Algunas palabras sobre You are beautiful&you are alone (Biografía de Nico) de Jennifer Otter Bickerdike

Una vida de belleza y soledad, Nico. Eso es lo que encontramos en You are beautiful you are alone , la biografía de Nico escrita por Jennifer Otter Bickerdikey y editada por Contra. Aquí puedes adquirir el libro. Las páginas recorren su vida, desde la caída de Berlín, la niña rubia que se descubre para Europa, el cine y las páginas centrales y las portadas y Dylan y Brian Jones y Andy Warhol. Pero antes Alain Delon y Ari. Y viajes y anfetaminas y Lou Reed y John Cale. Siempre John Cale.

«Siempre el Super 8, siempre la necesidad de capturarlo todo. Esta biografía de Nico es magnífica, sin obviar los años de The Factory se adentra en las décadas malditas, las décadas perdidas, los años del armonium y el opio, la degradación deseada… ¿puede una flor marchita ser todavía más bella que el sol? Quizá sea la luna, una luna rubia que acaba en el marrón de la muerte impregnando las esquinas».

Es la historia de Nico, la diva que descubrió Manchester antes que Morrissey, la mujer que no conocía tabúes, que hacía conciertos de punk al otro lado del Telón de Acero. Que mezcló cigarrillos y sustancias porque la vida era el camino hacia una muerte seductora. La viola de John Cale como sostén para la última entre los poetas románticos. Ella. Tú. Nosotros. La iguana y el lagarto. Todos domesticados. Todos arrebatados por la primera divinidad del siglo XX y el último referente del XXI. Acompáñenme, escuchen. Beberemos lágrimas y nos fumaremos los recuerdos que dejó entre nuestros papeles. Algunas canciones para escuchar durante el viaje.


¿Y si empezamos en Salou? Sí, en Salou. Cuando todavía vendían tebeos en los kioskos. Cuando todavía existían los kioskos. ¿Cuántos años tendrías, Octavio? Veinte, veintiuno… en un estante había cedés piratas, ediciones tramposas… en un estante había un disco de Nico. Drama of Exile. Tú sabías quién era Nico. Habías leído la biografía de la Velvet Underground una y otra vez. Estabas en la onda. No sabías quién más estaba en aquella onda. La foto de la portada, una canción dedicada a Gengis Khan y, sobre todo, las dos versiones, I´m waiting for the man y Heroes de David Bowie. Tú sabías, Octavio, que Nico no había cantado en el disco de la Velvet ese tema. Lo sabías perfectamente. Y también que nadie podría hacerlo mejor que ella con la canción de Bowie. No acertaste. Daba igual. Tuviste aquel disco en tus manos tres semanas, no podías escucharlo. En el bungalow de tus abuelos no había reproductor de cedés y no te ibas a sentar en el coche de tu padre para escucharlo. Era mejor imaginar.

Tenías una amiga que se llamaba Ana que era rubia y tenía los ojos azules. Ahora no sabes qué habrá sido de ella. Pero era como Nico. Tú no eras nadie. Solo otro lector más de Ray Loriga. Venías aprendido porque te habías flipado con la escena de The Doors de Oliver Stone en la que Val Kilmer se encuentra con Nico (busco en imdb: Christina Fulton, una actriz que tuvo un hijo con Nicolas Cage) mientras suena Heroin de The Velvet Underground.

Un salto de veinte años largos. Un instante. Nico en La dolce vita. Con un candelabro. Pero antes o, más bien, después, la gente pide a Adriano. Sale Adriano Celentano. Y baila, epiléptico. Qué bella Nico. Qué divertido Adriano. Sentados en una habitación de la calle Lapuyade escuchábamos White Light/White Heat, sabíamos que Nico se había marchado. Yo tenía la biografía, la de Jorge Arnaiz y José Luis Mendoza, la de la colección Rock&Pop de Cátedra. Sabía que Nico había muerto.

Mi mujer y mi hijo. Mi hijo duerme. Como me sucedió con Houellebecq encuentro la película sobre Nico en un canal de pago. Nos sentamos y en el catálogo aparece Nico, 1988. Los últimos meses en la vida de la vida de la diva. Esas canciones que son punk, que son gótico, una gira al otro lado del telón de acero. Estoy leyendo You are beautiful&You are alone de manera desordenada. Alemania oriental. El muro. Berlín. Lou Reed lo robó todo. Nos sentamos y vemos la película de una sentada. La arquitectura es tan triste como la historia. Buscar un hueco para chutarse en los tobillos. Trine Dyrholm interpreta a Nico. Una bicicleta al revés, las ruedas no dejan de rodar, el mundo no se parará. La vida es una frágil asesina, mírala caminar.

