Archivo de agosto, 2023

2hermanas de Ixeya (2023)

Ixeya construyen en su nuevo EP las armonías en tres estratos distintos: soliloquio del terruño, amasado con calidez y espera estacional, ensoñación nocturna, alejada de la contaminación lumínica, cercano de lo primario, a las leyendas sobre las que escribe la maravillosa Liliana Colanzi en “Ustedes brillan en lo oscuro” y, hoy, mañana, pasado, bajan al abisal rito del inframundo, entre el Neil Gaiman que adora a Toni Amos y Perséfore reina, en la oscuridad, metáfora perfecta del que se olvida de la apariencia y camina seguro, cumpliendo sus promesas. Ya habíamos abierto el Motel para ellas hace unos años.

En seis temas, en seis estadios, con una intro de guitarras acústicas pop, abiertas y jugosas, como un eco que se pierde, cruzando la laguna Estigia sin necesidad de Caronte ni monedas marcadas. Y esas percusiones, el cajón amaestrado, tribal, amarrado a la caliza que no quiere soltar a sus hijas. Y llegan los arpegios de Caronte, compartidos con Roqui Albero, frutas de rojo sangre para seducir al paisano. Es Caronte un anciano que ya no siente el fuego, un silbido de metales, que es un arreglo suntuoso. Escuchas el fraseo, como las mujeres en vela que vigilan Temiscira, y notas cómo las llamas suben de los pies al lugar donde escondieron tu alma al nacer. No hay dulzura impresa en el acorde último de Nix:Flama, con especias fronterizas, en una apertura de folk transmutado en voces paralelas, del norte Carlos Aquilué, entre Lorena Álvarez y los Kiev cuando nieva, en el sur, el emisario de las estrellas, el Bowie de Castellote, Guitarricadelafuente.

«Entre medio, con un centro de gravedad permanente, el color tiene algo de canto a las estrellas, polvo solar, polvo de ángel, guitarras aceleradas. En el tiempo del interludio, un nylon lleno de pelarzas, como piel abandonada por víboras que se cansaron de esperar, recuerdas que es tiempo de Silvana Estrada o de Natalia Lafourcade, con esa comunidad que sigue rezando a La Llorona, esa tribu de guitarras y empastes de arcilla seca que corrigen los huecos del corazón, mordisco de Cerbero que te deja sin habla».

El final, Hydra, con y griega o i latina, es una jota de perversa percusión, salvaje como las serpientes que muerden, dejando el cante listo para que crezca, desde las venas hasta las puntas de los dedos: bandurria y esa manera de rondar. Rondalla a dos voces, como unas Vainica Doble cocinando borrajas en vez de higos chumbos, un metro cuadrado de desierto que se lleva el Cierzo, toda la arena hasta los labios. Los besos de Ixeya tienen sabor seco pero son nutritivos. Romperán el ibón del Pirineo como un terremoto de hiedra, abriéndose paso hasta los corazones.

EP flamígero, de arreglos instrumentales metódicos y voces construidas en álgebra axiomática, con valores medidos con un tiralíneas que se abre paso entre la bruma para dejarnos ver las estrellas. El tiempo consumido en el burbujeo del guiso, cocinado, preso de proteína, mensurablemente apocalíptico, arrollador. La belleza del contenido se complementa con un continente magnífico, obra de SaraCreativa, que agudiza lo incisivo de la propuesta, regalando un mapa, una guía en el infinito.

Para escuchar/comprar el disco aquí

Algunas palabras sobre nosotros de Yevgueni Zamiatin

Narrativa Salamandra reedita este clásico de la literatura europea, una obra que asombra por su capacidad premonitoria, un libro que avisa de las atrocidades que en nombre del orden se iban a cometer en la Europa del S. XX. Porque antes de comenzar a escribir, antes de la reseña, es imprescindible destacar que Zamiatin se inspiró en los hechos vividos antes, durante y después de la Revolución Rusa de 1917. Como él mismo dijo: “Fui encarcelado por revolucionario y, después, por contrarrevolucionario”. Usando la experimentación literaria, sus conocimientos de matemáticas, física e ingeniería y un caparazón de metáforas que ridiculizan las estructuras soviéticas que se asomaban en un horizonte sangriento, Zamiatin funda la distopía, incrusta su nombre en ciencia ficción anticipatoria y abre surcos para que discurran obras posteriores como “La fuga de Logan”, “1984” o “El cuento de la criada”-no es casualidad que uno de los prólogos a esta edición esté escrito por Margaret Atwood

Un mundo moderno es un mundo contento, con las esquinas bien pulidas, cortantes, pero en ángulo recto, sin un minuto, sin un segundo de desviación. El orden amado que trae el álgebra. No hace falta mucho más. Evitar la destrucción abstracta que traen los números reales. Es la revolución de la poesía en verso libre. Orwell parece una space opera ante la deslumbrante prosa de Zamiatin, una Serie de Taylor truncada en la definición de todos los espacios de la vida. Números enteros, códigos de barras, documentos que permiten el asueto. Una recta real solo marcada por indicadores racionales. Corea del Norte con el ritmo bien hecho, contabilidad nutricional y cubitos pinchados con tenedor.

«Números que igualan en la muerte, siempre números-personas-letras. Pienso en la luz que se enciende en la muñeca de Logan, los círculos euclídeos, blancos puros: pantones inflexibles, programación sexual, el algoritmo que marca la vida, iteración tras iteración. Libertad antes que seguridad. Antes de que todo el mundo termine. Veo El Silo, es oscuro y degradante, pero es puro. Es una exuberancia obscena la ciudad de cristal, donde solo se puede tapar un cronometrado encuentro sexual. Obscenidad protegida, secuenciada. Las cuatro reglas, construir un mundo con eso. Las series de Taylor, volvemos a ellas, son una contradicción… construir el acercamiento a la función de la vida, obligación de truncarla en algún instante. La pérdida que se dispersa».

Entender el eterno retorno. El calendario circular. Los 360º. Varios giros, volver al comienzo, vivir agazapado. Vivir módulo 365 días. Cuadrícula perfecta, círculo perfecto. Todo falla. Porque solo con la hipotenusa del cuadrado de lado uno… solo con eso se desmorona todo. Un meteorito frente a una mujer. D. el protagonista, construye La Integral, huir, volar, llevar al espacio la existencia cuadriculada. Verbalizar en poesía científica el sexo y el amor. Como si nunca hubieras usado ciertas palabras.

Votaciones integrales. Votaciones en dictadura. Porcentajes del sí y de participación por encima del 100%. Se levantan. Dicen no. Unanimidad decretada por los medios de comunicación. No existes. Mejor huir. Mejor el otro lado del Muro. Donde los piojos y los pelos son libertada, el olor, la sangre, el salvajismo del primer amor real. Del primer amor fuera del algoritmo. ¿Qué destino hay en una crueldad planificada? El autor ya veía al Leviatán en el horizonte, que controlaría la natalidad, que trazaría con escuadra y cartabón los destinos de los ciudadanos. El terror de la planificación. Intercambio de fluidos o de materiales. Lo mismo.

