Algunas palabras sobre Representación de Juan Antonio Tello (Veruela Poesía, 2024)

Juan Antonio Tello presenta su libro, “Representación”, premio Isabel de Portugal 2023 de poesía, una colección de textos, prosa poética, con la adjetivación artística de la impresión plástica, de la filosofía incontestable, entre lo divino y lo humano, la vida, la muerte, la belleza y las ausencias.

La figura del primer Dios, con mayúscula, “Cuida si estás con Dios a solas en la calle”. Los siguientes dioses serán en minúscula: “un dios que no es dios”. Espera, cansancio, pérdida de fe: “La mano tendida que empuña el cuchillo cansado de esperar al ángel que detiene el sacrificio” y al final, una vez más: “No hace falta un dios en la paleta”. Nos envuelve, nos envolvemos: “te devuelvo a una perla”, nos descubres la belleza: “Unas cortinas verdes que maticen la luz que cabe en el paisaje”. El diálogo con la mujer, con el icono, que es cuerpo o es palabra: “¿Ves a las mujeres que lloran mientras te enterramos bajo el aguacero? Para iluminar no hay más que palabras que prometen otros con la mirada”. Un personaje que va y viene: “¿Cómo saber si tú eres lo que está en plural y te desdices?”. La imagen amorosa, un poema en el que se pregunta al amante, una lúcida duda donde no se sabe si es poema o mujer: “No sé si quieres arder desnuda en el recodo de una caverna donde cada uno canta lo que sabe”. Así que llega la pregunta, donde ella y el paso del tiempo comparten un espacio lírico: “No sobran las certezas entre tú y yo, pero ¿y si nos equivocamos?”, así que esto es el amor: “He traído un botín” y, finalmente, la lista termina, “el momento oportuno para coger un barco”.

Entre lo exótico y lo lejano: Afganistán y Armenia (pañuelo azul y manzana o albaricoque), con el poeta viajero, sediento de culturas, constructor y demiurgo entre idiomas. Es el lenguaje, es la palabra: “No queda nada en los libros más que lo transparente”. Qué imágenes maneja Tello, entre las “lenguas apócrifas” y “las bocas de riego” hasta llegar a un verso supremo como “Tres o cuatro palabras bastan para armar a un demonio”. Vigilar la belleza, que no traicione, que como un amante: “No hay una palabra que no esté bajo sospecha”. Dolor y vida que se confunden como lo hace alegría y muerte: “la calcificación del alambique” y, a continuación, “el hijo que abortaste en tus entrañas”. Escapa, busca la violencia, “un cuchillo para cortar esta cuerda”, así que “¿Cómo podemos hablar en vuestro nombre? ¿Y para qué si se hace de noche”, se acerca la imagen: “el hierro que se quita a la sangre de un drama»

De Dios a lo exótico, de aquí a la palabra para encontrar en el paso del tiempo: “Te traigo flores y fruta que he cogido del cajón de la infancia” o “Cada segundo tiene su espera”, y vuelve al lenguaje: “la sombra que hay en una palabra”. El movimiento no lineal del tiempo que nos regalan los recuerdos. La poesía es como un juego de espejos en el que uno se encuentra a sí mismo o a otro o se ve distintos, cambiados: “En la puerta le recibe el que se espera a sí mismo”. Muerte, amor, tiempo, sobre la suma algebraica que construye una estructura euclídea de la poesía, del universo: “Enumerar cadáveres sin este duelo, con este vuelo quemar retratos para acortar los días”.

El final del poema es un diálogo con el poema mismo, con la sucesión de cierres, con algunos de los momentos más impactantes: “Finge que eres lector si no quieres que te arrojen a un poema”, ¿Con quién dialoga Tello? “Llegar de noche a un poema es suficiente”, cierra el poema con el poema, protagonista: “¿Has venido a cumplir una promesa o eres el enemigo que espera en el poema?” o “lo que se ha tachado en el poema”. Qué es lo que espera: “recuperar el poema”, como un tesoro. Así que solo quedaba “redimir el poema o condenarlo”. Del final al comienzo, cuando “Refundar las ruinas de puñado de poemas”. Y entonces, “salir del poema por la puerta de atrás con la cartera llena de realismo”.

Un manejo de palabra, canónico y delicado, luminoso y alicaído, Juan Antonio Tello es un poeta nutricio, que sigue un camino construido sobre lo canónico pero armado de destellos: “Te enterramos unos cuantos como quien paga una deuda” o con la consulta final, antepenúltima: “¿Cómo pueden corromperse las estrellas?”

Así, está claro, “Pagamos caro el espectáculo”.

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