Archivo de enero, 2024

Clarividencia de Nudozurdo (Sonido Muchacho,2024)

En un día que se mezcla con una noche, en la habitación de un hotel que usa la hache de hospital, escucho lo nuevo de Nudozurdo, lo escucho arrinconado por el bajo mancuniano, el milagro de la humedad que no se puede arreglar, pido permiso para elegir Soledad / Clarividencia y empezar a hablar. Eran tiempos de ley seca y de química con receta, de coros bien masticados, de lágrimas que tienen un invierno en el desierto para llegar a la levísima dulzura de Carta A Nina, abrigados por la tinta que se derrama como lo hace la cera de una vela cuando atraviesas un pasillo. Leo Mateos es capaz de agitar un océano como lo haría la lluvia, un hambriento Poseidón que se alimenta de las últimas manzanas Golden de la temporada. Teclados y percusión son tejidas de manera perezosa hasta que aparece la amenazante Elvira / Santuario Combate, onda fría, en la guarida del gusano blanco está tocando «La pureza en tu voz» y hay algo de palidez heredada de los Alphaville ochenteros y los primeros Niños Mutantes, aquellos que apuraban aguijones de avispas. Un disco de desarrollo calmado, como en Bisontes Albinos, donde las canciones no tienen prisa por comenzar. Philip K. Dick aparece sonriente, montado y, como dice la letra, dispuesto a «organizar su propio linchamiento». Casi siete minutos para estar esnifando los restos de las naves que quedan en los anillos de Saturno. La ballena que atraviesa la urbanización, sedienta como un mutante salido de las páginas de John Cheever, aquellos días de Deerhunter o el baile acuático de Rodrigo Fresán con Rachel Goswell (mientras toca la pandereta) en Lo Que Ocultan Las Arizónicas.

Masticamos y masticamos, sorbemos «La isla del diablo», allí donde la sonata es liviana, una guitarra que repite el acorde, un ritmo orgánico, un sonido de teclados, un poco de orquestación, experimentos en el cielo. Se acerca una tormenta y todos están asustados: «¿Dónde está mi reloj?» Éramos jóvenes y teníamos un casio. También padres, teníamos padres. Crevillente / La industria del Sueño es un chispazo, aletargado y mirón, imitador, un vampiro que no quiere vivir para siempre, mira el ritmo avanzar hacia el centro de la Tierra. No vuelvas a repetir que es plana, el niño es hijo de la Dama de Elche y tú tocas en una banda de versiones de Pavement en un poblado de Tartesos, mientras pides a la gente que te acompañen con las palmas.

El cedé sigue y salta hasta Angel Genetics, un sencillo injertado en una de las curvas finales del camino, con los sintetizadores en modo Editors, casi pidiendo pista de baile, de esas que había al principio de siglo, donde Dorian y los demás podrían susurrar y tú pensabas que eso era disco, disco music. Todo está maquinado para ser cruel e imperfecto. En el vinilo las cosas terminan con Cripto Mundi, una balada de piano y voz que podría firmar perfectamente John Cale soñando con ser piel roja en una bruma de opio en mitad de Ámsterdam.

Si sigues buscando acabarás encontrando una bruja. Pero yo no estaré junto a ti. Hoy no. Hoy solo estoy descontando. Estoy esperando.

Algunas palabras sobre Volver a Contar: escritores de América Latina en los archivos del Museo Británico

Un libro que es un comienzo y un final. Un libro que recoge tradición y la convierte en futuro. Distintos autores revisan los fondos del Museo Británico y, a través de lo que les impacta o transforma, convierten ese encuentro con la tradición en una ventana hacia el futuro. Hablamos de indigenismo, postColonialismo, anticapitalismo… hablamos de arte y razas. Un libro editado por Anagrama y coordinado por Cristina Fuentes La Roche, Laura Osorio Sunnucks y Felipe Restrepo Pombo.

Se acabó Occidente y sus dioses. Elección de una figura geométrica como el círculo para otorgarle la divinidad. Principio y fin. Serpiente que sobrevive a la catástrofe climática. La Noche Capitalista. El gran demonio de cuernos que supura billetes. Qué sentido tiene conservar recuerdos de un pasado que se quiere olvidar. Busco más sobre le pueblo Mixe y su capacidad para sobrevivir. Yásnaya Elena Gil. Juan Cárdenas en su incursión a la costa norte del Perú, un mundo-noche donde tres deidades dan dos cosechas por alimento. Eso es el maíz, el maíz del alimento y la chica, la sed que enciende los ojos de los andinos. En un mundo utópico un alfarero sería capaz de cambiar el curso de la tradición con ideas. Alfareros que son la interfase entre los dioses abstractos y la realeza. Entre la divinidad y los sacerdotes. Dioses agrícolas sedientos que exigen un tributo de sangre humana. Unos dioses que nadan en el mundo donde existe parálisis del arte. Un dios que llama la crisis, un dios con sed. El Dios que actúa como un Dios. Carlos Fonseca en Patrimonio nos lleva hasta la Kanaimá, una práctica de muerte ritual. La Guayana, donde los nenúfares son atrapados como un conocimiento más en la Enciclopedia Británica. Un tocado, cada familia es una historia y sus raíces son tan profundas que atraviesan las fronteras. Las historias son más importantes que la Historia, la dominan y sus cuencas se convierten en libro. En un millón de libros. La Flor de la Reina acaba junto a la Reina. El Trópico se traslada a Londres. Qué enorme esfuerzo científico por atrapar lo simbólico.

