hipnosis un estado de realidad.

(OKILELE) Somos adictos al selvático animal, tomamos muestras de percusión y vileza y las repetimos colocando en un altar el bombo a negras. No necesitamos más que un poco de garganta para conocer al que remezclaba a New Order en sus canciones gamberras para los mundiales de fútbol. Entre Underworld y Paul Gascoigne nos queda Tracy Lords en la primera entrega de Blade.

(Jack Sparrow) Teclados ochenteros, la voz de ron que llama a las sirenas, las sirenas que siguen de rave, impulsadas por algas anfetamínicas que solo ellas conocen, un subidón acuático, desde los más profundo, un subidón abisal, el Kraken está hambriento y la trompeta es ácida, repitiéndose de manera fractal hasta el infinito.

Algunas palabras sobre Redención de David Refoyo (2022)

Editado por La Bella Varsovia, el nuevo libro de David Refoyo es un diario del presente. Del que se ha quedado. Hay alguien aquí. Hay alguien que no está aquí. Una muerto. Sabemos la estación pero no el año. Porque cuando llega así no importa el calendario cuantitativo, solo el cualitativo. El fuego de los coches, el choque del fuego: en las películas americanas nunca sucede nada, todo es como el grácil vuelo de una paloma. Seattle. Luego hablaremos de Seattle. Un pastor. ¿Qué palabras usó? Esto es un un libro, David. Pero los olores son más penetrantes que las palabras. Se instalan en las almas cansadas y ciegan los ojos con los que detectamos lo escrito. ¿Es el cadáver el cuerpo abandonado por un vivo? ¿es el cadáver el cuerpo que busca un muerto?

La vida, cuando se supone feliz, solo es un juego de manos. Son sombras chinescas cuando el padre se convierte en el maestro. Trilera, la vida es trilera. ¿Dónde está la bolita? Eso sí, siempre el miedo: “La oscuridad sacrifica el recuerdo/que solo puedan ver lo que queramos que vean”. “Poderosos mientras hubiera una razón para estar juntos”. Minúsculos mensajes de adiós lanzados al mar de la noche, a las dunas de los tiempos, ¿Qué hacemos con los tiempos que han pasado? ¿madre e hijo cuando el desorden hace más terrible la muerte?: “Un hijo solo una: nunca estarás preparado para verme morir. Una hija, solo una: nunca estaré preparado para verte morir».

“Mi hija no te conoce. ¿Por qué no puedo nombrarte?” En las calles que conoces, en las calles que compartes siempre estás esperando que él ocupe su lugar. Que al doblar la esquina la vida se como un verso de una canción de Peret, un fantasma que vuelve a la vida, que no estaba muerto, que estaba de parranda, la gran broma final. Tan sencillo, demasiado sencillo.

Un rostro desfigurado, una manos que se convierten en las de un alfarero, atrapadas por el dolor, el mal tiene hoy la boca cerrada y tú querrías buscar a Lázaro para preguntarle el teléfono de Dios. De un Dios, de cualquier Dios. Un número es número hasta que llega la muerte: “Un futuro de más de treinta días no podría vislumbrarse entonces”.

La naturaleza, siempre parece hambrienta, la naturaleza olvida pronto: “La grieta mezcló los órganos con el pasto: agua en el agua”. La muerte es el niño al que tus padres no dejaron que invitaras a tu cumpleaños. Así que, cuando lo viste llegar por primera vez, no supiste cómo tratarle: ¿le hablo de usted? ¿tiene apetito? Siempre viene con hambre atrasada, como la naturaleza. Camisas a cuadros, pastores, miga y sebo. Kurt Cobain descubriéndole al mundo que hubo alguien dispuesto a venderlo.