«Los juicios y capturas al azar. La probabilidad está de nuestro lado. Estómagos satisfechos, estimulantes químicos. No hay más preguntas. El autor estuvo encerrado -ya lo he dicho-, dos veces. Una por revolucionario y otra por antirrevolucionario. El autor niega la revolución porque su revolución, la que los ha llevado hasta allí es la última. No más revoluciones. No más guerras mundiales. ¿Último minero? ¿Última revolución? Las revoluciones son infinitas. Como los números. Matemático filósofo».

Desbordar el orden, eliminarlo como se elimina la imaginación de manera quirúrgica. El final: la conversión del hombre en máquina (la máquina es el hombre perfecto). La sociedad agradece que cometas crímenes por ella, ahí, ahora, y lo curará, lo hará olvidar el crimen. Esa será su salvación. Pero entonces el hombre, con la mínima resistencia en su cuerpo, un atisbo de individualidad, no cree en su propia muerte, porque asumir la destrucción de la carne, la desaparición del plano, el abandono de todo lo memorizado… nos impediría seguir consumiendo el siguiente día. Quedará al menos la consciencia, la rebeldía para seguir, evitar la operación, la asepsia, ser el hombre peludo.

¿Qué divinidad no es cruel como un padre enfadado, desdeñosa con la complicidad de los otros padres? Solo se siente orgulloso en nuestra ausencia. Volar el muro, escapar en la Integral… el autor utiliza un lenguaje que mezcla lo onírico con la matemática. No sabes qué es verdad y qué es parte del delirio del a computación social. Solo la aparición de las curvas orgánicas de la mujer frente a las cartesianas, el cigarrillo y el licor. Un clásico que se funda aquí: la entrada de los bárbaros en Roma, los salvajes en el exterior de aquel planeta del viaje a la Zona Negativa de los Cuatro Fantásticos. La ciudadela impoluta frente a los bárbaros ardientes del exterior. Frío frente a calor. ¿Dónde está la vida en realidad? ¿qué es más humano? ¿toca volver a definir el concepto de humanidad?

Después del licor, el agua, la avidez, el hijo nonato en manos del estado, la Civilización (con mayúsculas, una más) se desmorona mientras un loco grita: “El infinito no existe”. Deje de irracionalidad en la existencia hermética, en las matemáticas anarquistas no euclídeas. La locura de huir hasta el infinito te hace creer que todo es medible: ¿pero qué hay más allá de la raíz de dos? ¿Qué sucederá más allá del límite del universo finito? Por eso necesitamos las sucesiones convergentes, para justificar el espacio vacío, la multiplicidad de estados, la posiciones relativas, las funciones de probabilidad. No estar, poder estar. Con más o menos números de nuestro lado.

Volvamos al comienzo para terminar el libro. Más allá del muro, lo salvaje. Más allá de lo salvaje: ¿otra ciudad, otro espejo, otra ciudad más perfecta o menos perfecta? Acabada la operación lo más más cercano al sentimiento son las ondas de alto voltaje. Puede ser una solución. Venceremos. Porque la razón tiene que vencer.

Diego Vasallo, la posteridad para más tarde, un documental de Beatriz Echeverría

Si piensas en Diego Vasallo piensas en un personaje en la sombra. En un ángel de grises. Un pintor y un bajista. Pero hay un compositor de éxitos de verbena, un solista de carrera sólida y un dibujante de cómic amante de la línea clara. Todo eso se puede ver en Diego Vasallo, la posteridad para más tarde, un documental de Beatriz Echeverría, seleccionado para la II Muestra de cine documental musical de Gijón.

Embriagado de boleros de Javier Corcobado y la manera de dibujar de Víctor Coyote, Diego Vasallo hace de la timidez un arte y juega al escondite con la fama. De San Sebastián a Madrid y vuelta a San Sebastián. Los primeros ochenta, con el nacimiento de GASA, la elegancia de Esclarecidos y las grandes giras junto con su compañero Mikel Erentxun con Duncan Dhu, para dejarse seducir por la electrónica de Morocco y aledaños, Fangoria y el Cabaret Pop en uno de los primeros ejercicios solistas de España. De la infelicidad de la electrónica a construir una carrera solista en la música del siglo XXI, de vuelta a sus raíces junto a la playa de Gros: el maestro Rafael Berrio, el poeta Roger Wolfe o gente como Suso Saiz y Kike González lo arrastran a una experiencia vital sosegada, de contemplación y veneno en pequeñas dosis. Aparece la poesía como un confetti de pétalos y la pintura: su versión de Slowly de Luis Eduardo Aute puede resumir el verdadero Diego Vasallo, el espejo definitivo del creador, la manera de usar las notas y los colores como un todo. Un hombre sin prisa, sin deseo de trascender.

El documental dirigido por Beatriz Echeverría muestra el testimonio del artista, con intervención de su círculo más próximo (Mikel Erentxun, Juanra Viles, Jesús Mª Corman, Fernando del Val, el grupo Amateur, Javier Escorzo entre otros) e imágenes de la más absoluta intimidad, en su propia casa, mostrando su colección de novelas gráficas, recorriendo un catálogo de viñetas antiguas, el estudio de pintura o el estudio de grabación donde se han registrado los temas de su próximo disco.

El documental ha sido seleccionado para la II Muestra de cine documental musical de Gijón. Allí será el lugar del estreno el lunes 28 de agosto a las 18:00.

Entrevista a la directora, Beatriz Echeverría:

foto de Luis Álvarez Atarés.

Es inevitable preguntarte el porqué de Diego Vasallo. No es un personaje mediático ni un maldito. Juega entre dos mundos, el de la fama y el del arte. ¿qué es lo que te atrae del personaje?

Lo que siempre me atrajo y me sigue atrayendo de Diego Vasallo es su forma de estar y de situarse en el mundo artístico y creativo, una actitud que creo que puede hacerse extensible a su modo de estar en el mundo. En un ambiente donde se busca figurar a veces de forma excesiva, Diego es, para mi gusto, un ejemplo de artista cuyo compromiso con su obra, con estar satisfecho con ella, y hacer lo que cree que debe hacer en ese momento, va más allá de imposturas. Evidentemente no quiere decir que se huya del reconocimiento, pienso que a todo creador le gusta que su trabajo llegue a la gente pero quizás no a costa de cualquier cosa.

¿Cuál es el primer recuerdo que tienes de Diego Vasallo?

Todo empieza cuando más o menos hacia los 14 años me topé , de entre todos los discos que mis abuelos tenían en su casa, con el vinilo de “El grito del tiempo” (que todavía conservo). Hasta entonces no los había escuchado y me recuerdo que me fascinaros sus letras, me parecieron muy literarias. Me encantaba que la línea de bajo tuviese tanto protagonismo en canciones como, por ejemplo, en “El sentido de tu canción” y ahí fue cuando me “topé” con Diego Vasallo y su contrabajo. Ese sería el primer recuerdo que guardo de él.

Tiene que ser difícil realizar un documental con alguien que aparenta ser tan tímido y tan celoso de su intimidad como Diego Vasallo, ¿realizaste un trabajo previo, de entrevista, de acercamiento, de pasar tiempo con él antes de empezar el rodaje?