Los hombres medicina saben de hierbas, pero hay que ir al nrote los nuevos dueños reciben a los que caminan con disparos. Hablan la lengua del exterminio. Detengo mi lectura. La lengua de España. Y del Estado argentino. El exterminio.

«Pienso en un hombre cuarentón de Alcalá de Henares y una señora jienense esperando a sus nietos en 2023, pienso en el de Munébrega que le pide ayuda a su chico para calcular el IVA de una factura, el mismo chaval que se acerca al ayuntamiento para pillar wifi y ver vídeos de Messi. Domir sin calor no es lo mismo que dormir con frío. ¿Ellos también hablan la lengua del Exterminio? ¿Ellos también son parte del Exterminio?»

Vuelvo al libro. Del desierto lo lisérgico. Del ir siempre el volver. Mandar al hijo a la Universidad, a la capital, que vuelva o que no. El norte. Solo el hecho, solo el deseo. La lengua fuera de Lina Meruane. Bolivia, la lengua del esclavo, las danzas y las personas, la mezcla de la tradición indígena, Jesucristo y descendientes del esclavismo. El trabajo frente a la lengua, arrastrase, hablar, sentir la sed. Trabajo y colapso. Nadie trabaja. Todos bailan o ver la televisión. ¿Qué terminará antes, los contenidos televisivos o las canciones? ¿la electricidad que todo lo alimenta? Esclavos que el Capitalismo convierte en compradores. Volvemos a aquella Noche capitalista.

De nuevo me detengo. Dudo, el que reseña y el que escribe, que ha vivido y trabajado en un sistema capitalista, ha leído y estudiado, que ha vuelto a leer y ha seguido escribiendo, jugando, bebiendo y comiendo, comprado tebeos y discos. Saco la lengua a la disposición crítica permanente, a la crítica completa, ¿Siglo XXI? ¿Qué solución hay? Cerramos todo y la gente buena hará del mundo un lugar mejor. La misma gente que ahora lo está haciendo un lugar horrible. ¿O está la gente buena escondida esperando su oportunidad? ¿quizá escribiendo libros contra el capitalismo, llenas de resentimiento adquirido, comprado -con perdón-, a peso? Los libros que se distribuyen y se venden con un sistema capitalista. Libros en editoriales muy capitalistas en las que yo no publico mis malos comienzos de novela. Vuelvo al libro y me encuentro con la siguiente sentencia: “Se volverían voluntarios esclavos del dinero”.

En el Nombre de los Árboles de Dolores Reyes el polvo del Chaco marca el camino. La búsqueda de la diosa terrestre. Mi relato favorito es el apocalipsis mixteca, el acercamiento Día de los Muertos, cuenta 2173 días, 23 días del noveno mes. La diosa sacará a flote el ecosistema árido. En la costa del Ecuador. Sed de soda. Arqueología queer. Nos adentramos en tiempos de Marvel y Mázinger Z. Árbol es una palabra medicina. Árboles que nacen de día. Porque la Diosa es semilla. Cuando la Tierra termine, ¿lo hará fría o caliente? ¿Qué temperatura marcará el final de los tiempos? Quizá la pregunta sería si el final de los tiempo será en Tierra o en Agua. Bajo las aguas sobreviven las Diosas: las diosas no deben sobrevivir. Las diosas van del barro bajo la canoa hasta el fuego de la tierra y se cuecen en la fresca carne fértil. Sea la Fuerza de Exu de Djamila Riberio donde los orishas traen lo que cabía en sus bocas y sus estómagos. El Continente esperaba ofrendas diferenes. Quieren un largo camino lleno de semillas para que crezca una lengua que pueda llamarse suya.

En Tizón Tardío Cristina Rivera nos muestra la más básica de las hojas de una colección de botánica. La planta de la patata. Patata que salva vida, la que calmó las hambres del progreso. Nuevo mundo de patata y ceniza. Nuevo mundo en la piel y en las raíces. La papa y el tubérculo: en el mañana no habrá mañana. Las científicas mayores eligieron para la vida la Tierra. No lunas sin nombre, aquí, donde el ADN es una mezcla conocida. Ladrillos y cemento. El capital, otra vez, el capitalismo convertido en un espasmo ridículo, un monstruo apocalíptico. Ya escribí, ya dormí, ya llegué a Tandil. Solo lechuga y agua, tierra y ruedas, y tinta, solo tinta y patata y el manuscrito definitivo. Fungicidas, los hongos, la muerte bulbosa, solos con la muerte, los hambrientos cierran el paso como una Santa Compaña. Caucho y miseria, dioses que importan. La culpa debiera ser compartida. No podemos trasladar ayer hasta hoy sin perder parte de la verdad en el camino.

