Archivo de octubre, 2023

Algunas palabras sobre Lengua geográfica de Marta Fuembuena Loscertales (2023)

Leo a Marta. La lee Ferrer Lerín. Él sabe la verdad. Él conoce los porcentajes mejor que yo. Una primera parte. Ella. Allí volvemos al terruño, a lo básico: «Granland ha aprendido rápida e inconscientemente/que los escarabajos tienen la fórmula de los caballos». Pienso que todo es combustible, metano orgánico, vida en disolución. Aquel lugar es maldito y es, también, familiar, es tan real como un sueño repetido: «Es posible entretenerse entre las ruinas».

Busca entre la geografía inexacta y encuentra una luz súbita entre las almas, que lucen azules como fuegos fatuos, como fósforos que crecen, pequeños brotes entre la tierra que se desmenuza: «Recordándonos que la ciudad vino para quedarse en nosotros». En la Gran Depresión, unos centavos, sopa para el dinosaurio de todos los hijos de Granland, el demiurgo perfecto: «Marchó al grito para regresar humana». Como aquella historia de una santa india laica Catherine Takakwitha, que en 1963 hizo que su hermano le lanzara tierra y ella buscó entre los osos una oportunidad para compartir el festín. Y pienso en el whisky que se fabrica en Yukón, cristalino y transparente, de un amarillo alma, madre superiora de todo lo nuevo, del giro innecesario y mareante de 360º: «Y la vida es un lugar donde jamás estuvo».

Llegará el enemigo y llegarán los lobos, porque Granland tiene que arder y llevarnos a la boca sus cenizas: «Estas criaturas van a quemarnos Granland/como los flacos héroes que somos». Flores muertas, flores de asesino que exhalan cianuro y monóxido de carbono y, en esa pelea, los muertos son los vencedores. ¿Quién eres? ¿Qué quieres? «Soy la cabra y su leche materna/la torre más alta entre todos los espejismos». Alguien perdido, un desconocido, niño que se resiste a ser hombre. Qué es el hombre, qué queda de él: «Suprimirse la lengua como se suprimen los días», y es inequívoca la lucha, «Permitir que el tiempo te soborne/con la boca babeantemente abierta».

Él es ella o, en realidad, ella es él. ¿Quién viene? La muerte, la vida, él, ella: «Un inundación del cuerpo decreciente». La soledad es una compañera inesperada mientras hacemos tiempo hasta la llegada de la muerta. Vivo y viudo, la bocanada que espero, Marta, es un verso, mañana llega la segunda parte.

En la segunda parte llega el mundo. La carne cruda se está acumulando, bajo mis uñas y en mis lecturas. Los insectos que se quedan atrapados en ella reciben el tratamiento de semillas y ahora son plaga: «A nombrar la palabra ausente/a batallar en ejército/contra lo que se obstina en matarnos». Personajes desaforados, una niña y los alcoholes, susurrada, supurada, destilada. Y el frío que es adjetivo de ausencia: «Lo sé/tuvimos que subir al tránsito frigorífico/para no pudrirnos/solo que de esta forma sacrificamos todos nuestros incendios» Sin ojos no hay más que una noche que sigue y sigue, que se construye sobre palabras, que se queda detenida: «Es cada vez que la ciudad está llena/y nadie responde».

EL final es el tercer acto, el tercer corte, el tercer mundo. Todos usamos vestidos anchos de pánico. Tropezamos en el barro de la saliva ajena. Jugamos, cuidado, en pasillos hechos a nuestra medida y escribimos en el vaho que dejan los ducados de otros poemas muertos: «De este mundo no nos vamos/nos echan».

Un maravilloso e hipnótico libro de Marta Fuembuena, su laberinto enésimo, el más complejo y bello hasta ahora. Cicatrizamos la espera con gusto ante el fuego de Granland, incorporado a nuestro panteón de personajes, de lugares, de ideas que nos permiten el sacrificio. Editado por RIL EDITORES

Algunas palabras (una conversación) sobre La Puta y el Hurón de Martha Luisa Hernández Cadenas

Me siento en un lugar indeterminado. El libro está sobre la mesa. La Puta y el Hurón de Martha Luisa Hernández Cadenas editado por Caballo de Troya. Más cerca de las manos de Inés que de las mías. Le pregunto si abrió por la primera página o buscó el secreto de la solapa. ¿Querías ir predispuesta, amiga? No sé. El título es llamativo. Imagina, Octavio. Al abrir el volumen lo encuentras de nuevo. Primero en el centro de la página. En la hoja siguiente alineado a la izquierda. Es un objeto, un sintagma nominal que se convierte en cartel, que resuena en la cabeza. Y luego. Luego las citas: una de Julián Casal y otra de Rogelio Orizondo. Ellos, desde Cuba, avisan de la dianas sobre las que se va a disparar. La niñez, la ruptura con la inocencia con herramientas con tradición: sexo y alcohol. Pero también poesía y dramaturgia. No te lo adelanto, pero es evidente conociendo la trayectoria de la autora. Versos y teatro encuentran espacio en la novela de Martha Luisa. Muchas de las escenas tienen un poso lírico y otras podría filmarse con una cámara barata o usar unas tablas para representarse. Pero hago trampa, vuelvo atrás, miro la solapa. Aprendo rápido. Artista en La Habana. Definición de hurón (“El súbdito de la Revolución”). La isla como una cárcel con las playas abiertas, nadie escapa, solo queda la furia contra un sistema que oprime, un sistema que aplasta, el peor padre de todos. Ante eso la escritora solo puede enfurecerse, retorcerse y oprimir.

