Algunas palabras sobre Una heroína intergaláctica de Román Piñá (2022)

Román Piñá terminó el año 2022 con una nueva novela, Una heroína intergaláctica, editada por Sloper, una de las últimas independientes, de las últimas editoriales punk, sensibles, poéticas, fanzineras y deslumbrantes. Sloper estaba allí antes y seguirá estando un buen tiempo. Porque los segundos son conceptos flexibles, como la muerte y la vida. Yo leía a Román (mi segundo Román preferido en el mundo) en la edición de El Mundo de Baleares. Era un kamikaze, estaba de humor hasta arriba y, además, declinaba como nadie, como un punteo de guitarra, con magia en sus ojos, un héroe sin torre donde encastillarse. Escribe y escribe. Hoy yo le escribo, hoy yo, como hay confianza, le escribo.

Le escribo porque llevo unas semanas destrozado, casi no puedo teclear, pero sí leer, sí acabar esta novela, sí saber que las décadas son palitos de pescado que se pudren. Han sido apetitosos, pero acaban recordándonos a comida de campamento de verano, sudorosa de grasa, sin fuerza…la década de Román está colocada en el libro de la vida (qué pomposo me ha quedado esto) un poco antes que la mía. Hay referentes compartidos, pero yo, seamos realistas, lo tuve más fácil. Había más equipos de música para grabar casetes y, cuando me quise dar cuenta convivía con los últimos vinilos, las primeras grabadoras de cedés y grapaba fanzines para conseguir chicas. ¿De esto se trata, Octavio? No lo sé, Román. No sé si son las chicas o es el rock o está todo mezclado. Yo pienso que es más la nueva ola, por eso de las playas de Baleares, de Mallorca, como el final de los cuatrocientos golpes. Ray Davies, ese sí que molaba. Pero, como a todo, llegamos tarde. Los Kinks en los ochenta suenan a cubeta de todo a dos euros. Mi hijo juega con barro, se pone perdido. Es un amanuense. Te cito: “el ladrón más hijoputa que hay se llama Tiempo”. El libro es un gran círculo. Tú ya sabes qué ha pasado pero no sabes el porqué. Da igual. Mamá es importante. Mi madre sigue llamando a los Playmobil cliks y yo intento que mi hijo también lo haga. Los Madelman y los Geyperman son la frontera generacional más importante que conozco.



Lennon y Ziggy
. Lennon imitando a Dylan, yo imitando a Piña. Román me deja el sabor agridulce de la coca cola esbafada. Sé que la emoción está ahí, pero se ha marchado, como la tragedia que atrapa al protagonista. Román tu viste el estreno de “La Guerra de las Galaxias” y yo el del “El retorno del Jedi”. Al primer equipo de baloncesto de Zaragoza lo patrocinaba SKOL. Mis muñecos de plástico, los soldaditos, envueltos en sobres de papel reciclado, sin rostro, mal prensados. Había también algunos de colección, ahí sí que se podía disfrutar la vida en detalle. He dicho vida, quería decir muerte. O guerra. Román cómo has dejado tantos jirones en esas páginas. Y si solo yo lo leo,qué haremos. ¿A quién se lo cuento? En mi instituto vienen chicos de un centro de menores. Tú fuiste uno de esos profesores de instituto con plaza que me dio ánimos. Fuiste (eres) un modelo. El segundo Román favorito. Vivimos cerca de la calle Luis Vives en Zaragoza. Mi madre daba clase en el San José de Calasanz. Román, ¿dónde está Tobi? Román, mi amigo Sergio, lo he contado alguna vez, a las semanas de morir, comenzó a visitarme. Me preguntó qué tal, me echaba alguna bronca. Pensar que algunos de tus personajes se ofrecen a decirle al profesor que se meta los deberes por el culo. Cuántos intercambios de opinión desproporcionada se pierden en las aulas.

Tus personajes están en el abismo. Un abismo de hojas secas. Un abismo que, para entenderlo, hay que entender la insularidad, el turismo, el invierno largo en las playas, cuando se llenan de piedras que parecen ceniza después de una explosión nuclear. Y tú solo quieres una piel melocotón y una guitarra. O él. No lo sé. Yo pienso en ti, si no es así, déjame vivir como si no me hubiera convertido en John Deacon. Pasé del colegio público de mi madre al concertado de los Marianistas. Estudiaba y callaba. Matemáticas, pero no latín. Recuerdo la cabellera de Ana Royo en primero de BUP, la primera vez que las chicas se matriculaban en el colegio. Era rubia, tan rubia que no parecía de verdad. Woody Allen en Manhattan dándonos esperanzas a todos. El camión de bomberos de los clics. Mi barco pirata. Terminas la novela con el camión. Como si advirtieras que había algo de incendio en la distancia. Pinchaba en el Bacharach “One way or another”. Era un hit. Veo a Deborah Harry en los telequeños. Me imagino a Raffaella Carrá en Barrio Sésamo

