Algunas palabras sobre LOS RODRÍGUEZ Sin documentos de FOUCE, HÉCTOR / DEL VAL, FERNÁN (Sílex Ediciones,2023)-primera parte-

Desde Sílex ediciones se lanzan a la aventura arqueológica, pop, necesaria, de recuperar la historia detrás (y delante y, sobre todo, dentro) del capital disco Sin Documentos de Los Rodríguez. Con la mano exquisita de Héctor Fouce y Fernán del Val, se analiza la situación histórica que provocó que la banda hispano-argentina redefiniera un cambio de siglo a base de multitud de electricidad especiada. Desde otra mirada, desde los ojos subjetivos de los distintos huéspedes del Motel Margot vamos a recordar qué pasaba en la piel, los pulmones, el corazón y, a veces, la nariz, de los duendes que poblaron el alma de aquellos genios y cómo influyó en su carrera posterior, tanto grupal como solista. Vengan con nosotros en este viaje, en este recuerdo.

Con un Calamaro dispuesto a volver a la Argentina. Con unas maquetas en cintas TDK. El horno todavía está caliente en Buenos Aires y, además, los tiempos de los apagones en los estudios Panda parecen haber terminado, Alfonsín ha sido sustituido por Ménem (una pequeña errata en el libro sitúa la fecha en 1999, cuando, evidentemente, son diez años antes) y estamos en los años de la paridad, la falsa sensación de euforia. Fito Páez, el tecladista de Charly, con una irregular carrera solista como la de Andrés ha vendido millones de discos con “El amor después del amor”. Andrés graba su parte vocal en “La rueda mágica”, con García al lado. Se da cuenta de que los solistas funcionaban, el Plan Austral moría, los dólares, las pesetas, el peso. Fito y Cecilia se gastaban cien mil pesetas en una tarde comprando ropa sin salir del hotel.

A Calamaro, tras los años en el rancho de Ariel en el mejor barrio de Madrid, comiendo pasta, ligando con muchachas de Malasaña, ejerciendo de Peter Pan castizos, le empezaba a cansar. Se daba cuenta de que en España no había estrellato. No había estrellas del rock. Y él quería trajes de Armani y quería Nueva York y Miami. Quería el sushi y el champán con el que calentaban Cerati y compañía antes de ponerse duros con la Merluza. En la valija, acabada la relación con Pasión (discográfica de la que hemos hablado mucho en Motel Margot, por su magnífico catálogo, desde Más Birras hasta Antonio Vega y con el olfato de publicar el primer LP de la banda, “Buena suerte”) buscan su sitio.

Como confiesa Andrés a Nathy Peluso: “Éramos demasiado viejos y demasiado yonquis” y ella se ríe, a lo que Calamaro añade la coda: “Cosa que era formalmente cierta”. En Pasión las adicciones estaban presentes, pero los noventa no entendía de confrontación puritana. Pero Alfonso Pérez, que había vendido DRO a Warner, pero seguía siendo el tipo que levantó GASA, que le hizo el aguante a Corcobado, que escribió letras para su mujer en Esclarecidos, que tenía a un miembro de Alphaville sentado junto a él en el despacho, recibe la cinta del mánager el día de antes de Navidad (ojo al guiño con la canción “Parte del aire” incluida en el disco “La, la, la” que grabaron conjuntamente Luis Alberto Spinetta y Fito Páez en 1986).

Todos conocen la historia, de Alfonso Pérez, la cinta, las compras, el contrato, el cara a cara con Warner, de aquí no me bajo. La mañana del 24 de diciembre. La valija de Andrés, Aerolíneas argentinas. La maqueta, la maqueta de “Algo se está rompiendo”. Una demo que ya suena a canción. Las Grabaciones Encontradas, el Hornero Amable. Y toda la mitología del disco, de la historia, tiene su momento cumbre en el encuentro de Ariel, Andrés y Alfonso en Café Gijón, donde Francisco Umbral protegía su perennemente irritada garganta mientras atravesaba Madrid, hambriento de cuchillo, manzanas y leche. Un disco gestado en el Café Gijón, un disco robado a Buenos Aires.

