Sobre Conversaciones con Ana Curra de Sara Morales (Efe Eme, 2021)

Esta entrada del Motel Margot no habría sido posible sin la amabilidad de Sara Morales, Orencio Boix, Santi Rex, Vicente Muñoz y Enrique Cabezón. Gracias a todos ellos.

Esta mixtape puede servir de banda sonora para la lectura de este artículo. Ha sido seleccionado siguiendo criterios puramente pasionales.

Recuerdos del futuro (I parte):

En el pasillo de casa de mis padres hay una estantería. A media altura se puede ver la mitad de la colección «Otros mundos». La otra mitad la tiene el gemelo de mi padre, mi tío Octavio. Existen otros mundos, pero están en este. Dos gemelos separados como en una película de Tod Browning.

La primera parte de la entrevista. Capítulo uno. Unos días antes del mundo distópico. Cuarenta años después de la segunda muerte de Peter Kolosimo. Cuando era niño aquellos títulos me seducían y su angosta redacción acababa aturdiéndome. Algún día volverán los Eternos o los primeros dioses y espero que su aspecto sea más parecido a lo que soñaba Jack Kirby que a los Titanes goyescos o los exhaladores de hongos de Howard Philip Lovecraft. Crecí y crecí.

Ana Curra y sus pasiones. Astrología y futurismo. Ana Curra perseguida por el perro negro de El Escorial. Poemas de Vicente Aleixandre, una tuberculosis mal curada y Nico a finales de los ochenta en discotecas de Valencia, con los dedos manchados de nicotina apretando un harmonium como si hiciera sacar sus humores malignos con cada pulsación. Nico escapando del fuego de Berlín, el tuétano de Ana Curra es el alimento de la modernidad española. Alan Vega caminando como un jinete fantasmal en la noche, Enrique Morente mezclando la sangre de Cristo con aguardiente mientras Antonio Arias le enseña los acordes de Nacidos para dominar. Era el 1 de marzo de 2013 en la sala López de Zaragoza.

Pérdidas blancas (II parte):

Dicen que aquella noche Eduardo Haro-Ibars ayudó a subir a Lou Reed hasta el escenario. Allí improvisaron Lazarus de David Bowie. En el Rastro de Madrid Fernando Márquez «El Zurdo» tomaba notas para su libro Música moderna:

«Al segundo mes, el 80 les depara a los Pegamoides más sucesos trascendentes: la firma con Hispavox por un año; la entrada de Ana, una estudiante de Conservatorio aficionada a los teclados. En el homenaje a Canito en la Escuela de Caminos a la teclista apenas se la oye, por lo que el veredicto del respetable queda en suspenso hasta nueva cita».

En el libro de Sara Morales la voz de Ana Curra está afinada en el tono de las sirenas. Nos atrae contra las rocas, la vida es una roca afilada, con millones de aristas.

Dice Ana Curra que la noche se inundaba de Onda 2. Allí, como un estilete, como un millón de punzones, las canciones, las bandas, cruzaban mares encrespados y océanos de lluvia. Onda 2 y Radio 3 siempre tuvieron, sobre todo con sus primeros locutores, algo de elitismo… tenían en su mano acetatos que solo estaban al alcance de unos elegidos. Esa parte mesiánica parece haberse olvidado con los años. Una especie de dicotomía que enfrentaba al sistema de castas de Radio 3 con el pasteleo de las radiofórmulas. Y todo en el tiempo.

Sigue Fernando Márquez: «Eduardo para llenar su tiempo libre monta junto a su hermano y unos amigos el grupo Escaparates, de factura popy feli, muy evidente y donde desahoga los restos tequileros que le quedaban de su antigua época». Aquí «El Zurdo» no sabe que esas semillas de girasol acabarán siendo alguno de los vampiros más conocidos de la historia del rock español. Ya circulaban polvos de distintas procedencias y colores. Pocas hojas más tarde se habla de un flirteo con el caballo tras su vuelta de Londres siguiendo a una de las Modettes. Cuchillas de afeitar e imperdibles. El peligro estaba más en la ignorancia que en la voluntad de transgredir.

«Ana Curra es, por entonces y para siempre, la mejor instrumentista de la Movida madrileña. En aquellos tiempos en los que la SGAE pedía partituras para poder registrar los temas es extraño que no se dedicara a sacarse algunos duros transcribiendo los aullidos de sótanos y garajes que copaban las FM».

El viaje a Londres es un segundo advenimiento. Seguimos con vicios pero esta vez nos bañamos en las olas frías. En la sierra de Madrid todo son toses y tísicos, esquinas y hojas muertas, como en una canción de Edith Piaf. El Zurdo se arma un lío que se ha prolongado en el tiempo.