No me cansaré de agradecer la confianza que tuvo Diego en mi proyecto desde el principio. No es nada usual, sobre todo teniendo en cuenta lo pequeño de la producción. Nos presentó Javier Escorzo (ha publicado “Hoy el viento sopla más de lo normal) y a partir de ahí comenzamos a intercambiar correos y alguna llamada. Quedamos para realizar una primera entrevista y a partir de ahí los encuentros fueron frecuentes. Como es normal, conforme íbamos quedando para grabar todo fue cada vez más fluido y creo que la generosidad de Diego ha sido inmensa por dejarme entrar en parcelas tan íntimas de su proceso creativo.

Cómo funciona esa dualidad en un autor como él, con una carrera solista tan íntima y para minorías y, luego, ser autor de algunos éxitos tan importantes con Duncan Dhu, éxitos que se tocan en fiestas de pueblo, que se piden a altas horas de la madrugada… (aparte, lógicamente, de los derechos de autor, que imagino que le permiten vivir de manera desahogada)

Este es un tema que se trata en el documental, yo creo que esa dualidad entendida como algo inusual, es una idea que viene más del público, de la visión exterior. Y es cuando uno se pregunta por qué ha de ser incompatible haber creado algunas de las canciones más importantes del pop español con Duncan Dhu y luego dar un giro y buscar otro camino. Diego muchas veces dice que en

España en muy difícil tener una carrera de largo recorrido, que te permita cambiar y dar los giros que quieras, y yo creo que eso es un hándicap. Él como músico no es solo lo que hizo años atrás sino que también es lo que está haciendo ahora.

Le vamos con su colección de novelas gráficas, pintando y, claro, grabando… me encanta la escena en la que saca algunos originales pero no acaba de recordar muy bien para qué los usó o quién se los pidió… es uno de esos creadores que no se obsesionan con su obra una vez que la han terminado.

La naturalidad con la que Diego asume el proceso creativo, entendiéndolo como un oficio como bien podría ser otro, es una de las características que, para mi, le hace un artista auténtico, sin falsedades ni imposturas. Él tiene la necesidad de crear, ya sea a través de la música, la pintura o escribiendo y tiene la particularidad de que el resultado de este oficio es una producción creativa, con la que se su compromiso es enorme, pero no creo que se obsesione, siempre tiene algo en la retaguardia con lo que seguir.

Pop, rockabilly, bossanova, electrónica, música americana, canción de autor, spoken word… de todo se puede encontrar en la obra solista de Diego… ¿crees que el documental es capaz de capturar todas esas caras, ese creador poliédrico?

Diego Vasallo es una persona con una cultura musical vastísima, lleva desde pequeño escuchando discos, canciones y estilos musicales impropios de un niño de su edad. Algo sorprendente. La unión de esta cultura musical con su falta de prejuicios hacia diferentes estilos, sin duda queda patente en toda su obra como solista. Yo creo que, como verdaderamente uno puede comprobar esa combinación tan ecléctica, es escuchando sus canciones. El documental también lo aborda, pero la idea no era tanto centrarme en sus discos sino en su proceso creativo en un sentido más amplio.



Después de ver el documental, después de estar trabajando con él tanto tiempo, crees que le persigue el fantasma de haberse dedicado a la música sobre todo y haber apartado sus otras pasiones…crees que este documental servirá, de algún modo, para el que no conozca las otras caras de Vasallo para que las conozca.

La intención del documental es esa, la idea de mostrar al creador multidisciplinar que es Diego Vasallo. Es un intento de romper con esa idea de la “especialización” de las personas en general y del artista en general, es decir, reivindicar la idea de poder tener múltiples intereses sin que sean excluyentes. Creo que Diego es un buen ejemplo de ello, y aunque la faceta musical haya tenido más relevancia pública, nunca ha abandonado esas otras pasiones, que creo además se complementan muy bien.

En un momento dado me ha venido a la cabeza la versión maravillosa de una canción de Aute, Slowly, una de esas grabaciones que te rompen el alma, con él en la voz. ¿Quizá sea Aute una presencia/ausencia/reflejo en el documental, un modelo a seguir por parte de Vasallo?

No lo había pensado, pero ahora me doy cuenta de que en su disco “Las huellas borradas” en la canción “Ascensores” cantan juntos. Lo cierto es que a Diego Vasallo y a Aute l tienen en común varias características: su aprendizaje autodidacta, la dedicación a la pintura y ese don en la escritura de sus canciones.

Personajes que acompañan la grabación, Mikel, por supuesto. Me detengo un momento en él. Me gusta esa actitud que han tenido los dos de no cerrar Duncan Dhu como una separación, siempre son paréntesis, se llevan bien, es bello… además, en mi opinión, lo mejor de Duncan Dhu llega cuando Vasallo pierde el miedo y canta algunos de sus temas (Rosa Gris, evidentemente, pero sobre todo el reparto en Piedras o en las grabaciones tipo Cenizas o Nunca me enamoraría de noche, que son muy potentes). Es esa manera de acercarse/alejarse del grupo de éxito lo que le da un aura más de paz, ¿no?

La forma en que han llevado ese “cierre”, paréntesis o como se quiera llamar de su grupo, Duncan Dhu, creo que es un ejemplo de elegancia, una forma de saber evolucionar y de darse cuenta de la necesidad de un cambio, aceptarlo y verlo como una oportunidad para seguir desarrollando cada uno su carrera, huyendo de los malos gestos y conservando la amistad entre ellos.

Un presente y un ausente, Rafael Berrio. Imagino que te hubiera gustado contar con él en la grabación. Si antes hablábamos de Aute, Berrio sería otra cara del espejo en el que se miraba Diego, ¿puede ser?

La conexión entre Vasallo y Rafa Berrio debió ser algo mágico, que pocas veces sucede. Yo creo que una de las mejores maneras de entender la unión entre estos dos artistas es leer el texto que Vasallo escribió para el último disco de Berrio.
Rafa, aunque ausente físicamente, sí uno se detiene bien, notará su presencia en el documental, especialmente cuando Diego termina de cantar en directo en la sala Rockollection de Pamplona “Aquellas calles tuyas”: yo sé que aun no te has ido.

Algunas palabras sobre 20 canciones de Jorge Decarlini (2023)

Jorge Decarlini realiza en 20 canciones un alegato por la belleza de la canción pop. La mezcla de melodía y letra, fuera de tiempo y lugar, de intérprete y de modas. Gente con una trayectoria mundial y artista con un solo éxito. 90 segundos o el único número uno al que había que dar la vuelta al single para radiarlo. No es lo importante. Lo importante es una pregunta eterna, inexorable, imposible de contestar. Quizá sea de Nick Horny, no lo sé, es tarde y estoy cansado. Mi hijo duerme: ¿la vida imita a las canciones o son las canciones las que imitan a la vida? Eso es lo que me hace feliz. Los cuatro años de mi hijo. Los años que, espero, nos queden por delante para que yo pueda enseñarle algunos de los temas que me han hecho ser quien soy. No sé si mejor o peor persona, solo yo. 20 canciones de Jorge Decarlini está editado por Libros del KO.