Me gustaría encender un cigarrillo y ofrecerle otro a Inés. Pero recuerdo que ninguno de los dos fumamos. El humo se vería en la distancia y vendrían a por nosotros. No tenemos ni un triste chupito de ron que apague la hoguera. Le pregunto por sus lecturas cubanas. “No sé, quizá Gertrudis Gómez de Avellaneda, que escribió una novela contra el esclavismo y, sobre todo, tenía una manera especial de tratar a los personajes femeninos. Ahora que lo pienso, como Martha Luisa, también escribió poesía y teatro. Y usó el anhelo insatisfecho como uno de los temas de su literatura”. Temas como la lucha contra la Dictadura, la impuesta pero también enraizada. Como todas las dictaduras de largo recorrido acaban pareciendo naturales, casi aprobadas socialmente. “Desde el mismo título. Los cubanos en la novela terminan siendo completamente deshumanizados. Vocablos como parásitos, lacras, gusanos, clarias o depredación omnívora. Los personajes de Pamela y Mary se sienten pequeñas como unas hormigas. La paranoia, el escape, la huida, la sensación de peligro latente. En el texto la relación de amistad como forma de resistencia en las cartas entre Pamela y Mary” Y llegó Fidel y cuando todo el mundo pensaba que sería eterno, Fidel se fue y las cosas no acabaron de cambiar: “De todos modos la muerte de Castro marca un antes y un después, pero al final, como siempre, lo más cercano es lo más importante. Así que cuando el abuelo desaparece… realmente esas muertes son las que recorren todo, aún cuando la novela se centra en Mary. Hay una frase: «No existe otra formas más gloriosa de hacer un duelo que mirar a mi madre y saber que la muerte de Fidel no significa nada». Me gusta la idea de censura de la amiga trans, desde su lucha con el teatro. La idea de Europa como el Paraíso, el futuro. Me habla Inés de la letra R en el libro: “R de Repulsión, R de Revolución, R de rutinaria rabia ríspida runa rana rara renacuajo repinga resinga remuerte»

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Teatro del absurdo de Pandan-Lagl (2023)

El catálogo de Repetidor siempre es una fuente de sorpresas, una marmita en la que bullen los mejores amanuenses, donde la canción pop, la electrónica y el ruido son sustancias o condimentos según el proyecto que se esté cocinando. Teatro del absurdo de Pandan-Lagl es uno de esos discos que me seducen. Es una manera de volver a mis años de oscuridad mal digerida, de onda fría y artesanal. Ser feliz en la polución nocturna de los abrigos negros y las máscaras, el maquillaje y los bajos a lo Peter Hook.

Peter Hook el bueno, el que no parece un hooligan pasado de red bull, cigarrillos y cerveza barata. El Peter Hook del que estamos hablando -y no voy a dar más detalles porque sería una ofensa a ti, que estás leyendo este texto-, es el que inventó los bajos con los que se abre el disco en “La disolución”. Cajas de ritmo sacadas de lo más profundo de la red, arrancadas a los cadáveres de los grupos que no triunfaron intentando copiar a Agrimensor K o Décima Víctima. El salto cualitativo de la belleza es usar un detalle de la catedral de Jaca en la contraportada y un doctor de la peste negra, un disfraz sacado de la mente de Neil Gaiman para Sandman en la portada. ¿Qué es “Lomas del rey” más que una manera de revisar a La Mode ralentizando la alegría de Fernando Márquez y metiéndole unas buenas guitarras al tema? Agitación, comezón, recordar la existencia estéril en “La fiesta del burro”, algo de trepidación, el asno de Nick Cave y la locura de Werner Herzog en “Aguirre, la cólera de Dios”. Después de una oda a la conquista de América con el habitual poso de odio antiespañol, pasamos a la moneda habitual del anticapitalismo. Aquí, en Motel Margot, se respeta todo, mientras la programación sea delicada, se usen metáforas bíblicas y funcione todo sin deseo de llenar escenarios en festivales masificados. Estoy hablando, claro, de “El mesías”

El tema que da nombre al disco, “Teatro del absurdo”, es como una banda sonora sintética, con regusto orgánico, para una obra de Samuel Beckett. En aquel final de partida, la gente vivía en un cubo, como si fuera “El chavo del ocho” pero iban bien surtidos de jeringuillas llenas de medicina. Damos la vuelta al vinilo para llegar a “Treveris”, donde las atmósferas son propiedad de las guitarras y demás instrumentos, una versión vaporosa de amianto, cruzar el océano y escuchar a Los Estómagos y su “Tango que me hiciste mal”. Visiones mínimas en la miniatura de “Un cuento de hadas”, con una instrumentación mínima, esta caja de ritmos maquetera que me pone el alma bastante dura para pasar, del pulmón de acero de Europa, hasta el funk metálico, afterpunk más melódico en “Nachthexen”. Brujas y la gran pregunta: ¿Cómo perdimos Berlín si estaba el Kaiser allí? Desde Friedrich Wilhelm Murnau que pide un tema para una película de brujas, pero se le adelanta Jacinto Molina. Tanto pelo para nada, porque “El sistema ha caído” y me acuerdo que Ian McCulloch y Will Sergeant eran los hombrecitos conejo y Echo, la caja de ritmos. No sé si aquí Lagl o Pandan es una Roland o una Korg. El cierre con “El karma del tiburón blanco”, una canción más pop, como un par de décadas por delante. Seguimos amenazantes, pero la melodía y el arreglo te lo firman ahora Viva Suecia o alguno de esos grupos medio oscuros. Cuida que no lo escuchen, así, descuidados.