Le pregunto al crítico musical Matías Uribe cómo consiguió escuchar por primera vez a la Velvet Underground. Me escribe. Es de noche, siempre es de noche.

«Y, claro, el LP de debut de la Velvet Underground, con la bella Nico cantando tres canciones. Censuradísimo en la Iberia bien sumergida de aquellos tiempos. Se editó en 1967, como es sabido, pero hasta 1973 a la Polydor no le dio por publicarlo. Pero, ¡eh!, antes a pasar revista ante la censura… Patada en el culo. El censor, a la sazón, un tal Eusebio Ceballos, según la ficha del Archivo General de la Administración, que Xavier Valiño fotocopió en su fabuloso libro Veneno en dosis camufladas (Editorial Milenio / 2012), emitió sentencia denegatoria por culpa de dos canciones: Venus In Furs y I’m Waiting For The Man. A la primera, la acusó de masoquista; y a la segunda, de apología de la heroína. Denegadas. Y menos mal que la discográfica la presentó, astutamente o temblorosamente, con cuatro canciones menos del disco original, entre ellas, claro está, Heroine, que si no, cierran a la Polydor entera. Así que hubo que esperar unos cuantos años más, hasta la Transición, para que el disco llegara a las tiendas españolas».

«Mas, afortunadamente, algunos tuvimos la suerte de descubrir con bastante antelación a Nico cantando celestialmente y Reed y Sterling Morrison embistiendo con las guitarras distorsionadas. Andorra era el paraíso para redimir pecados. ¡No fueron pocas veces las que peregriné allí en busca de material prohibido o no publicado en España! Aunque no fue allí donde, por fin, pude extraer el néctar vocal de la rubia germana. Casualidad de casualidades, un amigo, por vínculos familiares, viajó por vez primera a Suecia, y casi me faltó tiempo para darle el encargo: “¡Búscame, por favor, este disco, Velvet Undergound & Nico, lleva un plátano en la portada!” No tenía mucha esperanza de que el encargo fructificara: el amigo, aunque beatleniano, no hurgaba en las extrañas escenas de la mina de oro de los discos ni se llenaba la cabeza de rock, y luego había que pasar por la aduana española… Pero, ¡cáspita!, que a las dos semanas o así, se presentó en casa con el LP bajo el brazo».

 

Vuelvo a la época de Ray Loriga y de las biografías. Vuelvo a John Cale. En un cine de Zaragoza veo Antartida de Manuel Huerga sobre un guión de Francisco Casavella. Me compró en una gran superficie la banda sonora. Es todo instrumental, incidental, solo un tema de Jim Carroll, People who died, en la voz de Cale, que también interpreta al piano Antarctica Starts Here. La canción comienza, el primer verso habla de la paranoia de la vieja estrella de cine. María Caníbal, con el pelo rubio oxigenado, la antigua líder de Los Caníbales, podría haber sido una versión castiza de Nico. 1995. Tengo 17 años y todavía guardo la entrada grapada a la crítica de la película que apareció en el Heraldo de Aragón.

Otro salto, ya no sé a dónde voy o de dónde vengo, pero sí que tengo mi colección de discos, uno de Daniel Ash en solitario, el primero de la carrera solista del guitarra de Bauhaus, se llama Coming Down y lo compré en una tienda de segunda mano en Madrid, en el sótano. La humedad era terrible pero la voz de Natacha Atlas el tema Me and my shadow podría haber sido la de Nico. El disco apareció en septiembre de 1990. Ahora estoy en Alcalá de Henares. En la calle principal hay un sitio que venden vinilos, libros y tebeos. Compro uno de Marc Almond. Mi hijo es muy chiquitillo. No tendrá ni dos años. Hace frío pero es época de pandemia. O lo va a ser. O ha sido. Compro The starts we are de 1988. Su cuarto disco solista fuera de Softcell. Hay un tema, y cuando lo pongo en el tocadiscos me doy cuenta de que es uno de los mejores discos de mi colección. Las cuerdas, las guitarras, la manera de cantar de Almond, suena más a Suede que Suede. Pero hay un tema, Your kisses burn y la voz del dueto, la voz de ultratumba, es de Nico. El primer single apareció en septiembre de 1988. Nico había fallecido el 18 de julio de 1988. La historia detrás de la grabación de ese tema da para una entrada, para un libro, para una obra de teatro. Mi padre y mi hijo, el frío de Alcalá de Henares. De Londres a Ibiza.