No todas las canciones tienen el mismo orden, la misma situación en la vida. Si vamos a Alfonsina y el mar, pienso en El salmón, en Andrés Calamaro grabando de manera compulsiva en estudios portátiles, días de setenta y dos horas, Madrid y Buenos Aires, cargados de cintas de TDK que compraba en almacenes chinos. Calamaro intoxicado pero con la trompeta de Jerry González (o puede que no, no es lo importante, en aquellas canciones, en aquellos días, todos contribuían a hacer de Calamaro y su obra un cadáver exquisito que podría haber acabado perfectamente en el mar, el mar de asfalto de Madrid o en el de la plata, con mayúsculo o minúscula). O escuchar Al alba, de la que hemos extraído una y mil metáforas, aquel hambre atrasada que trae la muerte, Rosa León que elige a Aute como también lo hace con el poeta Ángel Guinda (compré un LP entero en una tienda de vinilos de Alcalá de Henares), Rosa León y Zahara, como una canción hecha para las mujeres que esconden a sus hijos en las cloacas, que no quieren que salgan, el mundo devora, con un apetito más propio de la gula que del hambre. Luego llegará el Proceso de Burgos y el Caudillo asesino que asesina a los asesinos. Todos asesinos, unos convertidos en héroes, otros el sitio. Y los Beatles, inventando la soledad y convirtiéndola en canción, con los violines que sirven para transportar en el tiempo la narración con tanto gusto como Eleanor Rigby se hubiera dejado caer en los brazos de aquel sacerdote. Paul es más Bob que John. “María la Portuguesa” en la voz de Enrique Urquijo, con esa dicción de narcótico abandonado a esa mezcla de fado pasado por la ranchera, una historia en unos versos, con Begoña Larrañaga en el acordeón. Carlos Cano y Enrique Urquijo reventaron su corazón de tanto bombear vida. Enrique que cantaba El Hospital de los Pegamoides como si fuera el anuncio de que Carlos Berlanga y él mismo se marchaban, en busca de un mar que se pierde en los ojos. Al final son las sustancias contra el cuerpo, amores ajenos, de los que entran en el cuerpo para no salir a menos que sea con un lamento.

Volveremos a las coplas, pero nos quedamos ahora con el momento Lonesome death of Hattie Carroll del tío Bob. Cuando el tío Bob era el niño Dylan que imitaba a Woody Guthrie y los dos perseguían los cruces de carretera donde Robert Johnson y Bessie Smith trasegaban licor de patata esperando el demonio negro que se llevara al demonio blanco. Mezcla periódicos ardiendo, mezcla once hijos y un bastón, mezcla el licor mal digerido. El demonio blanco siempre tiene algo de graduación prohibida. De Bob a Joan Baez. La Joan enamorada, la que se dio cuenta de la electricidad que emitían los rizos de Dylan. Baez entre la canción latinoamericana progre, de casete y Renault 12 verde y su aparición estelar en la gira de los locos, la de Mick Ronson y Allen Ginsberg camino de la tumba de Jack Kerouac a principio de los setenta. Baez mira a Dylan con ternura materna. Algo se estremece siempre. Dylan juega con los narcóticos. El mejor Dylan estaba en que perseguía a la Hardy mientras devoraba centraminas como si fueran caramelos. El que tocaba la guitarra como aporreaba su máquina de escribir. Y Joan Baez, con demasiados pies en demasiados sitios.

¿Qué decir de Pequeño Vals Vienés? Que sobrevivió a Ana Belén para caer en las manos de Silvia Pérez Cruz. Que la aurora de Nueva York saca a bailar todas las noches a los hijos adoptivos de Walt Whitman y Sissí Emperatriz. Negros y cocodrilos, la bolsa, Manolo Tena, Leonard Cohen componiendo con un sintetizador de juguete, Lorca Cohen, en el vientre de una de sus mujeres. El cigarrillo de Morente, la sangre de Morente. Eric y Antonio. Omega. Los evangelistas. No, ese no es camino de decir adiós. ¿Puede que sea la canción más perfecta del mundo? A mí me ha salvado la vida muchas, muchas veces. Le pedí matrimonio a mi mujer bajo una tormenta de buganvillas en Granada. Corrían los fantasmas de la línea 1 diciendo que el maestro había muerto en Madrid. Y mi mujer no quiso casarse conmigo.

¿Y el Diego? El Diego de la gente, el Diego que baila en el cielo, el que baila en el infierno. La canción de Rodrigo, Rodrigo en el Luna Park como si fuera un boxeador. Rodrigo y el Diego cantando juntos, intoxicados por esa manera extraña que la Argentina tiene de convertir a los más débiles mortales en dioses. Arrastrarlos hasta el abismo y luego abrir los noticieros con sus caída. Puedes hacer una mixtape con canciones dedicadas al Diego: Los Piojos como Maradó, Para siempre de los Ratones Paranoicos (Juanse contó que estaba más asustado el día que la cantó el día que acabó la Noche del 10 que cando estuvo de telonero de Rolling Stones en el estadio de River Plate), la obsesión de Manu Chao (Santa Maradona con Mano Negra y la Vida tómbola en solitario, como si las diatribas de falopa del Diego fueran extractos de la revolución. Un burgués con dos relojes de oro y un millón de hijos por reconocer). Ya no hablo de “Maradona” de Calamaro, de lo peor de su Honestidad Brutal (para eso escuchar al Diego cantar con Andrés “Hacer el tonto”, en un estudio de Buenos Aires, con el Marcelo «Cuino» Scornik en pelotas los tres. En pelotas, desnudos, digo. Dicen, por cierto, que entre los millones de temas de la época de Camboya Profunda, hay alguna grabación más de Maradona con Calamaro atacando con mayor o menor enfarlopada fortuna clásicos populares). Calamaro ahora lleva sombrero de cowboy porque su melena languidece, esos pelos rizados escasean.

Madonna llevó “American Pie” al éxito una vez más. Pero yo, solo puedo pensar en John Milner. La canción de Loquillo y Sopeña. La canción en la que Sopeña pone en la voz de Loquillo la historia de American Graffitti, el joven Harrison Ford, George Lucas en una galaxia muy muy cercana. John Milner estaba el día que la música murió. Ahora la camiseta blanca le queda estrecha y no puede peinarse el tupé.

«En agosto de 2002 me marché a Buenos Aires con un walkman y algo de ropa. Una cinta TDK con canciones argentinas de Joaquín Sabina: Buenos Aires con Fito Páez, Con la frente marchita por Adriana Varela, Eclipse de Mar en versión del rosarino Juan Carlos Baglietto… alguna te dejas, Octavio. Sí, la Biblia y el Calefón (Charly, Diego y Joaquín)… me enamoré de una bostera que consideraba a Dalma y Giannina como sus propias hermanas. Iba fuerte Sabina en aquella época. Luis Cernuda y la falopa. Una combinación que lo ha dejado conservado en formol. Alejo Stivel hizo como Rick Rubin a Johny Cash: le obligó a tocar la guitarra en sus propios discos. Por eso suena así la lija. Luna Park y Gran Rex. La ciudad de la furia».