Tú eres el cromo que podría haber cambiado al muerte con la vida. Tú eres el que se quedó atrás, el repetido. “No existe arena suficiente para sepultar los rubios mechones de tu hijo”. Tu madre y la suya no son tan distintas. Una madre y la otra. Aquellos días no conocías, David, la historia de Gram Parsons en el desierto de Mojave. Yo tampoco. Quizás estos días sean diferentes. “Los dedos de tu hijo asoman entre las flores frescas: nos señalan

Una muerte que detiene una vida: “Tenía miedo de encontrar tu cadáver entre la arena”. Esconderse, abrir los ojos con fuerza, pellizcarse deseando que todo sea un sueño: “Si nunca dices adiós, nada se pierde”. En el instante en el que todo termina la amistad se convierte en recuerdo. La electricidad de los cables es una música distinta. No hay ciencia que encuentre un teorema válido que explique la muerte. Cuando tachas, el tiempo se convierte en distancia. Cuando corriges sin sabe qué corriges. Siempre tendrá veinte años, David. Y Sergio siempre tendrá 38. Y nosotros… de nosotros dirán que somos más viejos pero no será cierto. Siempre viviremos agazapados detrás, esperando que todo se evapore como la calada de un cigarrillo.

Todos los sitios donde bailaron, bebieron y escucharon sus canciones han cerrado. Todas aquellas bandas se han separado y algunos de sus cantantes han también están muertos. ¿Y las chicas? Algunas podrían haber sido más, menos o igual de felices con él. Si hubiera seguido vivo: “Las máquinas arrasaron el primer pecado/la carretera nueva también se llevó la culpa”.

Ante la perspectiva de un páramo de La Jetée (2022)


Editada por la imprescindible discográfica Clifford Records, el disco de La Jetée es un compendio de silencios y electricidad, de ambientes y soledad: diez temas donde los instrumentos tienen alma, son ángeles perdidos que buscan espaciar el tiempo, estirarlo para que los salmos de la voz encuentren su eco. De la clandestinidad creativa surgida por la distopía de 2020, los temas de Ante la perspectiva de un páramo son la agonía de una sociedad que duda. No sabe si entregarse al ser solitario o cantar para que el mundo no olvide que hay millones de personas tras las puertas.

Los sintetizadores cósmicos de Buenaventura o la sobriedad del recuerdo de Pero cuenta conmigo son parte de la construcción no verbal de un muro con agujeros estratégicos. La delicadeza de Horario de verano la vida prende por acumulación de recortes, luna de sexo y piano, pedazos de vidas ajenas en el vaho que era vida. Un bajo afterpunk en Dos veces breve es el momento vampírico, sin finales, como esos escritores que acumulan comienzos y personajes para terminar sintiéndose incompletos: “Debe de haber alguna forma”. Las voces se acumulan, desgranan el tiempo, nos hacen preguntas antes de llevarnos de la mano a una microscópica pista de baile: “¿No recuerdan ustedes haber viajado por una carretera desierta, quizá con un antiguo parque de atracciones en la vereda? ¿un colegio vacío donde solo hay sombras de niños pintadas en las paredes del recreo?”. Épica bien entendida, una colección desolada de cabinas rotas desde las que nunca más podrás llamar para decir “Te quiero”. El manejo de nuevo de los sintes en Más vale perdonar, las guitarras acústicas, como un esqueleto modelado, la madera seca que se acumula, ¿habrá algo de incendio entre las cenizas de lo vuestro? Permafrost es un hit absoluto, atrapado bajo las capas sensibles hasta que se eleva como el virus definitivo. No tiene nada de malo ser contaminado por él: libros que colocan sobre la menos la cartografía nocturna de ciudades que no existieron. La instrumentación funciona de manera contenida y elegante, con detalles de carácter. Los pinceles de La Jetée nos ofrecen melancolía sin hacer trampa. Nos acercamos al final con Copiloto, palmas y algo de melodía lúdica. En la canción está escondida la historia que nos lleva hasta el final, recuerda que lo importante no es el comienzo ni el destino, es el arcoiris que hay entre medio. Apátridas de teclados y ambientes, alguien dejó abandonado el miedo en la gasolinera. Tal vez volar tiene algo de Japan y esos ochenta orientales con lluvia y ramen, guitarras que se deslizan, dispuestas a pasar de siglo con juegos de voces oscuros, como A Flock Of Seagulls sin artificios ni ensayos previos. El final, La certeza de un cambio una guitarra que rasga, una voz que es eco, lejos como el cómplice que ha huido, pero sabemos, tú y yo -permíteme que te tutee-, que cada puente que arde es el recuerdo de un amor perdido. Enamorarse o fingir amor por cualquier que te encuentres la noche antes de tu partida.