Algunas palabras sobre Tantos hombres mejores de Christian Peribáñez (La Gruta de las Palabras, 2023)

Un nuevo libro de Christian Peribáñez, el escritor tranquilo, militante de la compostura y el silencio prudente. Lo editan Prensas Universitarias de Zaragoza a través de su colección La Gruta de las Palabras.

La primera parte, El vínculo, comienza con una cita de Elena Medel. Comienza proponiendo la dualidad en el escritor: corteza y nervio, esqueleto y choque. El amor es un estado de sed e infinito, así que no uno no queda satisfecho, solo busca la expiación temporal: “Rica pirámide de entrañas de plata/plaga de hormigas que me sacia”. Había huesos en todos los cuerpos y habrá suelos donde caer hasta que no queden cuerpos que se derrumben. Hay un espejo y una diana en el poeta. Así Peribáñez escribe: “Quiero exhibirme/y abrir el cuaderno como quien separa las aguas”. ¿Cómo engañas al calendario? El poeta sabe que la tinta tiene muchos olores, que existe una paz desconocida: “En un lunes sin pescado ni periódicos”/ “En un lunes sin periódicos ni correspondencia”. Y una vez más, volver a Julio Antonio Gómez, que hizo de Zaragoza un monstruo dulce y desapareció antes de volver (y volverse) peligroso.

Y es que, como todos los nacidos a la sombra del Huerva, buscamos el mar como una respuesta, como una forma de ahogarnos elegante, así, siempre cerca, cambiando Ulises XXXI por Medea escribe: “El verano nos dio su corona/y un armisticio tan suave como la uva madura” y buscarse como otros, maestro en la distancia, Ricardo Díez, en lo clásico, escudo de vidrio para protegerse de la medusa, lúbrica postura de lo inmediato. Aquel cuerpo que dicta sus propias leyes físicas, la arena que trajo de la playa para completar sus huesos, recuerdo del sudor de Sergio Algora con un disco de Bambino, con camisa de franela negra y cocaína y chicas y hielo derretidos en el vaso largo del cubata. Tan alejados los poetas de la militancia que se ocultan en sábanas y solo recuerdan y el apetito del que hablábamos antes permanece: “Navegación carnívora/del residuo del amor nace el archipiélago”.

En la segunda parte, La Presa, sea el poder, ruido y valentía: “Solo el sudor te mantiene vivo/sudar es la única prueba de amor”. Beber del vino que no nace, buscar al dios Ares entre los libros de mitología, doce años, seguir soñando, darse cuenta de que el suelo de Zaragoza tiene cicatrices profundas de latín vulgar. Al final, uno las pisa: “En un arcén donde brotan amapolas”. Algo que es mina y voladura, dentro del cuerpo atosiga el alma. Escucha “Lover, lover, lover” de Leonard Cohen, padre e hijo.

Padres y noria. Atravesar la montaña y transmutarse: “Está prohibido parar en el túnel/y entre las verdes aras y el romero”. Escuchas en el poema siguiente cómo rompe el agua y hierve, sin infusión, solo un aullido. Cuatro décadas apiladas, espejos para cada día, bruñidos esfuerzos para eliminar la grasa de las lentes: “Claro de luna carcomida por gusanos”. Volverán las flechas. Tendrán nombres distintos, pero buscarán las cicatrices antiguas. El poeta, con sus palabras, nos guía con ellas, nos cierra los ojos. Dice el poeta que dio el salto, que cruzó la frontera, que pidió detener la vida porque se había olvidado algo en la anterior parada: “He ahogado niños en la bañera, /que -por supuesto- eran prestadas” y repite: “Sigo ahogando niños en privado sin que nadie se moleste”.

«¿Ahora preguntas por ET? ¿Ahora quieres ver una película de Disney antes de que las emborronen nos hagan creer que nuestra infancia mentía?: “El enterrador hace su trabajo” pero “No hace falta estar encima de las cosas para que florezcan”.

Con su sangre fría. Escribo sobre el poeta, rebusco en otros libros que escribió, encuentro sus reptiles en el fondo del cajón como si cada verso nuevo trajera una piel a estrenar: “El aire seca la sangre en cubierta/y seca también la sintaxis/seca esta cuarentena que suena a crujido/ y a no volver a hacer nada por vez primera”. Nieto sin hijos, raíces que decoran el recuerdo, semillas desgarradas, escuchar el sonido de un cuerpo muerto crecer, trasplantarlo dentro, recuerdo: “Echemos redes antes que raíces”.

