Archivo de diciembre, 2023

No seré yo quien te juzgue: Corcobado y la música prohibida


Todas las fotos de las vacaciones de Françoise son de Jose Vizcaíno y otras de mi colección particular

Después de la reseña que apareció en el Heraldo de Aragón (Suplemento Artes&Letras), repasamos en Motel Margot la vida y la obra, el ángel que nos protege, con las alas dentro del abrigo. Repasamos La Música de prohibida de Javier Corcobado.

(MAROTRAVEZ vs EL Mar no cesa)

«El título elegido proviene de un tema anterior, El mar no cesa, que había aparecido en aquel primer EP (que contenía versiones maxi de temas como Héroe de Leyenda o La lluvia gris): una anécdota de ese título es cómo aparece: Bunbuy, entonces todavía Enrique Ortiz de Landázuri, acude a Linacero, la mítica tienda de discos zaragozana, en busca de un disco de la primera banda de Javier Corcobado, Mar otra vez…no recuerda bien el título y la confusión dará título a su primera entrega en larga duración»

A veces sólo hielo, sólo miedo. (Sergio Algora)

En el año 2006 o en el año 2007 le regalé a Sergio Algora un single de Ana D. por su cumpleaños. En la cara A Recordando en la B Velero lleno de estrellas y bahías. Las canciones las habían escrito Ibon de Le Mans, Ana D y las palabras eran de Javier Corcobado. El mismo Algora pinchaba el single de Puerta del Amor de Nino Bravo. Excéntrico en el recuerdo, Corcobado grabó una versión escalofriante en su primer LP en solitario Agrio Beso (1989). Bonus track: ¿Por quién estás influenciado? Estoy influenciado por Robert Smith, don Melitón, Rafael Alberti, Elizabeth Frazer, los hosteleros mujeriegos, Juan P. Corcobado, La metamorfosis del vampiro, tres mujeres con corsé, Pablo Neruda, David Sylvian, las jotas de ronda, la conjunción de las faldas de tubo negras con dos botas de agua amarillas y dos brujas: una buena y otra mala. (Entrevista de Jesús Jiménez a Sergio Algora, 1986)

«En la Caja de los Hilos y en el Sopa de Letras Corcobado dejando a su espalda/ los juzgados de los hombres /golpea en la puerta trasera del cielo/y enhebra un hilo de morfina/para zambullirse en la caja final».

Dorado novecientas noventa y ocho veces: Raphael en el Teatro Español de Barcelona, Nacho Vegas como un clónico sin saxofón. Mariángeles Cuartero preparando el zumo final. Antes de nada, antes de nadie, estuvo Corcobado. Dorado novecientas noventa y nueve veces. Dorado mil veces. Javier Corcobado cantando a Leonardo Flavio, a Armando Manzanero, a Manuel Alejandro. Las verdades palabras. Dorado mil y una veces. Dorado mil y dos veces. Javier Corcobado duerme dentro de una pesadilla de Arthur Brown y bebe sopa de amianto, sopa de letras perdidas. Dorado mil y tres veces. Dorado mil y cuatro veces. Caballitos de anís. Las versiones de Nat King Cole. La lucha enmascarada, el tatuaje final. Gaisnbourg, Scott Walker, la muerte de Raphael. San Pascualito Rey. Dorado mil y cinco veces.

Principio de incertidumbre: El rostro solo existe con la luz. Si lo iluminas, si muestras interés por algo o por alguien cobra vida. Pero el amor es al contrario. En el momento en el que posas tu mirada, tu corazón, sobre la otra persona, se aleja, es inevitable. Es la desazón más antigua del mundo, la manera perezosa y ambigua de ser presumido. Una especie de Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Si buscas dónde está el el electrón (la persona amada) y lo iluminas con un fotón (muestras interés), la persona saldrá disparada. No puedes conocer a la vez la posición y la velocidad del electrón, solo puedes tener una distribución de probabilidad que te da un porcentaje, un número… cuanto mayor sea más opciones tienes de ser correspondido.