El frío de la vida se combate con la tibieza de los labios, por el calor que exhala la aguja sobre el vinilo, por las farolas de una ciudad antigua que se encienden al ritmo de las toses de un anciano tísico. Todo suma, todo es belleza contra la bruma.

Algunas palabras sobre El mundo abajo de Patricio Jara (2022)

La editorial Jeckyll&Hill nos trae este libro de relatos del autor Patricio Jara: la realidad de un planeta que no tiene que mostrar sus secretos más oscuros en forma de monstruos o triángulos misteriosos para provocar el terror. La voracidad de la Tierra en sus zonas no mapeadas, en sus puntos negros, lugares que siempre han existido y donde ni siquiera el electromagnetismo digital y sus redes con G´s variables se puede imponer. Una masa monstruosa que encuentra su poder en la Ley de Newton, en la gravedad que es una prisión con las puertas abiertas. La Tierra que se impone, científica y milimétrica, veterana y atonal, vívida consorte del Sol y madre de la Luna. Suena sencillo, calor y fuego, hielo y frío. Pero la Tierra es tibia como el aliento de sus depredadores y nosotros, humanos multicelulares, somos, como nos recuerda Patricio Jara, simples simbiontes minúsculos que, en cualquier momento, podemos mutar a incómodos parásitos a los ojos de GAIA.

Unos tres grados que separan la vida de la no vida. Porque la muerte es algo que se reserva a lo que hay fuera de la literatura. Ella planifica el espacio aéreo como si fuera ajedrez en tres o cuatro dimensiones. Si el avión fuera un auto que viaja de noche, IREMI equivale al sitio en el cual el conductor apaga las luces y avanza por la carretera en plena oscuridad. Elimina la franja del Audioperú. Tira el cartón con tu letra, arrójalo a la papelera igual que él se lanzó al mar. El agua respira por ti, el agua abisal no entiende de presiones parciales ni de almanaques. Cuando el terror llega, llega también la locura y la concentración de oxígeno es un cuchillo que se abre paso sobre el sistema circulatorio, una muesca en la fina red de arterias y venas. No puedes vencer a la física, porque la física está definida para aquí y ahora, para la superficie terráquea, para la presión de una atmósfera, 760 milímetros de mercurio. Fuera de allí es todo pesadilla no euclídea, abisales tribunos de Cthulhu: sombra que entra en cuadro y lo oscurece y luego las burbujas y luego una risa lejana de los llegados de Aldebarán. Un lugar donde las cosas no permanecen alrededor de los límites de la cordura es el fondo del mar, Leviatanes y cocodrilos de 15 metros. Pero la muerte está, en realidad, sobre todo, sega sobre todo: una burbuja es el aviso de la realidad que se va a rasgar. ¿Pero qué realidad es? Zonas no mapeadas, Stephen King y bandas que no existen, la sensación de que el narrador, en realidad, ha dejado al protagonista ABAJO.

Entre 5 y 20km bajo el agua es ahora todo desierto, las olas dejaron los restos de la cumbia ancestral, cubrir las cabezas del monstruo con la sal del tiempo. LOA. Mediciones de la concentración, producto que lleva al precipitado, compra VODKA, es el último elemento de la civilización. Más allá de muestras y mecanismos hay un cadáver. Un hombre o un cadáver. Según el tiempo transcurrido la diferencia no nos alcanza para distinguir uno de otro. Un cadáver antiguo ya no es un hombre. Es una osamenta, son sales minerales, con combinaciones de zonas bajas de la tabla periódica. Me das un palo y me callo. Me das cinco y contemplo el cuerpo con mi propio cuerpo. Momia de la Hammer, senderos que se iluminan, Pacos y milicos. Yo prefiero el paco para fumar, una momia no es expolio si no la puedes vender. Al Museo Británico o a su madre, al Museo de Nadie. No tengo plata, no tengo ahorros.