Perdí un verso y tú, Christian me lo devuelves: “La mano de la luz no tiembla ni mancha”, quizá en este frío podamos volver a la casilla de salida. Exiges a tus padres lo mismo que les exijo yo. A veces escapas como un niño, al almacén con polvo y los juguetes, nos cuesta crecer: “Nunca de vosotros tenemos más necesidad que/cuando os hacéis ancianos de repente”. Raíces y más raíces. Un libro de raíces no es un libro de semillas, como ser hijo nunca es lo mismo que ser padre. Pero ahora quizá estoy hablándote de mí, poeta, amigo, disculpa.

Julio de la Rosa, diez años foca en un circo, la parte final, “La competición”, cada uno compite por no ser demasiado obvio. Por encontrar alivio en la exposición: “Claro que me pierdo en otros bosques/que pruebo la fría mañana de otro espino”, qué lúcido es el amante dulce, qué es deslumbrante es la piedra falsa que bebe del neón. Ahora, puño en alto, un héroe es más héroe en soledad, o en la desaparición, algoritmo, entomología, perros: “El deseo está hecho de espejos de feria”, todos los que hicimos la lista: Safo, Prometeo y Eros, creían en dioses cómodos, nosotros, adolescentes dentro de la norma, seguimos en la fila: “Dios no perdonará que ignore los soles que cruzan el aire sedientos, dóciles y subordinados./Dios me odia y coloca en cada verso anillos de tristeza con forma de avispero”.

Caos Sota el Cel de Desert (2022)

Llega el nuevo lanzamiento de Primavera Labels, Desert (Cristina Checa y Eloi Caballé), con un LP en catalán, un material de electrónica acuosa, de tormenta digital donde la portada (un caballo blanco) y los teclados en acordes brumosos nos hacen pensar en un híbrido entre los replicantes y los sueños de las arañas de marte. Esperar que los Cocteau Twins te acompañen hacia el pop de máquinas en “No pots perdre el control” con una percusión mecánica de granizo golpeando el suelo de un cielo de algoritmo. Pequeñas piezas celestiales, de alma capturada al futuro, en este mismo día, las voces inventadas se mezclan con las reales en un amasijo de belleza en “Serà l’eco”. Desembocamos, enmudecidos por la vida, en los prefacios computerizados de un Brian Eno mediterráneo con “Ja no et tinc” para subir las revoluciones, BPM y aviso de que el Berlín del bombo a negras es como el despertar súbito de un sueño inesperado. Una cierta cuchilla punk en “Em vas dir”, spoken word a lo Teenage Jesus and the Jerks, súbitamente vampírico e industrial, como si los ángeles se hubieran pasado con las sustancias.

Abre la cara B del vinilo “Somni de setembre” con emuladores de cajas de ritmo afinados al mismo ritmo que las gotas sobre la hierba del final del verano. Hay una compulsión sobre la mesa de mezclas, las voces de Cristina e Eloi mezclan sabores para golpear contra las paredes del claustro de una religión naciente. Esa forma de pop electrónico que nace con Japan y sigue mutando en el Bristol hacia el infinito fractal combina perfectamente con la propuesta de Desert, que salta dos meses atrás, en la tarde del primer estío de nuestra vida, “Juliol de cel clar”, vemos todo lo que la sal del mar nos cubre, como una simbiosis entre Maria Del Mar Bonet y The Sugarcubes donde cada parte aporta una parte en el proceso que lleva a la canción perfecta, iteración tras iteración. El final, con “Què vol aquesta gent” nos sacude como haría Lisa Gerrard arreglada por Angelo Baladamenti. Atmósferas tenues, donde la oscuridad es derrotada por la brisa del mar, el agua limpia la tristeza, dejando la humedad como recuerdo de las lágrimas derramadas. Belleza en formato de alquitrán vibrante.

Algunas palabras sobre LA AMIGA de MARINA TSIVETÁIEVA (Pre-Textos,2023)

Un libro como este, un libro de exilio interior, habitado, habitable, en una Europa que solamente existe en los libros de texto de historia. A veces, ni en ellos. Tan lejos, tanta distancia en las dimensiones de la física clásica. Tiempo y espacio. Tanta tragedia acumulada. Amor imposible, amor destilado y atrapado en el frío de Moscú. Amor antes de la Revolución Rusa, antes de las Guerras Mundiales. Amor, de pureza, de nevisca. Eludir las fronteras del género cuando no existían distinciones, tiempo de pragmatismo y absolutos, de un romanticismo que se pierde en la noche. Diario poético donde el lego asume un paralelismo Verlaine&Rimbaud, pero es un error, porque entre tragedia y guerras solo hay cebada y achicoria, frío de nieve. Más allá de los pulmones de Europa, este libro de Pre-Textos nos propone adentrarnos en un espacio emocional y literario complejo, con la traducción de Reyes García Burdeus, en la disputa fonética y léxica, casi de alquimista, para ofrecernos la mejor de las versiones en español.