Más canciones, Billie Joel y su piano, más amable que los de Tom Waits pero cerca de la decadencia de los lugares de playa en septiembre, Tatuaje de Concha Piquer, Tatuaje de Pepe Carvalho, Tatuaje como un ejemplo de la copla de arrabal, de esa mezcla entre el Amsterdam de Jacques Brel y la milonga que se canta en Puerto Madero cuando las timbas de la garufa vienen mal dadas. No hay garganta más llena de arena que la de una mujer con la sal pútrida que exhalan los alquitranes de los barcos, la pez que salva las vías de agua de las malas vidas. Las malas interpretaciones del Born in the USA son ya un clásico de la cultura pop. No conocía que había sido una de las composiciones de Nebraska, aquel LP maquetero, en el que se podía escuchar el sonido de la silla de Bruce Springsteen mientras marcaba el ritmo de Johnny 99. Johnny 99, el chico del arma y la gasolinera que salía en Héroes de Ray Loriga.

Francesco de Gregori no solo canta a los bandidos y los ciclistas, también adapta con gusto a Cohen y Dylan al italiano. Serio, como Juana de Arco, ha visto el futuro y es un crimen. Una recomendación que no me han pedido: una gran canción sobre ciclismo es Gimondi e il cannibale de Enrico Ruggeri. La historia del más elegante de los ciclistas italianos, Felice Gimondi, arcoiris en Barcelona en 1973 y cómo supo sostener la mirada al ogro, al caníbal, a Eddy Merckx. No solo de glam rock se vivía a principios de los setenta. Serrat enamorado de Marisol, escribiendo canciones de amor, yerba y Barcelona. Serrat, aragonés, charnego, patillas y actitud. Coherente. Sonriente. De Larios con cocacola y algún pitillo. Mi único disco de Nirvana es el acústico en Nueva York. El hombre que vendió el mundo. Al mundo, que se vendió a él, las canciones de blues tradicional, Cobain con dolores, Salou, la noche que, esperando las noticias deportivas de las doce, anunciaron en la radio que Cobain se había pegado un tiro. Leo un libro magnífico de Toni Castanardo, las Chicas del Q, y sueño que Polly era PJ Harvey. Pero sé que no es posible. Esto es la vida real, no las canciones.

Mientras termino este texto el Manchester City ha ganado la Liga de Campeones y hay rumores de que los hermanos Gallagher se junten otra vez. Hubo un tiempo en el que veía una y otra vez a Liam en Glastonbury con las maracas haciendo a capella Don´t look back in anger. También pienso que el rock es mucho de hacer revueltas desde la cama o, más bien, de dejarlas para el día siguiente. Y me pregunto si alguien le preguntó a Noel qué pensaba de ponerle a sus canciones Stand by me o Don´t look back in anger teniendo en cuenta que estaba el tema de Bowie en Lodger o la peli de Stephen King (o el Rogaré de Silvio). Ay mi Rocío.

Algunas palabras sobre La verdad sobre el amor de José María Conget

El nuevo libro de José María Conget, La verdad sobre el amor, editado por Pre-Textos, se construye sobre distintas permutaciones del hombre: el intelectual aburrido, que con aires extraños es capaz de construir un diálogo como una reacción química, o saciar la ansiedad con el WhatsApp, como en esta era digital donde dar por terminada una relación es algo tan sencillo como darle al F5 obsesivamente. La actualización 2.0 del amo. La Espiral, el lector del papel, el amor en la pantalla. Conget funciona con las aplicaciones de mensajería como la mirilla secreta en el que todas las posibilidades se nos abren. El cambio, un cuadro, Christina’s World: un labio, un cumpleaños, un golpe, un final.

Atrevida conjunción de relatos, resueltos con oficio, mutantes en la perspectiva, aunque el trasunto del autor funciona en la escultura básica de un fenotipo, sabe aclimatarse a las obligaciones del oficio con una elegancia fuera de toda dura. En los sonidos de la noche, en Madrid o en Nueva York, no importa, los sonidos de la noche, sea Zaragoza o París, son el amor y la soledad. Como una radio emocional que sintoniza: ruidos para la noche, ruidos para el día.

En el cuento “Nostalgia de la materia” se disimula el ayer con un hoy judicializado por la política: una reunión sindical, esos ensayos de Fowgil sobre la parte trasera del cuello femenino. Una mirada perdida. El amor es una perdición continuada y eso se refleja en la búsqueda obsesiva y contraria a cualquier refugio estadístico, que sería encontrar el alma perfecta, complementaria, pasional. Del FNAC a un mitin de la UGT. Todo sabe a nueva ola francesa. Todo sabe a esos instantes de Carlos Castán. Todos los escritores del mundo están enamorados. Cierre del cine, cuarenta y ocho horas de amor. Como una botella de coca cola, el comienzo es tan poderoso que uno no acaba sabiendo cómo seguir. Móvil, camas separadas, otra vez el móvil. Repito, es curioso lo bien que maneja las distancias digitales, el uso del teléfono y el ordenador, para relatar la realidad que nos roba la carne para ofrecernos la experiencia virtual. Cada vez más salvaje, cada vez menos pleno. Todo sospechas y obscenidades de ceros y unos.

O en la “Indiferencia”, donde de lo urbano se traslada a lo rural, donde en el pasado se encuentran los mejores sabores: a tebeos usados y cines Amaya, las sesiones dobles. La vida, el amor, el tiempo, el mundo que se resiste a permanecer detenidos. Los Agotes, como en un programa de Iker Jiménez, en la vejez todos volvemos a lo pulp esperando el rastro abandonado de una vida distinta, como un mal viaje en el tiempo. Mujeres, exmujeres, dinero, mensajes de textos, mensajes que articulan la voz de los que somos cobardes. El Split, que dicen ahora los horteras, el momento clave en el que todo se separa. Dimensiones rectangulares de la vida, un simple 2×2.

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Rosario de concesiones de Ensaña (2023)

Un nuevo material que llega desde Repetidor, la discográfica que usa el riesgo como dulce para los veteranos y amargo para los jóvenes. No encontrarás más que lija y algo de sangre, sangre de laringe o de mano que frota las cuerdas de las guitarras. Son Ensaña y su Rosario de concesiones.

La canciones de Ensaña tienen, como en “Concesionario”, algo del primer Hombre Burbuja, el más hermético, guitarras pesadas y percusiones que deslumbran el cielo de Shellac, un alambre que se agarra a las cuerdas y enhebra la melodía, repitiéndolo como una idea parásita en la noche. Sí, “Un pensamiento es más preciso”.Escuchas “Izada” y las voces femeninas que son simbiontes de un lirismo hermético, de una bandera de mito bíblico, ¿valen todas la banderas tan poco como la mía? Mientras algo de Nueva Vulcano se cuela hacia “Telón de llama”, como un sacrilegio de fiestas, ángeles de Pedro Salinas, una niña que agarra la panza de un burro, el burro que muere, la cinta del walkman con Primus en una cara y Parmesano en la otra. Todos, todos, todos susurran en la misma voz con la dificultad de los labios repletos de púas. Fantomas y el bajo que nos recuerda a Picore, “Castigo”, dormir junto a un cadáver y que mis compañeros cuenten una y otra vez las cuerdas, uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro.