El disco, tocado y compuesto por Cristina Arroyo y JC Peña (miembros también de la banda El relevo alemán) se sostiene por una voz notable y el catálogo hipnótico de cinco cajas de ritmos Roland y Korg y un sintetizador Casio MT-68. La parte más técnica está sacada de los créditos del disco, pero si eras joven y oscuro, si creíste en la calle de la fascinación, en aquellos momentos en los que todo estaba tan lejos, en la manera de ser fríos, azules, oscuros, punks con gusto, este disco de redención y enfermedad te encantará. Como a mí.

El camino de Adiós Amores (2023)

Es el disco del año para Motel Margot ¿Cuánto queda? ¿Dos meses? ¿Cuántos discos has escuchado estos últimos 365 días, Octavio? Da igual. Me lo dijo un amigo. Se marchó mi amigo, pero yo seguí escuchando a Adiós Amores. Porque era lo que necesitaba, para ser feliz y olvidar que mi amigo ya no estaba. El disco, publicado por Sonido Muchacho (una discográfica que ha aparecido con mucha frecuencia en este Motel Margot y en alguna de las escapadas de su gerente en su faceta obrera) y Ground Control es el ejercicio más auténtico de metales fronterizos, voces empastadas, reivindicación de la modernidad autóctona, poesía lorquiana, Malaventura de Fernando Navarro, rumba, cumbia negra, tormentas y trompetas. Es tan bello que duele, que te pone el alma dura.

Adiós Amores (Iman Amar y Ana Valladares, con la ayuda de Guille Briales) ya no son uno de los secretos mejores guardados del pop español, son la realidad que se encuentra sonando en el viento. El disco se abre con “Ave Rapaz” con unos metales nutritivos, señal inequívoca de buen hacer, de sapiencia orgánica, para pasar a “Caras nuevas”; con unas melancólicas guitarras acústicas, dominadas por las pinceladas de la frontera, como si el desierto avisara del desembarco de un enemigo, para un viraje magnético hacia el costumbrismo lírico y el primer aviso de unas macarras guitarras twangs. Hay un “Humo negro”, como una Cecilia intimista, como un piano saudade que crece hacia ese “Frente a frente” tan oscuro que sedujo primero a Julio y luego a Enrique, donde Jeanette, más Gainsbourg que France Gall, escupe la canción desde los gitanes que fuman los grandes. Casi hay un reguero de instrumentación industrial que nos recuerda a las malas semillas, esa ambigüedad que masticaba Anita Lane cuando se iba hacia el lado más mediterráneo y partisano de Bella Ciao.

Y claro, «La culpa», el sencillo que repitió amor oscuro, una foto sepia de Nastassja Kinski sobre el piano que es una reivindicación del sonido «Caño Roto» pasada por las actualizaciones, Alonso Díaz da las GRECAS 2.0, una maravilla de pop racial y psicodélico, de Melody’s Echo Chamber o los teclados de juguete de Napoleón Solo. Los violines de “Ese lugar” son un bucle de pop infinito, un tema atemporal que se podría grabar en una cinta TDK de euro-yeyé. Como “El camino”, con jinetes cabalgando en la tormenta, como la vida de Suzi Jane Hokom sin el hombre del bigote, embriagada de tinto de verano, con un vestido vaporoso lleno de arena del desierto. Más violines, más Leone, más Almería y sarcasmo. Y llegamos a la bella “Soleada”, uno de los temas que habían servido de aperitivo, que habían provocado la salivación del oyente, con la elegancia de las vampiresas que rodeaban a Jane Moneypenny mientras sostenía partituras de elegancia en el Londres de Mina Harker, la sensualidad vuelve a acicalarse de metales y con unos coros desmenuzados que son la tormenta perfecta para completar el toque sesentero. Estamos pasando hojas y hojas del grimorio del pop y seguimos sedientos.

Así que cuando llega la “Serpiente” con la pollera colorá, cuando el tropicalismo se transforma en cumbia, entendemos que no hay límites más allá del buen gusto y la belleza, radiantes al recordar cuando éramos jóvenes y creíamos en que Devendra Banhart llevaría de gira a Rita Lee para hacer la mejor bailanta de la historia. Trompeta del señor, cuando no hay señor y sí hay trompeta. Llega una nana, una caja de música efímera y sacrílega, como un xilófono de lágrimas, ahogado entre los rumores del mar, poco más allá que volver al tiempo en el que todo lo que unía a la noche y el día era el verano. “La sirena” es una oración, es Alfonsina mirando al reloj, es todo lo que guardamos en la caja de metal de los recuerdos, oxidada de tanta sal. Breve y cálida, el disco termina con “Canción de despedida”, chasquidos de nubes, frases que te recuerdan otros tiempos, otras canciones, “si la distancia es el olvido”, y un hammond de regalo para el que uno espera volver, sabio y valiente, al mundo que ofrece Adiós Amores.

