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Algunas palabras sobre HOLLYWOODLAND de Zidrou y Maltaite (DOLMEN,2024)

Dolmen nos ofrece en la conmemoración de los 100 años de Hollywood, un álbum de Zidrou y Maltaite donde se revisan, sueñan, despiertan y crean las historias de los años dorados de la fábrica de sueños más grande del Siglo XX. Cine, cine, cine.

La empatía de Zidrou y Maltaite, belgas, autores de línea clara, mitos de la Meca del tebeo, la Bélgica (sobre todo la francófona, de Bruselas al mundo) que todo lo llena, todo lo cubre, hacia un elemento tan estadounidense como el cine de los grandes estudios, les permite realizar un trabajo que, a pesar de su estética pop y con el destello último de la viñeta juvenil (pensemos, nosotros, adolescentes de los ochenta, en aquellos tomos de tapa dura de los míticos “Casacas azules”, ambientado en la Guerra Civil norteamericana y los años posteriores), es plenamente adulto, con elementos como el racismo, la inmigración, las adicciones y todo lo que se escondía (o se trataba de esconder) en las esquinas de Los Ángeles.

Y es que lo primero que nos llega es el aroma de la pólvora de la II Guerra Mundial, una Norteamérica agotada, que busca la evasión después tanta sangre… una sociedad donde la homofobia, el alcoholismo y la sexualidad contenida (pero incontinente), aflora una y otra vez. Luces que solo deslumbran durante unos instantes para, después, volver a la mediocridad de la inocencia perdida. El tomo refleja, entre otras situaciones, la despiadada trituradora de carne que era el negocio del celuloide: el denigrante destino de los que no alcanzaban ni los primeros estadios de la fama, la dura transición entre el cine mudo y el sonoro, los primeros avisos de la televisión, medio que abocará a un segundo plano a las salas de cine durante las décadas siguientes… todo entre animales domesticados, elementos analógicos, el rugido real del león de la Metro, mucho whisky, resacas que duran días, contratos leoninos, racismo (eso ya lo he contado… pero es uno de los motores de la narrativa de esta obra magnífica: los negros -con el Óscar de Hattie McDaniel-, los asiáticos -con el fantasma de los campos de concentración a los japoneses tras el ataque a Pearl Harbor-, mexicanos, cubanos que escapan de Batista y no pueden volver por Castro… judíos, comunistas, perritos calientes y cartón, mucho cartón). Quien dice cartón dice pelucas… y esa manera de alimentar a un público necesitado de su dosis de sueños, de su viernes en sesión doble, del estreno que alimenta… con los guionistas generando trajes a medida, seriales básicos, historias esquemáticas que solo arrojan unos minutos de magia. Pero como todos los trucos de magia, con imaginería y lamé. No es dulce, no es condescendiente, es la realidad maltrecha de los tabloides, de las monstruosas corporaciones en forma de estudios…

«Igual que los autores muestran la miseria, también lo hacen con la belleza, innata en el relato de una época de evolución artística, de acercamiento de la cultura a lo popular, por unos pocos centavos y con palomitas y soda incluidas. Cine como lugar de los sueños, el metacine, lo que hay detrás de los focos, la descripción del trabajo repetitivo y agónico, una maquinaria que no se puede detener y que carece por completo de glamour. Pero esos ángeles tienen alas y traen muerte. Por eso las películas, por muy ampulosas, terminan siendo irreales».

La edición de Dolmen recoge los dos volúmenes y un inédito final. En la segunda parte existen momentos mágicos, como el pueblo mexicano construido como un espejo distorsionado de todo lo que el cine ofrece, el abismo de los productores, de los chaperos, los gigolós, la imagen de la edad como una condena peor que la propia muerte para actores y actrices, últimos mitos del Panteón, penúltimos más bien (luego llegarían las estrellas del rock y hoy hemos cambiado a John Wayne por TikTok, cada uno saque sus conclusiones), la ley del silencio, la supervivencia del más fuerte, del que carece en mayor medida de cualquier escrúpulo… paranoia y campos de algodón, la luz de Hollywood permite difuminar por un momento el racismo de la sociedad norteamericana pero solo es eso, un momento, un instante, antes de volver a la realidad, un oxímoron si hablamos de películas… fuck gringos, gafas de 3D (como una especie de eterno retorno, en los cuarenta, en los ochenta, hace un puñado de días). Un libro que captura la belleza artesanal de estas primeras producciones masivas, el verdadero glamour de lo majestuoso: mastodónticos carteles pintados a mano, estrenos que son como bailes de las monarquías europeas, teatros colosales, actores divinizados, impolutos, inmortales.