Los Pegamoides, con la entrada de Benavente en la batería eran bellos, daba igual que Carlos Berlanga llevara camisas a cuadros y le gustara la música de Chic, que Canut escribiera igual sobre siameses o electrodomésticos, que Alaska desafinara. Ana Curra tenía todo. Pero era tímida. Podría haber sido arreglista de cualquier banda de la época. Podría haber sido parte de The Slits o haberse fumado a «Las chinas».

Pegamoides es un grupo colorista que se afana por sonar a cualquier cosa que no fuera lo de ayer para acabar copiando lo de antes de ayer. Hubo un momento en la vida de la Curra y de Benaventa que estaban Tequila y Doctor Feelgood antes que Bauhaus.

En la etapa más oscura, con Berlanga y su chupa de cuero fuera de la banda, canciones como Redrum o Estrategia militar se convierten en mascaradas que permiten que conviva esa parte más Stephen King con el casticismo iluminado de la vidente Amparo que cristaliza en un clásico imperecedero, Quiero ser santa.

Censurado por Carlos encuentra su sitio en los brazos de Marlene Dietrich. En la época final de los Pegamoides, que se puede escuchar con toda su crudeza en el directo que recuperó Subterfuge en 1996, Llegando hasta el final. Benavente en el limbo de la mili, la duda de escribir Dinarama con y o con i. Una foto de Eduardo Benavente, Pito y Ana Curra.

Cobijo contra la tormenta (III parte)

Eduardo Benavente es un músico más intuitivo que intelectual. Juega al futbolín con Jaime Urrutia cuando nadie los ve. Toman cañas y se ponen serios para las fotos. Son guapos. No tocan mal. No hay una propuesta de ruptura violenta en los textos, la mayor parte escritos por Nacho Canut, que echa mano de los ochenta como si los hubiera inventado él (películas de éxito como La matanza de Texas o Alien, un poco de Berlín y vampirismo e incluso mirar de reojo y con un poco de malicia a Mecano y sus cementerios o a la Orquesta Mondragón con la fascinación por Tod Browning de Luis Alberto de Cuenca).

El fanzine Estricnina, ruidos y danzas dura dos años capitales, del 82 al 84 y presenta a Eduardo Benavente con la encarnación de Parálisis Permanente que llevará al directo El acto. Se habla de Killing Joke y de The Cramps. Se habla de Suicide y defiende más a los Secretos que los discos de Lou Reed de principio de los ochenta. Se especula sobre Alien como influencia para Tengo un pasajero.

«Eduardo habla de Ana Curra como su letrista. Benavente entre Londres y Nueva York, atrapado por el sonido de guitarra de The Clash o Television y la toxicidad que trae de la Gran Manzana Cesar Scappa, una especie de apóstol de las andanzas de Johnny Thunders. Uno imagina el papel albal de la Factory con un poco de iluminación rockera, con los coros de Bruce Springsteen y Patti Smith, pero siempre con Fred Sonic Smith atento a lo que cuece. Sea opio o láudano».

En el libro hay algunas declaraciones de primero de anticapitalismo que chocan con la problemática referida a los derechos de los temas de Parálisis Permanente. Un grupo que surgió de lo más profundo de la independencia musical, con Tres cipreses, con singles prácticamente manufacturados y que ahora, atrapado en la maraña única de las multinacionales (o de la multinacional, que pronto será una, eterna, categórica), sigue generando beneficios entre los que descubren el legado de Benavente y Curra. Imagino hoy El Acto editado bajo licencia de Creative Commons. El disco, con la portada en la que se ve a Curra con una peluca blanca y escasa de ropa parece invitar a la lujuria, como el sonido y los textos. Más allá de la España del Destape quizá sería buen momento para preguntarnos qué hubiera sucedido hoy con una portada así, ¿se hablaría de cosificación de la mujer? ¿habría protestas?

«Lo que es rompedor termina provocando desinterés con los años. Los teclados atmosféricos de Ana Curra rompen con la simplicidad punk de las primeras grabaciones. Hay algo de dureza callejera, de Nazario dibujando un Lou Reed extraterrestre y hermafrodita, de Basquiat usando la chuta como pincel. El single posterior, aparecido en marzo de 1983, «Nacidos para dominar/sangre» abre todavía más el abanico de posibilidades para la banda».

En el verano de 1983 el número de Estricnina incluye una entrevista con Ana Curra y una serie de fotos que son historia de la sensualidad pop en España. Se rompen tabúes como si España fuera una vieja medio ciega que tira estatuillas al tropezarse con su mesa camilla. Ana Curra ha grabado su primer maxi como Seres vacíos durante dos días de noviembre de 1982. Ella aporta composición, teclados y voces y Eduardo Benavente la carga instrumental rockera. El torrente creativo de la pareja parece no tener final. Una mezcla entre Happy House y Torcuato Fernández de Tena. Lo moderno y lo castizo. Conseguir que la palabra auténtico tenga sentido.