Blowin in the wild, Dylan en una cinta de casete comprado en un tianguis de Guayaquil. En la Facultad de Ingeniería siempre te animaban a cambiar de perspectiva o de ejes de referencia antes de rendirte ante un problema. Fuego y agua es una unidad básica para entender las paralelas y el vapor. Cocinando las papas y las patitas de los humanos. El sonido del caso es una una cuestión de primero de física, campos y ondas. Magia con frecuencias comparadas. Profesores alcoholizados, escritores frustados, Pacos con nombre de mala novela de Bob Dylan. Sí, volvemos a Dylan y a Tarántula. Tizas con forma fálica. Lloros y dolor. Tarántula como la inconexa literatura de Dylan, basada, como esa reseña, en la repetición mántrica, casi de beatniks. Recuerdos de la docencia y, en la pared, el caso. Solo queda uno del gang vivo. No fuiste tú el primero en morir.

Martín no es de la banda de Tarántula, tiene la electricidad en los cables, cuando pase el temblor, de los Jaivas a la muerte por altura, merca y rumba de Cerati. Cerati, la rumba de la rumba. Pedro murió de cabeza suena a banda telonera de los Gemelos Bang-Bang. Sonidos de guitarras, aullidos destemplados, El chavo del ocho aportando percusiones a 1000 kilómetros de cualquier sitio, cualquiera puede volverse loco con una simple alteración de la temperatura o la precisión de la luz. No música en el walkman. Solo voces de Raudive en la radio. No somos capaces de ir más allá del infinito. Los fostatos y el don de los camioneros para beberse la nafta o echársela por encima. No importa, nada importa. En mitad de ningún lugar, a la misma distancia de todos los sitios, la Ciudad Esqueleto. Búfalo es el recuerdo pútrido de la Chile pinochista, chocolate sobre chocolate, arte contemporáneo, experimentos de gestión centralizada como ordenados del tamaño de habitaciones: si excluyes los grandes monstruos de la Tierra, solo queda los seres mecánicos y , tanto cuando los conviertes en juguetes nunca tienen la escala adecuada. Pedro murió de cabeza graba su primer EP con un cuatro pistas. Una sola toma, ciencia ficción del otro lado, en el tercer planeta, haitianos en lo más bajo de la pirámide social. Como en un cementerio, las piezas son los restos de los Transformers de la primeras ediciones de Fórum o la comida metálica de los tianguis de piezas, te sientes un scavenger latino, sonido de futuro, pesadilla en Elm Street, la distopía electrónica que hubiera salvado la república socialista de Allende. El Búfalo es un personaje sacado del universo de Amores Perros (no se rían hasta haber leído el libro), aquel lugar, aquel momento era un instante serio en el que nos asomamos al abismo, en los noventa, precipicio de hummus latino y supimos que los Control Machete eran la verdad. Fuera de allí, los dientes quebrados de Pappo y los Prisioneros en aquel engendro llamado Napster.

«Canción Animal. Un último empujón hasta las salinas del su. Giramos por el interior en búsqueda de belleza. Nadie nos espera, nadie nos deseaa. Unas tajadas de carne, agua podrida, agua que se mezcla con la sangre de nuestro rostro, la suciedad de la piel, que se lixivia y acaba TIERRA ADENTRO, MUNDO ABAJO».

Patricio Jara tiene a Rodrigo Fresán de su lado, a Rodrigo Cortés, al César Aira steampunk: sus relatos tienen un punto de extraña unción de la sociedad que nos rodea, occidente es una pasión. Pasión por el monstruo donde vivimos, un monstruo, Tierra o Gaia, que se controla, que controla sus perfiles abisales, la naturaleza que terminará por enojarse. No queda tanto.