 

Es un disco largo, excesivo. Tiene canciones de verbena. Pero canciones que no te da vergüenza pinchar en un garito. Tiene canciones rolingas con letras de segundo de la ESO firmadas, normalmente por Ariel (que siempre ha estado mejor acompañado de Makaroff) y tiene canciones oscuras, las primeras y lúgubres, de moteles de Sam Shepard, de ideas de Ray Loriga, de revisiones del Madrid de Moris (segunda errata del libro, creo que el apellido de Moris es Birabent, la dos con uve, y lo sé porque su hijo viene a España en 1997 y se queda hasta el 2000, recordando sus años de adolescente, cuando la ciudad no tiene fin), más cercana a la oscuridad de ese Antonio, de Javier Corcobado, de la calle Pez -que vendrá después de Hortaleza. Porro y otras cosas, las discotecas de Alaska, el éxtasis, la merca, los Burning y Gabinete Caligari. Y nada de fumar chinos por parejas. También, claro, Daniel Melingo (que había sido una parte de los Abuelos de la Nada y andaba ahora haciendo electrónica con Fangoria y Lions in love con el otro argentino, Pablo Guadalupe)

Tengo tres versiones de Sin documentos, la primera es la original. La segunda es la que salió con la revista española Efe Eme, que tiene cinco temas extra, en vivo, grabados en Las Ventas, de un show tres años posterior al disco. Y la tercera es la del año pasado, con dos bonus tracks y todo un disco extra, con otro show en Las Ventas, pero completo, y de la misma época. Algunas grabaciones de ese recital ya habían aparecido en el disco de inéditos del compilado Para no olvidar, así como uno de los dos bonus, Hablando solo, de Ariel Rot, que formaba parte de aquel demo y cuyo título terminó bautizando su primer disco después del grupo. Cuando te has ido, el otro bonus de la edición aniversario de Sin documentos –firmado por Calamaro/Rot–, había asomado antes, en Hasta luego, el compilado editado justo después del anuncio de la separación.

Vamos a repasar las canciones, vamos a profundizar en Sin documentos:

«Pequeño salto mortal» : Se abre con un tema de cariz estoniano, con un piano de esos que bordaba Ian Stewart, aunque nunca lo acreditaran de verdad. Asado y cuero, la pequeña argentinidad al palo. Honky Tonk Woman, siempre funciona, para el directo, con Ariel Rot en la composición. Ya se habla de que los temas se componen por separado y si llevan la firma de los dos es porque uno trae la melodía y el otro trae la letra o se montan en el estudio. Lo mejor los coros del final, las guitarras de rock clásicas de los noventa, riff y más riff y unos pocos metales. Doblar, triplicar las voces, que en los directos se mantienen. Queda claro que Ariel todavía está, que sigue y sigue, sirena y vehículo.

«Hasta que el sueño venga» Aquí tenemos el primer tema que perdurará en el tiempo. En el panteón de Calamaro el maestro Bob Marley está tan presente que si uno bucea entre discos oficiales, directos, directos piratas, grabaciones encontradas y distintos olvidos, puede encontrar hasta una docena de versiones, más o menos terminadas. Se puede hacer una mixtape con los temas de Bob Marley revisados por Calamaro en directos, grabaciones olvidadas, piratas o momentos de oscuridad tóxica, pero me guardo el registro para cuando Sílex me encargue el libro definitivo sobre Calamaro. Ese rollo dub, ese tema reggae, que funciona en Argentina, desde los primeros Sumo hasta los Pericos, va creciendo con un romanticismo alto, con un piano real, guitarrazo a guitarrazo, envolviéndose en humo a partir del minuto dos treinta, cuando la pieza se pone pesada, tóxica, Tom Waits, Manal, la guitarra de Rot que arde, el piano se va por escalas de blues, y el misticismo de Jamaica se va al sur, con un fraseo, una cita, de Camarón: “Soy Gitano y vengo a tu casamiento, /a partirme la camisa, /La camisita que tengo”. Es la canción más narcótica del disco, silencio y metáfora. Los Rodríguez de porro y cerveza. Pero avisan que la plata está por llegar, la manteca fundida (¿quién la asó?). Llegarán los momentos de la merca y el lexatín, de Fito y Andy. Pero la pregunta sería: ¿esperas ella mor o el efecto del ansiolítico? ¿Comes techo o burbujeas el aluminio? Andrés, que estará años después muy cerca de Juan Moneo «El Torta», se pone Jerez como se pone Las Ventas. Sabe lo que tiene que saber.