Libero los placeres de Jawbox y en “Ayuda” pide un comienzo vaporoso hacia de las autodestrucción de las almas, que se pusieron sus mejores galas para morir. Como una página que se dobla en la esquina y perezosa, completa la ronda. No me olvides, tantas voces de paranoia no pueden ser contenidas a menos que descienda el Spinetta de Invisible, con sus guitarras en trío de silencios largos. “Esta pena no tiene corazón” tiene algo de costumbrismo postmoderno en la onda de Kiev cuando nieva (volvemos a los silencios que dan más que piden) y el cierre con “Cuenta última” es, de nuevo, un conjunto de labios arrastrados, de los Standstill más comerciales (oxímoron válido en crítica musical), labios que usan lo mínimo para aplaudir las danzas celestiales, más bien silbar, con una falsete que te pregunta: ¿Qué ves en el cielo?

Yo solo veo una bella máquina de hacer pájaros.

Algunas palabras sobre La cinta amarilla de Fernando Vallejo Ágreda

Editado por Los Libros del Mississippi el nuevo libro de Fernando Vallejo es un compendio de lírica arrebatada, de extrañamiento y pasión. “El tiempo besa los pies de los muertos”, la vida y la poesía son, para Vallejo Ágreda, una mezcla sin posibilidad de decantación. El tranvía es una arteria negra de sangre podrida, arrasa la ciudad a su paso. Su ciudad que era la mía, done la noche y la muerte fueron hermanas gemelas en el silencio, ciudad donde la enfermedad vació las calles: “Ya han muerto los tranvías/en el sudor frío/de un paracetamol”. La sibila vuelve, siempre vuelve, enterrada en el olvido es una flor de belleza extraña, en acorde primero de la lluvia al chocar contra el suelo: “He abierto la ventana/para confundirme con el otro”. La imagen de Pessoa, el mortal y rosa de Francisco Umbral, el miedo en la voz: “En ocasiones me duelen las venas de la garganta”. Poesía que avanza hasta lo más puro que hay en el hombre.

En las cartas a Leonora, hay una casa arriba, más arriba de donde acaba la vida, una bestia que apaga la luz, una lágrima, una cruz. Enumeración como días que pasan. Como en la carta a Álvaro, donde la lubricidad de la espuma que en su misma naturaleza se deshace entre nuestras manos, como el amor: “Yo en la noche/te oigo llover/en el cuerpo frágil de un pájaro”. La correspondencia como motor de la poesía, como este libro que se enrosca alrededor de una extraña sucesión de nombres: Eurípides, al que el poeta comunica que en la ciudad reina la confusión. Así los versos “Tengo la lengua seca de burbujas de alquitrán”. La carta a Gayo es una muestra de poesía de hostales, donde la luz de Madrid es confusión, un dandy en autobús, rescatando la mañana del deseo o el deseo por la mañana. Esa es la esperanza del nuevo día, de la tarde que llega en un lugar mítico, panteón de Madrid, como es Libertad 8. Allí, ahora, Eugenio, el amigo con el que compartir el insomnio: “El punto y la retina ciega de los perros callejeros”.

Nos preguntamos cuál es esa ciudad amarilla (vieja y aturdida). Un trasunto temporal del poeta, que escribe: “Me abraza la noche/con mil paseantes de rostro desconocido”. Rimbaud, aquel que completamente ebrio, insultaba al universo, el niño que construye el Belén sin la fe en Dios. Fe en el poeta, en el otro poeta. Quizá sea un poeta mediocre, mucho más que el que escribe los versos. Compañeros que son luceros cavernosos. Para el poeta nocturno la luz es bomba del vampiro y la mañana no siempre una promesa: “Escribo todas las mañanas/para fumigar/los monstruos de la noche”. Dice Fernando Vallejo que la tierra roja de Dios, la buena, no es roja. Él, “Un hombre de carne y asfalto/como después de un sueño”. Beatniks, poetas en Nueva York, tumbas blancas y negros en las barras : “¿Quién va a traducir mi aullido?”

Entre la ceniza y la ducha caliente, así avanza el libro: “Un instante. /Siento haber quemado todas las noches”. El Coso, el Dyc, Dios, el poema que es fuego: “Cristo crucificado en las venas de los tranvías nocturnos”. Julio Antonio Gómez, Tánger, el amor de la voz ronca, “Un pequeño tripulante de la ciudad de los perros”.

Otras reseñas sobre la obra del poeta: Julio en invierno (Libros del Mississippi, 2020)
Un libro notable. Con momentos de ciudad perdida, de misivas sobresalientes, algunos versos que son garfios para el urbanita perdido. El amor de Fernando Vallejo es un círculo de cuerda y fuego que atrapa y arde.

Algunas palabras sobre No me judas satanás vol III

Esta es la tercera entrada de las aventuras de No me judas satanás: la primera parte está aquí y la segunda está aquí. Gracias a Popular 1 y César Martín por enviar los libros y compartir sus obsesiones con nosotros. Gracias a Javier Aquilué (cofrade de la quincalla) y Juan Garrancho. Los collages son de Rosina Abós: IG y reportaje sobre su obra.

En la Motown se escuchaban las canciones de los Beatles y los Stones. Antes de que existieran los Beatles y los Stones. La Motown era una maquinaria engrasada, la División Central, ensamblando éxitos como quien construye coches. Sin preguntas. Solo baile y belleza. De madames y lujuria, de trascendencia y pasión. Un single o dos, no importa, solo queremos aliviarte, convertir 150 segundos en felicidad.

Cary Grant: el LSD y el alcohol. Se puede decir muchas cosas del gran capitán. Cary no necesitaba trajes, todas las marcas los fabricaban a su medida. Es parte del Olimpo. Es de los actores que no sabes cuándo nacieron ni si algún día murieron. Uno solo tiene ganas de encontrar su sitio en el despiece aromático de una vida. La pantalla va más allí.

Os mataré uno a uno: G.G.Allin. Estoy desbordado. Prefiero la no-wave. No entiendo. Quizá tú sí, quizá tú necesites eso, yo prefiero la morfina y a Lenny Bruce. Quizá a Alan Vega haciendo el «Ghost Rider«. Quizá las pastillas y la soledad de un pueblo abandonado. O las bolas puntiagudas del «Hombre Alto» y el heladero armado con una recortada.

Siempre que escuches hablar de la Dimensión Desconocida piensa en Juan Garrancho. Él, Juan, lo sabe todo, lo sabe porque es un hombre sediento, un hombre de fé. Yo camino entre ediciones de Bruguera y guiones de novelas pulp. Y siempre, siempre, miro por la ventana cuando subo en un avión. Me dirás que la película no era demasiado buena… pero el niño con poderes mentales que los tiene asustados a todos sigue apareciendo en mis pesadillas. Y está muy cómo ahí dentro. ¿Quieres entrar? Aún tenemos un hueco para esa morbosa versión de la merienda con el Sombrerero Loco y demás amigos de Alicia.

