Algunas palabras sobre nosotros de Yevgueni Zamiatin

Narrativa Salamandra reedita este clásico de la literatura europea, una obra que asombra por su capacidad premonitoria, un libro que avisa de las atrocidades que en nombre del orden se iban a cometer en la Europa del S. XX. Porque antes de comenzar a escribir, antes de la reseña, es imprescindible destacar que Zamiatin se inspiró en los hechos vividos antes, durante y después de la Revolución Rusa de 1917. Como él mismo dijo: “Fui encarcelado por revolucionario y, después, por contrarrevolucionario”. Usando la experimentación literaria, sus conocimientos de matemáticas, física e ingeniería y un caparazón de metáforas que ridiculizan las estructuras soviéticas que se asomaban en un horizonte sangriento, Zamiatin funda la distopía, incrusta su nombre en ciencia ficción anticipatoria y abre surcos para que discurran obras posteriores como “La fuga de Logan”, “1984” o “El cuento de la criada”-no es casualidad que uno de los prólogos a esta edición esté escrito por Margaret Atwood

Un mundo moderno es un mundo contento, con las esquinas bien pulidas, cortantes, pero en ángulo recto, sin un minuto, sin un segundo de desviación. El orden amado que trae el álgebra. No hace falta mucho más. Evitar la destrucción abstracta que traen los números reales. Es la revolución de la poesía en verso libre. Orwell parece una space opera ante la deslumbrante prosa de Zamiatin, una Serie de Taylor truncada en la definición de todos los espacios de la vida. Números enteros, códigos de barras, documentos que permiten el asueto. Una recta real solo marcada por indicadores racionales. Corea del Norte con el ritmo bien hecho, contabilidad nutricional y cubitos pinchados con tenedor.

«Números que igualan en la muerte, siempre números-personas-letras. Pienso en la luz que se enciende en la muñeca de Logan, los círculos euclídeos, blancos puros: pantones inflexibles, programación sexual, el algoritmo que marca la vida, iteración tras iteración. Libertad antes que seguridad. Antes de que todo el mundo termine. Veo El Silo, es oscuro y degradante, pero es puro. Es una exuberancia obscena la ciudad de cristal, donde solo se puede tapar un cronometrado encuentro sexual. Obscenidad protegida, secuenciada. Las cuatro reglas, construir un mundo con eso. Las series de Taylor, volvemos a ellas, son una contradicción… construir el acercamiento a la función de la vida, obligación de truncarla en algún instante. La pérdida que se dispersa».

Entender el eterno retorno. El calendario circular. Los 360º. Varios giros, volver al comienzo, vivir agazapado. Vivir módulo 365 días. Cuadrícula perfecta, círculo perfecto. Todo falla. Porque solo con la hipotenusa del cuadrado de lado uno… solo con eso se desmorona todo. Un meteorito frente a una mujer. D. el protagonista, construye La Integral, huir, volar, llevar al espacio la existencia cuadriculada. Verbalizar en poesía científica el sexo y el amor. Como si nunca hubieras usado ciertas palabras.

Votaciones integrales. Votaciones en dictadura. Porcentajes del sí y de participación por encima del 100%. Se levantan. Dicen no. Unanimidad decretada por los medios de comunicación. No existes. Mejor huir. Mejor el otro lado del Muro. Donde los piojos y los pelos son libertada, el olor, la sangre, el salvajismo del primer amor real. Del primer amor fuera del algoritmo. ¿Qué destino hay en una crueldad planificada? El autor ya veía al Leviatán en el horizonte, que controlaría la natalidad, que trazaría con escuadra y cartabón los destinos de los ciudadanos. El terror de la planificación. Intercambio de fluidos o de materiales. Lo mismo.

«Los juicios y capturas al azar. La probabilidad está de nuestro lado. Estómagos satisfechos, estimulantes químicos. No hay más preguntas. El autor estuvo encerrado -ya lo he dicho-, dos veces. Una por revolucionario y otra por antirrevolucionario. El autor niega la revolución porque su revolución, la que los ha llevado hasta allí es la última. No más revoluciones. No más guerras mundiales. ¿Último minero? ¿Última revolución? Las revoluciones son infinitas. Como los números. Matemático filósofo».

Desbordar el orden, eliminarlo como se elimina la imaginación de manera quirúrgica. El final: la conversión del hombre en máquina (la máquina es el hombre perfecto). La sociedad agradece que cometas crímenes por ella, ahí, ahora, y lo curará, lo hará olvidar el crimen. Esa será su salvación. Pero entonces el hombre, con la mínima resistencia en su cuerpo, un atisbo de individualidad, no cree en su propia muerte, porque asumir la destrucción de la carne, la desaparición del plano, el abandono de todo lo memorizado… nos impediría seguir consumiendo el siguiente día. Quedará al menos la consciencia, la rebeldía para seguir, evitar la operación, la asepsia, ser el hombre peludo.

¿Qué divinidad no es cruel como un padre enfadado, desdeñosa con la complicidad de los otros padres? Solo se siente orgulloso en nuestra ausencia. Volar el muro, escapar en la Integral… el autor utiliza un lenguaje que mezcla lo onírico con la matemática. No sabes qué es verdad y qué es parte del delirio del a computación social. Solo la aparición de las curvas orgánicas de la mujer frente a las cartesianas, el cigarrillo y el licor. Un clásico que se funda aquí: la entrada de los bárbaros en Roma, los salvajes en el exterior de aquel planeta del viaje a la Zona Negativa de los Cuatro Fantásticos. La ciudadela impoluta frente a los bárbaros ardientes del exterior. Frío frente a calor. ¿Dónde está la vida en realidad? ¿qué es más humano? ¿toca volver a definir el concepto de humanidad?

Después del licor, el agua, la avidez, el hijo nonato en manos del estado, la Civilización (con mayúsculas, una más) se desmorona mientras un loco grita: “El infinito no existe”. Deje de irracionalidad en la existencia hermética, en las matemáticas anarquistas no euclídeas. La locura de huir hasta el infinito te hace creer que todo es medible: ¿pero qué hay más allá de la raíz de dos? ¿Qué sucederá más allá del límite del universo finito? Por eso necesitamos las sucesiones convergentes, para justificar el espacio vacío, la multiplicidad de estados, la posiciones relativas, las funciones de probabilidad. No estar, poder estar. Con más o menos números de nuestro lado.

Volvamos al comienzo para terminar el libro. Más allá del muro, lo salvaje. Más allá de lo salvaje: ¿otra ciudad, otro espejo, otra ciudad más perfecta o menos perfecta? Acabada la operación lo más más cercano al sentimiento son las ondas de alto voltaje. Puede ser una solución. Venceremos. Porque la razón tiene que vencer.

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