El libro es una resistencia contra el ciclo de la vida, como una cárcel con las puertas abiertas: «El anillo de hierro fundido en su pálida mano», tan cerca que se puede tocar, pero no se siente. En el amor, la batalla es, siempre, una ceremonia de confusión, mezcla de cuerpos y voces: «¿Qué sucedió? ¿De quién es la victoria? ¿Quién es el vencido?» La pelota, el gato, el cazador, la manera de jugar con los géneros.

En el frío completo de la distancia, en lo lejano del tiempo, en el lugar ignoto que no sabe todavía de la existencia de muros futuros, Marina respira el aire de nieve que quema y, su corazón desbocado, enfría cuando llega hasta el pecho, creando una escarcha de sangre y hielo: «Para el alma no es mejor ni peor/ que el primero que llega/que los nacarados charcos/donde se vierte el firmamento», lejos del lápiz, lejos de la luz, imitando con sus dedos el ritmo de un corazón que pelea. En la calle, el hielo, al fundirse, parece una lágrima.

¿Quién es el amor? ¿El que ama o el que es amado? Dos partes de un imán descompuesto: belleza y juventud: «Sobre todo la turbaba/caminar tan tarde en la noche y el frío». Moscú ríe con la nieve, es una revuelta de carcajadas que avisa de otra revuelta que está por llegar y ya, entonces, el cuento de la Reina de las Nieves existe, con el cristal que todos tuvimos, la esquirla injertada, alejando la pasión como mal social. Enumera besos y caricias, joyas y presentes, la luna es brillante como las ojeras del que no duerme, enamorado. Pero esa breve luna es tan sutil y joven, que parece estar a punto de apagarse. Esa luna protege de la invasión, del espíritu, del mal augurio, del sentimiento más poderoso. Sencillo el mercado, el amor se oculta entre los colores mates, en el rostro demacrado de una virgen: «Como le juré embellecer/hasta la vejez-derramé la sal/como a mí en tres ocasiones-usted se enfureció-/me salió el rey de corazones».

Descripción de lunas y látigos, de manos confundidas y confusas, una lucha entre lo prohibido y lo puro, falta la belleza, pero no importa: «Tú no eres una flores-eres un tallo de acero/más ruin que la ruindad, más punzante que un punzón». El color rojo, fuego de mujer entre el hielo de Moscú, sin maquillar. Su mano de amante errática es capaz de mantener el témpano sobre la piel. Ella escribe: «Duermo todo el día, todo el día río, sin duda/me estoy recuperando del invierno». Pero el amor no entiende de tiempo ni espacio, sin distracciones: «Apenas me he recuperado del invierno/y del verano ya me he enfermado».

«En la ausencia, donde los cuervos revolotean, hay una niebla que ciega, qué dirá la historia de los trenes y los barcos, ¿Qué distancia os empeñáis en medir? ¿Qué amas? «Los anillos en todos los dedos». Distancia y ausencia son hermanas que se confunden».

En la parte final se invierten los papeles, poetisa y enamorada, ahora es Sofía quien escribe de Marina o a Marina. Es como una película rodada con dos cámaras diferentes, enfocando el mismo plano. Vuelven a la misma Iglesia, a la Virgen que es ahora de incienso. Envidia del sexo y la juventud: «De mi muerte aléjame» y «¿Acaso no posee tu apasionado nombre/el viento de todas las tempestuosas costas?», y aquel cabello del que la amante suplica su canción, amor, en 1915, tras meses de tiempo que ya no se puede medir: «Miro la ceniza y el fuego de tus rizos/las manos regias, las más generosas»

Hay un destino fijado para ellas, pero no conocen el nombre de la estación y ni la última hoja que quedará pendiente en el calendario. La belleza.

Miqui Puig canta vol 7 de Miqui Puig

¿Dónde comenzar la escucha de lo nuevo de Miqui Puig? edita Primavera Labels y es el disco del año 2022 ¿Dejamos el silencio sonando sobre la aguja y leemos? Notar el ambiente, el ozono, los ojos en blanco, la corbata o el pañuelo, el barro en las ruedas, el acid, los violines, las guitarras y los tambores. Miqui ha cogido carrerilla. Sus dos últimos LP´s solistas son sobresalientes y hablar ahora de Casualidades es como escribir sobre La canción de Juan Perro o Viva Hate de Morrissey. Séptima entrega, chicles Brooklyn, Kiko Amat, la Barcelona del norte, el Turó Park, perros y singles, amor y motocicletas. La primera cara se abre con un Miqui en la carretera, reflexionando a base de sintetizadores y percusiones: ¿Es él la dirección o es la autopista la que manda?

