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Pombero de Marina Closs (Páginas de Espuma, 2023)

Los cuentos de Pombero de Marina Closs son intrigantes, mágicos, distantes. Historias de mujeres mágicas, de terruños alejados del mar, ahogados en lágrimas y tiempo. Los dos primeros cuentos son muy potentes, Si yo fuera alguien (Pombero) es un disparo al corazón del folklore, una mentira de sangre, una niñez de árbol, las marejadas que traen las pesadillas, el buen ladrón, el monstruo amable. ¿Quién es el que trae el terror? ¿El cazador o el cazado? Y el segundo No sería (Dunka), produce un estremecimiento, un extrañismo, algo para lo que no estás preparado. Una entidad, femenina y descubierta, que es un demiurgo entre la infancia fallida y la acelerante adolescencia, sacada a la fuerza, con la gasolina del placer, hacia un camino misterioso, donde la tradición es sexo y mestizaje.

En Esto (jabalís) los animales, los ñandús se reproducen sin almanaque y somos depositarios de una historia negra, leyenda mestiza, blancos y peste, desde Salta. La estrella azul, hacia el interior: frío y calor, fiebre y viruela. No vengan al hospital sin zapatos, les piden. Simplicidad neurótica de un adanismos que se aplana. El Evangelio como una tormenta sin ángeles, luz contra la penicilina, luna y entres diía solo quedará tierra, piedras y muerte. Di que sí, di que la misión anglicana será la solución. Ministerio del indio. Yo te bendigo. Nunca y tampoco (María das Luzes) marcha hacia Brasil donde le poder del cuerpo es más potente que cualquier campo magnético, donde la obsolescencia de la aguja hace que no se distinga con facilidad el Polo Norte del Polo Sur. Casarse. Pero antes, maestra. Y sí, un desliz más de la simiente. La docencia, los niños que se confunden en un sexo que es inocente pero sigue siendo sexo. Es una semilla que se pudre, una fertilidad antigua y promiscua. Un pelo de bruja delicado y ausente. Solo se salvará con la Macumba. Olvida los antibióticos o la psicología. Ni apretando con la bat macumba, con el tropicalismo, se podrá sujetar lo que mancha, no ha nacido otro muchacho que aquel que es ajeno.

Lo otro (Rosita uñas negras): la cara y el maquillaje, la máscara: «Dormir da la sensación de que se van a morir». Escribo con el corazón delicado de mi padre, que todo lo sobrevuela, a veces me salto páginas que pienso van a detener el tiempo, escribo dudando sobre cuándo va a llegar el momento. Los días los paso en su casa, las noches más bien, me levanto y escucho su respiración y duermo. Olvido mi muerte como si la enfermedad fuera detrás del olor más apetitoso. Mate, aspirina y tabaco. Mi padre pedía agua de colonia en la cama del hospital para peinarse los pocos cabellos que le quedan. Cáncer y tabaco. Que la muerte te sorprenda sola, que lo haga acompañado, voces y recuerdos, las miserias del descanso. Bajar los puentes, desciende la guardia, ella y su cuerpo. Si la muerte llegara: ¿sería con un disfraz o con la luz más intensa? Le pregunta a la madre. ¿Qué es lo que no hiciste? ¿Qué deudas estoy pagando ahora? El hombre que es mujer necesita comprar cabello y la muerte acecha, manda cáncer y manda cocheros a por pelucas. Mi Paquita. (Hacerle la peluca a un cáncer) Es muy poco narrativo: los asuntos se repiten, suceden en bloque, un mundo de trascendencia y olvidos, demasiadas cosas que solo se suponen. La familia, una vecina, un perro, leer a Jorge Edwards. Ese saber de tiempo detenido tan propio de Latinoamérica. ¿Por qué de Alfonso no te quedaste Alfonsina? Que cuando estaba acostada con otro varón en la cama se escuchaban, solapados, dos furiosos aullidos de hombres. Una se puede morir con la cabeza calva y se puede morir con pelucas, con los cigarrillos intactos o partidos uno a uno. Nada importa si, al final, acabas por morirte.

Quizá mejor (Suzumushi): salones vacíos, sabores de flores, fuera y dentro, la masajista japonesa perdida en mitad de insectos y plantas, como una amanuense de las amapolas y madrevíboras. El pasado es un sueño. Japón llega con su padre y su abuela. Cuando las agujas son sangre y son roce, acaba llegando la mano hasta el sexo y todo se mezcla. La soledad y el sueño. Un jardín, un chófer, una adivinanza, ¿Qué país es este? Casi nadie (La bella Marioka): la abuela, otra abuela, la soledad, la pared, todo se apaga, lo más básico de ser humano, la rueda, la abuela mide la belleza y la oculta, como si fuera un peligro o una mentira. Como en uno de esos cuentos del principio la autora captura el amor como si fuera un animal salvaje. Por sorpresa. Joven o viudo. ¿Qué importa? Vendrá el Rey de Polonia como en un cuento e, hipnotizado, se dejará llevar por la magia tras las vendas.