Algunas palabras de Esta vez venimos a golpear de Fran G. Matute

Fran G. Matute nos ofrece un somero repaso de los Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965-1968). En Sevilla la revuelta empezó de manera subterránea, primero en locales de cal blanca, paisajes como La cuadra, 1966, de un lugar a otro, mientras la sospecha de vagos y delincuentes cierran los oasis, la geografía de Sevilla deja que crezcan buganvillas de libertad: flamencos vestidos de yeyé y arte no figurativo que escapa de la censura. Radio popular, algo de jazz y más flamenco. Es un momento del cambio. Paco Lira, el PCE, el Bar Giralda y Alfonso Grosso. En el Centro Cultural Tartesos se busca la Atlántida de la libertad. 5000 pesetas para un relato. Francisco Umbral viaja hasta el sur sin quitarse el foulard. Busco el cuento en sus obras completas y no lo encuentro. Caballero Bonald y Casteller. Antifranquistas en su exilio interior. Sus voces aparecerán cuando la cosa se ponga más sencilla. Manuel Ferrand adelanta un capítulo de su premio Planeta y se lleva las pelas. Sigo buscando el cuento de Umbral. Lee el resto de la entrada »

Regreso al futuro de Charnego (2023)

Estoy escuchando a Charnego y me ilumino, sé que hay algo de sangre en los dientes, no sé si es escorbuto o un puñetazo, le pregunto a Frágil (niño de leche) y recuerdo a Vírgenes Adolescentes, la banda de Javier Almendral donde las ambulancias del amor también las conducía el mal. Y, claro, aquel cerdo punk que criaban Mar Otra Vez para que buscara alimento entre el óxido es el que disfruta de Macho Beta .Seguimos surfeando en la búsqueda de sirenas que alimenten con speed hecho de algas los cuerpos fríos de Leon Benavente con esa vocalización extrema que tiene algo del spoken word de Adolfo Luxúria Canibal, de Jorge Ilegal trasegando ron con Melville, en un ocho pistas, grabando salmos, consumidores de lo que quede, de cualquier cosa. Así te lo digo, Preferiría hacerlo.

Punk de pussycats, muerto viviente adicto a los cerebros de los consumidores de katovit, vudú y tropicalismo, un estribillo que surge del fondo de un tubo de Bustaid. Cuerpo, la fuerza de los bares es una salvaje antropología de los bares, un estribillo que te permite levantarte sin resaca, con aliento a humanidad y queroseno. (Sergio Dalma+Seguridad Social). Territorio es una rabia punk ininteligible que demuestra, como hacía Pleasure Fuckers, que no hace faltan palabras para transmitir rabia. Suavidad para lo políticamente incorregible, Enric Swag Juliana, de las pesadillas de Manolo y Genías, un mantra que nos lleva desde Mahoma hasta la montaña. Te pone dura la opinión formada mientras imaginas el dolor de Juliana al salir en una canción junto a la palabra España. The Cramps para Fernando Arrival o las tetas de Tere, o la mesa que se va a caer si no se baja de ella el patafísico supremo. Arrabal le dijo a Houellebecq que le habían puesto droja en el coñac y los Franz Ferdinard te lo pueden corroborar. El cierre para Nueva movilidad urbana, una rítmica sincopada que me recuerda a Pablo de Les Conches Velasques y Picore, con su trazo propio (“Anécdotas, no”), dopamina para Cosmic Wacho o cumbia de Arnaldo Baptista con sabor a microdosis bajo la lengua. Felación Cuti y lateros de madrugada.

Enorme este disco de Charnego, Repetidor, como siempre, en la vanguardia del terror y la belleza.

Algunas palabras sobre Ojos de abeja de Jesús Bosqued Maté (2022)

Jesús Bosqued obtuvo el premio al mejor tebeo de la convocatoria de creación Isabel de Portugal de la Diputación Provincial de Zaragoza con esta obra, Ojos de abeja, una novela gráfica, un poemario gráfico más bien, de reflexión existencial, de sumidero diario, de queroseno para el creador. En Ojos de abeja Bosqued construye un momento, un interludio, entre la vida y la muerte, en el que permaneces durante un tiempo en un incendio, un fuego que es espera. Lobos y un chamán en la orilla del Ebro. La miel. Despierta, mi dulce niña, los lobos se acercan a la puerta. Mi hijo se acerca, sus palabras son abejas y miel, porque es lo que le enseñan en la escuela. Yo intento enseñarle la diferencia entre Scott Lang y Henry Pym, entre los Sith y los Jedi. Quiero conservarme en él. No es miel, es ámbar.