«Dulce condena» : ¿Quieres un sencillo de éxito? Pues te voy a dar varios. Te voy a dar esta dulce condena y te voy a dar alguno más. Veníamos de levantar el vuelo con Fabi, Fabiana Cantilo, haciendo el aguante con “Mi enfermedad” en 1991 y, además, luego grabaría en 1997 este tema para su grandes éxitos. Fabiana Cantilo, guitarra y voz, las mejores piernas del rock argentino, corista de Charly, el amor antes del amor de Fito, descubrió hace unos años que había habido besos y vaso con Andrés en algún momento entre Andy Cherniavsky y Mónica García. Antes o después, “Cada corazón merece una oportunidad”. Perdida sola en mitad de la ciudad. Uno, dos, tres en la ciudad. Juntos, en el Gran Rex, los veremos cantándolo.

«Sin documentos» ¿Qué se puede decir de este tema? Todo se queda atrás, las palmas, el ventilador sorpresa de Julián Infante, al que uno no se imagina en la calle La Cera, repito, las palmas, qué punto canalla puede ser en el que se cortan Keith Richards y el Tío Toni. Germán, en la percusión, evita el cajón y se va por el rockabilly, la batería mínima y tocada de pie. Andrés registra en directo en Made in Argentina de 2005 y su doble entrega en vivo, junto a Bunbury en la gira Hijos Del Pueblo y el live Pura Sangre de 2014.

«Na, na, na» : voz solista para Ariel. Una especie de rock básico, militar, una letra de primero de la ESO, como mucho aquello de “Señal, te llevaste mi dinero, te llevaste el material” que ya había usado Sabino Méndez en “Todo el mundo ama a Isabel” y usaría Calamaro con la ceniza y el cenicero en “Te quiero igual”. La demo de 1985 cuando Ariel está montando la Calamaro Band para defender “Por mirarte”, con caja de ritmos y la voz de Calamaro, tiene más rollo, con un cambio lindo, con más vitaminas, con más ochenta. En el directo de Las Ventas será uno de los temas que formará parte del repertorio.

«7 segundos» Quizá la canción perfecta de este disco. La primera que nos devuelve al poeta Calamaro, aquel que provocaba la admiración de Fabián Casas o Rodrigo Fresán. Los argentinos que escaparon del Plan Austral y que, ahora, con los noventa felices, dudan entre volver a Buenos Aires o quedarse en España. Quizá a la altura del mejor Calamaro solista, el piano recuerda a “Media verónica” o “Crímenes Perfectos” de su primer disco solista después de los Rodríguez, “Alta suciedad”. El piano sostiene a la canción, a la del Canal Plus, del Corte Inglés, cuando eso era cultura, cuando Calamaro compraba compactos de Anagrama de Bukowski en la sección de libros del céntrico centro comercial. Es tan importante el piano que ya en su directo del Gran Rex de 1997, de vuelta a Buenos Aires, engancha el tema con una versión del tango “El día que me quieras”. Y esa unión quedará registrada en las Romaphonic Sessions (también conocidas como Grabaciones encontradas Vol 3 de 2016) en la que solo al piano revisa estándares porteños y obra propia. Gardel y Lepera.

«Salud (Dinero y amor)» Demasiado festiva, demasiado tópica, demasiado manoseada. Con videoclip incluido. Tintorro y SIDA. Una radiofórmula de manual. ¿Cómo compararlo con “Copa rota” o “En el último trago”? Ranchera acelerada, tequila aguado, una de esas canciones de buenos borrachos con las que Sabina se fue haciendo de oro mientras sonaban en las bodas. Decir que ensucia el disco sería demasiado (para eso están las de Sabina, pero no es el artículo). Quizá, por el contrario, es una manera de que reluzca la lírica y la intensidad de otras joyas. Sangre y vino, mordisco y vino. En el Palentino los amigos se ríen de la vida. Como anécdota, de las pocas recuperadas para el directo por Calamaro, en concreto en la grabación del Razzmatazz (En directo Razzmatazz), ahora en formato físico, regalo de Reyes trágico de la Navidad de 2023

«Mi rock perdido» Mi alma me dice que Rodrigo Fresán, aliado desde los ochenta de Andrés, rezaba a Bob dándole las gracias por cubrir de gracia a su amigo por esta canción. Estoy seguro de que siempre amó “Señal que te he perdido”, como sabemos por Laura Ramos y los hermanos Arizona. Pero busco y busco y no encuentro la referencia. Eso me hace sufrir. Pero hay frases que funcionan como señal: “Monedas en los bolsillos del viento”, “Son soldados de un ejército invisible/Partes rotas de un espejo nunca roto”, hay tinta y hay imprenta. Fresán escribe y reescribe la realidad, la suya, en cada uno de sus libros (puedes comprar nuevas versiones de algunas de sus obras magnas, utilizando la retrocontinuidad, introduciendo Canciones Tristes antes de que existiera Canciones Tristes). Quizá es una declaración de intenciones, una manera de hablar de las palabras como si fueran personajes, como entes vivos, una manera de buscar al poeta perfecto en un momento de inspiración máxima. Por eso los temas que se repiten evitan lo cursi. Pero la melodía, la melodía es plana, sosa, parece más de lo mismo, excepto un momento de inversión del alma… ya sabes a qué me refiero, a la tormenta, la metáfora más evidente de Bob Dylan, para volver otra vez a lo mismo, los coros, las guitarras, la sección rítmica.