Una muerte por huevos. Una muerte de los años cincuenta, cuando se está construyendo la novela en nuestro país. Los Beatles haciendo versiones de Chuck Berry a los Beatles haciendo I´m the walrus. De la centramina al jaco. Y nosotros pensando que los Beatles eran, poco más o menos, un fenómeno de espacio-tiempo, todo sucediendo a la vez, desde Hamburgo hasta la separación. Román, ¿cómo escribes tan bien los diálogos? Román, algún día me pasarás un papelito donde esté la clave del wifi de la realidad. Siempre acaba resultando forzado y tú, tú te mueves entre la ensoñación fantasmal, la rabia y el amor puro.

Gabi, Gabi es de verdad. Es piedra, papel y tijera. Cada una en su momento. Tú eras parte de “El rollo” de las islas. Tú me abres la cabeza con una casette, cinco duros para el Arkanoid y Roger Daltrey. Pillamos a Roger cuando quería ser actor. Robert Plant y Roger Daltrey. Me acerco al Mediterráneo y busco tebeos de Gabi en Iberlibro. Sé que desde Londres a Barcelona está Max y Nazario, que también está Gallardo y Ramón de España. Cómo trasegabais el Larios con cocacola mientras sonañábais con montar una revista ander. Ander de anderground. Te estás yendo de la novela. Pero es que la novela es bella. Y duele. Duele como duele la muerte. Y la vida. Según quién muere y según cómo hay que vivir. Eso lo reflejas perfectamente, Román. ¿Dónde estabas tú el día que mataron a Lennon? ¿Y tú el que mataron a Cobain? Es que ni era fan. Me gustaba Lennon con el chicle en la boca y con ganas de darle al jaco. Un poquito solo. Nueva York. Sabes qué me gustaba mucho, Román, Watching the wheels.

Watching the wheels y las mujeres mayores. La mujer de tu amigo, la maestra con olor intenso de todo el día en clase. Haber estado a la vez que tu personaje subiendo y bajando las escaleras de Galerías Primero. Que Raffaella fuera comunista y yo no. Que sus piernas fueran como las de Jane Fonda en Barbarella. Las piernas de las comunistas de salón son lo mejor que hay. No como la pobre Rosa León, que pasó de Aute a Ángel Guinda para acabar cantando ripios para niños. ¿Por aué morirse? Es Peter Pan. Nadie nos dijo que en un lustro llegaría la película aquella de los vampiros, “Lost boys”, con su tienda de tebeos y los chupasangres que no querían crecer. Nadie nos dijo que el Capitán Garfio era, en realidad, una versión suavizada de la leyenda urbana de Candyman. Pensar en Roy Orbison y pensar en Clive Barker.

«En mi casa sigue prohibida la canción de los dibujos animados de Marco. Es la canción más triste del mundo. De los Apeninos a los Andes. Marco y el mono Amelio. La maestra de Román (del primer Román) hizo amago de enseñársela. Me puse serio».

Querido Román, me gusta tu ironía con el mallorquín y el castellano, me gustan los expositores pop que hay en los kioskos, las cintas, el bajo de segunda mano, el bajo tocado con una guitarra española sin todas las cuerdas. Me gusta que no hables de scouts. Me gusta pensar en ti como un joven castor. Familia, pesetas, escaleras mecánicas, sí, otra vez. Borrachera, alcohol de viejos, el que más emborracha, los abuelos, la abuela, el hada madrina que tenía jerséis para todos. EGB, soledad, adolescencia… adolescencia y decencia juegan en la misma liga. Pienso en Daniela, unos años más mayor, con unos zapatos de tacón de aguja prestados, tocando el bajo con ellos. Me puse a correr, presa de la muerte, de su muerte, la cuesta, el psicokiller, echaste de menos tu camión de bomberos de los clics, lamentaste tener una edad en la que te tocaba subirte a motos de desconocidos.

Robar guitarras es como robar besos. Nunca sale bien. Asesinato, muerte, vidrio, vidrio de cerveza, el corte brusco de una vida (perdón por lo del corte). Hace décadas que todo terminó y no podemos olvidarlo. Gracias, amigo.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser El planeta Tabú

    Si la heroína intergaláctica, representante de una civilización con más avance cultural también, habiendo dejado atrás complejos, tabúes y vergüenzas contra su cuerpo, apareciera desnuda, al igual que sus compis galácticos, entonces a los humanos no les parecería tan heroica. Ni siquiera la dejarían formar parte del bagaje culural de las mentes «inteligentes». Sería censurada y tenida como maligno influjo para el planeta donde habitamos y que continúa reventándose con bombas y guerras, avaricias de poder y abusos, entre miseria y riqueza desequilibradas. Un paraíso, mismamente….

    29 julio 2023 | 11:13 am

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