En 2020 nos avisaron de que la muerte esperaba fuera. Los que salían parecían apicultores. Deseaban volver rápido al interior. Allí donde no sucedía nada. Abandono el vino porque me recuerda demasiado a la sangre. Marea mi interior. Como en aquellos blancos infinitos donde se ocultaban los parientes de Neil Gaiman, la belleza es un café donde se esconden un millón de universos entre sus posos. A veces pienso que yo mismo, que todo lo que me rodea, está atrapado en el resto mínimo de suciedad bajo la uña del gigante. ¿Y si se le ocurre soplar?

Buscar en los demás algo de emoción. Todos lloran queroseno, todos tienen algo de incendio. ¿Es el incendio del que hablas, Jesús? Si me padre me olvida el incendio es terrible, pero distinto. Quiero permanecer entre las cenizas de mi hijo. Recogerme en su interior mezclado con la miel para hacer menos amargo el bocado. Mujeres y hombre, animales hibridados. Pienso en Sergio Algora y cómo construyó aquellos personajes para que no lo abandonaran a pesar de tener el incendio entre sus manos. Aquel hombre bombilla, sus manos rastrillos de juguete y su cara, escurriéndose como chocolate caliente. El incendio en las manos de Sergio mientras lo amasaba con cuidado. El hombre-termita se come sus dudas, el hombre-termita construye túneles para aliviar la presión de los malos recuerdos. Escapan de tu cabeza, se esconden bajo tierra. Como los sueños en Moscú y Zagreb, como una estación de metro para un zaragozano. Los sueños son lugares perfectos para esperar el incendio. Por eso tú eliges detener con las manos el color. Pero nunca consigues que el beso dure el tiempo suficiente.

Al final queda el gusano. El gusano se introduce en la mujer. Escarba. Todo a escondidas. Cuando la noche ya se ha dormido y el mismo gusano olvida que fue gusano y sueña con ser abeja. Sueña con tener un manual completo de grafos para construirse las raíces. Ser él mismo. Una celdilla para acometer la soledad.

Algunas palabras sobre La mejor aplicación para senderistas de Sebas Puente

Sebas Puente obtuvo con este libro el Premio de poesía Isabel de Portugal en su edición del año 2022. Editado por Veruela Poesía, continúa con una obra que alcanza poco a poco su mayoría de edad, consolidándose como una de las voces más exportables de la región. Aquí se puede leer un texto sobre su libro Escalinata editado en 2017 por Baile del Sol y aquí, en este mismo Motel Margot, otras palabras sobre su obra Tren de Vida que apareció en PUZ en el año 2021.

El poeta abre su catálogo con Holy Motors. Limusinas blancas y el mundo en marcha. Papel de plata para años de persecución. La ciudad parece distinta a través de la ventanilla de un taxi: “Hacemos tasaciones/al único precio posible:/la voluntad”. Pueblos que se arrepienten después de beber el agua de la empresa, el licor del estado. ¿A dónde nos lleva Sebas Puente? Él conoce los campos magnéticos que han escapado al veneno de la existencia: “Otros lograron escapar/nadando y aseguran/ que al fondo vieron máquinas/que ya no se fabrican”. Un libro de madurez, padres e hijos, se ha terminado la huida. Cuando el poeta busca trucar el octanaje para cruzar con mayor rapidez la noche. La segunda parte, La recolecta, nos recuerda la importancia de alimentarse tras disfrutar del hambre salvaje. Así la casa escarba en la piedra como una nueva forma sólida, volver, cazar, el paso del nómada al sedentario. Lee “Las dos puertas” para recordar que la muerte nos ha robado demasiados libros. Había muchos libros hermosos entre sus manos frías, amigo: “La diferencia entre querer/conservar todo y querer/prenderle fuego a todo”. Fuego que se alimenta de un combustible inventado (hablamos de él hace un momento, incendio de queroseno), un combustible que promete más que da, una gasolina que pudre los pulmones y de su fuego no habrá ceniza que devuelva el sabor a la copa que no se ha bebido. Tres acúfenos, el oído que es música, entre la exposición y la bala, el tiempo es infinito. La vida se propaga como un sonido despistado y busca alguien que disfrute: “tímpano, un muro de ladrillo/o una pared de piedra,/algo que atravesar”. Lee el resto de la entrada »