Una instrumentación perfectamente elegida, unas voces que empastan hasta ser angelicales y provocar el deseo, de llevarnos al pecado y a la química, a la arena y al sabor puro de la sangre, desde un rastro hasta un tianguis, desde Kumbia Queers hasta Lorena Álvarez escribiendo canciones para Soleá Morente mientras envidian los tatuajes sacados de un sueño de David Lynch que luce Mon Laferte. Lole en canto de miel y rumba. Paquita la del Barrio por Calexico, Ixeya, Sandra Mihanovich y Celeste Carballo, Gloria y Carmen en un pueblo vaquero de Almería haciendo las voces de “El bueno, el feo y el malo” para Los Amaya. Se me ocurren tantas cosas y ninguna, en realidad, define en ángulo recto y cuadrícula, el alcance de estas canciones.

Algunas palabras sobre Si las cosas fuesen como son Gabriela Escobar Dobrzalovski

En la profundidad de América. Si las cosas fuesen como son Gabriela Escobar Dobrzalovski editado por H&O. La américa en minúscula, la que habla español, la de los jugos y los pilches, el maíz y el animismo, la América del segundo mundo, donde las familias tienen siempre un barniz de incesto, mujeres de monólogos interiores, que observan porque sus ojos no se pueden cerrar, tienen miedo al sueño, porque el sueño se convierte demasiado fácilmente en pesadilla. El niño, el hermano, el padre, el amigo, el vecino, el retrasado, el autista, el hambriento. La mujer, otra mujer, la misma, con su voz de dulce de leche y cigarrillos. La madre que quiere arrancar su herencia, desea haber traído un sarmiento seco entre las piernas, una bolsa de basura donde esconder a la familia, a su familia. Pero el amor es de una pureza animal, el amor familiar escapa a la humanidad, es etéreo y es cárnico, es trino y pudo haber sido peronista.

Fotos que se revelaban rápido. Fotos que se rebelan lentamente. Unas ya no existen, otras tememos que aparezcan. Porque en el rostro de la tatarabuela está el rostro y la desazón, el fariseo arranque de un demonio, naturaleza sangre, los hombres abúlicos, la herencia andrógina de lluvia y besos, los hombres que nacen muertos, que son secos de piel, que no comparten su piel, que buscan sexo y tú encuentras piel. No vengas. Confórmate con recordarme, Gabriela, yo escribí sobre ti, porque tú escribiste sobre mí. No lo sabes, estaba en Avellaneda, en el otoño de 2002. Un español que se alimentaba de sandwich de miga, que no le hacía ascos al fernet. Me conformo con que me creas, que sepas que estuve, que la tía, tu tía, mi tía, todas las tías del mundo saben que la mejor forma de esconder algo es mostrárselo al mundo. Porque nadie mira. Nadie hace caso.

En la idea de los barrios fantasmales, habitados de pobreza y herrumbre que las dos devora, con los carrillos llenos: antenas, magnetismo desatado, pobres y muertos, el fondo blando del sonido es negro corazón de los insomnes. Zumbido de Tesla como una chicharra. Y los sordos, ¿piensas, Gabriela, que ellos notan la vibración, la habitual onda-corpúsculo, capaz de hacer que cuerpo y mente confundan sentidos? Sentimientos que son un desquiciante vaivén que nadie detiene. La limonada del niño, zumo exprimido sin azúcar, la monedas que no importan, solo te hace falta esperar, ser esperada, santería y animismo. Nuestra es la noche. Ella, Marina Enríquez, es un advenimiento en paralelo al de tu voz, como la de Guadalupe Nettel. Estamos entre alas de avispas, como pequeñas ingestas de veneno al modo de Rasputín, Rasputín del Conosur, odio a la madre, incesto planificado en el Plan Austral.

LA TUMBONA es la madre, la madre que envejece rápido, hasta que su fragilidad permite que cualquier mal pensamiento la quiebre. Quién eres, qué haces aquí.

Y los diarios de la playa, la imitación del idiota, evitar al rijoso, ser idiota para esculpir en su rostro el asco. El mar, el mar que se confunde, el mar que me confunde a mí, español, europeo, el mar de que es plata y que pervierte las estaciones y la temperatura. Punta del Este y Zitarrosa. Cantar en el karaoke de mi noviecita. “¿A qué edad esta madre, cualquier madre, comienza a tener miedo de los amigos de sus hijos?”

«El color parpadeante, el color fosforescente, el color hipnótico del centro. Sacarse el miedo a ser atrapado por los cristales, por los fragmentos del espejo. Solo un padre puede olvidar el cumpleaños de su hija. Porque solo él es padre y solo ella es su hija. Pienso en Kathy Acker: “¿No se puede desear lo que tenemos en la sangre?”

Idiota para escapar del sebo extraño, idiota por la química. Yo, que me atiborro de química y la dejo en mis palabras, escribo, aquí, todas las sensaciones. Estoy desequilibrado. La última tumbona de la Tierra, la última tumbona de un hotel en segunda línea de playa. Una tumbona que cojea, tu mismo, tu cuerpo, el centro de masa. Esperar a que caiga el sol, que deje un lugar vacía: sentirse libre en un living (un living sin personas, vacío)

Playa de porro y necrofilia, de retraso y abdomen. Cuerpo esbelto que se imagina, entre tanto hombre, moscas sin alas sobre el adhesivo de los veranos con fotos sepia. No man´s land, Ella y Laura y un vídeo y un testigo de otro dios, un dios que habla portugués por radio, TV y folletos, como si Dios fuera carioca, como si fuera jugo y vodka.

Cuando quieras terminar con este libro. Andá a por goma de borrar, típex, algo, rasca con ceniza y lija el mapa, sube a un tren las casas y las calles como si fueran construcciones de juguete. Las personas, sus camas, su carne, son portátiles y las distribuyen a otras historias, a otras novelas.