Pero también, claro, ese resquicio para los cines de reestreno. Que proyectan una y otra vez las mejores películas de esa primera época de gloria. Y, claro, uno, desde la España de 2024, no puede evitar pensar en Madrid, Zaragoza, Ateca… y los años que transcurrían desde que los primeros ojos se posaban en esas historias hasta que las bobinas cruzaban el océano. Pero ese, quizá, sea material para otra obra.

Algunas palabras sobre ANTE DIOSES INDIFERENTES de Iván Ledesma (Dolmen, 2024)

España necesita autores así. Necesitamos terror del terruño, de la regional cortada por nieve, necesitamos más Teruel y menos Providence. Que la despoblación nos mantenga peligrosamente desprotegidos frente a las hambrientas manifestaciones de la tradición. Este libro, Ante Dioses Indiferentes de Iván Ledesma nos ofrece todo eso. Y más.

Porque cuando uno piensa que ya nada le puede sorprender se encuentra con un manuscrito de terror, un regalo para un profesional, para un seguidor de Clive Barker, un heterodoxo del Círculo Lovecraft. Una narrativa multipista: moviéndose por lo cotidiano, las historias breves y ausentes de un pueblo de Teruel, un instante de aislamiento, la lucha entre lo pagano y lo formal… tenemos capítulos superpuestos donde encontramos una operación de encubrimiento, el Gobierno de España actuando bajo protocolos abisales, tenemos psicópatas y esquizoides, tenemos una plaga de ranas. Fuerzas dormidas, teoría de la Tierra Hueca, Julio Verne pasado de orujo, el Mignola de las primeras entregas de Hellboy y de la última A.I.D.P… tenemos esa esencia de libertad húmeda y fungosa que llegará cuando los derechos de H.P. Lovecraft queden definitivamente libres.

El espacio cercano, el rumor de viento que seca jamones, que atrapa entre Orihuela del Tremedal y Valdelinares, entre Roberto Heras y el vampiro Tristán que, con tanto gusto, dio forma Javier Romero. Claro, ahora pienso en el cuento corto que servía de secuela tardía al misterio de Salem´s Lot, ¿Te acuerdas? Se llamaba “Una para el camino” (One for the Road) que aparecía en “El umbral de la noche” de Stephen King. Dientes afilados en una ceguera de setas, humedad y hambre. Unos dioses olvidados, los abuelos de los abuelos de los Titanes.

«Un interino camino de Monreal del Campo, duerme con su mujer, están recién casados. Unas noches mientras él piensa en incorporarse a la rueda que va desde Zaragoza hasta el instituto todos los días. Ella le dice: “llegarán los hielos y las nieves, piénsatelo bien”. ¿De qué hablas, Octavio? En mis reseñas, en mi visita al Motel Margot siempre buscamos un espacio para los recuerdos. Creo que el autor podría situar a alguno de los personajes que vienen y no se van, algunos consiguen escapar, en la Mudéjar, entre capitales de provincia solo hay silencio. Y esos grupos electrógenos, que encarnan como nada el aislamiento. Perderte en Teruel es como hacerlo en mitad del océano. Pero puede que tengas mejor cobertura».

Un ayuntamiento, un cura, dos extraños, los ancianos, siempre esa población envejecida… la homosexualidad oculta, el alcoholismo funcional… más allá del potencial narrativo de la historia está la sensación de autenticidad que es lo que exhala cada página. Nos deja con ganas de más. De un apocalipsis de Mortinatos, de una estirpe de híbridos demoníacos, del despertar de otras fuerzas dormidas.

Algunas palabras sobre Arrowsmith de Kurt Busiek y Carlos Pacheco (DOLMEN, 2023)

La edición de la obra cumbre de la dupla Busiek&Pacheco por parte de DOLMEN es un tributo a la belleza, una deuda saldada con uno de los ilustradores de nuestra vida, el tristemente desaparecido Carlos Pacheco. DOLMEN nos ofrece, en dos entregas, los volúmenes I (“Tan elegantes con sus bonitos uniformes”) y el II (“Tras las líneas enemigas”) de una de las distopías más hermosas e intrigantes de la cultura pop occidental.