Llega el momento de la verdad. En la Facultad de Ingeniería, segundo año, teníamos por fin clase por la mañana en la clase de química orgánica nos sentábamos en la parte de atrás con el Zona de Obras abierto sobre las rodillas leyendo el análisis de las canciones de Honestidad Brutal una a una. No entendíamos las aguas turbulentas en las que el comandante Deep Camboya empezaba a meter los dedos de los pies. Pero sí que hacíamos suposiciones de cómo sonaría el relato de Javier Corcobado -otra vez Corcobado-, que Calamaro había recortado para obtener la letra de Hay.

Algunas veces nos quedábamos Sergio Algora y yo tomando copas en los bares que nunca cerraban. Eran esos momentos en los que Zaragoza se convertía en el verdadero mito de ciudad sumergida. Hablábamos de canciones y de chicas al son del ritmo enjuagado de la ginebra. Corcobado, Nino Bravo, Gainsbourg o Scott Walker. Una de las primeras bandas de Algora se llamó Tras el Francés.

(Abril de 2010) Vida y muerte son lesbianas: Estuve en la inauguración de la nueva exposición de Luis Díez el pasado martes en el Centro de Historia. Una obra mural efímera, hermosísima, de blancos y negros fundidos en el gris de la existencia. Luis Díez me fascina, su imaginario ha ido creciendo, fiel a sus orígenes y obsesiones, hasta alcanzar una paleta evocadora donde los mundos se cruzan: la ciudad, el cielo, el inframundo…

Remitiéndonos a ese instante blanco que marca el tránsito entre la existencia y la no-existencia. Luis Díez es la cabeza visible de una nueva generación, dispuesta a devorar el hoy para construir un mañana salvaje y pleno, que bulle en su primera madurez. Cuando llegué a casa le quité el polvo tenía mucho, demasiado, acumulado, al disco de Corcobado y Manta Ray, “Diminuto cielo”, del año 97, y lo estuve escuchando un rato. En aquellos tiempos pensábamos cambiar el mundo a base de ilustraciones en fanzines y poesía en las ondas piratas. Hoy hemos crecido, la vida es como una frágil embarcación, siempre al borde de la zozobra, donde la ilusión y la amistad nos mantienen a flote.

En un número del fanzine Monográfico aparecerían los textos de Diminuto Cielo como poemas. Los trasegábamos con chupitos de bourbon en el Blues, justo al lado del Huerva. En el año 1997 Manta Ray y Corcobado tocaban en el Centro Cívico Delicias. Zaragoza era el nuevo Getsemani y todos los olivos sudaban lágrimas.

«La canción de Cine de Verano de Corcobado se sostenía sobre una guitarra acústica y hablaba de lágrimas y tabaco, de cervezas bebidas sobre una tapia mientras en la lejanía el celuloide ardía como un corazón abandonado. No eran ni 150 segundos de canción. Hay canciones de verano y canciones para un verano. De las primeras hemos podido escapar en mayor o menor medida estos últimos años y las segundas te atrapan para siempre».

En el año 1995 seguíamos apoyados en la pared. Luis Díez nos trajo el disco Arco iris de Lágrimas y todos creímos. Luis usaba un monopatín. La velocidad de juventud era como una cuchilla que nos arrancaba pequeños trozos del corazón cada día. Lee el resto de la entrada »

Caldo Espírito de Xoel López (Esmerarte Industrias Creativas, 2023)

Un disco de Xoel López es siempre una aventura. Para el que escucha, para el que lo escribe. Es un espejo múltiple que devuelve caminos conocidos y esquinas inexploradas, donde el folk atlántico convive con el universo británico y, desde hace unos años, con el influjo poderoso del pop latinoamericano. Así que todo eso, en una marmita burbujeante, podemos encontrar en este decimoquinto larga duración de Xoel, su Caldo Espírito