Todas menos La Tumbona

Una propuesta muy interesante en ZgZ

El mercado del libro es un evento abierto por igual a editoriales de narrativa, poesía, ilustrado, cómic; librerías de libro nuevo y libro viejo, autoeditores, ilustradores/as, asociaciones de escritores y cualquier forma de expresión que esté ligada al libro.

El evento pretende dar visibilidad a los autores y a sus obras, pero también quiere dar relevancia a todo el trabajo que hay detrás de la creación de un libro y ofrecerlo al público de una manera amena, cercana y divertida.

Seguimos trabajando en cada edición para que el Mercado del Libro no solo sea una actividad más donde vender y comprar libros sino que se consolide también en una nueva fecha en el calendario para la cultura del libro de Zaragoza.

En el Mercado podremos encontrar participantes habituales y nuevas incorporaciones, ya que en esta edición hemos reunido a 25 participantes. Las editoriales que vienen son Jekyll and Jill, Hola Monstruo, Taula Ediciones, Pintacoda, Rasmia Ediciones, Libros del Gato Negro, Revista Adoquín, Akane Editorial, Cómics Paralelos, 1+1=11, Onagro, Kilikids Editorial o Malavida.

Las librerías que asisten son Librería Central, El Armadillo Ilustrado, La Montonera, Picaraza Shop o la librería de segunda mano Tabook. Viene también el Estudio Ductus con su marca de encuadernación y obra gráfica Extinto Cuadernos y las ilustradoras Ester de la Piedra, Ninuk y el fanzine Unicornios Estampados.

Nos acompañan esta vez un nutrido grupo de escritoras y escritores; Alix Rubio, Cris Bernadó, Anne Aband, Ana Belen Mena, Javier Sancho, la Asociación Cultural Zaraletras con Isabel Esteban, Sofía Parra, Sara Fernández, Diego Cebollada, Belén Franco, Sara Barraguer, Sonia Pavón, Tricia Ross, Luis Pisa y Pilar Guzmán; y la Asociación Literaria Singular con Cristinica Gómez, Almu Bree, Trisurko, Leo, Cristinica Gómez, Miguel Gardeta, Héctor Bellido y Alfonso Carrasquer.

Esperamos que el Mercado del Libro no sea solo una actividad más donde vender y comprar libros, sino que termine consolidándose como una nueva fecha en el calendario que sirva para mantener la ilusión por la lectura. Tendremos diferentes actividades como cuentacuentos, talleres de dibujo y cómic, presentaciones acompañadas de música en directo, manualidades de Harry Potter por la asociación Felix Zaragoza, taller de creación de cuadernos y la charla ‘Vivir de escribir es posible’, entre otras cosas.

Este mercado está impulsado conjuntamente por la librería El Armadillo Ilustrado y la Asociación Hoja de Ruta 80, que organiza el Mercado del Cierzo o el Mercado de los Porches.»

«El último fin de semana del mes, los días 28 y 29 se celebra la cuarta edición del Mercado del Libro de Zaragoza. Se realiza como en las ediciones anteriores en el local de la calle San Pablo 59 de Zaragoza, un espacio de más de 600 m2. Estará abierto de 11 a 14 y de 17:30 a 20:30 ambos días.

Algunas palabras sobre Garravento de Álvaro Cortina (2023)

Garravento es la culminación de un diagnóstico equivocado, un baile de máscaras, de un delirio narrativo basado en la destrucción cáústica del espacio y el tiempo. Personajes extraídos de una España de bruma intelectural y motores de explosión. Cetrería, arte contemporáneo y ufología. Garravento es una novela bendecida por importantes oráculos como Enrique Vila-Matas y, sobre todo, Luis Alberto de Cuenca. Un texto con afinidades medievales, tránsito de soneto y discurrir de road movie. Eremitas analógicos sumergidos en el conflicto, capaces de provocar la disrupción física e intelectual a través de las redes sociales. Garravento de Álvaro Cortina es un homenaje al extrañamiento, a la elegancia monacal de Francisco Ferrer Lerín e, incluso, la humorada isleña de Siniestro Total. Dotados de nombres extremos, de belleza calculada, personajes que nos hacen sospechar de la realidad, de la entrada de lo que hay más allá. Babelia y lecturas avanzadas, suplementos dominicales de envarados críticos y fuleros autores frustrados atrapados en una maraña de reseñas. Pero la verdadera crítica se hace desde el anonimato del blog.

Todas las novelas del mundo llegan a Zaragoza. Aunque no pasen por ella. Calatayud, hijos de padres mayores, hijos sin autonomía, sopa y coñac, traducciones, ediciones, bisoñés, arte contemporáneo, parejas blandas, crueles, escandinavos alejados en ínsulas que desgarran la Costa de la Muerte. Un tren, un fraseo, un misterio trágico, niños y abuelos, personas de paladar exquisito, ajenos a cualquier cultura popular.