«Noches de clubes, donde todo es una fiesta y él solo quiere repasar la historia de las canciones bellas. Miqui es capaz de hacerte bailar con una letra que te hace sentirte incompleto, con el sabor orgánico del que ha visto cómo la electrónica crece desde los cables infinitos a los ordenadores de las nuevas olas».

foto de Santi Trullenque

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Algunas palabras sobre Espía de la primera persona de Sam Shepard (Anagrama, 2023)

El final del camino, las últimas notas manuscritas, dictadas, el temblor de la muerte en las manos de Shepard. El ángel y la serpiente. Adiós, Shepard. Bienvenido al Motel. Shepard siempre esperando, siempre con los ojos más bellos de América mirando un futuro que se niega a alcanzar. Bob y Patti, los dos, escriben cartas, con sellos secos de saliva perdida. Shepard recuerda la América, la temporal y la espacial, en la que todo era más sencillo: sus padres, sus hijos. Él entre medio, a punto de unirse a unos, alejándose de los otros. Shepard en la paz donde no existen advertencias frente a los peligros potenciales porque el mayor está tan cerca que no puede huir de él. Es más fácil escapar de Alcatraz que de la muerte. Shepard en formato corto, él mismo viéndose en un juego de espejos a ambos lados de la carretera, el anciano que quiere aprender es él mismo, es la muerte, la muerte es él mismo, porque están dentro de él. Como si vida se hubiera concentrado en un único instante. En cien páginas.

Shepard se espía. Suspicaz. No sabe si es él o si es la muerte, si es un lacayo que compra la parca. Ella apunta con un lápiz un horario, la muerte no necesita lápices de repuesto. Con uno le bastará. En una mecedora vigila al que lo vigila. Podría levantarte temprano, casi con el amanecer, aprovechar las horas de los días que le restan. Pero no tiene fuerza. Duerme. Sabe que los inmigrantes esperan trabajo en una esquina. Ellos, que están vivos, que seguirán vivos al terminar el libro, miden el tiempo de otro modo.

Hijo de padre, padre de hijos. Ahora sacas las facturas que quedaron pendientes, sin pagar, cubiertas de humo: “No intento demostrarte que fui el padre que creías cuando eras pequeño”. Sin deseos, sin arrepentimiento. El hombre, Shepard, al completo, acude a una clínica, arena, cactus y cascabel. El infierno es un lugar helado, un romance en Durango, un absoluto de la vida, Pancho Villa, pipas saladas, Emiliano Zapata, la frontera, Allen Ginsberg, Alí… Lee Marvin bañándose en las aguas heladas para bajar la reseca, entre la prisión y el Valle de la Muerte, todos los hijos de Lee Marvin le sostienen, son iconos de la contracultura, a quemarropa con Angie Dickinson, una fuga, repito: escapa de Alcatraz es más sencillo que hacerlo de la enfermedad. Dos décadas en las que todo sucedió. Un año. La décima parte. No sucedió nada. Solo la muerte de Sam Shephard. Y Patti Smith pidiéndole el banjo para que la acompañe en Smells like teen spirit.

«Crónicas del tiempo. Cuando uno ha escrito sobre el mundo, sobre la explosión de todos los cambios, ¿qué queda ahora? Porches, espectros, pájaros, asumir o despedir el último día: jugar a la ruleta rusa contra el amanecer».

Persigue a un hombre incapacitado. Una silla de ruedas. Reducir los movimientos físicos frente a un observador astral, ¿Será Shepard protegiéndose de sí mismo? Tras Wenders y los ángeles… hoy, ayer, mañana, se ha cortado por completo el suministro de ángeles de la guarda y es Shepard quien tiene que hacer todo el trabajo. Caballos que escaparon hacia la muerte hace años, recuerdos que son ceniza en cualquier otro lugar. La mano de la hija es lo más real que podrás encontrar. Una habitación. Siempre una cama. Alquilar por una noche. La noche, el cuarto, el motel, el arenero, la biblia, la televisión encendida, el hielo en mitad de Arizona. Un cuarto ajeno para poder sentirse vivo. Una máquina de refrescos, el olor de la gasolina, el cielo azul, cegador. Víveres en un colmado, alubias, sardinas, café. Todo está en su cabeza. El trabajo.

Shepard y sus padres. Al final de su vida todos los personajes junto a los que respiró, los que convirtió en mitos, los que se olvidaron de fanfarrias y coyotes, todos se manchan. Shepard nos los regala. Consérvalos tú, Octavio. Me quedo con mis hijos. Con las manos, con los brazos, con el abrazo de mis hijos. Haz con ellos lo que quieras, me dice. Es como una gran caja de cartón llena de muñecos muy usados, figuras en la memoria de un niño que es un viejo, tocadas, manoseadas. Son buenas, las ha sacado de su blister, ha jugado con ellas: marionetas con una historia detrás. Pero ahora solo quiere los pedazos que le regalaron sus padres, esas memorias mínimas, papá, mamá, vendajes, aire, autopistas, Arizona. Pastillas, el instante de la muerte. No importa. Solo minutos y segundos. Estamos en el descuento. Su madre es lo más importante, recuperar su rostro un instante, la humanidad resumida en una bocanada. Luego, la nada, luego, solo él, el marido, el padre, el hijo. Sus hijos, sus hijos que reciben el dolor, que recuperan los intereses un millón de años después.