Nico y Jim Morrison cotejan sus historias en mitad de los sesenta. Pronto serán muertos de primera o vivos de segunda. Tendrán que elegir. Dionisíacos. Del opio a las anfetaminas. Felaciones y alcohol. Habitaciones llenas de aluminio. Andy camina, Andy mira. Andy rueda en Super 8 como si todas las paredes sirvieran para fumarse un chino. Un chino eterno. 1967 es un lupanar, día tras día, mes tras mes. Un castillo, The Castle. En Los Ángeles todo es cartón. Para alguien como Nico que ha tocado las ruinas de Berlin, que ha pisado sobre las huellas de los Nazis, todo parece sintético, de imitación. Todo cartón y plástico, todo polla y coño. No hables así. No soy yo, lo pone en el libro. Si lo pone en el libro es correcto.

¿Hacemos ya la lista? ¿Es necesario? Brian Jones, Alain Delon, Lou Reed y John Cale, Jackson Browne, Iggy Pop y Bob Dylan. Una casetera para que Nico cante como en un primitivo karaoke sus temas en clubes de humo y coñac. Voy a irme todavía más atrás. El monográfico de Vuelo 605 de Ángel Álvarez sobre Lou Reed y la primera parte, cuando todavía está Nico. Ahí, ahí está todo, ángeles negros y envidias. Porque Ángel Álvarez sabía que había canciones que habían sido prometidas a Nico en aquella grabación, bajo la piel de aquel plátano, y se le fueron negadas. 1971 y 1972. Eddy Merckx es el rey de Europa y Nico manda dinero a Iggy Pop para amapolas. ¿Dónde está David Bowie en esta historia? La muerte es una generación ganada a la vida. Pero Iggy sigue.


«Seguimos. Sigo. Rompe Nico el cristal en la cara de los demás. No hay espejo que la libre de la tristeza. Negros contra nazis. Amor judía. Dios que ampara la luz de la jeringuilla. .Aquí hay una monotonía de agujas e insulina. Chutas y candelabros. Alcohol que desinfecta. Jean Seberg se queda embarazada de un Pantera Negra. Jean Luc Godard quema todo el celuloide y huye hacia delante. Será un traidor trágico, como todos los de esta historia. Otra manera de desinfectar».

El 29 de enero de 1972 estamos en el Bataclan. Los rizos de Lou Reed son ridículos. Como todo Lou Reed en esta historia. Pero la versión acústica de I´m waiting for the man es bellísima. En los setenta Nico deja de ser una hoja fina y pierde toda transparencia. A partir de ahora todo será como sacado de una cámara oscura. La heroína debería haberla mantenido en el lado flaco de la historia. Pero esa no es la historia que queremos contar hoy. Solo la enfermedad y Richard Wagner. Coros que son mil redondeces y valientes y centrados. Y llega el harmonium. Y me escribe mi amigo Javier Aquilué, pintor, artista plástico, compositor y cantante de Kiev cuando nieva: El sonido del armonio es muy particular, es como si su solemnidad se apoyara en algo añejo y vulnerable, como si todos los armonios estuviesen un poco cascados. James Joyce definió al armonio como “el pulmón asmático del protestantismo”. Y es que, al depender el sonido de los pedales que le insuflan aire, parece que está respirando.

«Esta característica dificulta la interpretación de melodías muy ágiles, ya que hay un pequeño desfase entre el pulsar la tecla y la aparición del sonido -los armonios indios son otra historia, pero con ellos no puedes hacer acordes. Ese carácter asmático, arrítmico y añejo, como si oyeras cantar a un arcón antiguo, me sedujo desde que empecé a escucharlo muy jovencito, en discos de Tom Waits, de Neil Young, de Nico, de Ivor Cutler, de la Penguin Café Orchestra: a ciegas, sin saber aún qué aspecto tenía, reconocía esa respiración irregular y ese timbre, ni de acordeón ni de órgano. Luego, un día Antxon me llevó a ver el armonio de la casa de su abuelo en Zaragoza, y fue como conocer finalmente a alguien en persona».