La vuelta de Xoel López es una explosión de lirismo cercano, un reconocimiento de sus orígenes, una manera de cubrir de arreglos salados, de mar y océano sus canciones. Los pianos de “Albatros”, el corte con el que se abre el disco, es una ensoñación, fruto de las flores malditas en infusión. O la potencia rítmica, casi de oscuro intérprete atrapado en un sueño de Roy Orbison, que es la delicada “Glaciar”. Un disco que es un compendio de recuerdos acumulados, capa tras capa, una madurez hecha colección de canciones, salvaje revuelta de un artista que se abre a golpes para consolidar su voz entre otras mil. Tiene momentos festivos como “Mágica y eterna”, de metales y sintetizadores que se acercan al tropicalismo y partes más británicas, de amanuense pop, en los efluvios psicodélicos con los que impregna el segundo sencillo del disco, el confesional “Elevarte Caer” con la colaboración de Repion. Habíamos escuchado hace unas semanas “Fort Da”, que marcaba, de alguna manera, la pauta del disco: mezclar los recuerdos anglosajones del pop de Deluxe con sus actuales influencias recogidas al otro lado del Atlántico. Y es que ese falsete, ese final épico, todo lleva el sello de Xoel López. Un disco, el decimoquinto del compositor gallego, donde se mueve en los distintos estilos que han conformado el sustrato del artista a lo largo de estos años: sorpresas como la electrónica descacharrante con estribillo de copla que encontramos en “Pena, penita” o el cierre, club nocturno privado, de ambientes acústicos y revelaciones de cuerdas maestras, “Xiana”, toda la emoción concentrada en el paralelismo con “Joana” de su anterior LP, Si mi rayo te alcanzara. Es una nueva capa, un nuevo disfraz, la misma pasión.

Mejores discos aragoneses del año 2023

1.-Sitio y lacería de LES CONCHES VELASQUES

2.2hermanas de IXEYA (Autoeditado)
3.- Vida Stereo de Álex Garber (Autoeditado)
4.-La vida es de los que arriesgan de Loquillo y Gabriel Sopeña (Warner Music Spain)
5.-Tañen furo (Banda Sonora Original Documental Tañen Furo) de Idoipe editado por El Tragaluz
6.-Me engulló la noche de La Doloritas (autoeditado,2023)
7.-El Golpe Del Momento de Erin Memento (Autoeditado, 2023)

El golpe del momento de Erin Memento


8.-1300 BESOS DE TORNILLO, VIEJOS, VIAJES Y TUMBAS, EN LAS MONTAÑAS BRUMOSAS de GRAN BOB Y LOS LEONES DEL BLUEGRASS (autoeditado,2023)

BONUSTRACK: homenaje a CACHI a tres años de su muerte, coordinado por Antonio Estación y Santi Rex. Bello y necesario. DESCARGA

BONUSTRACK dos: Animado, inanimado de El Polaco (Autoeditado, material recuperado este año, maravilloso, editado en 2023, grabado a finales de los noventa)

El silencio del colibrí de Ricardo Díez (Olifante, 2023)

Ricardo Díez es un poeta que apura la belleza, la que existe entre los huecos de las letras, la que sirve de arcilla construida por los acuosos recuerdos del pasado. En el enjambre del silencio, un bien escaso y caro, busca lo nutricio que aún queda en la naturaleza oculta, esos pequeños espacios que, todavía, no han sido domados por el alquitrán de las ciudades: árboles y bailarinas, tierra y espacio. Explorador interior en su exilio sabe que habrá vetas de poesía todavía pura, en el exterior, donde el vacío toma nombres de planetas, las vetas inalcanzables son el sustento del verso. La materia sobre la que construimos la realidad es, paradójicamente, vacío en un porcentaje muy alto, esencialmente hueco, cuantitativamente abismo, así que la solidez es una entelequia y solo nos queda acercarnos al recuerdo de lo clásico, armados de semidioses y demiurgos, aplastando las definiciones de divinidad, sabiendo que “La luz es especialmente vigilante” cuando la oscuridad nos rodea. Divinidad y naturaleza, papel y diamante negro, teclas digitales que giran palabras para el rebaño: “Un instante perfecto en un bosque/que renuncia a proferir fuego”. El silencio, de nuevo el silencio, cultivado como el limón agrio, como el fruto profundo, guiado por el gusano de Hefesto, el humus entrañable que todavía tiene algo de néctar entre su ahogo.