«Me estas atrapando otra vez» Aquí tenemos un tema muy extraño. Con un embrión antiguo, como cuenta Ariel, de los últimos Tequila, ronda de acordes, riff… luego en las demos del tercer disco solista de Rot, el que se mezcló con las dos entregas de la Calamaro Band (esos Por mirarte de 1988 o el excelso “Nadie sale vivo de aquí” de 1989). La heroína, el dolor de los riñones, debajo del puente. Dicen que en Belgrano no llegó el jaco, dicen que los caballos salvajes corrían más despacio, tanto que te obligaban a quedarte en la cama. Los M-Clan se dejaron atrapar, haciéndole cantarla una y otra vez a Ariel. Es más, Andrés Calamaro, un millón de canciones después como solista, Abuelo y Rodríguez, la incluye en su repertorio oficial en Made In Argentina 2005, en el cedé extra Made In Spain y en Pura Sangre, en 2014, grabado en Colombia.

«Mala suerte» Órgano hammond supurando, el estribillo con las voces bien empastadas, una canción hecha para el directo, uno de los tópicos de la vida que funciona, uniéndose con la salud, con el dinero y el amor. Algo de rotura hacia la ranchera. Una canción que, dentro de la obra posterior de Calamaro o Rot, queda dentro del catálogo de las sencillas, de las efectivas, de las que entran y se quedan en las caderas, pero no en el corazón. Aprobado raspado.



«Algo se está rompiendo»
Las maquetas del 92, las que iban camino de Mario Breuer, con un susurro inicial, el hammond con humo, un recitado suave, son hombres de piano sucio, con las velocidades en el pantalón. Con las mil horas que te está esperando bajo la lluvia. ¿Es la misma lluvia la de Madrid que la de Buenos Aires? Estoy casi seguro que no. Nunca ha estado tan cerca de Tom Waits, con su acordeón, su pump organ, los coros villanos de la banda. Un buen tipo, aquel Lou Bizarro. Voy a volver a escribir esta canción, la reescritura es un arte que practican los amigos de Andrés: Fresán, Fabián Casas, los que se evaden, los que colocan los metales sobre la mesa y proponen arreglos imposibles acompañado de piano. Espejos y espejos, rotos y más rotos, pedazos en el suelo, intentar arreglarlos, volverlos a juntar: ¿testamento de la banda? Unas veces Andrés se mete en los coros, otras deja al resto de la banda sola. Andrés con un gorro de lana, Ariel con un pucho encendido. En la maqueta la guitarra de Ariel Rot echa humo.

«Es más funk que blues. Andrés inhala todo lo que desprende Rot. Belleza, oráculos como Pappo y como Claudio Gabis -que andaba por Madrid aquellos años, enseñando a tocar la guitarra a Christina Rosenvinge».

«Especies que desaparecen» La canción del disco. Sí, claro, no es un hit de verbena. No es una demostración de rock latino. Es una ruptura, es una vuelta atrás, es un salto mortal en una piscina vacía, en una habitación de Malasaña. Después de siete segundos, esta manera de perseguir el amor con un ritmo de batería mínimo. Los versos del poeta: “palabras dichas al oído de nadie”. Dos contra el mundo, el tema cruje de guitarras, rebota entre las cuatro paredes y vuelve a la playa en invierno. Ray Loriga y Ray Heredia, el módulo con sonido de piano que trajo el primer día que llegó a Madrid. Calamaro abstemio: es Gabinete Caligari, es un bolero de Javier Corcobado, es una trémula postal de portales sucios en una ciudad, Madrid, gastada. Un abrigo largo de paño gris, la melena sucia, la letanía con la que cierras un disco que es un laberinto. Éxito y muerte, el comienzo del final es una línea perfectamente marcada en el suelo de la vida.

¿Y qué pasó después? La segunda parte, la segunda parte será mejor. Lo prometo. Aquí la segunda parte

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.