Robert Crumb. Salchichas en el descanso entre dos oposiciones. Un gato que me atacó por la noche. Javier y María José. Somos una sociedad secreta de herrumbre y rastros… lo que es basura para ti, para nosotros es un tesoro. Las cartas marcadas. El banjo. Querido Callo pronto en Motel Margot. Aline, ¿quieres venir conmigo a buscar quincalla? Fotos de Javier Aquilué.

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Algunas palabras sobre Meditaciones de cine de Quentin Tarantino

Escribe Tarantino y publica Reservoir Books. Escribe Tarantino y yo, que he visto todas sus películas, la mayor parte de ellas en pantalla grande, empiezo a dudar. No sé si es mejor escrito que director. Y se dice pronto. Y se dice rápido. Y, quizá, es propio de un bocazas… pero esto es Motel Margot y yo amo a Tarantino. Lo amo porque es obsesivo y meticuloso con sus pasiones. Y sus pasiones le han hecho ser un grande. Convertirse en canon del cine desde un videoclub y sesiones dobles baratas en lugares cochambrosos. Sesiones dobles, eso siempre ha sonado peligroso, denso, como abrir un sobre de papel barato que contiene un juguete de plástico que vas a olvidar/perder en las siguientes horas. Tarantino es de esas personas que guarda las figuritas y las colecciona y luego se recorre las tiendas más extrañas y perdidas en busca de los juguetes que le faltan para completar su colección. Es uno de los míos. Más bien yo soy uno de los suyos.

Woody Allen y su pistola de jabón. Bogart y Elvis. Un género, las películas de Elvis, otro género, las películas de venganza. El género definitivo: todas las películas que son un remake de “Los siete samuráis”. Todas las películas del mundo, como todos los escritores del mundo, que son aragoneses, con un remake de “Los siete samuráis”. Entre Grupo Salvaje y Deliverance hay una violación que engancha directamente con “La Matanza de Texas”, Tobe Hooper y Paul Schrader. Paul Schrader que se come a Scorsese y De Palma, a Hopper y De Niro, Schader hace comprar palomitas y chocolatinas a Travis Bickle cuando entra en un cine X. ¿Chocolatinas y palomitas en un cine X? Ahora, si tienen unos minutos, vean este vídeo de Andrés Calamaro y Daniel Melingo, por favor.

Hace un par de veranos me volvió la cabeza del revés su ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD, la película, pero sobre todo la novelización que continúa la historia de Rick Dalton, una especie de distopía perfectamente plafinificado, el Tarantinoverse llevado al extremo. Como el final de Inglourious Basterds (Malditos Bastardos), donde remueve las vísceras de la historia oficial y la lleva a su terreno. Eso es un amanuense, lleno de tornillos y arterias. Pero me estoy yendo, no es de eso de lo que he venido a hablar. A escribir, Octavio, recuerda. Leyendo Meditaciones de cine he buscado en las plataformas de cine “La huida” con Steve McQueen y Hardcore, un mundo oculto, dirigida por Paul Schrader (y con música de Jack Nitzsche, el tío al órgano en Love in vain de 1971 con los Stones en directo, el piano de Let´s spend the night together, la hipnosis de Paint it black, escuchad otra vez TODO NEGRO, por favor). Te estás yendo, Octavio. No, no me estoy yendo, estoy devolviendo lo que Tarantino me ha ofrecido en su libro. Un compendio de sapiencia y pasión. También Under my thumb, también allí, es casi entera suya, aunque los Glimmer Twins no le dejaron firmar. Es el tema con el que los Stones retomaron su recital en 1982 en el Calderón después de la enorme tromba de agua.

No sé si lo he contado alguna vez, pero además de llevar el Motel Margot, soy profesor de instituto y me toca lidiar con los sueños imposibles de los chicos cuando se marchan a la universidad. Siempre hay alguno que quiere estudiar cine. A esos, siempre voy a por esos, les pregunto qué han visto, cuál es su director favorito, qué piensan de la Blaxploitation y qué película de Álex de la Iglesia prefieren (en mi caso y por orden: 1ºBalada triste de trompetaMuertos de risaEl BarCrimen ferpectoLas brujas de Zugarramurdi, aunque Ernesto Alterio en Perfectos desconocidos y 800 balas por recuperar la versión del El Bueno, El Feo y El Malo de Los Amaya, también podrían entrar en la lista).

Ojo que no me voy al Acorazado ni a esas películas brasas de Godard, no, solo lo básico. Si no saben contestar les propongo que primero lean, o sea primero Filología Hispánica y luego, si acaso, que sableen a sus padres en alguna escuela privada de cine. Porque sé que si no lo hacen como mucho (como malo, muy malo) puede acabar siendo Ignatius Farray (llamando a Carlos Pumares de madrugada, siendo insultado por el presentador de Polvo de Estrellas, para acabar deambulando, convertido en comisario político del humor, un tunero rollo progre, decepcionante…), así que mejor leer, luego dirigir. A partir de ahora el primer y único consejo será: CÓMPRATE MEDITACIONES DE CINE DE QUENTIN TARANTINO Y SI NO SE TE PONE EL ALMA DURA NO ESTUDIES CINE. Lo del alma dura tendré que revisarlo, que me puede traer problemas.

«Mira, escucha, hijo, este libro es un manual de formación en cine alternativo, en cine de autor con deseos de triunfar comercialmente. Porque esas ínfulas hay que mantenerlas, porque no tiene nada malo ganar dinero con tus películas. Porque se puede mantener la integridad artística y llevárselas calientes. Las perras, digo. (Cassavetes for Dummies)»

Sesiones dobles, dobles novios, un videoclub, Tarantino volviendo loco a Alex de la Iglesia preguntándole por películas inacabadas rodadas en Almería. Álex de la Iglesia queriendo volver a casa para estar con Carolina Bang y ver con ella algunos vídeos de Diego Capusotto en Youtube. Escribe diez guiones: Última oportunidad, la rotonda, miedo, el extraterrestre que se quedó dormido, el fumador de la funeraria, el soldado que murió antes de salir de casa, el pueblo donde nadie muere por no molestar, Doce horas perdidas, el escritor que encuentra los mejores cuentos del mundo enterrados bajo la arena de la playa (homenaje a Jorge Luis Borges) y Miedo II (la revancha de la víbora).

He dicho que revisé películas. También vi “La cárcel caliente”, género de mujeres en prisión. Promete más el título que las secuencias. Roger Corman por Allan Poe, Laura Antonelli antes de engordar y de darle a los barbitúricos, Dario Argento y su hija en “Land of the dead”. Tarantino comprando un cine en uno de los peores barrios de Los Ángeles. Mejor que una hortera sala de proyección en una mansión en las colinas. “No llores delante de los mexicanos” le decía Pitt a DiCaprio mientras Gael García Bernal y Diego Luna se morían de la risa en el estreno. Diego es Andor (la mejor precuela de la historia, mejor dicho la mejor precuela de la mejor precuela de la historia, “Rogue One) y Gael, Gael es un hombre lobo para la Márvel. Pero cómo olvidarles en aquel trío de “Y tu mamá también” con Maribel Verdú o el jodido Gael en Amores perros. Vuelvo a “Land of the dead” mientras suena Control Machete. Octavio, te has ido tanto que ahora es imposible que vuelvas. Demasiados detalles, demasiadas conexiones. Pues esa es la misma sensación que te deja Meditaciones de cine.