A. C./Heraldo.

El silencio del colibrí es un catálogo de notas que se resisten a desaparecer una vez han sido entonadas. No es lo mismo sentirse mudo que ejercitar el silencio, otra manera de ejercicio divino es permanecer tras el acorde último del pájaro. Colibríes que atrapan en su pico lo que permanece puro brevemente, lo que aleja la fosforescencia parpadeante de lo urbano, ser el mar, siempre lejano, ser el jardín retorcido donde Jorge Luis Borges se pierde, minotauro último de nuestra cultura. Entre el infinito sideral y las construcciones de barro impúdico en manos mínimas, hay un poema último que bucea hacia el corazón de la tierra, mascando la exigencia y dejando camino para que la luz de las sibilas se adentre en lo profundo. Un desfile íntimo de presencias que pasan inadvertidas, básica cultura de nuestros ancestros. La poesía, en el origen, regaba las semillas del silencio. Hoy, una vez más, aquel follaje se eleva y permite que la palabra nos sostenga.

Entrevista de Ana Segura en la Torre de Babel
Unas palabras sobre Mictlán (Odas a la muerte) de Ricardo Díez Pellejero (Olifante, 2020)

Algunas palabras sobre Fábulas de robots de Stanislaw Lem

¿Quién hubiera esperado que Lem se convirtiera en Andersen durante unos minutos? ¿Quién hubiera creído que su pasión por la robótica lo llevara a una especie de transmutación humanística, casi propia de Orwell? Tras la aparente simplicidad de los textos, Lem utiliza elementos aleatorios , tierras raras de la Tabla Periódica, productos de ingeniería con aditivos steampunk y dota a sus protagonistas robóticos de nombres con aroma pulp. Novelas baratas, viñetas de complemento, engranajes que se sostienen por la voluntad del narrador, sin más justificación que el alma desnutrida del que revolucionó la ciencia ficción llevándola hasta la exigencia del conocimiento tecnológico. En «Fábulas de robot» no hay soledad absoluta, vacío espacial, vuelos largos al límite de la velocidad de luz, no hay silencio… hay una mezcla de espada y láser, cercana a los Transformers, a los Máster del Universo… se adelanta a su época, atraviesa el Telón de Acero y llega hasta el centro del espíritu infantil y ochentero de Occidente.

Edita Impedimenta y se puede adquirir aquí.
Una selección de canciones para escuchar o programar

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Reseña de Amigas Íntimas EP de Amigas íntimas

Punk de fascinante factura, aullidos en el garaje más olvidado de la ciudad esqueleto, retumba Riot grrrl en el “Verano muerto”, las hojas se recogen con tanta fuerza que te arrastran de camino al lugar donde los bajos se afilan hasta cortar con precisión las calles. Tiranía eléctrica en 150 segundos. Se llama “Enemigo” y la voz suena como el eco de un cadáver recién maquillado para salir de rumba. La rumba de la rumba tiene cristales en los labios.

Estoy tan cerca que me da la sensación de haber vuelto a 1997 y ser la chica de la banda caminando sobre la guitarra con mis mejores tacones mientras lanzo discos de las Breeders como si fueran ostias consagradas por Poison Ivy. Dale algo más de fuerza a la sierra eléctrica, soy un punk rocker enamorado de un machete descontrolado, por eso escucho “Amores perros” y recuerdo cuando creíamos que Baby Horror nos iba a salvar. Cierra el EP “La culpa”, aullidos en el desierto, Diane di Prima y Nina Hagen pensando en montar una tienda de tebeos con Aline Kominsky y poner en bucle a Amigas íntimas. Descubrimiento de hoy para todas las noches que nos quedan por morder.