Nico entre 1975 y 1978, muere Ziggy y muere Sid. Vive Boy George y Lou Reed comienza a jugar con su joystick como si fuera un muñeco de cera. Quizá sea Siouxie lo único que salve a la oscuridad frente a la luz de los ochenta. Letras y bares. La escasa pericia instrumental de Nico la llevan al armonio. Javier Aquilué nos ha contado ya qué significa eso. Nico vs Siouxie. Todos hemos escuchado que no es el primero que lo hace, que es el primero que tiene éxito.

«Esa es otra manera de llamar a la memoria, al inconsciente colectivo. La adicción de Jane. Todas las que hablan, Candy, Stephanie, Jane. Todas dicen, todas hablan. Cardados frente a pelos lacios. ¿Hubieran permitido a Nico salir en la banda sonora de Stranger Things? Llegar a Los Ángeles y encontrarse con Peter Murphy. Como un monstruo de la Hammer frente a una vampiresa de Polidori».

Los Bauhaus son maquillaje y cartón, cristal de anfetamina y vampirismo de Bret Easton Ellis o de El ansia de Tony Scott. Nico se besa con Mary Shelley. Esa foto sirve de inspiración a Catherine Deneuve y Susan Sarandon. Nos estamos adelantando demasiado. ¿Dónde acaban los setenta y terminan los ochenta? Nico contra los punkies. Los fans recogiendo la sangre que queda en los vidrios rotos. Chutándosela.

«Mil años más tarde estará a la venta en Ebay. En Inglaterra, donde reina el pastel de riñones y el mal tiempo, Nico se enamorará de John Constantine y protagonizará una novela de Alan Moore que nunca será llevada al cine. Nico es EUROPA, con mayúsculas. Berlín, Roma, París y Manchester. John Cale la acompaña por el desierto, siempre hay un instante para detenerse con las anfetaminas y recordar que Cale no es más que un niño galés asustado, adicto al jarabe para la tos. Hacía tanto frío en los páramos que los niños no paraban de toser. Nico duerme en casa de algún admirador. Pasa mucho tiempo esperando».

¿A quién espera Nico? Al camello y a la salida de los aviones, a la llamada de su hijo, al final de las décadas. Solo tienen un armonium y un montón de melodías lúgubres, de letras sobre tactos rugosos y cornisas. Su voz comienza a parecer producto de una homilía. Su hijo, Ari, está oculto para los vivos. Protegido por sus abuelos. Pronto acabará en el mismo charco de láudano. Diecisiete años. Nico y su hijo quieren volver al vientre, como en una cinta de Moebius. Llega Lutz Graf-Ulbrich que la acompañará durante esos años. Vuelo con Javier. Me siento. «De Nico he escuchado sobre todo Chelsea Girl (ni rastro de armonio allí), The Marble Index y Desertshore (estos dos ahítos de armonio). El instrumento y ella eran la combinación perfecta: ambos solemnes y defectuosos a un tiempo, desordenados, trastabillando desde un tiempo pretérito como las historias sobre brujería».

Nico al otro lado del Telón de acero escribe en papelitos, en cajetillas de cerillas, escribe un diario minúsculo para una vida que se desmenuza, como el azucarillo con el que sorbe el tuétano de las amapolas: recuerda La dolce vita y el vino y el coñac de París, su poco pecho, el sabor de un strip tease, el tabaco que le han dejado la piel de reptil, la portada de Vogue, el anuncio de Soberano, los teléfonos públicos de 1963 desde donde llamaba a Alain Delon o Bob Dylan. Peniques por un trago en la media tarde. Amantes de amantes, homosexuales que buscan la perfección física en los estadios, de niña veía a los atletas arios desfilando, perfectos. Solo la conocen los que no la contemplan. El tabaco es el camino hacia la voz ronca. Danny Fields, que aparecía en los libros biográficos de The Doors. The Stooges, los grupos de Detroit, serán famosos con los años. Nico siempre arrastrará un apetito inconcluso, insaciable. Ari será encerrado en una caja de locura y abandono, grotescamente protegido de su padre ausente y de su madre presente.

Hemos llegado a mediados de los ochenta. Nico está en la apertura de la Factory. En Manchester antes de que fuera Manchester. Morrisey, el otro Morrissey de esta historia, de la historia del mundo, la verá caminando por la monstruosa urbe de acero y granito. Mil doscientas actuaciones. En Europa el punk es elegante. No tiene nada que ver con el garruleo norteamericano. En España empiezan con la onda siniestra. Nadie es más fría y más oscura que Nico. Es Berlín antes que Lou Reed. Es Berlín antes que David Bowie y Brian Eno. Es más Berlín que Wir Kinder vom Bahnhof Zoo. En la Zoo Station Bono cantará a La noche de los muertos vivientes cuando los noventa empiecen a caminar. Hace mucho calor en Valencia. Puedes comprar por 19,90 € una fotografía de IZIAR KURIAKI, en el concierto que dio Nico en España en 1988, en la Sala Garage Arena Valencia. Su banda punk se pincha en lugares inverosímiles. Desconocidos en anatomía y localización geográfica. Franco ha muerto. La Movida vive. Pastillas en el campo.