Una clínica en Mojave. Las serpientes de cascabel, no querer seguir, si hubieras calzado las botas de nieve en vez de las sandalias… ¿Y tus botines, Sam? En un año dejó de llevar la cabeza erguida, de poder limpiarse los orificios tras el baño. Él no sabe que los queríamos ser como él o queríamos que una parte de él se nos quedara dentro, ahora, ahora ya no sabemos muy bien qué hacer. Hijos y trabajo, edad y barba con canas, abstemio, sin tabaco, con barriga. Aún tenemos fuerza para escribir, para recordar su grandeza, para recordar el desierto, el motel, los ojos de Dylan llenos de maquillaje, los Stones, los beatniks y su vino barato, el combustible de los aviones, las congas de Allen Ginsberg, Patty y Joni. La Lange.

Nueve. Banda de amor. Las uvas están secas. La comida mexicana. Es el último viernes del último fin de semana de la vida y no tienes fuerza ni para llevarte un tequila a los labios. Ellos regalarían el mundo por un día más, pero no hay trato. La muerte y la vida son poemas que uno tiene que escribir solo.

Algunas palabras sobre Más fría que la guerra de Fabián Plaza

Un premio como el Minotauro ya nos permite intuir que el libro que tenemos entre las manos va a tener la calidad y el buen hacer que los aficionados a la ciencia ficción contemporánea merecemos y necesitamos en estos tiempos de sagas extendidas hasta la extenuación, adaptaciones seriales pavorosos o universos en viñetas que se amontonan auto devorándose en sus continuidades. Ahora mismo el premio Minotauro y, por ende, cualquier libro que se publique, tanto novedad como reedición en la colección Minotauro de Planetadelibros, viene con un sello de calidad y eso hace que estemos ya ante un inicio de lo que podría llegar a convertirse en un Nébula patrio o unos Hugo. Le daremos un poco de tiempo y comenzamos con el ganador de la edición de 2021, el magnífico Más fría que la guerra de Fabián Plaza. Premio Minotauro 2021, puede adquirirse aquí.

El autor español utiliza sus conocimientos de historia y geopolítica para, unidos a una capacidad fantástica de remover la sensibilidad que se aloja en la parte más imaginativa de nuestro cerebro enhebrar una ucronía que funciona a distintos niveles: por un lado mezcla la parte del terror a través de dimensiones emparentado con los clásicos como Clark Ashton Smith (sus malosviajes recuerdan a la mítica Atlach-Nacha) o Robert Bloch mientras que las gotitas de novela de espías nos devuelve el sabor clásico de Le Carré o Ian McEwan (sobre todo en Máquinas como yo, aunque solamente sea por el guiño a la supervivencia de Alan Turing). La ucronía de las primeras páginas es emocionante y nos deja con ganas de saber más.

Una España con una Transición fallida, donde el Rey asumió que lo que se dejaba atado quedaba bien atado, con una elección perfecta de progresivos presidentes del Gobierno, las luchas entre los tecnócratas, Opus Dei y demás facciones clásicas el franquismo resulta cuanto menos curiosa. Quizá extrañe qué habría sucedido con la Falange, si habría sido absorbida del todo por el Movimiento… incluso el separatismo violento y terrorista de ETA y Terra Llure aparecen muy bien dibujados y el trato con el que actúa las fuerzas de seguridad del Estado funcionan de manera muy coherente para cualquier amante del What if?

Por otro lado la amalgama victoriosa y variada del modelo soviético, con sus distensiones dentro de los distintos países, el éxito aparente que encubre las desigualdades inherentes en una forma de organización política que ni el papel utópico de la ciencia ficción aguanta, el papel de los Estados Unidos como adalid de la libertad de Occidente pero capaz de manejar los hilos con maquiavélica impunidad -hay una trasunto de acciones que recuerdan a los movimientos guerrilleros en América Latina, una especie de Huevos de Pascua en forma de textos al comienzo de algunos capítulos excelentes-.


«El Dakota, qué sucedió con Sharon Tate, las últimas películas de Tarantino, pequeños detalles que pueden alimentar un proceso de cambio brusco, la mariposa que agita las alas con cuidado…las drogas y sustancias tóxicas que alteran de manera funcionarial la conciencia y que nos recuerdan a alguna de las elucubraciones sobre el tema de consumo y lucha contra el autoritarismo de Alan Moore en sus distintas obras».

Incluso el alcohol como sustitutivo barato es un modo muy acertado de encontrar continuidad cultural y sociológica. Eso sí, el que busque magia encontrará más bien personas con poderes más cercanos a los hijos del átomo de Charles Xavier o alguno de los especímenes que aparecían en los mejores capítulos de Fringe.