La banda tiene su material en Hotel Records y puedes conseguir su versión física si no tienes miedo de cortarte. El asunto viene afilado.

Algunas palabras sobre HISTORIAS TRAPÉREZ DE LA BANDA TRAPERA DEL RÍO de Paco Pérez

Una editorial de música, una editorial Gong, con los jefes, con los hombres de las praderas al frente, a los mandos, padres fundadores que nos llevan al comienzo de todo. Una de las primeras referencias es este diario-reseña-vivencia de Paco Pérez «El pérez» junto a La Banda Trapera del Río.

Un libro nutritivo, salvaje, primigenio, un libro sobre el primer punk, sobre la contracultura de extrarradio en la Transición. No podías estar ahí porque, seguramente, hoy estarías muerto y no leerías este texto. Paco Pérez sabe del buen hacer de la rumba, de Cornellá, de las guitarras salvajes, de los bajos punzantes como una chuta, de la rítmica macabra del psicobilly. Una guitarra eléctrica tocada como si fuera a cantar el Tío Toni, como si los dientes de «El Morfi» fueran a morderte en todas tus partes blandas. Y luego, con los restos, escupir las letras. Luego llegarían los Burning y luego, después de haber tomado algunas notas, Sabino y Loquillo. Pero esto es auténtico porque duele, porque tiene sangre en las manos. Y no es tuya, chaval. La Trapera pasando algo de marrón a Nico y algo de caspa del demonio a la Harry en el Canet. Nazario y sus pajarillos de limón y todo el rollo en la revista Star.

Un muerto viviente, un proyecto con alma de vampiro, con puño en alto, con la Siemens, con las huelgas, con el hambre más básica, la de la dignidad. Y, como todos los que abrieron el camino, se van quedando atrás. Y luego llegarán otros nombres y todo quedará en quinquis, jaco, ratas y punk. Punk de verdad, sin demasiados imperdibles, sin crestas ridículas, flequillos rolingas como en la Argentina. Carisma a raudales exhalando cada canción, cada movimiento.

Sexo y pitillos, coches y hombres de cables cruzados. El autor escribe con el temblor de la metralleta, como si todavía vendieran centraminas a veinte duros en las farmacias. El autor sabe de lo que habla porque él estuvo allí desde el principio: defectos y virtudes, cosas truchas, temblores, cambios y degradación. Carteles llenos de manchas de gasolina y grasa de las capitales, la que llega después de pasar por cientos de lixiviados previos. El libro, igual que la música de la Trapera, es sudor de autenticidad.

Charnegos eternos, extraños en su propia región, solo unas pocas calles le dan el amor de madre, tatuajes de la Orquesta Platería, miradas de arrobo del Gato Pérez, cintas grabadas de Lole y Manuel, The Clash y Eddie Cochran. Peret con peluca, una pistola en el bolsillo, la Iglesia de Filadelfia, que pague Pujol. En cajas de cartón. Un chino. De los de fumar. Y canciones, canciones para escapar, para ser felices entre la quincalla, entre la cochambre. Los primeros, los padres fundadores.

Sangre de Dani Llamas (Wild Punk, 2023)

Diez temas para este nuevo disco de Daniel Llamas, diez dedos entre las manos con las que agarra nuestro corazón con la fuerza de un mordisco de guitarra española, un quejido que arrastra el comienzo de “Campanas del olvido” para dejar que se inunde la percusión con la distorsión religiosa y eléctrica, entre flores y fuego que valen como almas enamoradas. Abrimos la garganta con la cuchilla del amanecer en “Solo en lo profundo”, el ritmo en primera línea de combate, con cajón y batería mientras desliza un arreglo de pop profundo, como un Pepe Robles seducido por un amor sintético.