Álvaro Cortina dota a sus protagonistas de nombres extremos, de intelectualidad soberbia, de envaramiento crónico. Y es por eso que existe algo de belleza oculta en el diagnóstico de la irrealidad descrita por el autor, capaz de utilizar una arpía como ayudante en su función de demiurgo gamberro en la gestión de la historia. Así, tras demostrar que si las reseñas no hubieran sustituido a las críticas, el número de aneurismas entre escritores seguiría creciendo exponencialmente, presenta la minuciosa descripción de un viaje, de una venganza programada, con hedor a carne cruda y cuerpos de cera. Desde Zaragoza hasta Madrid, pasando por Sevilla y las perdidas islas Sigargas de la Costa de la Muerte en Galicia, Florinda, impregnada del vengativo sustantivo heredado de la Venecia de Lucio Fulci, enarbola una máscara de hockey adquirida en el Decathlon de Fuencarral. Peluquines bilbilitanos, manos blandas de tratantes de arte contemporáneo, lugares de tempestad y tradición, todo se mezcla en Garravento, donde el tiempo se mueve en distintas direcciones: acelerado por el odio, ausente y contemplativo entre la galería de personajes ilustrados.

Culmina la pandemia con una España salida de la limitada imaginación de Jiménez del Oso. La provocación ya solo existe cuando la literatura ácida es capaz de hacer frente a la falsedad de los agradecimientos universitarios, a los artículos de novela avanzada en un despliegue faraónico. La Galicia consumida por la tradición, la tempestad, el mal tiempo, los viejos comercios y los lugares tradicionales de Madrid. Sigarg es Ragnarr, con un poco de paganismos, demasiado animismo, verdiazul y grisalla como palabras fundamentales. Relaciones humanas, talleres, hermanas, madre. Móvil de un muerto. Si juegas con una harpía, al final o devoras las páginas o ellas te devoran, todo, en el aire, queda cubierto de sangre, vísceras, hojas arrancadas y alguna pluma, demasiado liviana como para descender y dejar marca. Marca o pista. Cetrería de personas, de maniquíes, entrenamiento social que se confunde con el de la caza, por eso, tras la humorada y el giallo, tras Lucio Fulci (ya antes lo he nombrado, soñando todavía con un director cut de “Dawn of the dead”), los Bava o el Argento: Aria podría ser la protagonista para el regocijo del respetable.

El muerto, el marido, el móvil, el celular, que se mantenía encendido, con la clave conocida, para poder responder con rabia a las llamadas falsas de preocupación. Recordamos otra vez a Bava y Argento, el reflejo del cuchillo de cocina. Lleno de sangre. Como una garra. Pero, ¿y si todo es parte de la imaginación? ¿Dónde está la autoría, la marca fehaciente de lo que estamos haciendo? Aves, tecnología, Madrid sin cobertura, Madrid Rodeada de un campo magnético que guía a las aves asesinas. Venecia. Todavía más fuerte el vínculo con el Giallo. (Amarillo, todo mentira, italianos con nombres yanquis, para ser más aparentes). Kant y los extraterrestres, una sonrisa burlona, una literatura de alto calado.

Piensa en los contactados de Tarrasa, cercanos a UMMO, con un trocito de papel en el bolsillo, donde el suicida deja manuscrito: Los extraterrestres nos llaman; pertenecemos al infinito. WTKS 88. Pero en vez de Tarrasa llegan ertzaintzas dispuestos a ser hombres de negro o Rasdi & Amiex. Crash test for Dummies. Hablar demasiado de cine no es correcto, Octavio. Esta es la revisión larga, pop, agreste, propia de un estudio de cuatro pistas, con casetes TDK, la otra, la reseña, la habrás leído hace unas semanas o meses, qué sé yo.

Como Jason y Michael. Máscaras africanas como en la BBC relatando el Día de los Tríferos. ¿Cómo puede un escritor describir con maestría los procesos de entrenamiento de la cestrería y sumergirse en la filosofía comparada de Kant y su pasión por la ufología? ¿y cómo no nos hace dudar si todo es mofa= Descripción escrupulosa. SABER

«Decreto, en esta reseña, con este libro, el final de la METALITERATURA. Aunque yo siga escribiendo sobre mí en una novela que nunca se termina y que debería estar escribiendo mientras escribo esto. Que nos pille a los mediocres confesados Cuerdas y pieles y poleas, Leonardo Da Vinci castizo, ingeniero de explosión y taller, chapa y pitura. Heavy. Florenza y sus cuartos cetreros».

Un escritor que es capaz de pasar de los mecanismos del asesinato irónico de Edgard Allan Poe, con el componente animalista de “El misterio del cuarto amarillo”, mientras deja caer procesos de doma de aves rapaces y enumera paralelismos entre Kant, la ufología y los platónicos. Aquí la humorada crece, la voz en off, con un cierto toque divino, de Félix Rodríguez de la Fuente, no sabes si es un entretenimiento, o en un ejercicio de narrativa compleja, donde los personajes, exabruptos, son simples comensales o parte del festín, que es todavía peor. El final con Abba, con la alucinación, con la realidad mezclada con la ficción. Todo es ficción porque es una novela. El instinto animal se impone, derrotando a la infantilización que humaniza las especies salvajes.

Las islas gallegas, con una descripción precisa entre el abandono y el aislamiento, cetrería, una manera manera de plasmar una temática aparentemente trasnochada con una escritura sublime. El desarrollo descriptivo que mezcla la realidad con una situación que frisa el extrañismo (por no incluir desmadre en una reseña formal), ¿Cómo es posible cruzar Lady Halcon con una película de venganza de Tarantino? Recorrer un círculo íntimo. Hamlet y Shakespeare. Entre el ambiente brumoso de amistades secretas. Sociedad secreta que aún conteniendo todo lo analógico se dedican al anonimato venenoso de las redes sociales. Pesos, sangre, cuero, muerte, carne podrida, un aragonés, un zaragozano de Calatayud. Dueños del Fractal. Provocadores del arte contemporáneo. Traductores, editores, distribuidores.