DOLMEN nos regala una historia que parte de un punto de ruptura curioso: la Paz de Carlomagno, donde las fuerzas mágicas del mundo se hacen presentes y se integran, en mayor o menor medida, en las distintas sociedades y naciones de la Tierra. A partir de ahí, la divergencia con nuestra línea temporal aumenta con las décadas, con guiños perennes, con recordatorios de los potenciales What if? Y, aunque solo sea por Pacheco, unas atractivas miguitas sobre la naturaleza de la ordenación política en la Península Ibérica. Decir que el mapa que aparece en las primeras páginas de los dos volúmenes podría ser el potencial queroseno de miles de elucubraciones es quedarse corto… Albión y Columbia, Imperios que van y vienen… todo allí, todo perdido, todo detenido en el tiempo tras el fallecimiento de Carlos Pacheco.

Belleza artúrica (nunca es casualidad que uno esté leyendo los últimos tomos del Hellboy de Mignola estos días), el Cáliz Sagrado (que abunda por nuestra geografía, cada uno más falso que el anterior), Columbia y una historia de amor entre el soldado y la enfermera, en la mejor tradición de la narrativa de mediados del siglo pasado. El tebeo nos coloca en un tiempo y un lugar concreto: lo que sería la I Guerra Mundial en nuestra línea temporal, pero aquí, ambos bandos están apoyados por distintas razas y fuerzas de carácter sobrenatural. Recorrer el mapa con el dedo, la valija de piedras preciosas, los materiales que hacen fluir las energías, conocer una precuela, imaginar la penicilina enfrentada a la magia¿Qué lugar ocupa el cristianismo en este mundo donde lo pagano se ha hecho verdaderamente carne? Todo es parte de este enfrentamiento, grises por doquier, fuerzas aéreas, vampirismo, licantropía, tabernas, el punto infernal (y vuelvo a Mignola) que siempre se le añade a los ejércitos de Prusia, de la gran Alemania, ¿y Hitler?

No parece casualidad que se elija ese momento para comenzar la narración: es inevitable volver a Tolkien, soldado y escritor, que construyó su Universo personal tras haber pasado en el 11.º Batallón de Servicio de los Fusileros de Lancashire donde sirvió como oficial de comunicaciones en la batalla del Somme en Francia en 1916 con la Fuerza Expedicionaria Británica. Tolkien soñó con elfos y enanos, Tolkien creó la versión contemporánea de los dragones mientras superaba la “Fiebre de las trincheras”. Y todos nosotros, todos los que nos acercamos a Arrowsmith, venimos con Tolkien bien leído.

Leo la historia y pienso en la última reinterpretación de la I Guerra Mundial en la película SOLO, ambientada en el universo de la Guerra de las Galaxias. Sí, allí el Imperio Galáctico se enfanga (nunca mejor dicho) en una batalla en el planeta Mimban contra los insurgentes locales y el mítico Han Solo acude, como soldado raso, a combatir en una lucha de trincheras que, si uno recupera el arte de la película, verá cómo se construye a partir de un mundo donde la más alta tecnología se junta con el barro y los vapores tóxicos.

«Es fundamental para entender el libro (sobre todo la segunda parte) el concepto las líneas magnéticas que recorren el mundo, el folklore convertido en energía mágica, el dolor cuando uno es apartado de su lugar… es bello y es intenso. Es sumergirse en un estadio ajeno de belicismo, de sociedad… porque uno de los temas fundamentales de Arrowsmith es el racismo. Sí, no solo en la parte de los distintos colores de piel entre los humanos, no: Busiek y Pacheco aumentaron todas las opciones de odio al introducir nuevas razas en la ecuación».

El final del segundo tomo nos deja con la miel en los labios. La muerte de Carlos Pacheco, el mito que alimentó a los jóvenes lectores de Fórum en los años ochenta, dejó la historia inconclusa. Yo, personalmente, prefiero pensar que dejó un mundo abierto para que cada uno construyera su final o diera forma a nuevas historias con las viejas reglas. Son postales pintadas con los mismos colores que se usan para los sueños. Pacheco y su obra, inmortal, alcanza un estadio superior en estos dos tomos.

Al final, cuando cierras la última página, contemplas el penúltimo boceto, piensas en aquellas grapas de Clásicos Marvel, portadas a 150 pesetas o en la edición de “Siempre Vengadores” y no puedes evitar emocionarte.

Porque uno puede asumir el paso del tiempo, saber que la magia se esfuma y acaba, pero a uno siempre le gustaría que genios como Pacheco nos siguieran acompañando en el viaje, que mantuvieran la llama de la ilusión encendida. Bello y más bello. Nutritivo y pasional. No se puede pedir más. Bueno, sí, que DOLMEN ha editado una imprescindible recopilación de esos años de Carlos Pacheco en Fórum y que si tienes como yo los años suficientes para haber vibrado con Italia 90 y la saga Inferno, te encantará.