Amenazante como sería un esqueje de Lagartija Nick suena “El color de los días” y hay un momento de amenazantes guitarras que avisan de la tormenta, contenidas junto al quejido bajo la sombra de una pared, la de las murallas de Babilonia. Y se abre el coro como una buganvilla que se despereza, con la voz de Rocío Márquez que es un confeti de almas. En “Una moneda al aire” hay un poco de rumba, sapiencia del medio tiempo, como un Carlos Cano encendido de sed, ahí, Dani se acompaña, se deja abrazar en mitad de la trinchera. El folk es una luz de aceite en mitad de una mina, es lo más básico y, en “Sangre”, Llamas construye con el ladrillo de su arte un corpus de originalidad que deja claro su esencia, pero no reniega de los efluvios de la psicodelia y el pop. La mejor pureza es la que viene de la mezcla, así que los bajos oscuros de “Ruido que nunca calla” es como pasar a Gualberto y Manuel por el filtro after-punk, estamos en la zona intermedia, donde la nobleza no obliga y la plata es más resina que moneda.

Detenerse en la vesícula de Luzbel para elevarse, en barra libre, camino del cielo, allí donde se vislumbra “La luz de Trento”. Y abre con guitarras de Movaje 3 “La guerra ha terminado”, la revuelta ha terminado, los muertos se han unido y vuelven, apoyándose los unos con los otros, sostenidos por un órgano hammond y una batería lúcida que se eleva como una nube narcótica hasta la mañana de “Que un rey me juzgue”, casi con toque lúdico, de palma y Veneno, por Kiko y Raimundo, guitarras españolas con púa y eléctricas a mano abierta y, otra vez la divina Rocío Márquez, que da un contrapunto lorquiano para definir una vez más la palabra belleza. Un disco que termina con el silbido espacial de “Trilla del tiempo”, con una rítmica de sensible de seguidilla y faunos, pegamento gaditano, ácido y base, la sal de la vida, si se mezcla.

Un disco sobresaliente, un trabajo nutritivo, básico de sentimientos, convulso, donde la mano de Paco Loco, la voz de Rocío, la banda de Llamas, bregada en mil bolos polvorientos, otorga un decálogo de esperanza que mira al mar.

Algunas palabras sobre Señalado por la muerte de Irvine Welsh (Anagrama, 2023)

El fin de gira ha llegado. Después de Trainspotting (1993) y Porno (2002) llega el cierre de la saga de Renton, Spud, Sick Boy y Begbie. El final que, como siempre con Welsh, es un caramelo para volverte a enganchar y recuperar la precuela Skagboys (2014), que narra los orígenes de la panda de Leith, incluyendo, por cierto, fragmentos e ideas que servirían de sustrato a la narrativa completa de la cinematografía de Trainspotting. Podríamos dedicar una entrada completa en Motel Margot a esta tetralogía. Cada uno de los libros (y las dos entregas en cine) son, en sí, obras maestras que definen décadas y sociedades. Derecho al estómago, con Iggy Pop y George Best, con la música y los narcóticos, con la juventud perdida… pero esto ya no son los noventa, ni siquiera es el cambio de siglo. Estamos en 2023 y los chicos quieren un último bis.

Pero Señalado por la muerte no es la sucesión conformista de grandes éxitos que uno hubiera esperado. No es Oasis, no es Liam Gallagher haciendo recitales aniversario de Definitely Maybe sin su hermano, no. Más bien es Damon Albarn mezclando dup, pop, músicas del mundo, electrónica y arte contemporáneo. Señalado por la muerte podría ser la novela para leer mientras escuchas Cracker Island de Gorillaz, pero las risas que te provoca cada capítulo haría que no oyeras bien las canciones. Eso sí, todos los personajes podrían pasar por dibujos animados. Agridulces, intoxicados, doloridos, desgarbados. Pero bellos a su manera, incestuosamente sinceros en sus relaciones, apocados en su manera de ver el mundo