La parte de la narrativa con espías funciona con agilidad y buen gusto, sobre todo en la parte situada en España: Madrid como escenario de correrías, churros, porras, chocolate, los grises, el Retiro, la guardia montada, pero decae cuando los escenarios se sitúan en otros lugares. Sobre todo la parte de Londres y algunas descripciones de recorrido por Europa. Ahí el que busca imaginación tendrá que conformarse con un escritor con oficio pero, tristemente, la narrativa fantástica es poco más que un adorno.

Incluso un cierre con un tono Deux Ex Machina que nos deja con la sensación de que el autor ha creado un Universo que nos pide una exploración más profunda, un universo que bebe de Philip K. Dick pero que también podría servir como excusa para un fragmento de la maravillosa Love Death + Robots y del que todavía nos queda mucho por descubrir:


«¿Qué secretos ocultan los dos lados del Telón de Acero? ¿De dónde vienen los insectos? ¿son inteligentes? ¿Está vivo Elvis? ¿Suena Charles Manson en las radios? ¿Scott Walker le ha producido un disco a Raphael? ¿Qué haría el COVID 19 sobre los malosviajes? ¿Era Jerry García el primer transfer o se lo guardaba todo para él?»

Un libro que te deja con ganas de más es un libro excelente y que la ciencia ficción en España siga teniendo colecciones, sepa otorgar la importancia que tiene al género y premie anualmente a las mejores obras es una realidad por la que tenemos que congraciarnos.

Corsé de Clara Peya ( Vida Records,2023)

No es fácil definir lo que supone la música de Clara Peya para el que se acerca a ella por primera vez: las teclas, la nota, el arreglo rítmico, todo se mezcla con voces que dispersan el miedo por toda la habitación, como una manera de abrazo melódico, como en el tema que abre el disco “Sota les dents” con la voz de Leo Rizzi, la suavidad de poso porteño en la colaboración con Momi Maiga, con el fraseo del senegalés, minimalista en recursos, piano etéreo y unas pinceladas de sintetizador, casi algodón nuboso que se entrona en la belleza con “Estat Salvatge”, donde Alex Serra acompaña en una emulsión mediterránea de soul y trance, elevando el texto hacia la plegaria, soltando gotas de sudoroso dub en los movimientos básicos del tema. Estremece ese afán de perfección, de piel sedosa, de vibración electrónica alimentada por un piano nutricio en las manos de Clara Peya, artista visceral, trascendente y prolífica, capaz de llevar en “El plor d’un cavall” la angustia del abismo con Pol Batlle, el que fuera líder de una de las propuestas más interesantes del subterráneo barcelonés, Ljubliana & The Seawolf, y que en la pieza juega con el piano de Clara Peya en espacios de tropicalismo epiléptico, donde la tensión se recibe a través del texto y el arreglo, en esa intencionada busca de transformación social. Salvador Sobral en su aportación, “Alta traïció”, con una presencia de sintetizadores primordiales y ambientes de violenta epifanía electrónica nos acompaña hasta el último tema del LP, «Nana para mí«, cantado por Sílvia Pérez Cruz, donde el susurro lorquiano de Pérez Cruz, arrullado como una nana de mar y sal, encaja entre la docencia de expresionismo pagano, que encuentra su plena expresión cuando se complementa con el maravilloso videoclip que acompaña el lanzamiento del disco: un ejercicio de hermetismo teatral, cautivador y herético, una manera perfecta de cerrar esta obra, deslumbrante y estremecedora de la pianista y compositora Clara Peya.

Los genios de Jaime Bayly (GALAXIA GUTENBERG,2023 )

Uno de los grandes libros del año. Una manera perfecta de sobrevivir a la ausencia del mar, con un vaso de ron o un trago de leche, según el gusto de cada cual. Bayly realiza una ágil recreación de las causas que llevaron al mítico enfrentamiento entre los dos grandes autores del “Boom” literario latinoamericano: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. El dandi Vargas Llosa, el excesivo García Márquez, encumbrado al Olimpo eterno por “Cien años de soledad”, ambos conviven en Barcelona, protegidos por la agente literaria Carmen Balcells. Obreros de la página y magos de la palabra, el sexo y el amor, lo furtivo y lo domesticado, todo converge hasta llegar al cisma absoluto entre ambos, con un puñetazo incluido. Distintos cameos de personajes importantes de la cultura española y latinoamericana de la época, lugares distinguibles, novelas y novelistas -a veces sirve como un libro de mano con recomendaciones puestas en boca de los protagonistas-, alcohol y discotecas, disciplina y amores de telenovela, dictadores, comunistas, fascismo consentido, fascismo en el largo verano de la Ciudad Condal. Conviven realidad y elucubración, hechos registrados y extrapolaciones propias de un novelista. Eso lo convierte en algo realmente mágico. Todo marcado por el afilado colmillo de Jaime Bayly, un notable narrador, que entrega una obra de consumo inmediato, nutritiva y pasional, como el verano, el invierno, como todas las épocas de la vida.