Decretando, con valentía, el final de la metaliteratura -que nos pille a los mediocres confesados-, Álvaro Cortina, con Garravento, es la enésima muestra de la capacidad de JEKYLL&JILL y su editor Víctor Gomollón, donde el continente y el contenido superan la apariencia hermética para sumergirse en una sucesión de islotes rebeldes, humorísticos, profundos y atemporales, que permiten al lector avanzar hacia un estado privilegiado: acercarse al catálogo de la editorial sin examinar temática o autor, simplemente sabiendo que la selección previa les suministrará un robusto y nutritivo entretenimiento literario.

Carrera de obstáculos de Lord Malvo (2023)

Una vez más Lunar Discos nos ofrece un apetitoso proyecto de punk pop generacional que hará las delicias de las nuevas olas de amantes de las guitarras y las armonías vocales.

La apertura con “Matrícula azul” un sonido juvenil, desarrapado y hambriento, con un análisis social funcional y brillante, con juegos vocales que recuerdan a los primeros, Lori Meyers, cuando querían ser más Brincos que los Brincos. Al final todo es pop, todo es vida. Seguimos con “Carrera de obstáculos” un centro de 27 segundos directo a la cabeza, tuiteros, Larios y un buen colocón. Hoy se sale, pero son las redes las que convocan: nunca más te sentirás solo en la ciudad. Coches para jugarse una vida corta con percusión y guitarras. Todavía son bellos, todavía tienen sed. Casas de padres, veinte euros en diesel, tienes que tomar una decisión, yo ya he tomado la mida. Como la vuelta a los orígenes de Carolina Durante, como unos Nikis domesticados por dos décadas de cambios que nos han dejado igual. Me gusta un disco que tenga una canción que se llame “Costa brava”. Pienso en toda la capacidad pop que tenían Sergio y Fran, Fran y Sergio. Bajamos en un medio tiempo romántico, algo de calor carioca y un subidón ochentero, como si volvieran a juntarse los Mamá. Te espera el Metro, te espera la vida, todo sigue igual, con teclados bellos y secciones rítmicas bien tocadas. Estrellas que nos roban las novias. Así que solo nos queda convertirnos en supernovas.

Hay un amago de oscuridad en “Socialdemocracia”, con un millón de años de distancia se huele en el ozono del aire breves retazos de Poch y Alejo Alberdi, en la guía y en el listín, con esos sintes y esa batería cavernaria. Para volver a la brillantez entre la Habitación Roja y los Nacha Pop con “Plateado”, guitarras cristalinas y el perfil actualizado, si nombras Noruega yo nombro a Jorge, eso es plan, eso es un trato. “Niños tristes” es un salto hacia la caja de ritmos que queda muy pintón, gusta apartarnos de lo orgánico que manda en el disco aunque sea un breve instante. Sustancias tóxicas y coros y una voz femenina, una voz que es angelical y trae azufre. Eso me gusta, porque al igual que “Apuñala la rata” la variedad de esta simplicidad aparente en lo lírico me regala un recitado que hace remontar el disco en su parte final: vuelvo a destacar las guitarras y el trabajo de la percusión. Sin ser experimental no parece copiado ni escuchado hasta la extenuación. Original.

Cerramos el disco con “Rey de Castillo”, un montaje de manual, una nueva generación de LinkedIn, que hace que las metáforas sean generacionales, MVP y Real Madrid, juegos de voces, primera división para terminar con unas preciosas guitarras acústicas de despedida, bajos pulsados con rabia en la despedida, una nana antes de dormir, una noche que se enciende, un día que se apaga, el piano, la voz desconsolada, se nota que la banda sabe cómo ordenar un disco, vienen estudiados. Es el final, es “Un regalo”.

Algunas palabras sobre Trinity, la historia gráfica del Proyecto Manhattan de Jonathan Fetter-Vorm (2023)

No voy al cine, pero leo, leo Trinity, la historia gráfica del Proyecto Manhattan de Jonathan Fetter-Vorm editada por Big Sur. Es un libro magnífico, sus viñetas, evocadores, juntan el blanco y negro, la teoría y la pasión, el pitillo de Oppenheimer, la realidad de la guerra. Una carrera donde el primero sería el asesino y el resto las víctimas. Pero todo/nadie quería estar dentro de aquella caja de Erwin Schrödinger. El pasado 22 de septiembre publiqué una columna en el Heraldo de Aragón. Era una columna política, aquí solo hay emociones y la destrucción erótica de la muerte.

En las primeras páginas repaso mis clases de física y química de BUP. El modelo de Bohrn, la teoría atómica de Rutherford, los neutrones de Chadwick, el matrimonio Curie fotografiándose los huesos unos años de morir de leucemia galopante. El blanco y negro de Robert Oppenheimer, camino de Los Alamos, fumando, siempre fumando. Todo era muerte. No había futuro. Es curioso que nos hemos encontrado un verano de Barbie y de Oppenheimer.

Escucho y recuerdo la canción de Domador, su versión maqueta, Proyecto Manhattan. El destructor de mundos. Antonio Romeo, su letrista, era un poeta pánico siempre al borde de la apoplejía lírica. Música rock para el fin del mundo, como el mal inglés de Enrico Fermi, asustado por los resultados de las ecuaciones. Mi admirada Silvia Grijalba está en Albuquerque. Escribe por las noches con el fantasma de William S Burroughs y la lumbre de Oppie.