El 14 de mayo de 1983, camino de Zaragoza, fallece en accidente de tráfico Eduardo Benavente. El número de Estricnina aparece una referencia a Paloma Chamorro y su nuevo programa «La edad de oro». La última página de la revista incluye una foto de Eduardo y una cita de Andy Warhol. Con la muerte de Eduardo Benavente termina la inmortalidad de los ochenta, narcóticos y padres, madres y hermanos. La risa se apaga. El cigarrillo queda a medio fumar.

En solitario (IV parte):

El primer programa de la «Edad de Oro» está dedicado a la memoria de Eduardo Benavente. La banda queda registrada para la posteridad (el 3 de mayo, 11 días antes del accidente) y la imagen del cantante entra en el panteón de los mitos. Ana, superviviente nata, sigue adelante con los Seres vacíos.

Aparece una colaboración con Alaska y los Nikis llamada Negros S.A que hoy provocaría más escándalo que Quiero ser una zorra de las Vulpess. Entre el trance y la valentía, Curra graba un segundo maxi, Luna nueva. Efectos más cercanos a la música independiente y voces con destilados melancólicos, la oscuridad ya no es una excusa, es una sensación.

En las siguiente dos referencias de 3 Cipreses Ana Curra graba teclados; «El ritmo del garage» de Loquillo y Trogloditas y «Que dios reparta suerte» de Gabinete Caligari«. No son dos LP´s cualquiera. No es un instante cualquiera en nuestra historia musical. DRO ha absorbido el sello y Servando Carballar, el genio futurista, es uno de los que anima a Curra para seguir. Tocar en directo es un esfuerzo titánico. Buscar el olvido salvaje, aparece Adolfo Barberá, un valenciano que venía de un grupo llamado Ceremonia.

En 1984 el último trabajo de Los Seres vacíos, Recuerda, con una portada pop que contrasta con los bebés colgados de Luna nueva. En directo una banda de forajidos acelerados: Carlos Torero en la batería, Rafa Balmaseda -que había sido el bajista de Parálisis Permanente-, más las guitarras de Barberá y la incorporación de un fuera de la ley como José Battaglio, cavernoso miembro de bandas como Esqueletos o la encarnación menos hortera de La Frontera. Las bandas del pantano, Ángel y las Güais, los Desechables, la presencia siempre de los dos ex-miembros de los Escaparates, El Ángel y César Scappa… las sustancias alargan los días hasta llevarlos al veneno. Nico con los dedos cada vez más llenos de nicotina buscando un poco de inocencia detrás de las rodillas. El final. No hay que preguntar más.

cortesía de Santi Rex

Hiedra venenosa (V parte):

El 2 de diciembre de 1983 Ana Curra había conocido a Alberto García-Alix en los camerinos de Rockola. Su vida cambiaba de formato, del pentagrama a la polaroid. Rotunda en su belleza, agónica en su alma, García-Alix sería capaz de esculpir otro tipo de inmortalidad de las múltiples que exhala la artista. Con él, durante un lustro, recorre los ochenta. Un James Dean que sonsaca almas con su cámara con la misma capacidad de exorcismo que Robert Mapplethorpe. García-Alix, el compadre de Bartrina y Abundancia, un amor apache lleno de tremenda sangre.

En 1985 buscando bajo las piedras la mordedura de la serpiente, convoca en sus sesiones de fluidos y boleros enfermos, graba Una noche sin ti y dos años más tarde «Volviendo a las andadas». Paquita la del Barrio se encuentra con Edith Piaf y hay rumores que aseguran que llega a ser número 1 de los 40 principales. Como en un cuento de Cortázar al revelar los carretes García-Alix nota la presencia de un espíritu eterno.

Cortesía de Santi Rex

«Cuando sale del cuarto oscuro cree encontrarse a Poison Ivy en ropa interior sobre la cama. Rehenes de un fantasma llegará el final, aunque el amor es un tatuaje compartido que no se podrá extirpar de la epidermis de la pareja».


El ángel turbio (VI parte):

Norma y paraíso de negros, así cantaba Lorca en la garganta de Enrique Morente. El Ángel aparece a los pies de un tablado, con el benceno de las minas disuelto en sus venas. Trae poemas y canciones y trae el tuétano contaminado. Ana Curra vuelve a ser musa. Ana vuelve, de nuevo, al otro lado del espejo, reflejo y colega. El Ángel, otro de los miembros originales de los escaparates, se acerca a Ana.