Algunas palabras Sobre el Azar del mapa de Álvaro Valverde

Tusquets edita la nueva entrega poética de Álvaro Valverde, un manual de cómo se puede registrar a la vez la belleza exterior e interior de las ciudades a través de los ojos del que las visita e intenta vivirlas los días que permanece en ella. Sofía, Ginebra y Grandson son los destinos del hombre que busca los fantasmas perdidos para encontrarse a sí mismo, mitómano sincrético, en la humildad de su poesía reside su grandeza. Sobre el Azar del mapa de Álvaro Valverde editado por Tusquets.

Cuaderno de Sofía

Ciudad que se confunde con el mapa, desde el aire la promesa de todas las bellezas, de algo vivo. Lo vivo se esconde en la pared y en los callejones. Acompasar tu latido al de una ciudad exige tiempo y disposición. Belleza escasa que sigue siendo belleza, como una gota de colorante artificial en la nieve. “Contra los muros grises/nos deslumbra”. La nieve es como una visita a una ciudad en vacaciones, en esos primeros instantes, magia y poesía. Luego, conforme pasan los días, tienes que tomar una decisión con la ciudad: quedarte en ella o volver a tus calles (“Lo que es limpio/trasluce por el hielo”). Sofía es, como todas las grandes ciudades, una ciudad gastada: “Caminamos sobre losas precarias/que se mueven, salpican, están rotas”. En las ciudades europeas encuentras a sus habitantes en los supermercados, frente a un café, ajenos a los turistas, como si la existencia del habitante y el turista se encajara en dimensiones diferentes. Vuelves al apartamento alquilado. Avenidas con edificios de uno o dos alturas como máximo. El interior habitado, sin polvo en los muebles, no hay luz ni personas. Nunca ves a nadie entrando o saliendo de los portales. Miras el reloj y sospechas de las leyes de la física: “La crees abandonada/pero alguien/asomado a un balcón/también te mira”, ¿te observa o te atraviesa? Lee el resto de la entrada »

La vida es para los que arriesgan de Loquillo&Sopeña (2023)

El disco en directo que llevamos esperando desde 1994. El disco que, además, atrapa todos los matices que han hecho grande a Loquillo y Sopeña, Sopeña y Loquillo: rock europeo para bandas sonoras de cine polar francés, el desierto de Monegros, el puerto de Barcelona, Montand y Brel, los renegados de Sam Sephard… puedo seguir, pero seguro que me quedo corto. Armados de una banda de forajidos seleccionados por el líder de los proscritos -no es el más buscado, pero sí el que tiene mejor gusto-, guitarras y bajos, percusión y hammond, voz y armónica. Kriss y OldManBob, Dutronc y Parsons, Vinicius di Moraes y su camisa abierta y su JB también abierto. El repertorio comienza con La vida que yo veo de Atxaga y Transgresiones de Benedetti. Dos de los clásicos, 94 y 98.

Después en el territorio de la caja de plata, Tintín y la princesa Leia. La noche blanca, llena de humo, occidente donde la libertad la marca Gainsbourg y sus gitanes: Political Incorrectness con la segunda voz de Sopeña, aquel Cuando pienso en los viejos amigos que abrió la veda y, claro, Cuando vivías en la Castellana, aquel poema que sirve para cualquier avenida, década y perfume. Nos vamos a los arrebatos de doce cuerdas y contrabajo de Inútil escrutar tan alto cielo, como Vázquez-Montalbán susurrándole al oído a David Bowie. Directamente de mesa, con el micrófono cósmico y la armónica de Gabriel, tan en el cielo que es San Gabriel, que es el arcángel Gabriel susurrándole a Jack Kerouac el Eclesiastés.