Y es que todos siguen siendo pueblerinos. Sin que eso sea ofensivo. Da igual que Renton se dedique a la música electrónica como mánager de pinchadiscos y viva en un jetlag constante agarrado a su bote de zolpidem para poder levantarse cada mañana. No importa que Sick Boy comience a tener entradas, sigue manejando a las mujeres con mano déspota, conservando todo lo que lo hacía odioso, pero brutalmente sincero. Se esfuerza por mantener una relación con su hijo mientras mantiene otra todavía más intensa con la cocaína y es capaz de gestionar su servicio de “compañía” de alto nivel mientras le da vueltas a las posibilidades de una expansión a través del franquiciado. Spud es el desecho definitivo. Superviviente de una Europa que se cae a pedazos, ahogado en la pobreza, saltimbanqui de la química, desaliñado heredero de la working class hero de la que se alimentó la cultura británica de finales de los setenta, desde The Clash hasta el BritPop, desde los mineros en huelga hasta las camisas de Jarvis Cocker. Pero Spud, Spud solo tiene un perrito, un cazo para pedir limosa y un montón de adicciones mal curadas. Si no has leído “El artista de la cuchilla” no sabrás que Franco, que Begbie, se ha convertido en artista conceptual. Sí, el viejo psicópata que lanzaba jarras de cerveza desde la altura de un pub solo por empezar una pelea. Ahora vive en Los Ángeles

Pero todos hemos vivido con el recuerdo de Renton huyendo con la pasta. Su cuerpo delgado, el pelo rapado, caminando hacia el futuro. Con el dinero de sus amigos. Les dio el palo y, aunque en “Porno” las cosas se suavizaron con Sick Boy, el problema con Franco sigue ahí. Un encuentro, un choque, huesos rotos. De Amsterdam a Los Ángeles y, en mitad del vuelo, Mark y Begbie cara a cara. Pero el viejo Franco tiene dos hijas y una mujer fantástica, rubia y escultural. Sigue siendo peligroso. Más que antes. Porque ahora ya no lo parece. Uno de los mejores fragmentos del libro es la subtrama noir que mantiene el reconvertido artista con el ex-marido de su esposa, policía, más bien huelebraguetas. Ahí el mago Welsh saca lo mejor de su olivetti.

Y es que son entrañables en el patetismo, la toxicidad, la amistad del barrio. Dan miedo, dan pena, pero son ellos, nuestros chicos, los de los noventa, los de “Elige una vida”, los de “Lust for life” e Iggy Pop. Y, claro, Irvine Welsh que es capaz de usar sus distintas voces en cada capítulo, con maestría de clásico de la literatura, siendo pop sin canciones, cotidiano con tarjetas de crédito manchadas de farlopa y saunas con cámaras que graban para el chantaje. Vemos las escenas en nuestra cabeza, unas veces muy aceleradas por el speed y otras detenidas por el vino barato de la Navidad. Pero están allí. Y sonreímos. Y volvemos a sentirnos acompañados. Desde la final de la copa de la liga escocesa de 2015-16 hasta un festival en Berlín, con un Uber, un cargado de Mac y un trasplante de riñón utilizando tutoriales de youtube, da igual, son ellos, están por encima de la realidad y, a la vez, son parte de ella.

He vuelto a recordar qué era lo que me emocionaba hace treinta años. Yo nunca estuve delgado ni fui guapo, nada de droga por vena, fui a la universidad, acabé como un triste funcionario público, pero ellos, en su desastre, han sido iconos de la cultura occidental, están tan cerca que siguen provocando empatía. Quizá porque Sick Boy y yo cumpliremos el medio siglo con unos meses de diferencia. Y eso, al final, marca. Claro que marca.

Lo mejor que se puede decir de Señalado por la muerte de Irvine Welsh es que te deja con ganas de más. Te da pena que la historia de los chicos termine. Pero te anima a ir hacia atrás, no conformarse con las películas, ampliar la historia, el bagaje, leer las novelas, los libros de cuentos, indagar en los otros personajes que se cruzan, los que tienen sus propios ciclos literarios y vitales. Lo mejor que se puede decir de este libro es que me ha hecho reír y ser feliz durante los días que lo estuve leyendo. Y, aquí en Motel Margot, donde la lectura es una manera como cualquier otra de vivir, son palabras mayores. Libro del año. Sin duda. Aquí, ahora, lo firmo, con sangre. Gracias por todo, señor Welsh.