 

New Order ha descubierto Ibiza. Y el éxtasis. Antes lo habían hecho Los Abuelos de la Nada. Miguel Abuelo, su líder, estuvo preso en la Isla en 1979 (En la prisión del archipiélago se dio el gusto de ver a los Rolling Stones desde muy cerca. La histórica banda inglesa tocó en Ibiza por su aniversario y el cantante pudo presenciar el show desde la primera fila del tejado de la cárcel). En 1984 graban su tercer LP de estudio Himno de Mi Corazón en los estudios Mediterráneo de la Isla. Del 3 al 17 de agosto. Además de la canción que da título al disco también se graba durante esas sesiones Lunes por la madrugada. También, con producción de Charly García, los Twist de Pipo Cipollati graban ese mismo año en el mismo estudio Cachetazo al vicio, su segundo LP.

Nico recuerda su anuncio de Soberano. Nico olvida su anuncio de Soberano. Nico empieza a ser como William S. Borroughs, una superviviente. Pastillas y hierbas. Infusiones y opio. Pienso en la canción de Sergio Algora en Tras el francés, Nuez amarga.

Volvemos atrás, antes de la VU, antes de la FACTORY, después de Berlin. Cuando Europa fascinaba a Bob Dylan. El Bob Dylan de gafas oscuras y cuello alto. El Bob Dylan modelo Cate Blanchett. El Dylan que persigue a Françoise Hardy. No estoy aquí. Otra cara de Dylan. Ahí estaba el amor o el sexo. Entre Dylan y Nico. Una canción escrita en Atenas. I´ll keep mine en un esquina. El grano no existe. Saldrá en Chelsea Girls. Nico la llevará grabada en un casete. Me he equivocado, la VU estaba a punto de irse. En la película visten como deberían haber vestido en la Factory.

Brian Jones ha muerto. El stone feo, el que toma bencedrina como si fueran pastillas. Uno de sus últimos discos con los Stones fue Beggars Banquet. Como la discográfica de Peter Murphy. Pronto escribiré sobre ello. ¿Dónde están mis discos de Nico? Quería regalárselos, dejarlos en herencia a mi hijo. Es un pequeño hombre, Brian y mi hijo. Los dos se alejan de la poesía mientras tocan el piano Jones es un lápiz sin afilar incapaz de escribir una canción de tres acordes. Abrumado por la falta de creatividad muere. Nico llora. Nico llora por sus amantes muertos y sus amantes vivos y, a veces, le cuesta distinguirlos.

Coñac Terry. Traje de chaqueta. Un caballo. John Cale pasado de anfetaminas viendo la televisión en España a finales de los sesenta. La televisión se termina, llega la carta de ajuste. Cale sigue frente a la televisión. Nico y él. Él y Nico. Produce los discos The Marble Index y Desertshore antes de terminar la década de los sesenta. He perdido en una mudanza mi ejemplar en cedé de The End, he perdido en una mudanza mi ejemplar de Drama of exile. En este disco no aparece Cale. En 1985 aparece en Beggars Banquet Records (la discográfica de Bauhaus, Dead Can Dance o The Cult) su último disco.

La portada es la belleza. Es hielo que arde en contacto con la piel. Es el disco que todos los góticos querrían haber grabado. Se atreve con un tema, My funny valentine, “el tema” de Chet Baker. Chet Baker sings. Los dos sin dientes, los dos por Europa, buscando el láudano barato.

Antes de morir apunta en el diario que me estoy inventado: “Demasiado Marlene Dietrich para el Swinging London, demasiado yonqui para el Verano del Amor, demasiado orgánica, demasiado arroz para Andy y sus chicos de la Factory, demasiado mujer para ser portada de un disco de Bowie”.

¿Pero queda algo más, Octavio? No debería. Lean el libro. Vivan. Porque la muerte siempre está esperando y siempre trae hambre atrasada y lo único que la mantiene alejada es la belleza, la música, los libros como este.

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