Ángel, El Ángel, siempre la aguja sobre el vinilo, la sangre negra que se presta a beber el alacrán. El disco, que recoge una trayectoria de alambres y visiones de los niños que juegan al lado de la estación del zoo, es un doble, editado por Nuevos Medios. Es 1993 y se llama Polvo de Ángel. Además de la música también está la poesía: Los planos de la demolición (El Canto de la Tripulación, colección El Cuervo), editado por Alberto García-Alix en 1994. Ray Loriga, compañero de cuero y gasolina de Alberto García-Alix en los tiempos de «El Canto de la Tripulación» y la editorial «El Europeo» dirige una película sobre Santa Teresa de Jesús. Quieres que suba el precio de las cosas? Hazlo todo escaso. En las tiendas de lance un ejemplar no baja de doscientos euros.

Otoño asesino (VI parte):

Solo un poema escapó de la quema, Otoño asesino. Hablo con el poeta y compositor Enrique Cabezón, Kb, responsable de la editorial riojana 4 de agosto: » Reeditamos aquel poema que había aparecido únicamente en la revista «Cuadernos del matemático», fue algo hermoso: primero en 2013 en la novena edición de Agosto Clandestino, con Marcus Versus y luego en Madrid, con los tripulantes de la época: Vicente Muñoz, Gsús Bonilla, César Scappa, Dogo de los Mercenarios y Alberto García Álix».

«Ana Curra estaba allí, sirena de labios negros y estaciones de alcaloide. En el juego de los espejos, Ana Curra pudo haber sido Till, la musa de Germán Coppini, o aquella bailarina que se hacía la toilette en «Hansel y Gretel». En el solar donde estaban los teatros ahora han construido un hotel».

Ese mismo año Vicente Muñoz coordina un suplemento para el decimotercer número de Vinalia Trippers, Suplemento Poemash (Especial El Ángel). Tres de los miembros originales de Ángel y los Volcánicos participan en el proyecto: El Dogo, César Scappa y Ana Curra. Ana escribe el prólogo. Yo mismo, sin saberlo, entrego un relato para ese fanzine sobre el single perdido de un grupo de rumba que nunca existió que acaba en una tienda de vinilos de Amsterdam.

Ana Curra junto a César Scappa remata los renglones de la vida con Poética a mediados de los noventa. En el Festimad encuentra espacio para amplificar la voz de poetas como Gonzalo Rojas o Agustín Goytisolo. También Richard Hell y John Cale, el hombre que solamente le había dado cinco minutos a García-Alix para retratarle. Guitarra y palabra.

Actos mexicanos (VI parte):

Cortesía de Santi Rex

Tras la muerte llega la revolución. César y Curra en Chiapas. México, con sus máscaras, con sus vampiros de afilados colmillos y sus tianguis repletos de retratos de la Santa Muerte, acompañan en la maleta de vuelta a España. Allí el canto del láudano se vuelve a imponer. Mezclado con lágrimas y fantasmas comienzan diez años de travesía por el desierto. Una descarga eléctrica, Miguel Mora de Digital XXI, con electrónica y algoritmos de melodías abstractas. Cuatro años de experimentación. Pero sobre todo de recuperar la vida. Y de afrontar el reto definitivo: Ana Curra presenta El Acto.

«Malasaña, El Agapo, la hermana de Ray, los Lagartija Nick, la sala Kapital, un documental «Autosuficientes» que se puede ver en las plataformas digitales y que vuelve a atrapar la esencia de los demonios azules y la pasión del público mexicano. Ana Curra es una vampiresa que se alimenta de la sangre que ha conservado estos años y que ha florecido entre semillas de amapola, espinas de rosas blancas y cortes de buena estrictina».

Duermo en una pensión en Huesca. Está lejos de todo. Lejos de mí. Es mi última vez. El último yo antes de convertirme en Octavio. Santi Rex ha llegado antes y volverá el último. El baile de la imperfección. La belleza de Ana Curra escapa a los cánones de la época. Quizá más bien la define. Opio y cardados. Es la edición de 2018 del Festival Periferias de Huesca, sábado 27 de octubre, en la sala Polivalente Rodrigo Cuevas hace versiones de Tino Casal y yo me intoxico con disciplina a base de ginebra barata y tramadol con receta. Justo Bagüeste cruza la sala, Javier Aquilué, con los dedos manchados de tinta, hace juegos de cartas con las estrategias oblicuas de Brian Eno y Peter Schmidt.

El nombre de mi hijo me recordará siempre a un amigo muerto, al poeta de la vida. Descansa en el vientre de mi mujer. Santi me saca a bailar. Agita la melena. Durante un instante la vida se detiene, como un tranvía en uno de esos pasos elevados que cruzan Berlín. La intensidad de la música de Ana Curra, su manera de interpretar los temas de Parálisis Permanente y las incursiones en el repertorio solista, la banda de ácratas, híbridos de las criaturas de Bosch y William Burroughs. Huesca es una ciudad de noche roja. Mi vida se abre y yo tengo algunas adicciones por curar. Ana Curra es una de ellas.

Cortesía de Santi Rex

Gracias totales.


Una parte de bibliografía y consulta y una portada mitómana alternativa

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