El prince de Tito Ramírez (El Volcán Records, 2023)

Cuando uno quiere pantano, quiere alma, quiere metales bien tocados y que, además suene cercano, lúbrico, latino, español… no tiene muchas opciones. Podemos contarlas con los dedos de una mano. Igual nos sobran dedos. Igual nos faltan manos para agarrar cinturas. Pero siempre está la opción de Tito Ramírez, el que nos devuelve la fe en el bugalú, en Stevie Wonder pasado por la Fania, en El Vez volviendo a casa por Navidad.

Escucho Alma psicodélica, con esos tambores que parecen sacados del sueño húmedo de Poison Ivy, añadidos a unos buenos arreglos de Les coups con el espíritu de Johnny Hallyday echando fuego en 1966. Pasamos a “Poder de amor”, tú lo dices, power of love, y otra vez, percusión de Héctor Lavoe enfarlopado, en el Harlem español, todos queremos ser parte de la enésima encarnación de Cannibal & the Headhunters. Antes de que Teddy Bautista se perdiera en un laberinto de jueces y testigos, “Culpable” podría haberle servido de aviso con Los Canarios ponían de rodillas al mundo, desde las islas hasta el Perú. Punk de los Teen Tops, “Do dont” es como Elvis saliendo, en camiseta de tirantes, por la ventana del segundo piso de una calle de Nueva Orleans, contestando a la vendedora de cangrejos de río.

Criollo, bien criollo, para la niña “Evelyn” que daba fuego a todo lo que se ponía por delante, o por detrás, por encima o debajo, coros clásicos, de los que no se deberían haber perdido nunca, con ese piano cubierto de maquillaje y brillantina de uno de los hijos bastardos de Little Richards. Dame unos dedos, de esos de antes, los hago chasquear, y me pongo botines de gamuza, azul o negra, no importa, soy un diablo, amigo de Dean Martin, el que le robó el bisoñé al viejo ojos azules. Ey Frank, llama a Nancy y le enseñaré la cola de este “Diablo”. Joe Bataan le dijo a los Fulanos que le quedaba un tubito de fentanilo para alcanzar la nobleza, que había que pedir bongos a la asociación de Bebeto´s del mundo, y así Tito Ramírez, sin más, arreglo setenta y tres segundos de “El prince”.

“Cholos y cholas” venid, que los dispensadores de agua se han reventado y todos podemos refrescarnos, en este verano de esquinas y asesinos, un paquete de seis y el jugo del jaguar, vente, primo “Pal barrio”, tengo mescalina en píldoras. Serás como el hijo que siempre quise tener, Tito, tú y las tarántulas que suben por las venas hasta mi corazón, “Have to see ma babe” totalmente sobrado de voz, como un rey del soul latino, como Donald cantando tiritando mientras todos los rumberos se pelean con los chicos del mambo, como rockers vs mods, solo quiero hielo y algo de ron, un faso, el fuego, si no tienes con qué pagar puedes vender los vinilos de The Coasters que tu mamá te dejó en herencia y así “Get your money”. Me gusta pensar que hubo un tiempo en el que la vida era un parque de atracciones y yo, cargado de vinilos sin galleta, bajaba hasta la casa magnética y le daba fuerte al tropicalismo, a Pérez Prado, a la macumba, ojalá haber sido parte de la secta de afines al “El predicador” y su misa mambo tikitiki.

Qué felicidad, un ácido en la lengua, Le responsable de Jacques Dutronc, cuando Fernando Arbex tomó el control de los Brincos y convocó a Barrabás para un safari, estar allí cuando se grabó Yadda-Haddabadoo, mi Xanadú en 2023. Y el cierre, alabado sea Ray Barretto y Miqui Puig, para una lluvia púrpura, como Charly García mezclando los violines con las piedras… vuelve y vuelve, escucha, es Silvio, es Luzbel, es La Virgen del Pantano.