Algunas palabras sobre La voz impresa de la Movida de Matías Uribe

El mito de la prensa musical española, Matías Uribe, recopila en un libro las entrevistas realizadas a los distintos grupos que pasaron por Zaragoza por los años de «La Movida». Una revisión ochentera de periodismo de trinchera, cuando las noches del músico y el plumilla se cruzaban, cuando no solo había reseñas, también existían las críticas y, muchas veces, provocaban la ira de los artistas. El crítico, el que tenía criterio, el que había escuchado todo. El libro solamente se puede conseguir en la principal plataforma de venta online y el texto que hoy presentamos en Motel Margot está sacado, en su mayor parte, de la edición impresa del suplemento Artes&Letras del Heraldo de Aragón.

Por supuesto no podía faltar la doble selección musical (éxitos y rarezas) de las bandas y solistas presentes en el libro: Primera parte y Segunda parte

La mina de los ochenta hace tiempo que se ha quedado sin pepitas. El anecdotario está tan trillado que cualquier publicación se observa con recelo, pero Matías Uribe, mito viviente del periodismo musical aragonés, realiza un ejercicio diferente de memoria, apartado de las manoseadas historias de siempre. Uribe busca en el inconsciente colectivo, en la voz de la tinta, allí donde el negro sobre blanco alcanza su significado primordial: una selección de entrevistas a grupos y solistas que pasaron por nuestra tierra desde octubre de 1979 hasta septiembre de 1990.

Hay voces que son canon de nuestra música pop, hay bandas que casi nadie recuerda o que no queremos recordar, hay, también, espacio para el gusto por lo escondido, lo raro, lo distinto. Entre las primeras, Loquillo y Trogloditas, Alaska en sus distintas encarnaciones, El Último de la Fila, Gabinete Caligari o Mecano. Entre las segundas, las maravillosas reivindicaciones de Derribos Arias, Heroica, La Mode con el ínclito Fernando Márquez «El Zurdo» al frente, Lunes de Hierro o Polansky y el Ardor. Imagino a un joven Sergio Algora, con sus primeros proyectos maqueteros, donde ya tocaba temas como Las venas de mi amigo están ardiendo de estos últimos o Nada más de Mamá.

Uno se tiene que detener en momentos claves: la entrevista a Eduardo Benavente, líder de Parálisis Permanente, cuando su carrera estaba a punto de despegar y, sobre todo, la crónica del concierto de la Plaza de Toros de mayo de 1983, cuando un accidente de tráfico lo convirtió en el primero del Panteón de los caídos de «La movida», cómo Loquillo cambia de discurso cada dos o tres años, Santiago Auserón arrasa con su discurso-aún con un pequeño dardo a su excesivo envaramiento como columnista en su primera versión de «Corazónes automáticos«- o el psicodélico Poch -que estudiaba en Huesca porque ya no le quedaban más convocatorias de sus asignaturas de medicina en San Sebastián. La inocencia perdida de las bandas que acuden con sus primeros contratos leoninos firmados con discográficas que desecharán en unos meses los proyectos provocando el nacimiento de las independientes: DRO con el Aviador DRO, GASA con Esclarecidos u otras como Twins o Tres Cipreses y el final de la utopía con La Fábrica Magnética.

Matías Uribe juega con la memoria de los lectores de manera sibilina: no busca la complicidad del lector a través únicamente de los nombres de las bandas; introduce en el que lee la idea del paso del tiempo con una reconstrucción de los lugares para el directo en la capital aragonesa. Podemos ver como la infraestructura de los primeros años resulta precaria, con pases dobles en discotecas donde unos años antes la música disco y la oscuridad permitía actividades más carnales y menos intelectuales. La sala Starter -donde transcurre la entrevista a Tino Casal-, o la discoteca Astorga´s -donde los soldados de la base americana acudían en busca de acción, pero donde gente como Chema Fernández, comenzó a programar los primeros conciertos de bandas de la nueva ola-. Más adelante los primeros garitos, más modernos, como El Plató, el Escaparate o el Pub Rossé -en el que estaba el mítico dj y periodista Cachi al frente-, y, avanzando en los ochenta, la llegada del KWM -con Santi Rex de Niños del Brasil de pinchadiscos-, la sala M-tro y, por supuesto, En Bruto, que nos deja justo en la casilla de salida de lo que sería la época dorada de la música aragonesa. Además, claro, los lugares públicos o institucionales, según cómo los miremos, seminales y eclécticos como el Anfiteatro del Rincón de Goya, el clásico Pabellón Francés de la Feria de Muestras, el antiguo Cuartel Palafox y, cuando llegó el dinero de la época dorada de primer socialismo, incluso La Romareda para La Unión, Radio Futura o El Último de la Fila.

«Muchas de las entrevistas son fruto de las visitas promocionales que las discográficas, en especial las multinacionales, organizaban a sus músicos-producto, pero la mayoría están realizadas prácticamente a pie de escenario, antes o después del bolo. Esas son siempre las más jugosas, con la adrenalina del momento, no había bolo al que no acudiera antes o después, Uribe con su grabadora en ristre. Periodismo de trinchera. Trinchera musical».

Zaragoza tenía -cada vez menos, triste realidad-, una singular naturaleza de «Final de gira» por la situación de sus fiestas principales en octubre, cuando las bandas habían recorrido la península de ayuntamiento en ayuntamiento. De la memoria de lugares y garitos a lo que se está gestando en nuestra región mientras las bandas acuden frente al micrófono de Uribe. Matías, de nuevo, no es explícito, pero deja caer en las entrevistas ese ambiente previo a la eclosión más potente de nuestra historia musical. Detalles, como nombrar el primer LP de Proscritos en la entrevista a los Elegantes -Juanma, su guitarra, fue el responsable de la producción del primer trabajo de la banda de Binéfar-, situar a PVP como actuación estrella en la que iba ser » I La muestra de pop y rock y otros rollos» de 1984, cita a los teloneros que abren o cierran algunos de los conciertos masivos, Los Mestizos, Héroes del Silencio, Niños del Brasil o los Enfermos Mentales además de nombrar la conexión de los Desechables con la que será discográfica de referencia de la «Movida aragonesa», Discos Interferencias.

La maestría de Matías Uribe se encuentra en el oficio del entrevistador. Con los deberes siempre hechos, con un bagaje previo, sin pelos en la lengua, Matías Uribe hacía entrevistas como hacía crítica. No eran masajes o reseñas, era poner al creador frente a su obra, con todas sus imperfecciones y con toda su belleza. Este libro lo demuestra. Este libro es un manual de historia y, también, de periodismo.

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Mascota

    Alaska representa como nadie este movimiento

    13 febrero 2024 | 3:24 pm

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