“No arrojarás una bomba atómica ni la cagarás en primer lugar”. Sí, le hablo a usted, Dr. Robert Oppenheimer (conocido como “Oppie” por sus amigos). Si tienes un átomo por amigo, tu único enemigo es un fiasco. Cuando Oppie escuchó las buenas noticias sobre Hiroshima, dijo: «Gracias a Dios, no fue un fracaso». – ¿A qué Dios le estás dando gracias por Hiroshima, Oppenheimer? Y Harry Truman dijo: “Dios nos ha dado la bomba atómica y nos mostrará cómo usarla” – ¡Oh Dios! dijo William S Burroughs

Nuevo México y los Álamos. El periodo de semidesintegración. Los problemas de física de COU, resueltos con ecuaciones logarítmicas, siempre con Nepper, con un número irracional. Un número irracional es la metáfora perfecta para la explosión en cadena, el número de choques, los granos de arena de la playa. El silencio de Hiroshima, decía en el tebeo el encargado japonés de telecomunicaciones. Como si ya no hubiera nada.

Lo cíclico de la muerte. Leo el Ragnarok de Hellboy. La humanidad se esconde en las cuevas, ahí esperará renacer o, al menos, competir con las ranas mutantes. El isótopo de uranio es la pila del despertador de Cthulhu: Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn“En la morada de R´lyeh, el difunto Cthulhu espera soñando”. El modelo de Rutherford terminó siendo falso. Pasamos de lo estático a la función de frecuencia. ¿Dónde está el electrón? No podemos saberlo. Tenemos un número, una probabilidad. Pero probabilidad no es certeza, es un sucedáneo fungente y mohoso.

Y en las noches de pesadilla, el hijo de Enola Gay busca las pastillas que lo hagan dormir definitivamente. Y Oppenheimer vivirá denunciando que el titán que le obligaron a desatar de la profundidad del universo podría acabar con la humanidad. Y había más titanes en el fondo del abismo, centro de la tierra hueca, del queso lleno de radiación invisible, de muerte silenciosa. Viejos ejemplares de “El hombre en el castillo” de Philip K. Dick repartidos por Hiroshima y Nagasaki, por orden del Emperador del Japón, Dios en la Tierra, deseoso de extrapolar su sociedad medieval a todo Occidente, a todo el mundo. Alan Moore y el reloj del juicio final, puesto ahora en marcha sin su permiso. El Doctor Manhattan tatuándose el modelo de hidrógeno en la frente. Marguerite Duras escribiendo Hiroshima, mon amour, con los planos en gris, con el grano casi purulento de un amor intoxicado.

Podríamos devolver el fuego a los dioses, podríamos quemar carbón para producir vapor y ducharnos con agua fría todas las mañanas. Todos los grises del vuelo del hombre gordo deberían ser considerados, pero no olvidar que la sangre que empapa las manos de los contendientes en cualquier guerra no se puede medir de manera cuantitativa. En el tebeo de Trinity nos embarga el pánico, ver cómo se abren y se cierran las fauces de la bestia: primero exhalan, luego inhalan, o viceversa, da igual. Durante unos segundos invierten según su disfrute las leyes de la física. La bomba atómica arranca a la vez las páginas de los libros de poesía y de los de ciencia. Y todo arde, como la piel, desprendida en un ejercicio de repulsa hacia la vida.

No niego los grises del vuelto del Enola Gay. El mismo Oppenheimer vivió denunciando que el titán que le obligaron a desatar de la profundidad del universo podría acabar con la humanidad. Pero, por favor, no olvidemos que la sangre que empapa las manos de los contendientes en una guerra mundial no se mide de manera cuantitativa. Y sí, claro, prefiero que los norteamericanos ganaran la guerra.

Fase Lunar de Estado temporal (2023)

El LP de Estado Temporal editado por Lunar Discos recoge un trabajo concienzudo del mejor pop independiente español de las últimas décadas. Hay resuellos del Sr.Chinarro más oscuro, guitarras y fraseos sacados de la mejor Habitación Roja (escuchar el primer tema del disco “Y tendrá tus ojos”, emotivo sin cursilería) y, por supuesto, esa acidez del sur: Estado Temporal, proyecto formado por el vocalista y letrista Francisco Naranjo, el productor Fernando Zambruno (alma del proyecto instrumental OjoFuego y productor en discos de Maga, Victorias, Derby Motoreta Burrito Cachimba…) más las baterías por David García (ExMaga, Lobisön).

“Muchos héroes, ninguna victoria” es puro Echo and the Bunnymen y la contundencia percusiva de “Tres fuerzas colores” más el espinazo de electricidad de la guitarra resultan profundamente nutritivas. “Pero no para mí el infierno” tiene un comienzo juguetón, casi una ensoñación, que nos describe el abismo a base de susurros. Nos vamos más atrás en “Error natural”, fácil comparación con la zona intermedia donde conviven Ian Curtis y William S Burroughs. Ni un ápice de comedia, más bien desesperación. He escuchado mucho a Leone o a Pape, bandas que siguen en lo más profundo del aguijón, inoculando el veneno de esto que se llama vida. El cierre, con “Pregúntale al polvo”, es un Cantábrico de emociones, con un teclado afónico, monótono, allí donde los hombres se enfermaban de triquinoise, fácil o difícil, hemos venido a jugar y no tenemos libro de instrucciones.