Aquel chico que acababa COU en 1994, aquel nieto que volvía a la Nava de la Asunción en 1990, aquel hijo y aquel padre que regresaba en el verano de 2022 y ponía la mano en el portal de la casa de Jaime Gil de Biedma. Aquella noche de verano, 2008, el amor de las poetisas, el calor de Félix, El Columpio Asesino y Loquillo cantando por Leonard Cohen y Win Wenders para acabar enmudeciendo el anfiteatro de Zaragoza con una acústica, una voz y una armónica, No volveré a ser joven. Cuando uno escucha Acto de fe, con Josu García, niño pícaro en el abismo de los últimos Mas Birras y uno de los hijos que tuvo Mick Taylor entre 1971-72, acompañan a Gabriel Sopeña en el tema de Sangre Sierra. Un acto de fé es una oración, es sacar jugo de la montaña donde los fósiles alimentan a la máquina. Sopeña es sacerdote sin túnica, es un poeta que ya no necesita libros. Aquel momento en San Sebastián, una casete bajo mano, un cigarrillo con restos de polvo blanco, poco más… Loquillo perdido, la brújula está en el cielo, ya te lo digo, muchacho.

Pero tú quién eres. Yo soy el hijo de Raúl, el hombre que sostenía cerillas en los conciertos de Moustaki en La Salle, el que regalaba vinilos de los Teen Tops a su hijo. Aquel día en el que entramos en la jungla, con Juan Mari Montes, con Gabriel, montado en una barcaza en busca del capitán Kurz, recitando oraciones paganas, oraciones americanas esbozados por Joseph Conrad. Ellas y yo, hijo de la fortuna. Herzog y aquel japonés que nunca se rindió en Filipinas, como tampoco lo hizo el que hacía las mezclas embrujadas de Balmoral. Volvemos al desierto de Mojave, a todos los desiertos del mundo: primera parada en la gasolinera de Kriss Kristofferson, con la voz de Sopeña empapada en el queroseno de la autenticidad, dispuesto a la chispa con el que la vida te hará encenderte. Aquel tema con el que todas botellas se ponían sobre la barra en Compañeros de viaje y, seguida, Apuesta por el rock and roll, el himno oficioso de Aragón, el que ha llegado hasta el último confín de Buenos Aires, pasando por Ciudad de México y arreglado en cumbia si hace falta. En abril de 2007, en las Cocheras de Sans, fue la primera vez que escuché a Loquillo interpretarlo, Aznar&Sopeña, Sopeña&Aznar, cantores con violín y armónica.

Y claro, El hombre de negro, el clásico de Johny Cash, tan pegado a la piel que es un tatuaje generacional. El arreglo más acelerado recuerda a la anfetamínica versión que se registró junto a Calamaro, Bunbury y Urrutia en 2009. Una foto de Linda Ronstadt y otra de Warren Zevon en el altar que arde como pago en la frontera.

«Es el momento de recordar que los lobos siempre están en la puerta, microscópicos pero salvajes. Ya lo cantaba Serge Reggiani: “Tan pronto como huele a fiesta/de los muertos en un campo de batalla/tan pronto como el miedo ronda las calles/los lobos vienen de noche”. De Lisboa hasta París pasando por San Sebastián».

Antes de la lluvia con la idea de que nuestra revuelta ya se ha consumado y vivimos en un mundo de derrotados autómatas, el Brassens rockero que se mezcló con una generación con su Mala reputación y el magnífico tema de Luis Eduardo Aute, De tripas corazón, extraído de aquel Slowly, con sus guiños a Gainsbourg y al mismo Jacques Brel, con su pulmón enfermo, loco cervantino en Amsterdam, aquel Con elegancia, mujeres de drugstore y hombres dignos en su propia decadencia.

El cierre, a piano y voz, la canción que nos hizo soñar con la Barcelona de los Intocables, los besos de carmín estampados en la portada de un fanzine, aquel Mientras respiremos, con sus autos de choque, su Turó Park, su Casavella… la Barcelona que era el mundo, el mundo que quería ser Barcelona y el último rocker, el primer ángel, el chico de la moto manda, John Milner. Un repertorio monumental, unos arreglos puros, salvajes, sin cortar. Era tiempo de rebeldía, la más valiente, la de los veteranos. Cualquiera puede escupir al sistema con veinte años, lo difícil es dominarlo con cincuenta.