Hablas poco de música, Octavio… bueno, Tarantino tampoco le da mucha cancha en este libro, se concentro en la parte incidental. Yo me compré la banda sonora de Pulp Fiction y, hace tantos años que me entran ganas de llorar, me bebí una botella de Dyc reserva con mi amigo Sergio mientras escuchábamos los grandes éxitos de Neil Diamond. ¿Qué tendrá que ver eso con la música, con Tarantino, con nada de lo que estamos hablando? Si los noventa son tu década sabrás qué tiene que ver Neil Diamond con Tarantino. También un día me vine arriba en la radio, un viernes de mañana, recomendando una canción con una historia detrás, acababa de aparecer el tráiler de ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD y el jodido Tarantino (perdón por la palabra malsonante) , cuando utilizó Bring a little loving de los Bravos. Mike Kennedy era alemán, convenció al resto de los Bravos para entrar de vocalista después de tocarles con la guitarra un tema de Roy Orbison. Mike Kennedy, de nombre real Michael Volker Kogel había rodado algunas películas para adultos en 8mm antes de ser vocalista de los Bravos. Los chicos con las chicas. Y ustedes yendo a comprar el libro de cine de Tarantino.

Algunas palabras sobre La acción es el frío de Alfredo Saldaña (2023)

Editado por Olifante, acercarse a La acción es el frío, acercarse, en definitiva, a la poesía de Alfredo Saldaña es una acción que produce un cierto pudor previo. Asumes que debes estar preparado para someterte a los entresijos de una arquitectura compleja, a un andamiaje, un corpus sólido y exigente. Pero la poesía siempre tiene algo de aventura. Y, cada vez lo tengo más claro, también de paciencia y revisión. Saber que en Saldaña los versos llegarán relucientes por un pulido exponencial en sus distintas rondas, casi obsesiva, como el amanuense que es, capaz de extraer del humus las pepitas más minúsculas y deslumbrantes.

Si me permiten, para este libro extraordinario, una selección especial:

Entre el humus y el fiemo, la vida que se congela. La vida no es solo responsabilidad del que vive, también hay “Un mundo que se abisma”, el pasado es una sombra sin sol que la provoque, esas huellas son ligeras, agotan la batería de una máquina que nació con la fecha de caducidad superada. En el lugar de un desconocido: “Como la superficie de un mundo/borrada por la profundidad/de otro mundo” abre el poeta su libro al abismo. Como Sergio Algora hablaba de la vida como un silencio entre dos canciones, Alfredo Saldaña escribe: “Así la vida, un blanco parentético entre dos nadas”.

El caminar y el descubrimiento. Sea el tesoro uno mismo. Como un entablar un diálogo con un mundo que ya no existe, más sencillo pero profundo, como el abismo de antes, de solo unas líneas antes. Alejarte como quien escapa de la orilla, de una orilla llena de gritos y niños maleducados y sombrillas de colores indecentes y se adentra en el mar, porque aún en el oscuro peligro encuentra la paz: “Una escritura sin trazo/ o una hoja sin tacha/bamboleada por el viento/que está ahí para ser solo hoja/y practicar ante sí misma la espera”.

En la práctica del extrañismo existe otra vía de escape en la vida, en la sociedad. Hay una desazón que no resulta impostada, pues en el mismo poema (o poemas) existe el rastro hacia la mayor de las complejidades: el lirismo de lo evidente (¿sencillez sin impostación? Sencillez destilada, (ámbar violeta). Llega el verso como debe llegar la tormenta o la marea: “Pensar como quien deshincha el espacio/ al inflar el hueco del vacío”. El poeta lixivia sus versos y deja que las palabras llenas de lodo y de plomo pesado caigan, famélicas, hasta el fondo: decantar el invierno hasta alcanzar su estadio más puro, el frío.

Recordar a Ángel Gracia, siempre Ángel. Sus libros recogen el agua del manantial de Alfredo Saldaña. Hermanados por lo fundamental, maestro y alumno avanzan hacia la claridad. Su manera de beber es poesía: “Cuando silba/el manantial muda su piel”. Y el Guinda que entraba en los cuerpos como quien lo hacía en un museo: “Salir de uno como si entrara/en el recinto amurallado por la luz”. Un tiempo de engaños, donde el poeta se mira en los espejos y duda entre la mueca o golpear el cristal: “La fotografía velada que oscurece/el vuelo del pájaro en su noche”. Y Sergio Algora, en mitad de la noche, cadáver vivo, vivo en su poesía, busca agua en el vaso, allí donde el alcohol solo dejó atrás sequedad. El pasillo, atravesar el desierto -remito a Saldaña-, la carencia que es la sed, una avidez nunca saciada.

Las manos en la tierra fértil, volvemos al humus, pero con las manos vacías: “y halló en él un hueco/en el que deshuesar la nada”. Pienso que, en el terruño, entre y debajo de las uñas, el poeta arrasa una verdad, una verdad todavía sin catalogar. Contradicción del calor y la pasión frente al hielo: “Toda la vida del mundo/cabe en la explosión de un deseo”. Lo que sacó Saldaña de aquella tierra horadada con sus propias manos, excavar en busca de las semillas o los muertos, terminar con los vivos: “No nombrar: despellejar el mundo/abrirlo en canal para que el aliento/de los muertos pueda por fin respirar”.

Seguir completando el pensamiento, el hombre y el frío: “En el frío respira la piedad del pensar”, un deseo del poder mágico, del poeta científico, de la matemática divina: “una palabra que sirva para desordenar la realidad”. Libro de ausencias, algo flota en la laguna, “Callar después de haber abierto/tantas palabras y quemado/casi todas las naves”. Poemas que son flores y poemas que son muertos y de sus cuerpos corruptos solo quedan semillas. Buscar agua, buscar tormentas a las que insultar para que descarguen electricidad nutriente: “Por debajo de estas palabras/y ya son ellas las invitadas ausentes de la fiesta”. Viaje y desiertos. Paradas, el erial, volver a la búsqueda, al hueco, a las manos: “Horadar/desde la certidumbre”, bajo las uñas (ya hablé de ello antes), el silencio se suela, es la minería básica de las palabras. “Solo con el vacío/se puede llenar ese hueco”.

El margen, el espacio entre las palabras, la respuesta para la que se usa restos de papel como bebedizo. Hay una interrogación en cada verso. Nos quedan susurros, que provocan pena con el desliz del tiempo, envejecidos: “Y recordándonos/que apenas fuimos/la materia de un sueño puesta en pie/sobre un endeble escenario”. Palabras que resisten a la humedad de la niebla, que buscan significante como quien busca un cuerpo que rescatar. Es el brote final que se eleva del cuerpo del cadáver (¿mala hierba arrancada del páramo?)

«Una sortija muerta en un carrusel, un mono abandonado en una atracción de feria, Adela flota en el aire, huyendo de su apariencia, buscando en la tierra, dentro de la tierra, las semillas que dejaron los desaparecidos como recuerdo».

Hasta aquí. Solo el comienzo. El desierto se parece a la vida, una monotonía en la que no te puedes despistar.